10-20-2006, 03:39 AM
Voy a expresar algunas ideas que creo que son bastante evidentes por sí mismas para la mayoría de las personas. Quienes me leen desde hace mucho tiempo saben que tengo la costumbre de emplear el juego de ajedrez como modelo heurístico para comprender el comportamiento de las personas. Pero no sólo para comprender su comportamiento, sino también para que sirva de guía al actuar y orientarse en el mundo. Permite contestar a preguntas del tipo: ¿por qué las personas son felices o infelices? ¿por qué alguien puede querer vivir mientras otros quieren morir? ¿por qué sistemáticamente a algunas personas siempre les pasa lo mismo, tema que se conoce como repetición? etc.
El juego de ajedrez es un juego de estrategia, con un principio, un juego medio y un final. Tiene reglas de juego, y un propósito. Considerando la vida como un todo desde el nacimiento a la muerte, podemos verla como si se tratara de un juego de ajedrez que comienza cuando nacemos y que culmina al morir. Sin embargo, a diferencia del juego de ajedrez donde la meta es sólo una, jaque mate al rey enemigo, en la vida existen infinidad de metas posibles, uno puede querer ser un gran empresario, otro querer salvar al mundo de la pobreza, otro ser un militar, otro ser médico, otro ser un bohemio y vivir según se le dan las cosas, etc. En realidad estas diferentes metas posibles, o diferentes formas del deseo, no cambian la esencia del modelo. Podemos imaginar una plataforma primaria, un tablero primario en el que nos movemos, y otros secundarios, es más, en cada uno de los secundarios considerar unos terciarios, etc. Por lo que se puede considerar la vida como un juego que se desarrolla en un nivel primario y luego muchos otros a diferentes niveles, y complejidades. Un juego que contiene a otros que a su vez contiene a otros, etc.
Alguna vez hablando acerca de estas cosas con personas amigas me han dicho que a diferencia del ajedrez la vida no tiene reglas, que cada uno puede inventarse las reglas que quiera para vivir. No, no es cierto, siempre existen reglas, aunque a veces puedan estar encubiertas. Siempre que debemos actuar en el mundo y considerar a otros, existen reglas, y el que a veces se rompan algunas reglas, también indica que las hay porque infringir una regla implica consecuencias. Aquí es donde puede verse con claridad la existencia de reglas: a cada acto le corresponde una consecuencia. Ahí es donde están presentes las reglas. No es posible actuar sin consecuencias, es más, no actuar constituye un acto que trae consecuencias.
Que no existan reglas a tener en cuenta implicaría que los actos no tienen consecuencias, o que algunos no la tuvieran, o que las consecuencias no dependieran de los actos, cosa imposible. Desde el momento que a cada acto le corresponde una consecuencia, existe reglas o leyes de la naturaleza, como prefiera llamarlas.
Así como ocurre con el ajedrez: cuando queremos obtener algo, debemos encontrar la forma de actuar para lograr lo que queremos, a veces la cosa es sencilla y en pocos pasos se obtiene, en otras es más complejo y debemos desarrollar una estrategia muy meditada para alcanzar la meta que queremos.
Creo que hasta este punto los lectores deben estar de acuerdo con todo lo que he dicho, ahora pasaré el análisis del juego de ajedrez, análisis que por generalización se transfiere al de la vida de una persona, grupo, comunidad, país, etc.
Imaginen que se encuentran en un cierto punto del juego, por ejemplo en la movida 14. Según como hayan jugado pueden encontrarse en una fuerte posición estratégica, hasta pueden haber conquistado material del contrario, o pueden encontrarse en una posición media o mala, o pésima. Otro elemento que puede ayudar al análisis es considerar todo el juego como formando un campo de fuerza, campo de fuerza que cambia con cada movida. Si están ganando se sienten fuertes, eufóricos, aunque pueden sentir el temor de confiarse demasiado y cometer algún error. Es claro que sentirán la tensión del juego en sus cuerpos, es más, quienes los observen podrán saber cómo les está yendo a partir de la postura, de sus expresiones, muchas de ellas involuntarias, etc. Si van perdiendo se verán abatidos, con ganas de abandonar el partido, completamente desesperanzados. Los que tengan mayor espíritu marcial, mantendrán una expresión inexpresiva, no dejaran que se adivine qué pasa por sus mentes, qué intenciones están albergando, etc. Su cuerpo constituirá como el centro donde se anidarán todas las tensiones del juego. Esto ocurre con todas las personas donde en muchos casos es posible advertir en el cuerpo cómo ha sido su vida, qué esperanzas tiene para el futuro, si quiere seguir jugando o está deseando escapar de la partida y descansar para siempre.
