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Vision con uno y dos ojos.
Antes de que Existiera la
Fotografía
La fotografía ha conseguido hacerse tan común en nuestra vida, que casi no
podemos imaginarnos cómo podían pasar sin ella nuestros antepasados. Dickens,
en su obra "Los Papeles póstumos del club Pickwick", nos cuenta
humorísticamente de qué forma grababan la fisonomía del individuo en las
instituciones oficiales inglesas hace cien años. La acción del relato tiene
lugar en la cárcel de deudores, a donde va a parar Pickwick.
Al llegar allí, le dicen que tiene que estar sentado hasta que saquen su
retrato.
"- ¡Hasta que saquen mi retrato! - exclamó mister Pickwick.
- Sí, su imagen y semejanza, sir - le respondió su robusto carcelero -.
Nosotros somos maestros en eso de sacar retratos, sépalo usted. No tendrá
tiempo de volverse y ya estará hecho el dibujo. Siéntese, sir, como si
estuviera en su casa.
- Obedeciendo esta invitación, mister Pickwick se sentó, y entonces, Samuel (su
criado) le susurró al oído, que la expresión "sacar el retrato" la
comprenderían aquí, seguramente, en un sentido figurado.
- Esto quiere decir, sir, que los carceleros mirarán atentamente su fisonomía,
para poderlo distinguir de los visitantes.
Con esto comenzó la sesión. Un carcelero grueso miraba distraídamente a mister
Pickwick, mientras otro de sus compañeros se puso frente a un nuevo detenido y
clavó su fija mirada en él. Un tercer carcelero se detuvo ante la misma nariz
de mister Pickwick y empezó a estudiar sus rasgos con toda atención.
Por fin, terminaron de sacarle el retrato, y dijéronle a mister Pickwick que
podía entrar en la cárcel".
El papel de estos "retratos", impresos en la memoria, lo hacían antes
las relaciones de "señas personales". ¿Recordáis cómo Pushkin
describía en "Borís Godunov" a Grigori Otrepiev, según el decreto del
zar? "Su talla es baja; el pecho, ancho; una de sus manos, más corta que
la otra; los ojos, azules; pelirrojo; en la mejilla tiene una verruga y en la
frente otra". Ahora se adjunta simplemente una fotografía.
Lo que Muchos no Saben
La fotografía llegó hasta nosotros allá por los años cuarenta del siglo pasado.
Primeramente estuvo representada por lo que se denominó
"daguerrotipia" (en honor de su inventor, Daguerre), que reproducía
las imágenes en placas metálicas. Este procedimiento de fotografiar era muy
incómodo, ya que obligaba a permanecer decenas de minutos delante del aparato.
"Mi abuelo - contaba B. Veinberg, profesor de Física de Leningrado -
estuvo sentado delante de la cámara fotográfica, para hacerse un daguerrotipo,
del que no se podían sacar copias, ¡cuarenta minutos!".
No obstante, la posibilidad de hacerse un retrato en el cual no intervenía un
pintor, era tan nueva y casi maravillosa, que el público tardó mucho en
acostumbrarse a esta idea. En una revista rusa del año 1845 se cuenta sobre
esto un caso curioso:
"Hay muchas personas que no pueden creer hasta ahora que el daguerrotipo
funciona solo. Un señor bastante respetable fue a encargarse un retrato. El
dueño (es decir, el fotógrafo.- Y.P.) lo sentó, ajustó el cristal, colocó la
placa, miró su reloj y se marchó. Mientras el dueño estuvo en la habitación, el
respetable señor permaneció sentado sin moverse; pero en cuanto aquél salió por
la puerta, el que quería hacerse el retrato no creyó necesario seguir quieto.
Se levantó, tomó rapé, miró el daguerrotipo (aparato) por todas partes, acercó
el ojo al cristal, movió la cabeza, pensó: ¡qué cosa más ingeniosa! y empezó a
pasearse por la sala.
Cuando volvió el dueño, se quedó asombrado junto a la puerta y exclamó:
- Pero, ¿qué hace usted? ¿No le dije que se quedase sentado y quieto?
