07-31-2006, 07:50 AM
Creo que el titulo es revelador, porque este artículo bien podría llamarse El Encantamiento. Supongo que el pez se da cuenta de la existencia del agua cuando es sacado de ésta, el encantamiento se descubre cuando se rompe. Mucho se habla del deseo en el psicoanálisis como motor del comportamiento del hombre, lo interesante del uso de algunas palabras es descubrir cómo condicionan la comprensión de los distintos fenómenos. Un ligero cambio de palabras actúa como una nueva luz que revela aspectos antes ocultos. No dudo del poder del deseo como motivación de los actos del hombre, pero ¿en qué marco se sostiene el deseo? ¿Cuál es la condición de la existencia del deseo? El psicoanálisis plantea varias teorías, yo voy a tratar de ser menos complejo y quiero ver la existencia del deseo como resultado de un encantamiento. Cuando el encantamiento se rompe, se corta el deseo. ¿Cómo puede romperse este encantamiento? Las malas experiencias rompen el encantamiento, el dolor, las pérdidas, etc. El realismo que tan de moda se encuentra, ¿acaso no representa el desencanto del mundo? Una persona realista es aquella que ya no quiere dejarse encantar por nada ni nadie. Ya no queda magia en el mundo para estas personas. Un mundo sin magia constituye el máximo triunfo del desencantamiento. Ya nadie cree en nada ni en nadie, ya no queda esperanza, ya no es posible soñar un mundo mejor. La poca felicidad que puede llegar es la debida a un golpe de azar, aquella que llega cuando no se espera, porque ya no se quiere esperar nada para no sufrir más desengaños. Los realistas temen buscar la felicidad.
Recuerdo el gran descubrimiento del Buda: el deseo es la causa del dolor, de la infelicidad. Todo lo contrario, el dolor es la causa de la pérdida del deseo, del rompimiento del encantamiento, del desengaño. El camino del Buda consistía en escapar de la vida, del famoso ciclo de la rueda del renacimiento, del karma, etc. Nadie sabe qué es el nirvana, pero las descripciones parecen sugerir que es una especie de muerte total de la conciencia. Los cristianos no se quedan nada atrás, con la diferencia de que enfrentan el desencantamiento del mundo ofreciendo un cielo para el alma eterna, un cielo donde sólo hay felicidad, pero sin sexo, cerveza, ni rock and roll. Una especie de felicidad diseñada para un niño de 4 años, donde los leones no matan para comer, sino que pienso que deben de comer pasto.
Dejando de lado estas concepciones infantiles para hacer algo con el desencanto de las personas, lo que es verdaderamente relevante es tratar de comprender el proceso mediante el cual las personas se desencantan, y si es posible reencantar al mundo y las cosas.
Si observan a las pocas personas que aún sostienen el encantamiento por el mundo, verán que no son demasiado realistas, y que no les importa demasiado la realidad, andan por el mundo con anteojeras a todo aquello que pueda desencantarlos, que pueda poner en peligro sus concepciones. Por otro lado, los desencantados pueden dedicarse a lo que ellos llaman la búsqueda de la verdad, búsqueda que consiste en el proceso inverso al que siguen los que están encantados. Quien tuvo malas experiencias con algo, luego busca protegerse de que no le vuelvan a ocurrir, por lo que recogen todos los datos negativos que puedan encontrar, cosa de que jamás los vuelva a tomar desprevenidos la realidad. En realidad no es que alcancen la verdad acerca de las cosas, lo que terminan logrando es una especie de encantamiento a la inversa, donde todo es negativo, malo, peligroso. Son los que viven haciendo denuncias acerca de lo que está pasando en el mundo, los que informan de todo lo malo, feo y negativo. En el espectro político representan a la izquierda. Debo destacar que me parece bien el tratar de cambiar las cosas que están mal, en lograr los valores del socialismo y la igualdad de oportunidades, y todas esas cosas. Sin embargo, muestro un proceso sistemático de desencantamiento, desencantamiento que puede terminar por convertirse en causa de más desencantamiento y renuncias a tratar de hacer algo por la vida. Si todo está mal, si el hombre es malo por naturaleza, si no hay esperanza, difícilmente alguien pueda querer hacer algo por mejorar, ya que está convencido de que el cambio para mejorar es imposible.
