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Las internas de la Primera
Junta
El conflicto entre el presidente de la Primera Junta, Cornelio Saavedra,
y uno de los secretarios, Mariano Moreno, anticipó las luchas históricas entre
unitarios y federales. Fue un tenso contrapunto de ideas y de personalidades.
La historia de la Primera
Junta y de sus conflictos internos entre los moderados saavedristas y los más
radicalizados morenistas prenuncia las luchas civiles entre unitarios y
federales. Así leen hoy la cuestión muchos historiadores, en una visión que va
más allá de los enfrentamientos personales.
En el primer ciclo de la Revolución, de 1810 a 1814, lo decisivo es el intento
frustrado de los partidarios de Mariano Moreno para unir la guerra de
independencia con la creación de un nuevo orden político capaz de construir una
república y darse una constitución. El intento fracasa y el segundo ciclo
(1814-1820) está marcado por el conservadurismo del gobierno del Directorio. En
ese marco se entiende mejor por qué Cornelio Saavedra acusaba a Moreno
de ser "un malvado Robespierre" y éste lo veía como "una segunda
parte de Liniers", o sea un nuevo virrey continuador de la
administración colonial.
Era un choque de ideas y de personalidades. Saavedra, un rico hacendado y líder
militar nacido en Potosí, creía que las cosas debían hacerse paso a paso.
Moreno, joven abogado que reivindicaba los ideales de la Revolución Francesa,
pensaba que los enemigos del movimiento de mayo de 1810 debían ser eliminados.
La Primera Junta, con sus internas, duró de mayo a diciembre de 1810.
Fue sucedida por la Junta Grande de enero a setiembre de 1811, la Junta
Conservadora de setiembre a noviembre de 1811, el Primer Triunvirato de
setiembre de 1811 a octubre de 1812, el Segundo Triunvirato desde aquella fecha
a enero de 1814 y luego el Directorio, hasta febrero de 1820. Durante esos diez
años, el Cabildo de cada ciudad representaba la soberanía local, pero al
mismo tiempo se intentaba construir un poder estatal centralizado, intento que
se frustra al menos hasta 1853.
Entre 1810 y 1820, las ciudades absorbieron la soberanía del territorio más
cercano y originaron las provincias, buscando el autogobierno dentro de
una federación de Estados que se reservaban autonomía. "El enfrentamiento
Saavedra-Moreno anuncia el conflicto entre unitarios y federales. Eso ya se ve
en el Cabildo Abierto del 22 de mayo al plantearse la cuestión de la representación
política. Aquel día, los españoles critican el hecho de que no se convoque
a los representantes de ciudades del interior del Virreinato para
decidir", dice el historiador José Carlos Chiaramonte.
Se sabe: los revolucionarios porteños optan por derrocar al virrey Baltasar
Hidalgo de Cisneros y —sostiene Juan José Castelli el 22 de mayo—
"devolver los derechos de soberanía al pueblo de Buenos Aires". Pero
el problema de construir un nuevo orden político apenas empieza. Otros cabildos
virreinales se sienten en igualdad de condiciones con el de Buenos Aires
y desconocen su autoridad.
"Moreno cree que es legítimo construir una república independiente de
España, fundada en una constitución, con los principios de igualdad y
libertades públicas. La Primera Junta anuncia el 26 de mayo la convocatoria a
representantes del interior del Virreinato para un Congreso Constituyente que
decidirá la forma de gobierno. ¿Pero esos diputados elegidos por los
cabildos entre la ''parte principal y más sana de la población'' debían
representar a sus ciudades o a un poder centralizado, único dueño de la
soberanía?", se plantea la historiadora Noemí Goldman. Y agrega:
"Saavedra cree que las ciudades son soberanas y sus diputados, delegados
de sus cabildos. No se opone al ideal de independencia, pero sigue la tradición
hispanocolonial: hay tantas soberanías como ciudades en el Virreinato. Pero
Moreno trae el nuevo concepto de soberanía popular basado en Rousseau
—el filósofo francés autor del Contrato Social— que sustentará la
tendencia a crear un Estado unitario".
En la práctica, la Primera Junta gobernará en nombre de todos, mientras van
llegando a Buenos Aires los representantes del interior. Mientras tanto, dos
ejércitos comandados por Castelli y Belgrano marcharán al Alto Perú y a
Paraguay. El apoyo de Inglaterra —aliada de España contra Napoleón— se gana
proclamando que el nuevo gobierno mantendrá "estas posesiones en la más
constante fidelidad y adhesión a nuestro muy amado rey y señor Don Fernando
VII".
El primero que descree de esa fidelidad es el virrey del Perú, José Fernando de
Abascal, quien en julio informa a España de los sucesos de mayo de 1810
advirtiendo sobre "los males que puede ocasionar la sedición de los
traidores en todo este continente si no se ataja a tiempo". Abascal
asegura que "así como hice desaparecer las conmociones de los
revolucionarios de La Paz y Quito, pienso que sucederá con las de Buenos Aires
aunque se tarde algún tiempo más". Es la guerra "a muerte":
Santiago de Liniers —el líder de la resistencia militar en las Invasiones
Inglesas— será fusilado en Córdoba en agosto, por oponerse a la Revolución. En
Potosí, en noviembre, Castelli cumple órdenes de la Junta y hace fusilar al
presidente de la Audiencia de Chuquisaca, al gobernador local y al obispo de La
Paz.