Cuando se ha jugado bien y se ha alcanzado una posición fuerte estratégicamente, cuando se puede jugar con soltura, uno se siente fuerte, feliz y esperanzado, uno confía en su poder de juego, sabe que generalmente se sale bien parado de todo. A medida que el poder va aumentando, ese mismo poder que hace sentir tan bien a las personas, lo empujan a ir por más. Repito, esto es así para todas las personas, aunque la actividad que esté desempeñando no parezca ser una actividad de guerra como ocurre con el ajedrez. El artista que busca reconocimiento debe luchar para alcanzarlo, y no hay un artista que no lo busque. Todas las personas buscan algo y para alcanzarlo deben hacer un esfuerzo. No se puede vivir en el mundo sin luchar de alguna manera contra los intereses de otros, claro, esa lucha puede revestir muchas formas, algunas muy suaves y sutiles, a veces con la amabilidad se puede obtener lo que no se puede obtener con malos modos, pero esa persona que emplea la amabilidad para obtener lo que quiere, lo hace a sabiendas de que posee ese recurso.
Volviendo al análisis, en cada momento de la partida se experimenta la presión del juego y nuestro cuerpo adopta la forma de la situación en la que nos encontramos. Todas las cirugías plásticas pretenden borrar las huellas de esas deformaciones que vamos teniendo a lo largo de la vida cuando la vida nos marca a fuego, los artistas, políticos, profesionales, tratan de verse como triunfadores, además de lindos, pero por sobre todo como triunfadores en el gran juego de la vida.
Volviendo al juego, existen momentos de triunfo donde todo parece ir bien y la euforia nos embarga, con el peligro de confiarnos demasiado y cometer errores. En otros momentos nos encontramos en una situación de parálisis, las fuerzas son parejas, no se ven opciones buenas a la vista, en otros momentos se pierde fuerza estratégica, cosa muy peligrosa porque es muy difícil remontar malas situaciones. A veces la partida se ve perdida y parece que la única opción que queda es abandonar la partida, porque no existe forma de remontar esa situación.
Habrán leído en los libros de autoayuda de la importancia de tener confianza en uno mismo, como si eso dependiera de decir “ahora voy a tener confianza en mí mismo”. Una tontera de los que creen que todo es cosa de actuar como sí se tuviera lo que no se tiene. La confianza en uno mismo constituye una valoración de nuestra fuerza de juego, de cómo nos ha ido, y de la situación en la que nos encontramos. Si perdemos la reina y dos torres por un error, no hay confianza que se pueda levantar a fuerza de hacer fuerza. Muchos de estos defensores de la automotivación creen que la realidad no existe y todo es sólo cosa de las ideas que podamos sostener en nuestra mente, o colocar a fuerza de autohipnosis. No es cierto, sólo es posible colocar una idea en la cabeza de alguien cuando esa idea es posible en función de su situación real en el juego de la vida.
