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1834
A fin de sostener sus liberales gobiernos, España
y Portugal firman con Inglaterra y Francia "la cuádruple alianza". Cae
en Lisboa don Miguel y asciende al trono María II. China cierra sus puertas al
comercio europeo, Los dos hitos culturales del año son el "Carnaval", de
Schumann, y el "Lorenzaccio", de Musset.
En Argentina se sigue hablando de la proeza del gaucho Rivero en las Malvinas.
Se sabe que fue delatado por un tal Luna, logrando escapar al interior, donde
lo apresan. Se lo envía a la prisión de Río de Janeiro y se busca la forma de
liberarlo. En lo político, Rosas mueve su estrategia. El General Viamonte renuncia a su cargo, por lo
que la Legislatura elige Gobernador a Rosas, aunque sin acordarle las
facultades extraordinarias. Este no acepta. Se elige entonces, sucesivamente, a
Tomás Manuel de Anchorena, Nicolás de Anchorena, Juan Nepomuceno y
al General Angel Pacheco. Ante las reiteradas declinaciones, se desempeña
provisionalmente el titular de la Legislatura, don Manuel Vicente Maza. La
oposición a la dictadura en cierne se hace fuerte en tres periódicos: "El
Comercio del Plata", de Florencio Varela; "El Nacional", de Rivera
Indarte; y "El Progreso de Chile", de Sarmiento
Movido por la nostalgia, Rivadavia
se embarca en Francia, arribando a Buenos Aires a bordo del L'Herminie.
Pero sólo puede permanecer algunas horas en su quinta paterna, ya que por orden
de Rosas es obligado a marcharse de inmediato, cosa que cumple, rumbo a
Colonia. La Sociedad de Beneficencia se instala en el edificio de Reconquista
269, prosiguiendo una obra encomiable que se extiende fuera de los límites de
la ciudad. En uno de esos pueblitos - San Martín - nace este año un niño que no
pasará impunemente por la pampa: lo llaman José Hernández. A fin de asegurar
aún más la vigilancia de la ciudad, se crea el cuerpo de "vigilantes de día
de la ciudad", a quienes corresponderá en adelante continuar la labor
nocturna de los serenos a partir del alba. Se aclara que "los expresados
vigilantes cuidarán de que no haya reuniones en las pulperías, que no se
viertan expresiones obscenas y que ninguna persona permanezca en ellas más
tiempo que 15 minutos". Entre los considerandos se establece: "Acudirán
inmediatamente a la casa que sean llamados por alguna ocurrencia que se
ofrezca, prendición de algún doméstico, etc., y, por último, vigilarán se
observen todos los decretos y reglamentos vigentes de Policía. Los vigilantes
de ciudad serán conocidos del público por una varita o junquillo que llevarán,
además del escudo y armas que por su empleo les corresponde".
Toda persona, estante y habitante de la ciudad, es obligada a prestarle auxilio
cuando lo pidiesen, alzando la precitada varita y dando la voz de "auxilio a
la policía". Pese a la solemnidad del edicto, los porteños continúan
viviendo su vida. En las noches de invierno, interviniendo en lánguidas
tertulias; en las de verano, desparramándose por la Alameda, paseo tradicional.
No es muy larga, apenas 300 metros, pero se continúa en un camino que llaman el
Bajo. Allí es posible combatir el sopor estival de la ciudad, respirando aire
puro y fresco del río.
Por otra parte, el espíritu romántico de los rioplatenses se siente cómodo
frecuentando la rada, casi siempre colmada de barcos empavesados, chalupas,
canoas llamadas "balleneras" y carros del país con sus conductores típicos,
aunque grotescos. La costa del río es un terreno que mantiene un verde césped,
viéndose astilleros y pequeñas casas con jardines. Hacia el sur, concluye en
los sauces de la Boca; hacia el norte, en los cuarteles y la plaza de Retiro.
Casi siempre, el paseo porteño por esta zona se complementa con una recorrida
por el Fuerte, donde se escucha la fanfarria, y algunos más - los de a caballo
- hasta la Recoleta. De regreso, los jinetes compiten tácitamente, ya que desde
las ventanas las porteñas cumplen con un requisito "sexy" del momento:
admirar a los más varoniles y diestros. Más tarde, si van de visita, llevarán
pastelitos o dulces lugareños, como se estila.
Por la noche, el esparcimiento lo encuentran, habitualmente, en el teatro,
donde este año se ha representado con éxito "El jugador", "La muerte
de Riego" y "El pasaje del puente de Arcole por Napoleón". El
sainete es inevitable, pese a ser deplorablemente representado por cómicos
españoles. Quienes atraen especialmente son algunos cantores o bailarines de
tránsito para Chile o Bolivia, quienes dedican siempre alguna función "al
heroico pueblo de Buenos Aires". Pero por sobre todos los esparcimientos el
argentino, urbano o rural, prefiere al mate. "La planta llamada yerba, que
crece en el Paraguay y en el Brasil, es el té de Buenos Aires", afirma en
una carta un inglés sorprendido.
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