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LA REVOLUCION DE MAYO LA SOCIEDAD DE LA EPOCA EL ROL DE LAS MUJERES LA ACCION DE LOS CHISPEROS EN LA PLAZA
Quiénes eran los que querían
saber de qué se trata
No todos tuvieron participación directa en los sucesos de Mayo de 1810.
Intelectuales y miembros de la burguesía comercial impulsaron los episodios del
25. Pero las clases populares también dieron su apoyo a través de las milicias.
Saavedra
estaba en silencio. El hombre a cargo del regimiento más numeroso de Buenos
Aires, el que iba a presidir la Primera Junta, se mantenía frío y reservado
frente a quienes lo rodeaban e insistían en que ya era tiempo de exigirle al
virrey un Cabildo Abierto.
Cinco mujeres de rebozo celeste ribeteado con cintas blancas se abrieron paso.
Una de ellas le habló: "Coronel, no hay que vacilar; la Patria lo necesita
para que la salve; ya ve lo que quiere el pueblo, y usted no puede volvernos la
espalda ni dejar perdidos a nuestros maridos, a nuestros hermanos y a nuestros
amigos".
Cornelio Saavedra contestó sin saber que también la historia estaba esperando
una respuesta: "Yo estoy pronto y siempre he sido patriota. Pero para
hacer una cosa tan grande es preciso pensarlo con madurez y tomar las medidas
del caso".
Después, una mano de mujer lo tomó del brazo y logró lo que los hombres no
habían podido: "Venga usted con nosotras a lo de Peña, que allá lo están
esperando muchos amigos".
Así, Vicente Fidel López cuenta en su novela La gran semana de 1810, una de las
primeras del género histórico, lo que su padre, Vicente López y Planes, le
había narrado de los días previos al 25 de Mayo de 1810. La historia revela que
el diálogo de las mujeres ocurrió el sábado 19. Es una de las pocas escenas en
que el protagonismo de los hombres que aparecen en los manuales de historia
cedió ante la gente.
En lo de (Rodríguez) Peña estaban los apellidos que trascendieron a los hechos.
Se encontraban dos de los futuros vocales de la Junta: Manuel Belgrano y Juan
José Castelli. Ese día, la Revolución de Mayo se puso en marcha.
Anécdota al margen, la escena sirve para mostrar que �como la mayoría de la
población de Buenos Aires� "las mujeres no tuvieron un protagonismo
político. No eran sujetos de derecho, pero sí sociales", según Ricardo
Cicerchia. En su libro Historia de la vida privada en la Argentina, este
historiador consigna un dato que sostiene esa afirmación: el 22% de las
familias urbanas era comandada por una mujer. Un promedio superior al europeo.
"Aunque �apunta� la sociedad era patriarcal y jerárquica, lo que se
repetía en las formas de participación política". Otro historiador,
Enrique Carretero, cuenta: "Ellas se encargaban el correveidile
político".
En 1810, Buenos Aires era una ciudad que podía considerarse relativamente
nueva, a la que la noticia de que los reyes de España estaban presos en Bayona
había llegado en un barco inglés. No era ni linda ni fea. Era polvo en verano,
un barrial en otoño y, a los ojos actuales, tenía más de espanto que de la
cálida aldea colonial imaginada. Punto de vista que compartieron los
extranjeros, que ni bien ponían un pie en el puerto de pasajeros se encontraban
con imposiciones de los peones que los habían trasladado en lanchas a velas o
en carretones desde los barcos. Ellos querían cobrarles cualquier precio por el
viaje hasta esta tierra que la apertura comercial había transformado.
La ciudad ya no era un grupo de ranchos que rodeaba un puerto de
contrabandistas. El virrey había permitido el libre comercio y las calles se
habían llenado de pequeños vendedores que formaban un gran grupo urbano. Y que,
como los más, no protagonizaron en forma directa los sucesos de Mayo.
El crecimiento abrupto de Buenos Aires había dejado su huella en una ciudad que
no pudo asimilarlo. A esa altura, entre las calles con pozos en las que se
ahogaron jinetes y caballos, vivían, se mezclaban y comerciaban 44.000
personas.
Para construir sus casas, los vecinos usaban tierra y no se tomaban la molestia
de ir a buscarla a las afuera de la ciudad: la sacaban de las calles. Y después
de una larga lluvia, en la calle de las Torres (Rivadavia) se formaron pantanos
tan peligrosos que fue necesario poner centinelas cerca de la Plaza (de Mayo)
para evitar empantanarse y que se ahogara algún chico.
"Yo he visto en algunas calles principales �escribía el ingeniero Antonio
Mosquera a encargo del virrey Vértiz� dejar mulas y caballos muertos. He visto arrojar
las basuras de cualquier casa y aún algo más: he visto en la fiesta de los
toros dejar a éstos muertos".
Por estas calles en las que caminar era una aventura, iban y venían los
miembros de una sociedad multiétnica, con un tercio de la población negra,
según se lee en en el libro de Cicerchia. Y a pesar de que formaban una
cofradía que le imprimía a Buenos Aires el ritmo de sus tradiciones, no tenían
derechos y, por lo tanto, tampoco se escucharon durante la Revolución.
"A este pueblo no se lo llamó para votar", explica Carretero.
"Los que fueron convocados al Cabildo Abierto del 22 de mayo eran parte de
la elite. El golpe del 25 fue de intelectuales y de la burguesía
comercial", puntualiza. "La participación política directa es de un
grupo de vecinos formado por comerciantes, funcionarios, militares y los hijos
de las familias más destacadas", confirma Cicerchia.
Carretero reseña que la sociedad porteña estaba dividida entre los vecinos (los
españoles que tenían negocios, familia y casa en la ciudad, y que además podían
elegir y ser elegidos en el gobierno comunal) y el resto. Pero entre ellos las
diferencias también existían. Según sus riquezas, eran considerados clase alta,
media y media baja. "El censo de 1810 permite confirmar esta categorización
y un parámetro a tomar es la cantidad promedio de esclavos que tenían",
analiza Carretero en su libro Vida cotidiana en Buenos Aires. Los más ricos
contaban con 20 esclavos, los de fortunas no tan grandes utilizaban entre 10 y
20 y los más pobres mantenían a menos de 10: los ocupaban en actividades
rentadas como vendedores ambulantes.
"El pueblo �dice el historiador, y alude a los trabajadores: al gaucho que
carneaba, al talabartero, al albañil, al que mataba perros o ratas por encargo�
no participó de los sucesos de Mayo. Los que estaban en la Plaza fueron
convocados para dar apoyo a la línea ganadora." Pero a la actual Plaza de
Mayo llegó gente. Era de los barrios lejanos y traída por el grupo llamado los
chisperos que comandaban Domingo French y Antonio Beruti, punteros políticos de
la época que les indicaban qué gritar.
El clima dentro del Cabildo era ciertamente tenso. Entonces, los que apoyaban
al virrey salían al balcón para comprobar si era verdad que la otra posición
tenía apoyo popular. Pero pese a que la participación es limitada �sostiene
Cicerchia� y la Revolución resulta una tarea política de un grupo, "no
quiere decir que sus ideas no eran representativas". La clases populares,
incluso los mulatos, "intervenían en la vida política a través de las
milicias a las que pertenecían y que se habían formado desde 1807 con las
Invasiones Inglesas".
Ellos dieron su apoyo a los jefes militares como Saavedra. Y fueron los que
estuvieron en la Plaza. Los que quisieron saber de qué se trata. El resto se enteró
tiempo después �una noticia de Lima a Buenos Aires podía tardar 36 días� de lo
que pasó aquellos días en el nombre del pueblo.
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