¿Se dan cuenta por qué el psicoanálisis no funciona? Porque parte de que los problemas de las personas son intrapsíquicos, que hay que cambiar algo en su interior para que se curen y todo esté bien. Para eso sacan a la persona del juego de la vida y lo encierran en un consultorio para encontrar en su pasado las causas de sus problemas. Las causas de sus problemas no importan, lo que importa es la situación real de juego en la actualidad. las personas deben aprender a jugar y a pelear por sus vidas, no averiguar qué los llevó a la situación de juego actual. Analizar hasta el infinito los errores que condujeron a la mala posición de juego, no ayuda si no está acompañada del aprendizaje del juego, hay que aprender a jugar, no a descubrir por qué se ha llegado a esta situación. Un poco de historia puede ayudar a comprender lo que ocurre, pero lo importante es aprender a jugar, a ser eficientes. Lo importante es el juego en el que se está y del que no es posible salir. Un análisis constituye un salirse del juego por años esperando que un milagro ocurra en el consultorio y todo quede resuelto. Error. Es más, un análisis corre el riesgo de hacer perder la concentración, de confundir al jugador, de desorientarlo. El principio de realidad es esencial, porque es el sentido que nos informa de nuestra situación en el juego. Ni siquiera me voy a molestar en analizar el tema de la voluntad de la persona en el psicoanálisis, ya que por principio niega que las personas la tengan, y afirman que su actuar es inconsciente, o motivado sólo por el inconsciente. Si no existiera voluntad, jamás se podría actuar en un juego de guerra, porque es necesario elegir una estrategia y disponer de la fuerza de voluntad para seguir adelante con ella hasta realizarla.
Muchos dialécticos no pueden precisar qué cosa sea la realidad, algunos están tan perdidos -como los lacanianos- que creen que la realidad se crea con la palabra. No, no hay duda acerca de qué cosa sea la realidad, es todo aquello con lo que debemos interactuar para obtener lo que queremos. Es lo que se nos opone, es lo que debemos modificar, transformar. Es la lluvia que nos moja, es el hambre que nos empuja a conseguir alimento, es el alimento que nos calma el hambre, es la persona que nos hace sentir bien, o mal. Pero esa realidad, de la misma manera que en el juego de ajedrez, se manifiesta como un campo de fuerzas que se concentra en nuestro cuerpo. Cada movida en el tablero cambia el campo de fuerza del juego y se produce un cambio en nuestro cuerpo. En la vida ocurre lo mismo, cada acto verdadero nos cambia porque cambia el campo de fuerza que constituye nuestra realidad. El tablero, las piezas, el otro, nosotros, formamos una unidad y cada acto cambia ese conjunto, su estructura.
Esto nos permite entender qué cosa es la intuición, es más, nos permite saber cómo se produce. Se produce a través de ese campo de fuerza del que formamos parte. En nuestro cuerpo sentimos todo lo que está ocurriendo en el campo en todo momento. Cuando encontramos la jugada ganadora, sentimos un clic en el cuerpo, una especie de relajación, liberación y satisfacción que nos indica que esa es la jugada ganadora. ¿Pero cómo la encontramos? ¿Y, en qué consiste la creatividad? La presión del campo en nuestro cuerpo nos empuja a hacer algo, esa energía es la que puede convertirse en creatividad cuando la concentramos para encontrar la solución a un problema. Sentimos-intuimos las cosas porque formamos parte de un campo que lo incluye todo, como en el juego. Y la tensión del campo cuando los problemas empujan a su resolución es la fuerza creativa que nos lleva a encontrar una solución. Claro, algunos optan por escapar a esa presión con el alcohol o las drogas. El arte a veces constituye un medio de descarga. Pero la descarga catártica, no resuelve los problemas, sólo desvía la presión, presión que luego vendrá con mayor intensidad. Por eso no cura el análisis, porque ofrece un medio para descargar las tensiones, y al descargarse las tensiones se pierde la energía necesaria para resolver los problemas, y sólo hay curación cuando se resuelven los problemas, no cuando se los comprende. El análisis no sólo no cura, evita la curación, dispersa nuestras energías en ese invento de la asociación libre. Un síntoma representa aquello de la realidad que no queremos escuchar, aquello que negamos y de lo debemos hacernos cargo. La curación llega por la resolución de los problemas, por el aprendizaje del juego y del logro de mejores posiciones de poder. No somos nosotros los que debemos cambiar, debemos actuar en el juego de forma de que se produzca un cambio favorable en nuestra situación estratética, y ese cambio de fuerzas en el tablero nos cambia a nosotros. Todas esas tonteras de que primero debemos cambiarnos nosotros para luego cambiar al mundo, son mentiras, primero hay que cambiar al mundo para que éste nos cambie a nosotros. Sin esas posiciones de poder estratégico, no hay curación. Curación es la transformación del campo a través de un acto. Lacan estaba cerca de entenderlo cuando hablaba de palabra plena y palabra vacía, donde la palabra plena constituía un acto que producía un cambio, mientras que la palabra vacía no tenía efectos sobre lo real.
