08-26-2006, 05:59 AM
En la actualidad es necesario disponer de una teoría sociológica que sintetice la mayor parte de los conocimientos dispersos, o que sea compatible con la mayoría de ellos. Pero esta necesidad estrictamente cognoscitiva no es lo más importante, ya que es prioritaria la realización de una guía que oriente la vida de todo individuo.
Es por todos conocido el progresivo alejamiento de muchos sectores de la sociedad respecto de las diversas religiones. Incluso la tradicional visión del mundo, aportado por las mismas, contrasta con el pensamiento emergente en una época en que predomina una visión que proviene de la ciencia experimental. El astrofísico Hubert Reeves escribió:
“Desde hace algunos siglos, la influencia de las religiones ha disminuido considerablemente. Las «verdades religiosas» han cedido su lugar a los conocimientos científicos, que no son portadores de motivación moral alguna. De ahí el vacío que deploran los mantenedores del creacionismo. De ahí sus retrógrados esfuerzos para reintroducir, por la intimidación si no por la persuasión, los relatos bíblicos en las clases de ciencias naturales”. “El problema, a mi entender, no se ciñe sólo al terreno moral. La experiencia de una relación con el más-allá – en el sentido más vago y general del término – parece ser una de una de las necesidades fundamentales del ser humano. Un animal que ríe, se decía antaño para definir al hombre. Mejor sería decir: un animal que intenta vincularse. Los antropólogos nos lo enseñan: no hay grupo humano alguno, por aislado que esté, no hay tribu por primitiva que sea, que no haya establecido y codificado sus relaciones con una realidad divina no tangible”.
“De los conocimientos científicos contemporáneos surge una nueva imagen del ser humano. Destronado de sus pretensiones de ser el «centro del mundo», encuentra una nueva divinidad. Está colocado muy alto en la escala de los seres organizados de la naturaleza. Es el lugar adonde le ha llevado esa larga gestación en la que están implicados todos los fenómenos cósmicos”. “Y comparte esa dignidad con todos los seres humanos, sea cual sea su origen. El respeto por los derechos del hombre es, también, tomar conciencia de la importancia de cada individuo en la historia del universo” (De “El sentido del universo” – Emecé Editores SA).
Se dice que el conocimiento de lo que el hombre debe llegar a ser, no es un objetivo propio de las ciencias sociales. Sin embargo, si logramos encontrar una adecuada descripción de lo que el hombre es, el próximo paso ha de ser una optimización de ese hombre real. Y la optimización ha de ser, justamente, aquello que el hombre debe llegar a ser. De ahí la posibilidad de la orientación antes mencionada.
Así como existe una introspección psicológica individual, es posible establecer una introspección sociológica general, que deberá promover una mejora ética generalizada. Por ello es que toda teoría sociológica debe poseer, además de los fundamentos básicos, una ideología derivada de la misma, que deberá ser tan clara y accesible como lo requiera la comprensión mayoritaria de la sociedad.
Puede decirse que la mayor parte de los conflictos existenciales se han de resolver mediante el logro de un adecuado sentido de la vida. Y este sentido de la vida deberá ser brindado por la teoría sociológica que estamos vislumbrando. Tratar de ser lo que debemos ser, es una tarea a realizar en el futuro y es parte del sentido de la vida mencionado. Esa búsqueda y su correspondiente realización estarán asociadas a una acción ética concreta. Los fundamentos de uno de estos intentos son los siguientes:
[b:6d5c1acb5a]Teoría de la Acción ética[/b:6d5c1acb5a]:
a) Tendencia hacia los estados de mayor felicidad
b) Apariencias objetivas
c) Actitud característica
d) Inducción de la personalidad
[b:6d5c1acb5a]Teoría del conocimiento:[/b:6d5c1acb5a]
a) Prueba y error
b) Organización de tipo axiomático
c) Lógica analógica
Disponibles en
Uno de los mayores escollos que toda teoría propuesta ha de intentar superar, ha de ser la incompatibilidad aparente entre la postura que admite un Dios trascendente (religiones reveladas) y la que admite un Dios inmanente (religión natural). Si suponemos, en el primer caso, que el Dios trascendente está regido, o responde, a leyes invariantes, llegamos a una identidad entre ambas posturas. De ahí que es esencial la aceptación de la existencia de una ley natural como el concepto de mayor amplitud y generalidad que pueda existir.
Otro de los requisitos necesarios para acuerdos posteriores es la aceptación de la tendencia del universo a generar mayores niveles de organización, es decir, aceptar la cronológica aparición de partículas, átomos, moléculas, células, organismos, vida inteligente. Este hecho puede dar lugar a un sentido objetivo del universo y también de él podrá derivarse, en principio, cierta finalidad objetiva de la existencia de la humanidad.
La idea esencial es que la aparente “voluntad de Dios”o “voluntad del Creador” ha de seguir teniendo vigencia aún cuando la ciencia nos diga que no hubo una creación directa del universo y de la humanidad, sino tan sólo indirecta. Existe un sentido del universo y una aparente “voluntad de la naturaleza” implícita en las leyes naturales, cuyo espíritu puede asociarse a la idea de Dios. Tales leyes nos presionan para que actuemos de una manera determinada en preferencia a cualquier otra forma de actuar.