- Sí, señor, y así lo hice. Me levanté cuando se marchó usted.
- Pues, entonces era cuando había que estar sentado.
- ¿Para qué estar sentado inútilmente?"
El lector creerá, que, ahora, ya estamos lejos de todas estas ideas simplistas
sobre la fotografía. Sin embargo, en nuestros días, la mayoría de las personas
aún no se han acostumbrado por completo a ella, y, dicho sea de paso, son pocos
los que saben mirar una fotografía acabada. Se me dirá, que para eso no hay que
saber nada, basta coger la foto y mirarla. Pero eso no es tan fácil como
parece.
Las fotografías forman parte de esos objetos domésticos, que, a pesar de su
popularidad, no sabemos aprovechar como es debido. La mayoría de los
fotógrafos, tanto de afición como profesionales - sin hablar de todo el público
restante - miran las fotografías de forma muy diferente a la que hace falta.
Hace un siglo que se conoce el arte fotográfico, pero siguen siendo muchos los
que todavía no saben cómo hay que mirar las fotos.
El Arte de Mirar Fotografías
Por su estructura, la cámara fotográfica semeja un gran ojo. Lo que se dibuja
en el vidrio esmerilado depende de la distancia que hay entro el objetivo y los
objetos que se fotografían. El aparato fotográfico fija en la placa la
perspectiva que vería uno de nuestros ojos (¡uno sólo!) si lo colocásemos en
lugar del objetivo. De aquí se deduce, que si queremos recibir de la fotografía
la misma impresión óptica que nos produce la naturaleza, tendremos que:
1) mirar las fotos con un solo ojo, y
2) colocar dichas fotos a una determinada distancia del ojo.
No es difícil comprender, que, si miramos las fotos con los dos ojos, veremos
inevitablemente un cuadro plano y no una imagen profunda. Esto no es más que
una consecuencia de las peculiaridades de nuestra vista. Porque cuando miramos
un cuerpo, en las retinas de nuestros ojos no se forman dos imágenes iguales,
sino que entre lo que ve el ojo derecho y lo que ve el izquierdo hay cierta
diferencia (fig. 120). Esta diferencia entre las imágenes es, en esencia, la
causa principal de que percibamos el volumen de los cuerpos, porque nuestra
conciencia funde estas dos impresiones diferentes en una sola imagen en relieve
(en esto se basa el estereoscopio).
Otra cosa es lo que ocurre cuando el objeto que tenemos delante es plano, como
la superficie de una pared, por ejemplo. En este caso, los dos ojos reciben una
impresión idéntica y esta identidad es percibida por nuestra conciencia como
indicio de que el objeto es plano en toda su extensión.
Fig. 120. Un dedo, colocado a poca distancia de la cara, según lo perciben el ojo izquierdo y el derecho respectivamente. |
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Ahora está claro el error en que incurrimos al mirar una
fotografía con los dos ojos. Porque al hacerlo, influimos sobre nuestra conciencia,
convenciéndola de que lo que tiene delante es un cuadro plano. Cuando fijamos
ambos ojos en una fotografía apta para uno sólo, nosotros mismos impedimos que
dicha fotografía nos dé lo que debería darnos, es decir, anulamos con nuestro
error la ilusión que de una manera tan perfecta crea la cámara fotográfica.
¿Desde qué Distancia Deben Mirarse las Fotografías?
Tan importante como lo que acabamos de decir es la segunda regla, o sea, la que
dice, que las fotografías deben colocarse a una determinada distancia del ojo,
ya que de lo contrario se altera la perspectiva normal.
¿Qué distancia debe ser ésta?
Para que la impresión sea perfecta hay que mirar las fotos bajo el mismo ángulo
que el objetivo del aparato "vio" la imagen en el cristal esmerilado,
o lo que es lo mismo, bajo el mismo ángulo con que "vio" los objetos
fotografiados (fig. 121). De aquí se deduce, que la distancia desde la foto al
ojo debe ser tantas veces menor que la que había entre el objeto y la cámara,
como la imagen de éste es menor que su tamaño natural. En otras palabras, la
distancia que hay que mirar la fotografía debe ser aproximadamente igual a la longitud
focal del objetivo.
