|
1816
La última gran noticia había sido el regreso
de Napoleón de la isla de Elba y su reino de 100 días concluido en Waterloo. La
crisis del sistema republicano se extendía por el Viejo Mundo y era notorio que
volvían a florecer las monarquías, luego del Congreso de Viena, en el que se
produjo un nuevo ordenamiento europeo y de las colonias. En tanto se busca la
unión, un inglés inventa la maquinita de la fragmentación: el calidoscopio.
Buenos Aires está lejos de Europa pero intima con ella todos los días a través
del comercio y la política. Si bien se sabe aquí que Benjamin Constant acaba de
escribir "Adolfo" y que Rossini asombró con su estreno de "El barbero de
Sevilla", otras preocupaciones mueven a los 471.000 habitantes del país. Los
ensayos vienen fracasando desde 1810 y se hace necesario "dar la cara" al
exterior. En Enero Brown anda por el Perú hostigando a cañonazos la fortaleza
del Callao.
En Marzo el país teje la urdimbre de una nueva vida y declara abierto el
Congreso de Tucumán. Pero no todos comprenden el paso que hay que dar. El
Diputado mendocino Godoy Cruz le escribe al Coronel San Martín: "La
independencia no es soplar y hacer botellas". Y recibe algo más que una
respuesta: "Mil veces más fácil es hacer la independencia que el que haya un
sola americano que haga una sola botella". En medio de la anarquía el caudillo
Artigas se enseñorea en Entre Ríos y se envía a Díaz Vélez con una división
para que frene al oriental. Cae el Directorio de Alvarez Thomas y tras semanas
de trabajo el Congreso de Tucumán declara la Independencia, adopta la bandera
creada por Belgrano, elige por unanimidad "como único himno nacional" al creado
por López y Planes en 1813. También designa a Pueyrredón como nuevo Director
Supremo y eleva al Coronel San Martín al grado de Capitán General
poniéndolo a la cabeza del Ejército de los Andes, al par que eleva la
asignación del ejército de 5.000 a 8.000 pesos mensuales. Se sabe, además, de
dónde saldrá el dinero: los comerciantes españoles - como contribución de guerra
- deberán costear "por lo menos un soldado cada uno".
Por "El Redactor" del Congreso la "nueva" llega a Buenos Aires. La ciudad deja
su vida propia y se prepara para un destino mayor. Se come bien - hay una faena
diaria de 300 vacunos - pero faltan legumbres, leche y otros alimentos. Carne,
galleta y mate, hacen la dieta lógica del porteño. Por su parte, la Aduana
responde ampliamente por otras necesidades. Se piensa en el futuro y Rivadavia
gestiona ante Pueyrredón
la venida al país del sabio francés Aimé Bonpland, en tanto Belgrano ve
concretado su sueño de una academia de matemáticas, en el que lo acompaña
Felipe Senillosa. A todo esto, se descubre que mediante el arsénico los cueros
duran indefinidamente "y ya no se tirán más": aumentan su valor y la región se
enriquece repentinamente.
Los negros sonríen más ya que se declara acto de piratería su trata y la
Constitución los reconoce seres libres. Las quejas del vecindario apuntan
contra la cárcel, vecina del Cabildo. Nadie gusta del espectáculo denigrante de
los presos que salen diariamente de ella, engrillados, en busca de agua, o de
los insultos que profieren desde las ventanas a los peatones. Mucho menos
cuando salen al alba o al anochecer, en los meses de verano, a matar perros
vagabundos a garrotazos. Pero resulta que hay ya médicos inquietos que desde el
Protomedicato de Buenos Aires ponen el grito en el cielo. Se los escucha y
entra en vigencia "el reglamento preservativo del mal de la rabia" que ellos
mismos redactan y en el que se recomienda abstenerse de comer comidas picantes
y "bebidas espirituales" de ser mordidos, al par que instan al exterminio de
"perros sin bozal o collar". El esparcimiento público tiene su centro en el
Retiro y en el ruedo que allí se levanta. Una pasión a la que no escapa un
joven militar que acaba de ser padre en Mendoza de una niña a quien pone el
nombre de Merceditas. San Martín es asiduo y en sus momentos libres
asiste al espectáculo. En uno de ellos aplaude a rabiar el trabajo de un
picador autóctono: el Teniente de Granaderos Juan Lavalle. En Buenos
Aires el furor lo hace la Lotería. Se juega los martes frente al Cabildo y con
numeroso público. Los números -"cédulas"- se venden durante la semana
en las esquinas. Un suceso pintoresco es comidilla porteña: se escapa un mono
perteneciente a la familia Morel y al
invadir el mercado y campamentos de negras que venden patas de vaca cocidas,
chicha, tortas y huevos, origina un desorden descomunal, hiriendo a varias de
ellas y ahuyentándolas del lugar. Se prosigue con las obras de la Catedral y se
colocan torres nuevas al templo de San Francisco, al que se considera el
primero que tuvo Buenos Aires cuando se lo llamaba "el templo de las Once Mil
Vírgenes de Buenos Aires". Para que los argentinos comiencen a sentirse con
pasado el deán Funes decide publicar la primera Historia Argentina que se
conoce hasta esos días.
Monografias, Exámenes, Universidades, Terciarios, Carreras, Cursos, Donde Estudiar, Que Estudiar y más: Desde 1999 brindamos a los estudiantes y docentes un lugar para publicar contenido educativo y nutrirse del conocimiento.
Contacto »