|
VIRREINATO DEL RIO DE LA PLATA
El nacimiento de una nueva época
El rey español Carlos III creó el Virreinato del Río de la Plata el 1¯ de
agosto de 1776 para defender a sus colonias del contrabando y las incursiones
extranjeras
Desde su fundación en 1580, Buenos Aires había vivido a la sombra del
vastísimo Virreinato del Perú. Todo lo que se hacía en la ciudad rioplatense
debía ser aprobado antes por Lima, su capital. Pero desde que pasó a ser cabeza
de un nuevo Virreinato ya no hizo falta viajar miles de kilómetros en carretas
y a lomo de mula para recurrir a la Justicia o tratar de obtener algún permiso
comercial.
Depender del Perú era muy caro. Las mercaderías salían de España en barco e
iban a parar a Panamá. Se descargaban y se transportaban hasta la otra orilla,
sobre el Océano Atlántico, donde se embarcaban otra vez con destino a Lima. Desde
allí se enviaban en mula a Buenos Aires. Después de meses, por fin, llegaban al
Río de la Plata costando diez o veinte veces más...
Los habitantes de Buenos Aires no se resignaban a ser cola de león y habían
recurrido al contrabando como forma de subsistencia. Barcos ingleses,
franceses, holandeses y portugueses atracaban en sus orillas trayendo
mercaderías a menos de la mitad de precio de las que llegaban de Lima.
Cuando el contrabando alcanzó en Buenos Aires grandes proporciones, los
comerciantes de Lima se quejaron al virrey y este trasladó las quejas a la
Corona. El rey no sólo empezó a preocuparse por esas demandas sino también por
los frecuentes choques militares que ocurrían en el Río de la PLata con los
portugueses, quienes estaban instalados en Brasil y pretendían apoderarse de la
ciudad de Colonia del Sacramento (en el actual Uruguay) y competir con Buenos
Aires.
Carlos III envió a un militar, Don Pedro de Cevallos, para resolver la
situación. Cevallos desalojó a los portugueses y fue nombrado primer virrey del
Río de la Plata.
Las intendencias
El Virreinato del Río de la Plata abarcaba los actuales territorios de
Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, y partes menores que hoy pertenecen a
Brasil y Chile. Si bien con su creación se había conseguido achicar el enorme
Virreinato del Perú, la inmensidad seguía siendo un problema. Por eso, la
corona española tomó rápidamente una nueva medida: en 1782 dictó una Real
Ordenanza dividiendo al flamante virreinato en Intendencias.
El actual territorio argentino quedó dividido en tres intendencias y
una provincia subordinada, Misiones. Las intendencias fueron la de Buenos
Aires, que comprendía la provincia de Buenos Aires, el litoral y toda la
Patagonia; la de Córdoba del Tucumán, con jurisdicción sobre las actuales
provincias de Córdoba, San Luis, Mendoza, San Juan y La Rioja, y la Intendencia
de Salta del Tucumán que abarcaba a Santiago del Estero, Tucumán, Catamarca,
Salta y Jujuy. Al frente de cada Intendencia había un Gobernador Intendente. En
el caso de Buenos Aires, se hizo cargo el propio virrey.
Las otras intendencias virreinales fueron las de Paraguay, La Paz,
Cochabamba, Charcas y Potosí; a las que se sumaron las provincias subordinadas
de Moxos y Chiquitos (en la actual Bolivia) y Montevideo (Uruguay, por entonces
conocido como la Banda Oriental).
Los Gobernadores Intendentes eran nombrados directamente por el rey y
duraban cinco años en su cargo. El Cabildo, que hasta entonces funcionaba como
la autoridad más importante de las ciudades, perdió poder. ¿Qué hacían los
Intendentes?: un poco de todo. Podían actuar como jueces en causas civiles y
criminales, percibían los impuestos y contabilizaban los ingresos públicos, se
encargaban de la seguridad pública y de la limpieza de las ciudades, y además
albergaban y mantenían a las tropas militares. El mando y la decisión de la
guerra, no obstante, seguía siendo privativo de los virreyes.
El puerto
El puerto de Buenos Aires estaba muy lejos de ser lo que es ahora. Con
poca profundidad y asentado sobre un terreno muy barroso, los barcos debían
anclar a cientos de metros de la costa. Hasta allí iban las carretas para
descargar las mercancías y traerlas a tierra firme. Pese a su precariedad, el
puerto rioplatense fue incrementando su actividad a punto tal de preocupar no
sólo al comercio de Lima sino también a la economía de los pueblos del Interior
debido a la competencia que le hacían los productos importados.