Teniendo en cuenta que la mayoría de los aparatos para aficionados tienen una
longitud focal igual a 12-15 cm (tanto aquí como en lo sucesivo, el autor se
refiere a los aparatos más populares del tiempo en que fue escrita esta obra.
N. de la Edit.), se comprende que nunca miremos estas fotografías desde la
distancia que corresponde, ya que la distancia óptima para la vista normal (25
cm) es casi dos veces mayor que la indicada. También parecerán planas las
fotografías colgadas en la pared, porque las miramos desde una distancia aún
mayor.
Solamente las personas miopes, cuya distancia de visión óptima es más corta (y
los niños, que pueden ver desde más cerca), pueden darse el placer de
contemplar el efecto que produce una fotografía ordinaria cuando se mira como
es debido (con un ojo). Teniendo la foto a 12-15 cm del ojo, ven ante sí, no un
cuadro plano, sino una imagen en relieve, en la cual, el primer plano se separa
del fondo casi tanto como en el estereoscopio.
Fig. 121. En el aparato fotográfico, los ángulos 1 y 2 son iguales. |
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Espero que el lector estará de
acuerdo ahora en que, en la mayoría de los casos, si no recibimos de las
fotografías toda la satisfacción que podrían producirnos, es por nuestra propia
ignorancia, a pesar de que con frecuencia nos quejamos inútilmente de su falta
de vida. El secreto está en que no colocamos el ojo en el sitio que le
corresponde respecto a la foto y en que miramos con los dos ojos una imagen que
solamente sirve para uno.
Un Efecto Extraño del Cristal de Aumento
Como hemos dicho, los miopes pueden ver en relieve y sin dificultad las
fotografías ordinarias. Pero, ¿qué pueden hacer los que tienen vista normal?
Estos no pueden acercar mucho la imagen a su ojo, pero pueden recurrir a un
cristal de aumento. Mirando las fotos con una lente de dos aumentos, estas
personas pueden adquirir cómodamente las mismas ventajas que tienen los miopes,
es decir, pueden ver cómo la fotografía toma relieve y profundidad, sin forzar
la vista. La diferencia entre la impresión que produce lo que vemos así y la
que nos produce la fotografía cuando la miramos desde lejos, con los dos ojos,
es enorme. Este procedimiento de contemplar las fotografías ordinarias produce
casi el mismo efecto que el estereoscopio.
Ahora está claro por qué las fotografías suelen adquirir relieve cuando se
miran con un ojo y un cristal de aumento. Este es un hecho muy conocido. Sin
embargo, la explicación verdadera de este fenómeno se escucha pocas veces. Uno
de los críticos de "Física Recreativa" me escribía sobre esto:
"En la edición siguiente examine usted el problema de, ¿por qué parecen en
relieve las fotografías vistas a través de una simple lupa? Mi opinión es, que
la complicada explicación que se da del estereoscopio no resiste la menor
crítica. Pruebe usted mirar por el estereoscopio con un solo ojo y verá como el
relieve, se conserva a pesar de la teoría".
Para nuestros lectores ha quedado claro que la teoría del estereoscopio no
sufre lo más mínimo con este hecho.
En esto mismo se basa el curioso efecto de los llamados "panoramas".
En estos pequeños aparatos, una fotografía ordinaria, de un paisaje o de un
grupo, se mira con un ojo a través de un cristal de aumento. Esto es suficiente
para que se note el relieve; esta ilusión se intensifica generalmente
recortando algunos objetos del primer plano y colocándolos delante de la misma
fotografía, ya que nuestro ojo es muy sensible al relieve de los objetos más
próximos y menos al de los más lejanos.