Ayer me encontraba conversando acerca de la relación entre el amor y el encantamiento, viendo al amor como una forma de encantamiento que dura hasta que se rompe el encantamiento. Una vez que se rompe, para muchas personas resulta imposible volver a encantarse nuevamente, se vuelven realistas, desencantadas con las personas, sin esperanzas. Bueno, lo que ocurre con el amor, ocurre con todo aquello donde se rompe el encantamiento. Claro, una vez que se pierde la inocencia, ya no se puede recuperar nunca más. ¿O sí se puede?
Una psicóloga conductista me decía que por 10 minutos de amor y felicidad, luego se tenía a continuación horas y horas de llanto y tristeza, por lo que no valía la pena el esperanzarse. Si así piensa una terapeuta, me imagino cuanta esperanza e ilusión pueda despertar en sus pacientes. Porque es así, la cura no puede ser el dejar de ilusionarse, el volverse realista a pleno, el convertirse en un muerto en vida. Porque el realismo extremo termina en eso, matar toda ilusión, toda esperanza de encantarse nuevamente, es morir en vida. Otra muchacha me contaba que ahora tenía una relación donde se sentía bastante bien, pues él la aceptaba como es, y ella podía tolerar las cosas de él. En definitiva me contaba que ella no era una mujer que se enamorara muy intensamente, que el sexo no la llenaba completamente, que no era romántica, y que él aceptaba todo eso. Supongo que él sufriría de cosas similares que pueden encuadrarse dentro de lo que llamo el desencanto. Es más, terminó diciéndome ella que no lo había buscado, porque ya no buscaba, sino que simplemente llegó, y la llevan bien juntos. Aquí está presente otro de los grandes síntomas del desencanto: el renunciar completamente a la búsqueda de la felicidad, a convertirse en un ser pasivo que tiene una esperanza escondida, de que de algún lado llegue algo, pero sin atreverse a buscarlo. Un síntoma clave para comprender un rasgo completamente patológico del desencanto, consiste en la renuncia a buscar la felicidad, pero no sólo a la renuncia a hacer algo para obtenerla, sino a tomar conciencia del deseo. Se teme desear. Se desarrolla la convicción de que no se podrá obtener jamás lo deseado, por lo que se deja de desear, y se espera simplemente a que lleguen las cosas, y si no llegan, simplemente se confirma la expectativa. Porque el desencanto va de la mano de la actividad por hacer algo para alcanzar lo que se desea, sólo se cumplen con las obligaciones necesarias para sostener la vida, generalmente obligaciones sociales. Se hace lo correcto para cumplir, sin desear, esperando inconscientemente que al hacer lo correcto pueda llegar el premio. Nada de deseo, sólo cumplimiento de obligaciones haciendo lo correcto. Bueno, en otras modalidades del desencanto ni siquiera se hace lo correcto, es más, muchas veces se hace todo aquello que encauce el instinto de autodestrucción. Supongo que la causa se debe a que inconscientemente se experimenta la imposibilidad de satisfacer el deseo como una especie de castigo por algo hecho, la famosa culpa inconsciente. Así, estas personas se lanzan contra sí mismos a través del consumo de drogas, alcohol, adicciones diversas, etc. Todas aquellas conductas que entran dentro de lo que se entiende como comportamiento autodestructivo. Es el clásico antihéroe que tanto está de moda hoy, especialmente entre los artistas.
La pregunta sigue en pie: ¿es posible el reencantamiento del mundo? ¿es posible reintroducir un poco de magia en la vida? Al menos es claro que sí es posible detener el proceso de desencantamiento activo, lo que se llama tirar malas ondas.