El punto de vista español ya lo había anticipado en el Cabildo Abierto del 22
de mayo el obispo Benito de Lué y Riega, al votar contra los revolucionarios:
"Aunque hubiese quedado un solo vocal de la Junta Central de Sevilla y
arribase a nuestras playas, lo deberíamos recibir como al Soberano". Aquel
día, Saavedra le replicó: "Que no queden dudas de que el pueblo es
el que confiere la autoridad o mando".
El pueblo está en armas, la sociedad se militariza. En esos días de mayo, el
Regimiento de Patricios había permitido entrar en la Plaza a centenares de
partidarios de French y Beruti, los chisperos, gente armada que dominaba las
calles. Las milicias surgidas en la resistencia criolla a las Invasiones
Inglesas son el punto de contacto entre la elite revolucionaria y los más humildes.
Pero en setiembre de 1810 la Primera Junta encuadra a las milicias en un
ejército regular: se buscarán militares profesionales. Con el tiempo,
esa decisión afectará también a Saavedra, quien lentamente perderá la base de
su poder, el Regimiento de Patricios.
La victoria de Suipacha en noviembre de 1810, que libera el Alto Perú
momentáneamente, refuerza en Saavedra la idea de que "se mitiguen los
rigores que se habían adoptado", como escribe a su amigo Feliciano
Chiclana, futuro miembro del Primer Triunvirato. Pero el 3 de diciembre Moreno
dispone echar a los españoles europeos de todos los cargos públicos. Saavedra
se indigna por "el sistema de delaciones" montado para controlar a
los españoles.
La noche en que se festeja la victoria de Suipacha por los patriotas, le
niegan la entrada a Moreno. En aquella fiesta un oficial entrega una corona
de azúcar a la mujer de Saavedra y ella se la da a su esposo: los morenistas
creen que Saavedra quiere proclamarse rey. El 8 de diciembre, Moreno publica su
"decreto de supresión de honores" que le quita a Saavedra el mando de
las acciones militares y se lo devuelve a la Primera Junta.
Los jefes militares amigos de Saavedra se inquietan, pero es la aceptación de
los diputados del interior en la Junta Grande lo que derriba a Moreno,
ese mismo diciembre. Moreno y los vocales de la Junta creen que los diputados
del interior —aliados de Saavedra— deben integrar un Congreso Constituyente,
pero no gobernar. "Considero la incorporación de los diputados contraria
al derecho y al bien general del Estado", dice Moreno, quien acepta una
misión diplomática en Inglaterra y muere en marzo de 1811.
"Beruti y French, jefe de La Estrella —un cuerpo del regimiento
Patricios—, reaparecen al perder Moreno el poder. Los morenistas se agrupan en
un club —antecedente de la Sociedad Patriótica creada por Bernardo de
Monteagudo en 1812— que presionará a Saavedra. En abril de 1811 los alcaldes de
barrio dirigen un levantamiento en apoyo de Saavedra. Los morenistas que aún
quedaban en la Junta Grande son expulsados", cuenta Goldman.
Saavedra crea un Comité de Seguridad Pública para perseguir a españoles
y opositores. French, Beruti, Larrea, Rodríguez Peña y Vieytes son desterrados
en San Juan y Carmen de Patagones; Belgrano y Castelli, enjuiciados. Azcuénaga
se recluye en Mendoza, Alberti muere de un infarto.
Pero los tiempos cambiarán también para Saavedra desde junio de 1811, cuando se
pierde el Alto Perú en la batalla de Huaqui. En setiembre, con Saavedra en el
norte para controlar la situación militar, el Cabildo aprovecha su ausencia
para reemplazar su gobierno por el Primer Triunvirato. La rebelión del
regimiento Patricios en setiembre —aplastada por su nuevo jefe, Manuel
Belgrano— marcará el final de las milicias. La fuerza oculta del Triunvirato
(Juan José Paso, Manuel de Sarratea y Chiclana) es el joven secretario,
Bernardino Rivadavia. El destituye a Saavedra, amnistía a sus opositores y
anula el Comité de Seguridad.
Desconcertado por las críticas morenistas, Saavedra se pregunta en qué consiste
"la felicidad general": "¿Consiste en adoptar la más grosera e
impolítica democracia?, ¿consiste en que los hombres hagan impunemente lo que
su capricho o ambición les sugieren?, ¿consiste en atropellar a todo europeo,
apoderarse de sus bienes, matarlo, acabarlo y exterminarlo?, ¿consiste en
llevar adelante el sistema de terror que principió a asomar con Moreno?".
Son preguntas que, trágicamente, se irán respondiendo con las guerras
civiles. Ya en 1812, Monteagudo decía que "la Revolución de Mayo parece
más obra de las circunstancias que de un plan meditado". Mientras,
la realidad de la guerra irá impulsando el deseo de independencia, no tan claro
en 1810. Salta sufrirá siete invasiones desde el Alto Perú y Güemes hará la
guerra con sus gauchos. San Martín, en Cuyo, logrará el apoyo de la gente. Lo
mismo pasará con Artigas en el Litoral y la Banda Oriental. Es decir que, pese
a los conflictos que la desgarrarían, la Primera Junta tuvo éxito en
transformar la guerra de independencia en una causa popular.
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