Ampliación de las Fotografías
¿No se pueden hacer las fotografías de tal forma que el ojo normal pueda
percibirlas bien sin necesidad de cristales? No hay ningún inconveniente. Para
conseguir esto no hace falta más que emplear cámaras provistas de objetivos de
gran longitud focal. Después de lo dicho anteriormente se comprenderá, que una
foto hecha con un objetivo de 25-30 cm de longitud focal, puede mirarse (con un
ojo) desde una distancia normal y parecerá que tiene bastante relieve.
Se pueden conseguir fotos que no parecerán planas aunque se miren con los dos
ojos y desde una distancia grande. Ya hemos dicho, que cuando ambos ojos
perciben imágenes idénticas de un objeto cualquiera, nuestra conciencia las
confunde en un cuadro único plano. Pero esta tendencia se debilita rápidamente
a medida que la distancia aumente. La práctica demuestra que fotografías
obtenidas con objetivos de 70 cm de longitud focal, se pueden mirar
directamente con los dos ojos, sin que pierdan su perspectiva. Como quiera que
el empleo de objetivos de gran longitud focal resulta bastante incómodo,
queremos recomendar otro procedimiento: el de ampliar las fotografías obtenidas
en los aparatos corrientes. Con esta ampliación está relacionado el aumento de
la distancia ideal, desde la cual debe mirarse la fotografía. Si una foto
sacada con un objetivo de 15 cm se amplía en 4 ó 5 veces, esto será suficiente para
recibir el efecto apetecido. Dicha fotografía podrá contemplarse con ambos ojos
desde una distancia de 60-75 cm.
Es verdad que con la ampliación se pierde cierta nitidez, pero esto no estropea
el efecto, porque, desde lejos, apenas si se nota. En cuanto a relieve y
perspectiva se refiere, la fotografía mejora indudablemente.
El Mejor Sitio en el Cine
Los espectadores de cine asiduos se habrán dado cuenta del extraordinario
relieve que caracteriza a ciertas películas. Sus figuras parece que se separan
del fondo y que sobresalen tanto, que se olvida uno de la existencia de la
pantalla y cree ver un paisaje de verdad o unos artistas que viven en la
escena.
Este relieve de las imágenes no depende de las cualidades de la película, como
suele creerse, sino del sitio que ocupa el espectador. Aunque para filmar se
emplean generalmente tomavistas de longitud focal bastante pequeña, las películas
se proyectan en la pantalla muy ampliadas (en más de cien veces), por cuya
razón pueden mirarse desde lejos (10 cm x 100 = 10 m) con ambos ojos. El
relieve máximo se nota cuando miramos la escena bajo el mismo ángulo con que el
tomavistas "vio" el natural al filmarlo. En este caso, ante nosotros
se ofrecerá una perspectiva natural.
¿Cómo se puede determinar la distancia correspondiente al ángulo visual óptimo?
Para esto hay que buscar un sitio que se encuentre, en primer lugar, frente al
centro del cuadro, y en segundo, a una distancia de la pantalla, que sea tantas
veces mayor que la anchura del cuadro, como la longitud focal del objetivo es
mayor que la anchura de la película.
Los tomavistas ordinarios se proveen de objetivos de 35, 50, 75 y 100 mm de
longitud focal, según sea el carácter de la escena.
La anchura normalizada de la película es de 24 mm. Para el foco de 75 mm, por
ejemplo, tendremos la siguiente relación:
{Distancia
que se busca / Anchura del cuadro} = {Longitud local / Anchura de la película}
= 75 / 24 = 3.1
Es decir, para hallar a qué distancia de la pantalla debe sentarse uno, no hay
más que multiplicar por tres, aproximadamente, el ancho del cuadro de la misma.
Si la anchura de la imagen cinematográfica tiene 6 pasos, el mejor sitio para
ver estos cuadros se encontrará a 18 pasos de la pantalla.
Esta circunstancia debe tenerse en cuenta durante las pruebas de las diversas
proposiciones que se presentan con objeto de hacer estereoscópico el cine,
porque de lo contrario, puede ocurrir que se atribuya al invento que se ensaya
lo que se debe a las causas antedichas.
