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TRABAJO PRACTICO DE LATIN
COLEGIO
NACIONAL DE BUENOS AIRES
Orestes
¡El puñal, el puñal, hermana mía!
Repudio la bebida que envenena;
no merece una muerte tan serena
quien supo asesinar a sangre fría.
El adulterio no merecería
castigo tan cruel; sólo enajena;
pero en mi mente sin cesar resuena
el grito de mi padre cada día.
Madre y amante en pacto tenebroso
para arrancar la vida del esposo,
por el puñal del hijo han de morir.
Y si las Furias has de perseguirme,
de lugar en lugar habré de irme,
pero nunca de mí tendré que huir.
Winnipeg, 22 de octubre de 1999
Orestes elimina al maldito impostor
Orestes,
en la mitología griega, hijo de Agamenón, rey de Micenas, y de Clitemnestra.
Era aún un niño cuando su madre y su amante, Egisto, asesinaron a Agamenón. La
hermana mayor de Orestes, Electra, temiendo por la vida del niño, lo envió al
cuidado de su tío Estrofio, rey de Fócide. Allí creció junto con el hijo de
Estrofio, Pílades, que llegó a ser su compañero de toda la vida.
Un día llega a Micenas un extranjero, trayendo la noticia de que Orestes ha
muerto en una carrera de carros.
Fingiendo sufrir y vacilando en creer al mensajero, Clitemnestra le pide
confirmación. Y éste le asegura que para aquellas horas, una expedición ha
partido de Flócida trayendo una urna con las cenizas del muerto.
Las palabras del mensajero cubren de luto el corazón de Electra. Pero son
palabras mentidas.
Un viejo servidor de Agamenón, mirando atentamente al emisario, lo reconoce: Es
el niño que él mismo condujo, años antes a la corte del rey Estrofio. Electra
no cree lo que dice el anciano. Ese extranjero que ha venido para anunciar la
muerte del príncipe no puede ser Orestes.
Tras largo abrazo, deseado durante tanto tiempo, ambos hermanos empiezan a
tramar sus planes de venganza. A Orestes en principio le repugna la idea de
matar a su madre.
Pero Electra lo acusa de pusilánime y acaba convenciéndolo de que el matricidio
es inexorable en su destino.
El plan es simple: El viejo servidor irá al palacio y dirá a la reina que
Electra acaba de dar a luz. Queriendo mostrarse como madre buena, Clitemnestra
seguramente correrá a verla. Orestes buscará a Egisto y le clavará el
puñal de la venganza hasta el fondo de la carne asesina. Después volverá a la
casa de su hermana y pondrá fin a la existencia de Clitemnestra.
El odio transforma las facciones de Electra. El imaginarse a su madre bañada en
sangre la ilumina de salvaje alegría. Orestes ya no reconoce a la dulce
compañera de la infancia. ¿En qué especie de criatura la ha transformado el
sufrimiento?
Todo sucede como lo ha previsto Electra: Fingiendo emoción con la noticia que
le trae el servidor, Clitemnestra corre a la cabaña. Mientras tanto, a solas
con Egisto, Orestes lo contempla prolongadamente, y la escena de la muerte de
su padre vuelve a su memoria, Agamenón, tiñendo de sangre el agua de la piscina
de mármol.
La intensidad del recuerdo le devuelve la fuerza y la decisión.
Perseguido por las diosas de la venganza, las Erinias, Orestes erró a través de
muchas tierras. Finalmente, por orden del dios Apolo, fue a Atenas a defender
su causa ante la diosa Atenea y un consejo de nobles, el Areópago. Orestes se
declaró culpable del matricidio, pero afirmó que había purgado su culpa con el
sufrimiento. El tribunal aceptó el alegato y absolvió a Orestes.
Se consuma la venganza
Electra mira al cielo y no ve brillar las estrellas
como hace poco. Es como si los astros se escondieran en la oscuridad.
Todavía sucio de sangre Egisto, Orestes descansa sobre el hombro de su hermana.
Obstinada y fría, Electra espera la llegada de Clitemnestra.
Se mantienen tensos, callados. No consiguen mirarse a los ojos, quizá por
pudor, quizá por miedo a retroceder en su intento.
Súbitamente, oyen pasos fuera de la choza. Sobresaltados, abren la puerta. Es
Clitemnestra, que viene a visitar a su hija.
Orestes tembloroso, aferra la mano de Electra. "¿Qué haremos ahora, hermana?
¿Daremos muerte a nuestra madre?"
"¿Acaso te duele?" le responde Electra. La cara pálida de la hija de Agamenón
muestra crueldad y seguridad. Su alma es dura: El odio la ha hecho de piedra.
¿Cómo podría yo matar a quien me dio la vida y me nutrió? Orestes se oprime el
rostro con las manos; un llanto seco y dolorido le convulsiona el pecho.
"Exactamente como ella mató a nuestro padre", responde Electra
implacable.