Es por todos conocido el progresivo alejamiento de muchos sectores de la sociedad respecto de las diversas religiones. Incluso la tradicional visión del mundo, aportado por las mismas, contrasta con el pensamiento emergente en una época en que predomina una visión que proviene de la ciencia experimental. El astrofísico Hubert Reeves escribió:
“Desde hace algunos siglos, la influencia de las religiones ha disminuido considerablemente. Las «verdades religiosas» han cedido su lugar a los conocimientos científicos, que no son portadores de motivación moral alguna. De ahí el vacío que deploran los mantenedores del creacionismo. De ahí sus retrógrados esfuerzos para reintroducir, por la intimidación si no por la persuasión, los relatos bíblicos en las clases de ciencias naturales”. “El problema, a mi entender, no se ciñe sólo al terreno moral. La experiencia de una relación con el más-allá – en el sentido más vago y general del término – parece ser una de una de las necesidades fundamentales del ser humano. Un animal que ríe, se decía antaño para definir al hombre. Mejor sería decir: un animal que intenta vincularse. Los antropólogos nos lo enseñan: no hay grupo humano alguno, por aislado que esté, no hay tribu por primitiva que sea, que no haya establecido y codificado sus relaciones con una realidad divina no tangible”.
“De los conocimientos científicos contemporáneos surge una nueva imagen del ser humano. Destronado de sus pretensiones de ser el «centro del mundo», encuentra una nueva divinidad. Está colocado muy alto en la escala de los seres organizados de la naturaleza. Es el lugar adonde le ha llevado esa larga gestación en la que están implicados todos los fenómenos cósmicos”. “Y comparte esa dignidad con todos los seres humanos, sea cual sea su origen. El respeto por los derechos del hombre es, también, tomar conciencia de la importancia de cada individuo en la historia del universo” (De “El sentido del universo” – Emecé Editores SA).
Se dice que el conocimiento de lo que el hombre debe llegar a ser, no es un objetivo propio de las ciencias sociales. Sin embargo, si logramos encontrar una adecuada descripción de lo que el hombre es, el próximo paso ha de ser una optimización de ese hombre real. Y la optimización ha de ser, justamente, aquello que el hombre debe llegar a ser. De ahí la posibilidad de la orientación antes mencionada.
Así como existe una introspección psicológica individual, es posible establecer una introspección sociológica general, que deberá promover una mejora ética generalizada. Por ello es que toda teoría sociológica debe poseer, además de los fundamentos básicos, una ideología derivada de la misma, que deberá ser tan clara y accesible como lo requiera la comprensión mayoritaria de la sociedad.
Puede decirse que la mayor parte de los conflictos existenciales se han de resolver mediante el logro de un adecuado sentido de la vida. Y este sentido de la vida deberá ser brindado por la teoría sociológica que estamos vislumbrando. Tratar de ser lo que debemos ser, es una tarea a realizar en el futuro y es parte del sentido de la vida mencionado. Esa búsqueda y su correspondiente realización estarán asociadas a una acción ética concreta. Los fundamentos de uno de estos intentos son los siguientes:
[b:6d5c1acb5a]Teoría de la Acción ética[/b:6d5c1acb5a]:
a) Tendencia hacia los estados de mayor felicidad
b) Apariencias objetivas
c) Actitud característica
d) Inducción de la personalidad
[b:6d5c1acb5a]Teoría del conocimiento:[/b:6d5c1acb5a]
a) Prueba y error
b) Organización de tipo axiomático
c) Lógica analógica
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Uno de los mayores escollos que toda teoría propuesta ha de intentar superar, ha de ser la incompatibilidad aparente entre la postura que admite un Dios trascendente (religiones reveladas) y la que admite un Dios inmanente (religión natural). Si suponemos, en el primer caso, que el Dios trascendente está regido, o responde, a leyes invariantes, llegamos a una identidad entre ambas posturas. De ahí que es esencial la aceptación de la existencia de una ley natural como el concepto de mayor amplitud y generalidad que pueda existir.
Otro de los requisitos necesarios para acuerdos posteriores es la aceptación de la tendencia del universo a generar mayores niveles de organización, es decir, aceptar la cronológica aparición de partículas, átomos, moléculas, células, organismos, vida inteligente. Este hecho puede dar lugar a un sentido objetivo del universo y también de él podrá derivarse, en principio, cierta finalidad objetiva de la existencia de la humanidad.
La idea esencial es que la aparente “voluntad de Dios”o “voluntad del Creador” ha de seguir teniendo vigencia aún cuando la ciencia nos diga que no hubo una creación directa del universo y de la humanidad, sino tan sólo indirecta. Existe un sentido del universo y una aparente “voluntad de la naturaleza” implícita en las leyes naturales, cuyo espíritu puede asociarse a la idea de Dios. Tales leyes nos presionan para que actuemos de una manera determinada en preferencia a cualquier otra forma de actuar.