Un Consejo a los Lectores de Revistas Ilustradas
Las fotografías que reproducen los libros y las revistas tienen, como es
natural, las mismas cualidades que sus originales, es decir, también cobran
relieve cuando se las mira con un solo ojo y desde la distancia
correspondiente. Como quiera que las diversas fotografías están sacadas con
aparatos de diferente longitud focal, la distancia más apropiada para mirarlas
debe buscarse por medio de pruebas. Para esto, se cierra uno de los ojos y se
sostiene la revista con el brazo extendido, de forma, que su plano quede
perpendicular a la línea de mira y nuestro ojo abierto, enfrente del centro de
la figura. Si en estas condiciones vamos acercando paulatinamente la
reproducción, sin dejar de mirarla, no será difícil encontrar el momento en que
adquiero el relieve máximo.
Muchas fotografías, que miradas como de costumbre parecen planas y poco
nítidas, adquieren nitidez y profundidad cuando se observan por este
procedimiento. Con frecuencia, al mirar las fotografías de esta manera, empieza
a notarse el brillo del agua y otros efectos puramente estereoscópicos.
Parece mentira, que hechos tan simples sean tan poco conocidos, a pesar de que
todo lo que aquí hemos dado a conocer fue expuesto, hace más de medio siglo, en
libros populares. En la obra "Bases de la fisiología de la
inteligencia", el psicólogo inglés del siglo pasado B. Carpenter, escribía
sobre este asunto lo siguiente:
"Merece destacarse, que el efecto de este procedimiento de mirar las
fotografías (con un ojo) no se limita a resaltar el relieve de los cuerpos; con
él aparecen otras peculiaridades que contribuyen a aumentar incomparablemente
la ilusión de viveza y realidad. Esto se refiere principalmente a la
representación del agua estancada, que es uno de los lados más débiles de las
fotografías en condiciones normales. Efectivamente, si se mira con ambos ojos
una de esas fotografías en que está representada el agua, su superficie parece
de cera; pero cuando la miramos con un solo ojo, se observa en ella una
transparencia y profundidad admirables. Esto mismo puede decirse también con
respecto a otras cualidades de los cuerpos cuyas superficies reflejan la luz,
como, por ejemplo, el bronce y el marfil. El material de que están hechos los
objetos representados en una fotografía es más fácil de reconocer cuando ésta
se mira con un ojo, en lugar de con los dos".
Queremos llamar la atención sobre otro hecho. De la misma manera que las
fotografías cobran vitalidad al ser ampliadas, pierden, en este sentido, cuando
se reducen. Las fotografías reducidas suelen tener mayor nitidez y contraste,
pero son planas, es decir, no dan la sensación de profundidad y relieve. La
causa de que ocurra así puede comprenderse fácilmente después de lo dicho, y se
reduce a que, al disminuir la fotografía, disminuye proporcionalmente la
"distancia de la perspectiva", la cual es ya de por sí demasiado
pequeña.
¿Cómo Mirar los Cuadros?
Todo lo que hemos dicho sobre la fotografía puede aplicarse, hasta cierto
punto, a los cuadros creados por la mano de un pintor, los cuales suelen verse
mejor desde una distancia determinada. Sólo en estas condiciones puede notarse
la perspectiva y el cuadro, en vez de plano, parece profundo y en relieve.
También es conveniente mirarlo con un ojo, sobre todo si es pequeño.
"Se sabe desde hace tiempo - escribía sobre esto B. Carpenter en el libro
citado -, que cuando se mira con atención un cuadro, en el cual, las
condiciones de la perspectiva, la luz, las sombras y la disposición general de
los detalles corresponden fielmente a la realidad representada, la impresión
que produce es mucho más viva si se mira con un ojo (y no con los dos) y el
efecto es aún mayor cuando lo hacemos a través de un tubo, que excluye todo lo
ajeno. Este hecho lo explicaban antes de una forma totalmente falsa.
"Vemos con un ojo mejor que con dos - decía Bacon -, porque los espíritus
vitales se concentran, en este caso, en un sitio y actúan con más fuerza".