No hace mucho hablaba con unos amigos acerca del tema del suicidio, el tema del suicidio es fácilmente entendible a partir de lo que he dicho, cuando se llega al punto donde es imposible remontar una mala posición de juego, ya no tiene sentido seguir jugando. Si se está jugando contra Kasparov y perdimos el 60 % de las piezas, seguir jugando puede ser una tontera. Y hablando de tonteras, algunos asocian la cobardía al suicidio, cuando no tiene nada que ver. Sería cobardía asustarse cuando se puede ganar y abandonar, pero cuando no se puede ganar y sólo queda soportar y estirar el desenlace que ya está cantado, no es cobardía abandonar, es idiotez sufrir aferrados a un ideal negativo de no parecer cobarde.
Claro, algunas personas no tienen la habilidad suficiente para representarse el juego, y pueden ocurrir dos cosas: que alguien con chances de recuperarse y ganar abandone porque no ve las salidas. La segunda es que no haya salida y la persona no se dé cuenta y crea que tiene chances, por lo que sigue adelante con esperanza. Las religiones apuntan a los que tienen menor capacidad de representación y les dan esperanzas para tolerar el sufrimiento, es más, les prometen otra vida después de esta, así que si pierden esta partida pero siguen sus instrucciones salvadoras, tendrán otra vida con felicidad en el cielo. Bueno, los que no sigan a esos salvadores se irán al infierno donde estarán condenados a repetir sus malas jugadas una y otra vez por toda la eternidad.
El sentido de realidad es el sentido que nos permite sentir en el cuerpo el campo de juego del que formamos parte. Meditar consiste en afinar la sensibilidad en nuestro cuerpo a ese campo. Ese campo crea una tensión que se resuelve en una representación que es el darse cuenta de los gestaltistas. Las ocurrencias que a veces nos asaltan, las ideas que llegan de no se sabe donde, son resoluciones de ese campo en una representación que nos permite actuar en el mundo. Por eso es tan importante afinar nuestra sensibilidad, pues nos permite comprender y orientarnos en el mundo.
Por todo lo dicho queda claro que la capacidad de representación es de las más importantes para orientarnos en el mundo, quien no esté en condiciones de representarse correctamente su situación de juego, no puede actuar con eficiencia.
Al poner a prueba nuestras comprensiones a través de nuestros actos, podemos sentir en nuestro cuerpo si eran acertadas, porque el campo cambia cuando actuamos de la forma correcta. Bueno, siempre cambia con nuestros actos, pero si cambiamos al actuar para mejor, quiere decir que vamos por el buen camino y que podemos confiar en nuestras intuiciones o sensibilidad al campo. La especulación filosófica que sólo se queda ahí, por más apegada a la lógica, no conduce a nada cuando no lleva a actuar.
Marx dijo: “hasta ahora los filósofos se han encargado de interpretar al mundo, llegó la hora de cambiarlo”. Toda teoría ajedrecista que no se ponga a prueba, no tiene valor, interpretar por interpretar, sólo conduce a la confusión.
En síntesis, sólo existe una realidad y es la que podemos modificar de alguna manera y la que nos proporciona lo que necesitamos para vivir y ser felices. Todo lo que se aparte de la acción, como las especulaciones filosóficas o religiosas que no se atreven a ser puestas a prueba, no tienen valor. La fe es un invento de los religiosos para defenderse de la realidad, para mantener una autoridad sobre otros a partir de un supuesto saber, que no pueden poner a prueba.
