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LA REVOLUCION DE MAYO
EL CABILDO REEMPLAZA AL VIRREY
El 23 por la mañana se reúne el
Cabildo para realizar el escrutinio de los votos emitidos en el borrascoso
congreso del día anterior. "Hecha la regulación con el más prolijo examen -
dice el acta del Cabildo - resulta de ella a pluralidad con exceso, que el
Excmo. señor Virrey debe cesar en el mando y recaer éste provisionalmente en el
Excmo. Cabildo, con voto decisivo el caballero Síndico Procurador General hasta
la erección de una Junta que ha de formar el mismo Excmo. Cabildo, en la manera
que estime conveniente". De este modo queda Leiva como jefe virtual
del Virreinato. El astuto síndico no pierde la oportunidad de jugarse una carta
brava para afirmar la posición del partido del Virrey. Hábilmente, Leiva señala
al Cabildo que es conveniente conciliar el bien de estas provincias con la
autoridad superior, la cual debe velar por la unión de todos los territorios
americanos. Subraya el síndico que, si bien Cisneros ha cesado como Virrey, la
autoridad que de él emana aconseja confiarle la presidencia de la Junta, hasta
tanto los diputados de las demás provincias resuelvan lo que conviene en
definitiva. Así lo resuelve el Cabildo y se redacta entonces un oficio para
comunicar la decisión a Cisneros.
Hacia las dos de la tarde, los criollos Manuel José de Ocampo y Tomás Manuel de
Anchorena cruzan la Plaza Mayor en dirección al Fuerte. Allí notifican la
novedad al ex Virrey, que les dice:
- Acepto la decisión del Cabildo. Pero estoy dispuesto a alejarme del mando
si es preciso. Considero prudente que antes de decidir nada en definitiva, se
consulte a los comandantes de los Cuerpos de esta guarnición.
Apenas regresan los dos emisarios al Cabildo, con la aceptación escrita y
condicionada de Cisneros, son citados los jefes militares. Estos responden la
consulta de los cabildantes en forma ambigua, pues se limitan a expresar que el
pueblo sólo ansía "que se haga pública la cesación en el mando del Excmo. señor
Virrey, y la reasunción de él en el Excmo. Cabildo; que mientras no se
verifique ésto (el pueblo) de ningún modo se aquietaría".
Son aproximadamente las tres de la tarde, cuando los comandantes militares
abandonan la Sala Capitular. Ni lerdo ni perezoso, Leiva aprovecha la
ambigüedad de su respuesta para, que se confirme a Cisneros al frente de la
Junta. Comienza a discutirse entonces la integración del nuevo cuerpo y, bajo
la inspiración del síndico, se propone una Junta con mayoría de los partidarios
del ex Virrey, reservándose sólo dos vocales para los revolucionarios: una la
ocuparía Saavedra, a quien responden las fuerzas, y la otra el prestigioso
secretario del Consulado, doctor Manuel Belgrano.
Se trata ahora de redactar un bando cuidadosamente armado, para que la noticia
no exaspere a los revolucionarios. No es fácil hallar los términos más
convenientes de la redacción, y en esa tarea transcurren las horas. Al
promediar la tarde, nada se ha resuelto aún, y afuera los ánimos comienzan a
inquietarse. Muchos curiosos se acercan a la Plaza, mientras los cabecillas de
la Legión Infernal empiezan a sospechar que la demora obedece a algún arbitrio
turbio de los cabildantes. Como la tensión va creciendo, Saavedra y Belgrano,
por propia decisión, se apersonan al Cabildo para apurar una resolución. Según
confiesa, el mismo Saavedra, allí se enteran con sorpresa del proyecto
capitular y ambos se oponen a que se concrete. Aconsejan, en cambio, que el
bando se limite a decir lo que el pueblo quiere: que la autoridad del Virrey ha
caducado y el Cabildo ha, asumido el mando, sin que se hagan agregados ni se
acelere demasiado la constitución de la Junta. El Cabildo no tiene más remedio
que acceder y envía nuevos emisarios a Cisneros para pedirle ahora que autorice
la publicación del bando por el cual se comunica al pueblo la cesación de su
autoridad.
Los capitulares, sin embargo, habían preparado con cuidado los pasos inmediatos
de su acción. Antes de dar a publicidad el bando se prohíbe, hasta nueva orden,
la salida de toda clase de correo hacia el interior. Cuando están seguros de
que la noticia no pasará los límites de la Capital, alrededor de la seis de la
tarde, dan a publicidad el esperado bando, borroneado un poco a la disparado.
En él se hace saber al pueblo que el Virrey cesa en el mando y que el Cabildo
asume la autoridad política hasta tanto se designe una Junta que gobernará
"hasta que se congreguen los diputados que se convocarán de las provincias
interiores para establecer la forma de gobierno más conveniente".
Al síndico Leiva le espera una noche de vigilia: debe meditar cómo hará al día
siguiente para copar la situación de alguna manera.
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