Pero la realidad es, que cuando miramos el cuadro con los dos ojos y desde una
distancia prudencial, nos vemos obligados a reconocerlo como una superficie
plana; mientras que si lo hacemos con un solo ojo, nuestra imaginación puede
recibir, con más facilidad, la impresión de la perspectiva, de la luz, de las
sombras, etc. De aquí, que cuando miramos atentamente, el cuadro no tarda en
adquirir relieve y hasta puede alcanzar el volumen del paisaje real. La ilusión
será tanto más completa, cuanto más fielmente esté reproducida en el cuadro la
proyección real de los objetos en el plano... La ventaja de la visión monocular
depende, en estos casos, de la libertad que tiene nuestra mente para
interpretar el cuadro a su albedrío, sin que nada lo obligue a ver en él un
cuadro plano".
Las fotografías reducidas de cuadros grandes, suelen dar una ilusión más
completa del relieve que el propio original. Para comprender esto no hay más
que recordar, que al reducir el cuadro disminuye también la distancia,
generalmente grande, desde la cual debe mirarse la imagen, y, por consiguiente,
la fotografía adquiere relieve desde cerca.
Representación de Cuerpos en el Plano
Todo lo dicho anteriormente sobre cómo mirar las fotografías, los cuadros y los
grabados, aunque es verdad en esencia, no debe entenderse en el sentido de que
cualquier otro procedimiento de mirar cuadros planos no puede producir en el
observador la sensación de volumen. Todo artista, sea pintor, grabador o
fotógrafo, compone las imágenes que representa, de tal forma, que causen esta
sensación en el observador, independientemente de cómo las mire, ya que no
puede confiarse a que el público que visite su exposición vaya por las salas de
la misma con un ojo cerrado y comprobando la distancia de visión óptima para
cada cuadro. La técnica de todo arte plástico, incluida la fotografía, cuenta
con amplias posibilidades de trasladar el espacio tridimensional al plano.
Porque la diferencia entre las imágenes que producen en los dos ojos los
objetos que se encuentran a distintas distancias, no es para nosotros el único
indicio de la profundidad del espacio. Otra posibilidad de formarnos una idea
de las diferentes distancias a que se encuentran de nosotros los diversos
planos de un cuadro, está determinada en alto grado por la llamada
"perspectiva aérea", la cual hace que los objetos más alejados nos
parezcan menos claros, como si estuviesen difuminados por un velo de aire. Si
los planos más alejados se representan menos nítidos y con tonos más claros,
esto, junto con la diferencia de tamaño de los objetos que se encuentran a
distintas distancias, da la sensación de profundidad del espacio,
independientemente del procedimiento que se emplee para observar el cuadro. El
pintor puede crear esta "perspectiva aérea" combinando las
tonalidades de luz y de colorido con la correspondiente precisión del dibujo.
El fotógrafo artístico consigue un efecto análogo eligiendo acertadamente la
iluminación y empleando objetivos "blandos" y papel de la calidad más
a propósito para obtener suficiente variedad de tonalidades de luz. En la
fotografía también tiene gran importancia el enfoque: si el primer plano se
representa nítidamente, mientras que los planos más alejados resultan cada vez
más "desenfocados", esto es suficiente, en muchos casos, para dar la
sensación de profundidad del espacio; por el contrario, si se utiliza un
diafragma pequeño y todos los planos resultan igualmente nítidos, la imagen
pierde profundidad y resulta plana.
Fig. 122. Un cubo de vidrio con manchas, visto por el ojo izquierdo y por el derecho. |
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En general puede decirse que es de la maestría del artista
de la que depende esa influencia psicológica, gracias a la cual el observador
percibe las imágenes planas como si tuvieran volumen, independientemente de las
condiciones fisiológicas que determinan las sensaciones visuales, incluso en
aquellos casos en que no se cumplen las leyes de la perspectiva geométrica.
¿Qué es el Estereoscopio?