España obligaba a sus colonias a comerciar en forma exclusiva con la madre
patria: ese sistema económico se conoce como monopolio y su aplicación ahogaba
toda posibilidad de progreso. En 1778 Carlos III moderó esa situación al
habilitar 33 puertos en América y España para el intercambio y suprimir algunos
impuestos. En 1795, la Corona autorizó el comercio con las colonias
extranjeras.
Pese a las nuevas medidas, los comerciantes porteños, en especial los
criollos que eran los menos favorecidos, pretendían algo más: el libre
comercio.
Un mundo
convulsionado
Mientras Buenos Aires se iba acomodando a su nueva situación de capital de
un flamante virreinato, Europa entraba en ebullición: en 1789, con la toma de
la Bastilla, Francia inauguraba su revolución. Al grito de ¡Libertad!,
¡Igualdad! y ¡Fraternidad!, el pueblo francés abolió los títulos de nobleza y
declaró a todos los hombres iguales y con los mismos derechos. Lamentablemente,
muy pronto se produjeron excesos: le cortaron la cabeza al rey Luis XVI y a su
esposa, María Antonieta. Muchos nobles también perdieron la suya debajo de un
instrumento de terror, la guillotina.
Francia entró en guerra con las coronas vecinas lo
que la puso al borde el caos. Cuando todo parecía perdido apareció un hombre
providencial, Napoleón Bonaparte. Sus triunfos militares hicieron retroceder a
los enemigos : en 1804 se hizo coronar Emperador.
En América, en tanto, nacía una poderosa nación: los Estados Unidos de
América. En la ciudad de Filadelfia se firmó en 1776 la Declaración de
Independencia que puso fin al dominio inglés en el norte del continente. El
nuevo país adoptó para su gobierno la forma republicana e influyó poderosamente
en el resto de las colonias americanas.
El puerto de Buenos Aires
Los barcos que arribaban a Buenos Aires anclaban lejos de la costa. Hasta
allí llegaban las carretas y bajaban a los pasajeros y la mercadería. No había
muelles ni entradas.
Don Carlos Fernández y su familia viven en Buenos Aires, a poquitas cuadras de la Plaza Mayor. Su casa es de ladrillos, con amplias habitaciones, un zaguán en la entrada y, lo que es el orgullo de todos, un hermoso aljibe. Al fondo, tienen una huerta y además, allí se crían aves y conejos y se guardan los caballos
La economía y la gente
La reducida actividad comercial durante el Virreinato favorecía primero a
los españoles y después a los criollos, los dos grupos sociales principales.
La economía virreinal no había alcanzado un desarrollo significativo.
En Buenos Aires, las dos industrias más prósperas derivaban del abundante
ganado vacuno que pastaba libre por las pampas: el cuero y la salazón de carnes.
El cuero era exportado en grandes cantidades y la carne salada (llamada tasajo
o charqui), servía de alimento a los esclavos e iba a parar casi en su
totalidad al Brasil.
En el Interior se fabricaban diversos productos para consumo interno. En el
centro y norte se tejían cobijas, frazadas y ropas de abrigo. En la región de
Cuyo, sobre todo en Mendoza y San Juan, elaboraban vinos, aguardientes, pasas
de uva y orejones (duraznos). En Tucumán, y también en Mendoza, se fabricaban
carretas para el transporte, en tanto que en Corrientes se levantaron algunos
pequeños astilleros de donde salían embarcaciones de poco calado. En la zona de
Misiones ya se cultivaba la yerba mate, asi como también el algodón.
La economía virreinal recibió un renovado aliento con la creación del
Consulado, en 1794, del que fue su primer secretario el criollo Manuel
Belgrano. La institución era un tribunal de comercio que debía resolver los
pleitos mercantiles, proteger y fomentar el comercio y procurar el adelanto de
la agricultura.
La Sociedad Colonial
Estaba claramente dividida en españoles y criollos. Los primeros tildaban a
los segundos de "cholos" y a su vez recibían el mote de "marranos" o
"maturrangos". Los principales cargos de gobierno y las facilidades en el
comercio eran para los españoles, aunque lo criollos habían ganado su lugar
hacia finales del siglo XVIII.
La vida religiosa tenía una gran importancia ya que era en las iglesias
adonde se reunía la gente para asistir a las misas, fiestas patronales,
casamientos, bautismos, etc. Los integrantes del alto clero -españoles de
origen- ocupaban el peldaño más alto de la sociedad junto a los funcionarios y
a los comerciantes más ricos. Los curas pobres, criollos en su mayoría, se
mezclaban entre el paisanaje y llevaban una vida sacrificada compartiendo
penurias y privaciones.