Nos encontramos en un juego, existen actos que conducen a mejorar nuestra posición, otros a mantenerla y otros pueden llevar a que nos debilitemos. No es posible no actuar, porque no actuar es un acto. Y a cada acto le sigue una consecuencia. Fuera de esto, no hay más nada para nosotros.
El juego de ajedrez es un juego de estrategia, con un principio, un juego medio y un final. Tiene reglas de juego, y un propósito. Considerando la vida como un todo desde el nacimiento a la muerte, podemos verla como si se tratara de un juego de ajedrez que comienza cuando nacemos y que culmina al morir. Sin embargo, a diferencia del juego de ajedrez donde la meta es sólo una, jaque mate al rey enemigo, en la vida existen infinidad de metas posibles, uno puede querer ser un gran empresario, otro querer salvar al mundo de la pobreza, otro ser un militar, otro ser médico, otro ser un bohemio y vivir según se le dan las cosas, etc. En realidad estas diferentes metas posibles, o diferentes formas del deseo, no cambian la esencia del modelo. Podemos imaginar una plataforma primaria, un tablero primario en el que nos movemos, y otros secundarios, es más, en cada uno de los secundarios considerar unos terciarios, etc. Por lo que se puede considerar la vida como un juego que se desarrolla en un nivel primario y luego muchos otros a diferentes niveles, y complejidades. Un juego que contiene a otros que a su vez contiene a otros, etc.
Alguna vez hablando acerca de estas cosas con personas amigas me han dicho que a diferencia del ajedrez la vida no tiene reglas, que cada uno puede inventarse las reglas que quiera para vivir. No, no es cierto, siempre existen reglas, aunque a veces puedan estar encubiertas. Siempre que debemos actuar en el mundo y considerar a otros, existen reglas, y el que a veces se rompan algunas reglas, también indica que las hay porque infringir una regla implica consecuencias. Aquí es donde puede verse con claridad la existencia de reglas: a cada acto le corresponde una consecuencia. Ahí es donde están presentes las reglas. No es posible actuar sin consecuencias, es más, no actuar constituye un acto que trae consecuencias.
Que no existan reglas a tener en cuenta implicaría que los actos no tienen consecuencias, o que algunos no la tuvieran, o que las consecuencias no dependieran de los actos, cosa imposible. Desde el momento que a cada acto le corresponde una consecuencia, existe reglas o leyes de la naturaleza, como prefiera llamarlas.
Así como ocurre con el ajedrez: cuando queremos obtener algo, debemos encontrar la forma de actuar para lograr lo que queremos, a veces la cosa es sencilla y en pocos pasos se obtiene, en otras es más complejo y debemos desarrollar una estrategia muy meditada para alcanzar la meta que queremos.
Creo que hasta este punto los lectores deben estar de acuerdo con todo lo que he dicho, ahora pasaré el análisis del juego de ajedrez, análisis que por generalización se transfiere al de la vida de una persona, grupo, comunidad, país, etc.
Imaginen que se encuentran en un cierto punto del juego, por ejemplo en la movida 14. Según como hayan jugado pueden encontrarse en una fuerte posición estratégica, hasta pueden haber conquistado material del contrario, o pueden encontrarse en una posición media o mala, o pésima. Otro elemento que puede ayudar al análisis es considerar todo el juego como formando un campo de fuerza, campo de fuerza que cambia con cada movida. Si están ganando se sienten fuertes, eufóricos, aunque pueden sentir el temor de confiarse demasiado y cometer algún error. Es claro que sentirán la tensión del juego en sus cuerpos, es más, quienes los observen podrán saber cómo les está yendo a partir de la postura, de sus expresiones, muchas de ellas involuntarias, etc. Si van perdiendo se verán abatidos, con ganas de abandonar el partido, completamente desesperanzados. Los que tengan mayor espíritu marcial, mantendrán una expresión inexpresiva, no dejaran que se adivine qué pasa por sus mentes, qué intenciones están albergando, etc. Su cuerpo constituirá como el centro donde se anidarán todas las tensiones del juego. Esto ocurre con todas las personas donde en muchos casos es posible advertir en el cuerpo cómo ha sido su vida, qué esperanzas tiene para el futuro, si quiere seguir jugando o está deseando escapar de la partida y descansar para siempre.