Creo que dos ejemplos bien concretos pueden ofrecer algunas ideas interesantes: el del político y la del galán que trata de enamorar a una dama. Es claro que tanto el político como el galán, deben saber cómo encantar a las personas, cómo hacerlas soñar, como hacerlas ilusionar, esperanzar con algo en sus futuros. Pero para poder hacer esto, es necesario que uno aprenda a ilusionarse, a desarrollar la convicción en que es posible alcanzar lo que se desea. Por lo que un buen camino para reencantar al mundo es aquel de las obras. Cuando se desarrolla la confianza en uno mismo y en lo que puede hacer, es posible luego transferir esa confianza a otros. La psicóloga que mencioné más arriba, difícilmente pueda transferir la confianza en que el amor es posible y que no sólo es posible, sino que también es deseable. En síntesis, si malas experiencias condujeron al desencantamiento, buenas experiencias pueden contribuir a un nuevo reencantamiento del mundo. Claro, sospecho que existe un punto de no retorno.
Recuerdo el gran descubrimiento del Buda: el deseo es la causa del dolor, de la infelicidad. Todo lo contrario, el dolor es la causa de la pérdida del deseo, del rompimiento del encantamiento, del desengaño. El camino del Buda consistía en escapar de la vida, del famoso ciclo de la rueda del renacimiento, del karma, etc. Nadie sabe qué es el nirvana, pero las descripciones parecen sugerir que es una especie de muerte total de la conciencia. Los cristianos no se quedan nada atrás, con la diferencia de que enfrentan el desencantamiento del mundo ofreciendo un cielo para el alma eterna, un cielo donde sólo hay felicidad, pero sin sexo, cerveza, ni rock and roll. Una especie de felicidad diseñada para un niño de 4 años, donde los leones no matan para comer, sino que pienso que deben de comer pasto.
Dejando de lado estas concepciones infantiles para hacer algo con el desencanto de las personas, lo que es verdaderamente relevante es tratar de comprender el proceso mediante el cual las personas se desencantan, y si es posible reencantar al mundo y las cosas.
Si observan a las pocas personas que aún sostienen el encantamiento por el mundo, verán que no son demasiado realistas, y que no les importa demasiado la realidad, andan por el mundo con anteojeras a todo aquello que pueda desencantarlos, que pueda poner en peligro sus concepciones. Por otro lado, los desencantados pueden dedicarse a lo que ellos llaman la búsqueda de la verdad, búsqueda que consiste en el proceso inverso al que siguen los que están encantados. Quien tuvo malas experiencias con algo, luego busca protegerse de que no le vuelvan a ocurrir, por lo que recogen todos los datos negativos que puedan encontrar, cosa de que jamás los vuelva a tomar desprevenidos la realidad. En realidad no es que alcancen la verdad acerca de las cosas, lo que terminan logrando es una especie de encantamiento a la inversa, donde todo es negativo, malo, peligroso. Son los que viven haciendo denuncias acerca de lo que está pasando en el mundo, los que informan de todo lo malo, feo y negativo. En el espectro político representan a la izquierda. Debo destacar que me parece bien el tratar de cambiar las cosas que están mal, en lograr los valores del socialismo y la igualdad de oportunidades, y todas esas cosas. Sin embargo, muestro un proceso sistemático de desencantamiento, desencantamiento que puede terminar por convertirse en causa de más desencantamiento y renuncias a tratar de hacer algo por la vida. Si todo está mal, si el hombre es malo por naturaleza, si no hay esperanza, difícilmente alguien pueda querer hacer algo por mejorar, ya que está convencido de que el cambio para mejorar es imposible.
Ayer me encontraba conversando acerca de la relación entre el amor y el encantamiento, viendo al amor como una forma de encantamiento que dura hasta que se rompe el encantamiento. Una vez que se rompe, para muchas personas resulta imposible volver a encantarse nuevamente, se vuelven realistas, desencantadas con las personas, sin esperanzas. Bueno, lo que ocurre con el amor, ocurre con todo aquello donde se rompe el encantamiento. Claro, una vez que se pierde la inocencia, ya no se puede recuperar nunca más. ¿O sí se puede?