Exhibiendo joyas la reina penetra en la cabaña, todos representan una farsa,
pero poco a poco caen las mascaras. La escena queda desnuda. Los rostros están
llenos de sangre y furor. Un bramido hiende el oscuro espacio. Los campesinos
no oyen la súplica de la reina: "¡Hijos no matéis a vuestra madre!"
Sordo al llamado, ayudado por Electra, Orestes clava la espada en el pecho de
la que le dio el ser.
Amanece. Electra sale al campo caminando lentamente. Ya nada espera del futuro.
Está saciada. Y vacía.
Orestes, el pecho desnudo, los ojos fijos en las nubes de la aurora, cruza los
brazos y dos lágrimas ruedan por su rostro pálido.
El drama de Orestes en el arte
En la versión que presenta Esquilo (525-456 a. C),
el primero de los grandes autores trágicos griegos que trató el tema, Orestes
actúa no a incitación de Electra, sino de Apolo. Se justifica el crimen, por lo
tanto, como obediencia a una orden superior, proveniente de la indiscutible
sabiduría de Apolo, el dios de la luz y la verdad. Al hijo le toca vengar al
padre, y, de no hacerlo, acabará contaminado también por la mancha de los
asesinos: Su inercia equivaldría a un crimen. Después de matar a Egisto,
Orestes elimina a su madre, también por orden de Apolo, y asume el poder sobre
Micenas. En todos sus actos cuenta con el apoyo de Electra, que en la obra de
Esquilo es sólo un personaje secundario.
En su otra tragedia, Las Euménides, Esquilo retoma el asunto. Muestra a
Orestes, todavía manchado de sangre de su madre, cuando es purificado en el
santuario de Apolo, en Delfos. Pero a pesar de haber cometido matricidio por
orden divina, y ser perdonado por el dios, Orestes sigue perseguido por las
furias.
Pero es en la trilogía. La Orestíada donde halla la plenitud de su arte. De
todas las trilogías de aquel tiempo (secuencia de tres piezas con alguna
relación entre sí, presentadas en un solo espectáculo), la Orestíada fue la
única que quedó como ejemplo. Agamenón, muestra el asesinato de éste a manos de
Clitemnestra y Egisto, usurpador del trono. Las Coéforas, muestra a Electra ya
adulta esperando el regreso de su hermano Orestes para realizar su venganza. En
Las Euménides, última pieza de la trilogía, Orestes es llevado a juicio ante el
tribunal divino. Después de escribir la trilogía Orestíada, Esquilo abandonó
Atenas y se fue a Sicilia, donde murió.
Si bien en Esquilo Electra aparece como un personaje secundario, en
Sófocles (496?-406?? a.C.) asume el papel protagónico. En la tragedia que lleva
su nombre, la hija de Agamenón aparece como una mujer envejecida, solitaria y
amargada, que vive lamentando la muerte de su padre. Su única esperanza está en
el regreso de Orestes, a quien incita a vengar la muerte a Agamenón. En la obra
de Sófocles, Orestes no actúa por orden de Apolo, sino por propia decisión. Regresa
a Micenas para vengar la muerte de su padre, y sólo consulta el oráculo para
enterarse de los medios con que contará para ejecutar la venganza. Y, después
del crimen, en lugar de huir atormentado por las Erinias, Orestes se congratula
con su hermana.
El tercer gran dramaturgo griego que aborda el tema de Electra es Eurípides
(480?-406? a. C.). La escena ya no transcurre en palacio, como en las obras ya
mencionadas, sino que se desplaza a la cabaña donde vive Electra, casada contra
su voluntad con un campesino. Vestida pobremente, ocupada de los quehaceres
domésticos. Profesa a su madre profundo odio, no sólo porque Clitemnestra ha
asesinado a su padre, sino también por vivir fastuosamente en el palacio
mientras ella está condenada a llevar una vida miserable.
Este mito, por su intensidad y su fuerza, continuó vivo a través de los siglos,
inspirando a autores de diferentes épocas y dando motivo a teorías
psicoanalíticas, como Freud (1856-1939), que señalan la tendencia de la mujer a
enamorarse (inconscientemente, salvo muy raras excepciones de su padre) y
eliminar simbólicamente a la madre, considerada como rival.
En el teatro, Voltaire (1694-1778), Alfieri (1749-1803), Goethe (1749-1832),
Eugene O´Neill (1888-1953), Jean Giraudoux (1882-1944) y Sartre (1905-198),
entre muchos otros se han referido a este tema.
En la música, Gluck (1714-1787) y Richard Strauss (1864-1949), compusieron
óperas famosas sobre el mito. En la obra de Strauss Electra, la protagonista
tiene los rasgos de una heroína decente. simboliza la venganza reducida a los
impulsos instintivos. Cuando Clitemnestra cae muerta, Electra sube a túmulo de
su padre y ejecuta una danza de triunfo.
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