Gianlorenzo Bernini, el éxtasis de Santa Teresa, 1645-52, María della Vittoria, Roma.
Gianlorenzo
Bernini, el
éxtasis de Santa Teresa, 1645-52, María della Vittoria, Roma
Durante el siglo XVII se tuvo muy
presente el hecho religioso en las artes, ya que era una forma de combatir
división de la iglesia llevada a cabo por Lutero. En este momento surge el
Barroco como un movimiento desarrollado a partir del Manierismo, cuyo artista más
representativo fue Bernini.
Bernini realizó importantes obras,
tanto arquitectónicas como escultóricas, en Roma. Sobre todo tras la muerte de
Maderno en 1629, cuando se le nombró arquitecto intendente de la fábrica de San
Pedro. Años antes Federico Cornaro fue elegido cardenal. Éste encargó a Bernini
la construcción de una capilla en el ala izquierda de la iglesia de Santa María
della Vittoria, dedicada a Santa Teresa de Ávila, fundadora de la orden de las
Carmelitas Descalzas y además sirviera de elemento fúnebre para el cardenal
Cornaro.
Bernini materializó el momento del éxtasis,
en el que Santa Teresa era visitada por un ángel que sostenía una flecha
candente con la que se disponía a atravesar el corazón de Santa Teresa produciéndole
un terrible pero a la vez dulce dolor espiritual. De éste modo establecía
contacto directo con Dios.
Ésta se considera la más grandiosa de sus obras, ya que no se puede
interpretar como un elemento aislado, sino como un conjunto en el que juega un
importante papel la luz simulando la presencia divina de Dios. Esta luz baña la
escultura y su procedencia no es perceptible ya que penetra por un óculo
escondido, en uno de los muros de la iglesia y es, precisamente, lo que dota al
conjunto de un carácter celestial. Además esta luz continúa de modo material en forma de rayos de madera dorados, realzando así la
transición entre lo terrenal y lo espiritual.
El momento escogido por Bernini adquiere un carácter
de continuo movimiento y esto se aprecia en las dobleces de los ropajes de la
santa, otorgando un gran volumen que no insinúa su figura pero si deja ver el
pie izquierdo, descalzo que deja caer como si estuviera sumido en un ligero balanceo,
al igual que su postura que permanece un continuo titubeo, algo reclinada como
si se fuera a levantar pero alguna fuerza mayor la hiciera permanecer
semisentada.
El carácter expresivo de la santa llega a su cúlmen en
la imagen de su rostro que muestra la expresión más pura de placer situándose
en el límite entre éste y el dolor, entre lo religioso y lo herótico. No hay
mas que fijarse en los pesados párpados, semicaídos, o en la boca entreabierta
con el rostro inclinado.
Pero como he citado anteriormente, éste es un conjunto
formado por la imagen de Teresa de Ávila elevándose del suelo apoyada en una
nube y otros elementos que dotan de un aspecto teatral al conjunto. A ambos lados
de la capilla aparecen, en distintos palcos unos espectadores que curiosamente
son el cardenal Cornaro y algunos miembros de su familia, que forman parte del
acto, como unos espectadores que absortos, comentan entre ellos lo que están
presenciando y a su vez introducen al espectador en la obra como uno mas del
conjunto.
La arquitectura, escultura y pintura se unen para dar
forma al conjunto, de manera que mediante la arquitectura prolongándose con la
pintura, (simulando una doble columnata, o el frontón partido) se consigue un
efecto de profundidad en los palcos laterales. A su vez, esto va girando hacia
el espectador con el fin de hacerle sentirse dentro de la escena.
La cúpula que se sitúa sobre el complejo, al igual que
el óculo situado detrás de Santa Teresa y el ángel también deja pasar la luz del
mismo modo, iluminando la escena de una manera celestial, divina. Se nos
presenta pintada simulando el cielo abierto, mediante una serie de nubes que
dejan caer un número de querubines como metáfora de la presencia divina.
Así se establece una sucesión de lo terrenal a lo
espiritual en distintos niveles como se puede apreciar en las figuras situadas
en los palcos laterales mostrándonos el nivel mas cercano a la carne, al igual
que el espectador cuando pasa a formar parte de la obra. El segundo nivel es la
imagen de Santa Teresa y del ángel que se muestran como el vínculo de unión
entre lo divino y lo terrenal, suspendidos en el aire pero sin llegar a las
alturas donde se encuentra Dios. Así el tercer nivel sería el más alto, allí
donde el cielo se abre y tiende hacia un espacio infinito, es decir Dios.
Tan importante en esta obra es la luz como el color,
del que Bernini hace uso mediante el empleo de mármoles policromados, de esta
manera remarca el momento de éxtasis que Teresa de Ávila padecía, materializada
aquí con un mármol blanco que destaca sobre el ambiente colorido que le rodea.
Cómo conclusión se puede afirmar que realmente Bernini
alcanzó con ésta, la mas culminante de sus obras, incluso la más culminante de
las obras de su tiempo, haciendo uso de la luz de una forma magistral, así como la combinación de la misma con el
color, o el empleo coetáneo de la arquitectura, pintura y escultura con las que
consigue esa perfecta transición de lo terrenal a lo divino y consigue dotar al
conjunto de ese aspecto teatral, algo espectacular, como un instante captado en
el tiempo en el que el espectador, además juega un papel importante, percibiendo
distintas sensaciones, De este modo la obra nunca se considerará terminada si no
es como la presencia humana, es decir, siempre estará abierta a nuevas sensaciones
e interpretaciones. Por este motivo me atrevo a decir que el carácter escénico
de la obra quita protagonismo al resto de la iglesia.
Bibliografía:
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1982.
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Historia de la Arqitectura, 1420-1720. Madrid, Abal, 1994.
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GOMBRICH E.H.: La Historia del Arte
contada por E.H. Gombrich, Madrid, Debate, 1997.