Una psicóloga conductista me decía que por 10 minutos de amor y felicidad, luego se tenía a continuación horas y horas de llanto y tristeza, por lo que no valía la pena el esperanzarse. Si así piensa una terapeuta, me imagino cuanta esperanza e ilusión pueda despertar en sus pacientes. Porque es así, la cura no puede ser el dejar de ilusionarse, el volverse realista a pleno, el convertirse en un muerto en vida. Porque el realismo extremo termina en eso, matar toda ilusión, toda esperanza de encantarse nuevamente, es morir en vida. Otra muchacha me contaba que ahora tenía una relación donde se sentía bastante bien, pues él la aceptaba como es, y ella podía tolerar las cosas de él. En definitiva me contaba que ella no era una mujer que se enamorara muy intensamente, que el sexo no la llenaba completamente, que no era romántica, y que él aceptaba todo eso. Supongo que él sufriría de cosas similares que pueden encuadrarse dentro de lo que llamo el desencanto. Es más, terminó diciéndome ella que no lo había buscado, porque ya no buscaba, sino que simplemente llegó, y la llevan bien juntos. Aquí está presente otro de los grandes síntomas del desencanto: el renunciar completamente a la búsqueda de la felicidad, a convertirse en un ser pasivo que tiene una esperanza escondida, de que de algún lado llegue algo, pero sin atreverse a buscarlo. Un síntoma clave para comprender un rasgo completamente patológico del desencanto, consiste en la renuncia a buscar la felicidad, pero no sólo a la renuncia a hacer algo para obtenerla, sino a tomar conciencia del deseo. Se teme desear. Se desarrolla la convicción de que no se podrá obtener jamás lo deseado, por lo que se deja de desear, y se espera simplemente a que lleguen las cosas, y si no llegan, simplemente se confirma la expectativa. Porque el desencanto va de la mano de la actividad por hacer algo para alcanzar lo que se desea, sólo se cumplen con las obligaciones necesarias para sostener la vida, generalmente obligaciones sociales. Se hace lo correcto para cumplir, sin desear, esperando inconscientemente que al hacer lo correcto pueda llegar el premio. Nada de deseo, sólo cumplimiento de obligaciones haciendo lo correcto. Bueno, en otras modalidades del desencanto ni siquiera se hace lo correcto, es más, muchas veces se hace todo aquello que encauce el instinto de autodestrucción. Supongo que la causa se debe a que inconscientemente se experimenta la imposibilidad de satisfacer el deseo como una especie de castigo por algo hecho, la famosa culpa inconsciente. Así, estas personas se lanzan contra sí mismos a través del consumo de drogas, alcohol, adicciones diversas, etc. Todas aquellas conductas que entran dentro de lo que se entiende como comportamiento autodestructivo. Es el clásico antihéroe que tanto está de moda hoy, especialmente entre los artistas.
La pregunta sigue en pie: ¿es posible el reencantamiento del mundo? ¿es posible reintroducir un poco de magia en la vida? Al menos es claro que sí es posible detener el proceso de desencantamiento activo, lo que se llama tirar malas ondas.
Creo que dos ejemplos bien concretos pueden ofrecer algunas ideas interesantes: el del político y la del galán que trata de enamorar a una dama. Es claro que tanto el político como el galán, deben saber cómo encantar a las personas, cómo hacerlas soñar, como hacerlas ilusionar, esperanzar con algo en sus futuros. Pero para poder hacer esto, es necesario que uno aprenda a ilusionarse, a desarrollar la convicción en que es posible alcanzar lo que se desea. Por lo que un buen camino para reencantar al mundo es aquel de las obras. Cuando se desarrolla la confianza en uno mismo y en lo que puede hacer, es posible luego transferir esa confianza a otros. La psicóloga que mencioné más arriba, difícilmente pueda transferir la confianza en que el amor es posible y que no sólo es posible, sino que también es deseable. En síntesis, si malas experiencias condujeron al desencantamiento, buenas experiencias pueden contribuir a un nuevo reencantamiento del mundo. Claro, sospecho que existe un punto de no retorno.