Cuando se ha jugado bien y se ha alcanzado una posición fuerte estratégicamente, cuando se puede jugar con soltura, uno se siente fuerte, feliz y esperanzado, uno confía en su poder de juego, sabe que generalmente se sale bien parado de todo. A medida que el poder va aumentando, ese mismo poder que hace sentir tan bien a las personas, lo empujan a ir por más. Repito, esto es así para todas las personas, aunque la actividad que esté desempeñando no parezca ser una actividad de guerra como ocurre con el ajedrez. El artista que busca reconocimiento debe luchar para alcanzarlo, y no hay un artista que no lo busque. Todas las personas buscan algo y para alcanzarlo deben hacer un esfuerzo. No se puede vivir en el mundo sin luchar de alguna manera contra los intereses de otros, claro, esa lucha puede revestir muchas formas, algunas muy suaves y sutiles, a veces con la amabilidad se puede obtener lo que no se puede obtener con malos modos, pero esa persona que emplea la amabilidad para obtener lo que quiere, lo hace a sabiendas de que posee ese recurso.
Volviendo al análisis, en cada momento de la partida se experimenta la presión del juego y nuestro cuerpo adopta la forma de la situación en la que nos encontramos. Todas las cirugías plásticas pretenden borrar las huellas de esas deformaciones que vamos teniendo a lo largo de la vida cuando la vida nos marca a fuego, los artistas, políticos, profesionales, tratan de verse como triunfadores, además de lindos, pero por sobre todo como triunfadores en el gran juego de la vida.
Volviendo al juego, existen momentos de triunfo donde todo parece ir bien y la euforia nos embarga, con el peligro de confiarnos demasiado y cometer errores. En otros momentos nos encontramos en una situación de parálisis, las fuerzas son parejas, no se ven opciones buenas a la vista, en otros momentos se pierde fuerza estratégica, cosa muy peligrosa porque es muy difícil remontar malas situaciones. A veces la partida se ve perdida y parece que la única opción que queda es abandonar la partida, porque no existe forma de remontar esa situación.
Habrán leído en los libros de autoayuda de la importancia de tener confianza en uno mismo, como si eso dependiera de decir “ahora voy a tener confianza en mí mismo”. Una tontera de los que creen que todo es cosa de actuar como sí se tuviera lo que no se tiene. La confianza en uno mismo constituye una valoración de nuestra fuerza de juego, de cómo nos ha ido, y de la situación en la que nos encontramos. Si perdemos la reina y dos torres por un error, no hay confianza que se pueda levantar a fuerza de hacer fuerza. Muchos de estos defensores de la automotivación creen que la realidad no existe y todo es sólo cosa de las ideas que podamos sostener en nuestra mente, o colocar a fuerza de autohipnosis. No es cierto, sólo es posible colocar una idea en la cabeza de alguien cuando esa idea es posible en función de su situación real en el juego de la vida.