Indios, Negros y Gauchos
Los indios que habitaban el noroeste continuaban combatiendo la
dominación española y trataban de seguir el ejemplo de rebeldía que les había
dado el inca Tupac-Amaru, quien terminó siendo descuartizado entre cuatro
potros en 1780. Los indios de las pampas y del Chaco también eran una
preocupación para las autoridades rioplatenses por sus frecuentes incursiones
sobre los poblados. Los únicos indígenas que, en alguna medida, se habían
sometido a los españoles eran los que vivían en la región mesopotámica.
En el Virreinato del Río de la Plata, como en el resto de América, los
negros eran esclavos. Pero justo es decir que en esta parte del continente la
condición de los negros era mucho mejor que en la del resto del continente ya
que aquí se los utilizaba para cumplir tareas domésticas o rurales.
El gaucho era el mestizo que regularmente vivía en zonas rurales y se
empleaba como jornalero campestre. A fines del siglo XVIII el gaucho de las
pampas, corrido por los indios, se había conchabado (empleado) en las grandes
estancias fronterizas. Sin embargo nunca perdió su actitud viril y se destacaba
por emprender actividades que exigían destreza, como la doma de potros.
Vida Cotidiana y Cultural
Sin televisor ni automóviles es posible suponer que la vida en el
virreinato era aburrida. Pero lejos estuvo de serlo. Los cronistas de la época
cuentan que las mujeres, elegantemente vestidas, participaban activamente de
los bailes que se organizaban todas las semanas en las principales ciudades.
Los domingos, en tanto, los habitantes de Buenos Aires se reunían en el Retiro
-algo similar pasaba en algunas ciudades del Interior- para disfrutar de las
corridas de toros. También había teatro desde 1747 y los espectáculos musicales
eran frecuentes.
En los suburbios de la ciudad era muy común la realización de carreras
cuadreras (carreras de caballo), el juego de la taba (un hueso arrojado al aire
donde se gana según de que lado caiga) y el de las bochas. Además, era habitual
la riña de gallos.
Había dos universidades: la de Charcas (hoy en Bolivia) y la de Córdoba,
que había sido fundada en 1613. La enseñanza primaria se impartía en los
conventos, en las escuelas del Rey -donde era gratuita- y de forma particular.
¿Qué se enseñaba?. Muy poco: a leer, escribir y hacer cuentas. La enseñanza
secundaria sólo se transmitía en los colegios de San Carlos, en Buenos Aires, y
el de Montserrat, en Córdoba.
La Real Imprenta de los Niños Expósitos (huérfanos y abandonados), que
el virrey Vértiz hizo instalar en Buenos Aires en 1780 fue importante para la
cultura y la difusión de las ideas a fines del siglo XVIII. Allí se imprimieron
los primeros periódicos locales: El Telégrafo Mercantil, Rural,
Político-Económico e Historiógrafo del Río de la Plata, fundado en 1801. Al año
siguiente se editó el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, dirigido
por Juan Hipólito Vieytes. En 1780 se creó el Protomedicato, una institución
que se encargaba de controlar la tarea de los médicos y evaluar la salud
pública. En 1801 comenzó a funcionar la Escuela de Medicina que estuvo a cargo
de los doctores Agustín Fabre y Cosme Argerich.
Pese a que la Corona trataba de evitar la difusión de nuevas ideas, llegó a
Buenos Aires la obra de autores como Voltaire, Rousseau y Montesquieu que
comenzaron a ser leídos por los criollos ilustrados. En sus escritos
cuestionaban a la monarquía, proponían un nuevo sistema de gobierno con
división de poderes y defendían el derecho del pueblo a elegirlo.
LOS ONCE VIRREYES DEL RIO DE LA PLATA
ORDEN |
NOMBRE DEL VIRREY |
GOBERNO DESDE |
HASTA |
1 |
Pedro Cevallos |
1776 |
1778 |
2 |
Juan José Vertiz |
1778 |
1784 |
3 |
Nicolás del Campo |
1784 |
1789 |
4 |
Nicolás de Arredondo |
1789 |
1795 |
5 |
Pedro Melo de Portugal |
1795 |
1797 |
6 |
Antonio Olaguer Feliú |
1797 |
1799 |
7 |
Gabriel de Avilés |
1799 |
1801 |
8 |
Joaquín del Pino |
1801 |
1804 |
9 |
Rafael de Sobremonte |
1804 |
1807 |
10 |
Santiago de Liniers |
1807 |
1809 |
11 |
Baltasar Hidalgo de Cisneros |
1809 |
1810 |
Aún no hay comentarios para este recurso.
Monografias, Exámenes, Universidades, Terciarios, Carreras, Cursos, Donde Estudiar, Que Estudiar y más: Desde 1999 brindamos a los estudiantes y docentes un lugar para publicar contenido educativo y nutrirse del conocimiento.
Contacto »