¿Se dan cuenta por qué el psicoanálisis no funciona? Porque parte de que los problemas de las personas son intrapsíquicos, que hay que cambiar algo en su interior para que se curen y todo esté bien. Para eso sacan a la persona del juego de la vida y lo encierran en un consultorio para encontrar en su pasado las causas de sus problemas. Las causas de sus problemas no importan, lo que importa es la situación real de juego en la actualidad. las personas deben aprender a jugar y a pelear por sus vidas, no averiguar qué los llevó a la situación de juego actual. Analizar hasta el infinito los errores que condujeron a la mala posición de juego, no ayuda si no está acompañada del aprendizaje del juego, hay que aprender a jugar, no a descubrir por qué se ha llegado a esta situación. Un poco de historia puede ayudar a comprender lo que ocurre, pero lo importante es aprender a jugar, a ser eficientes. Lo importante es el juego en el que se está y del que no es posible salir. Un análisis constituye un salirse del juego por años esperando que un milagro ocurra en el consultorio y todo quede resuelto. Error. Es más, un análisis corre el riesgo de hacer perder la concentración, de confundir al jugador, de desorientarlo. El principio de realidad es esencial, porque es el sentido que nos informa de nuestra situación en el juego. Ni siquiera me voy a molestar en analizar el tema de la voluntad de la persona en el psicoanálisis, ya que por principio niega que las personas la tengan, y afirman que su actuar es inconsciente, o motivado sólo por el inconsciente. Si no existiera voluntad, jamás se podría actuar en un juego de guerra, porque es necesario elegir una estrategia y disponer de la fuerza de voluntad para seguir adelante con ella hasta realizarla.
Muchos dialécticos no pueden precisar qué cosa sea la realidad, algunos están tan perdidos -como los lacanianos- que creen que la realidad se crea con la palabra. No, no hay duda acerca de qué cosa sea la realidad, es todo aquello con lo que debemos interactuar para obtener lo que queremos. Es lo que se nos opone, es lo que debemos modificar, transformar. Es la lluvia que nos moja, es el hambre que nos empuja a conseguir alimento, es el alimento que nos calma el hambre, es la persona que nos hace sentir bien, o mal. Pero esa realidad, de la misma manera que en el juego de ajedrez, se manifiesta como un campo de fuerzas que se concentra en nuestro cuerpo. Cada movida en el tablero cambia el campo de fuerza del juego y se produce un cambio en nuestro cuerpo. En la vida ocurre lo mismo, cada acto verdadero nos cambia porque cambia el campo de fuerza que constituye nuestra realidad. El tablero, las piezas, el otro, nosotros, formamos una unidad y cada acto cambia ese conjunto, su estructura.
Esto nos permite entender qué cosa es la intuición, es más, nos permite saber cómo se produce. Se produce a través de ese campo de fuerza del que formamos parte. En nuestro cuerpo sentimos todo lo que está ocurriendo en el campo en todo momento. Cuando encontramos la jugada ganadora, sentimos un clic en el cuerpo, una especie de relajación, liberación y satisfacción que nos indica que esa es la jugada ganadora. ¿Pero cómo la encontramos? ¿Y, en qué consiste la creatividad? La presión del campo en nuestro cuerpo nos empuja a hacer algo, esa energía es la que puede convertirse en creatividad cuando la concentramos para encontrar la solución a un problema. Sentimos-intuimos las cosas porque formamos parte de un campo que lo incluye todo, como en el juego. Y la tensión del campo cuando los problemas empujan a su resolución es la fuerza creativa que nos lleva a encontrar una solución. Claro, algunos optan por escapar a esa presión con el alcohol o las drogas. El arte a veces constituye un medio de descarga. Pero la descarga catártica, no resuelve los problemas, sólo desvía la presión, presión que luego vendrá con mayor intensidad. Por eso no cura el análisis, porque ofrece un medio para descargar las tensiones, y al descargarse las tensiones se pierde la energía necesaria para resolver los problemas, y sólo hay curación cuando se resuelven los problemas, no cuando se los comprende. El análisis no sólo no cura, evita la curación, dispersa nuestras energías en ese invento de la asociación libre. Un síntoma representa aquello de la realidad que no queremos escuchar, aquello que negamos y de lo debemos hacernos cargo. La curación llega por la resolución de los problemas, por el aprendizaje del juego y del logro de mejores posiciones de poder. No somos nosotros los que debemos cambiar, debemos actuar en el juego de forma de que se produzca un cambio favorable en nuestra situación estratética, y ese cambio de fuerzas en el tablero nos cambia a nosotros. Todas esas tonteras de que primero debemos cambiarnos nosotros para luego cambiar al mundo, son mentiras, primero hay que cambiar al mundo para que éste nos cambie a nosotros. Sin esas posiciones de poder estratégico, no hay curación. Curación es la transformación del campo a través de un acto. Lacan estaba cerca de entenderlo cuando hablaba de palabra plena y palabra vacía, donde la palabra plena constituía un acto que producía un cambio, mientras que la palabra vacía no tenía efectos sobre lo real.
No hace mucho hablaba con unos amigos acerca del tema del suicidio, el tema del suicidio es fácilmente entendible a partir de lo que he dicho, cuando se llega al punto donde es imposible remontar una mala posición de juego, ya no tiene sentido seguir jugando. Si se está jugando contra Kasparov y perdimos el 60 % de las piezas, seguir jugando puede ser una tontera. Y hablando de tonteras, algunos asocian la cobardía al suicidio, cuando no tiene nada que ver. Sería cobardía asustarse cuando se puede ganar y abandonar, pero cuando no se puede ganar y sólo queda soportar y estirar el desenlace que ya está cantado, no es cobardía abandonar, es idiotez sufrir aferrados a un ideal negativo de no parecer cobarde.
Claro, algunas personas no tienen la habilidad suficiente para representarse el juego, y pueden ocurrir dos cosas: que alguien con chances de recuperarse y ganar abandone porque no ve las salidas. La segunda es que no haya salida y la persona no se dé cuenta y crea que tiene chances, por lo que sigue adelante con esperanza. Las religiones apuntan a los que tienen menor capacidad de representación y les dan esperanzas para tolerar el sufrimiento, es más, les prometen otra vida después de esta, así que si pierden esta partida pero siguen sus instrucciones salvadoras, tendrán otra vida con felicidad en el cielo. Bueno, los que no sigan a esos salvadores se irán al infierno donde estarán condenados a repetir sus malas jugadas una y otra vez por toda la eternidad.
El sentido de realidad es el sentido que nos permite sentir en el cuerpo el campo de juego del que formamos parte. Meditar consiste en afinar la sensibilidad en nuestro cuerpo a ese campo. Ese campo crea una tensión que se resuelve en una representación que es el darse cuenta de los gestaltistas. Las ocurrencias que a veces nos asaltan, las ideas que llegan de no se sabe donde, son resoluciones de ese campo en una representación que nos permite actuar en el mundo. Por eso es tan importante afinar nuestra sensibilidad, pues nos permite comprender y orientarnos en el mundo.
Por todo lo dicho queda claro que la capacidad de representación es de las más importantes para orientarnos en el mundo, quien no esté en condiciones de representarse correctamente su situación de juego, no puede actuar con eficiencia.
Al poner a prueba nuestras comprensiones a través de nuestros actos, podemos sentir en nuestro cuerpo si eran acertadas, porque el campo cambia cuando actuamos de la forma correcta. Bueno, siempre cambia con nuestros actos, pero si cambiamos al actuar para mejor, quiere decir que vamos por el buen camino y que podemos confiar en nuestras intuiciones o sensibilidad al campo. La especulación filosófica que sólo se queda ahí, por más apegada a la lógica, no conduce a nada cuando no lleva a actuar.
Marx dijo: “hasta ahora los filósofos se han encargado de interpretar al mundo, llegó la hora de cambiarlo”. Toda teoría ajedrecista que no se ponga a prueba, no tiene valor, interpretar por interpretar, sólo conduce a la confusión.
En síntesis, sólo existe una realidad y es la que podemos modificar de alguna manera y la que nos proporciona lo que necesitamos para vivir y ser felices. Todo lo que se aparte de la acción, como las especulaciones filosóficas o religiosas que no se atreven a ser puestas a prueba, no tienen valor. La fe es un invento de los religiosos para defenderse de la realidad, para mantener una autoridad sobre otros a partir de un supuesto saber, que no pueden poner a prueba.
Nos encontramos en un juego, existen actos que conducen a mejorar nuestra posición, otros a mantenerla y otros pueden llevar a que nos debilitemos. No es posible no actuar, porque no actuar es un acto. Y a cada acto le sigue una consecuencia. Fuera de esto, no hay más nada para nosotros.