Pasando ahora de los cuadros a los cuerpos, nos hacemos la siguiente pregunta:
¿por qué los objetos nos parecen cuerpos y no figuras planas? En la retina de
nuestro ojo, la imagen que se forma es plana, ¿qué es lo que ocurre entonces
para que los objetos no nos parezcan planos, sino cuerpos con tres dimensiones?
En esto influyen varias causas. En primer lugar, el diferente grado de
iluminación de las distintas partes de los objetos, nos permite hacernos una
idea de su forma. En segundo lugar, juega su papel la tensión que sentimos al
adaptar nuestro ojo para que pueda percibir claramente las partes del cuerpo
que se encuentran a distintas distancias; porque así como todas las partes de
un cuadro plano están a la misma distancia del ojo, las partes de un cuerpo se
encuentran a distancias diferentes, y para que el ojo pueda verlas con
claridad, tiene que adaptarse de distinta manera. Pero lo que más nos ayuda en
este caso es, que las imágenes de un mismo objeto que percibe cada ojo no son
iguales entre sí. Para convencerse de esto, basta con mirar cualquier objeto
cercano, cerrando primeramente el ojo derecho y después el izquierdo. El ojo
derecho no ve los objetos lo mismo que el izquierdo; cada ojo percibe un cuadro
diferente, y esta diferencia, al ser interpretada por nuestra conciencia, nos
da la sensación de relieve (fig. 120 y 122).
Figurémonos ahora dos dibujos de un mismo objeto: el primero representa dicho
objeto tal como lo ve el ojo izquierdo, mientras que el segundo, como lo ve el
derecho. Si miramos estas imágenes de forma, que cada ojo vea solamente
"su" dibujo, en lugar de dos cuadros planos veremos un objeto
convexo, cuyo relieve será mayor que el de los cuerpos vistos con un solo ojo.
Estas parejas de dibujos se miran a través de un aparato especial, llamado
estereoscopio. En los estereoscopios antiguos, la coincidencia de las imágenes
se conseguía por medio de espejos; en los más modernos se logra con prismas de
cristal convexos, los cuales retractan los rayos de tal forma, que, al
prolongarlos idealmente, ambas imágenes (aumentadas ligeramente gracias a la
convexidad de los prismas) se cubren entre sí. Como vemos, la idea del
estereoscopio es extraordinariamente simple, pero el efecto conseguido por este
medio tan sencillo es sorprendente.
La mayoría de los lectores habrán tenido ocasión de ver fotografías estereoscópicas
de escenas y paisajes distintos. Es posible que algunos hayan visto con el
estereoscopio dibujos de figuras geométricas diseñados con el fin de facilitar
el estudio de la estereometría. En adelante no nos referiremos a estos empleos,
más o menos conocidos, del estereoscopio, sino que nos detendremos únicamente
en aquellos que la mayoría de los lectores seguramente no conocen.
Nuestro Estereoscopio Natural
Las imágenes estereoscópicas pueden mirarse sin necesidad de ningún aparato.
Para esto no hay más que acostumbrarse a dirigir los ojos de una forma
determinada. El resultado que se obtiene es el mismo que cuando se emplea el
estereoscopio, aunque la imagen, en este caso, no se amplía. El inventor del
estereoscopio, Wheatstone, utilizó primeramente este procedimiento natural.
Aquí ofrecemos una serie de dibujos estereoscópicos, cada vez más complicados,
que recomendamos para ser mirados directamente, es decir, sin estereoscopio. El
éxito suele conseguirse después de realizar una serie de ejercicios. Hay que
advertir, que no todas las personas consiguen ver estereoscópicamente, incluso
con el estereoscopio; algunos (por ejemplo, los bisojos y los acostumbrados a
trabajar con un solo ojo) son totalmente incapaces para ello; otros lo
consiguen después de ejercitarse mucho, y finalmente, hay un tercer grupo,
formado principalmente por jóvenes, que aprenden muy pronto, en cosa de un cuarto
de hora.
Fig. 123. Estos dos puntos se confundirán en uno solo, si durante varios segundos fijamos nuestra vista en el espacio que hay entre ellos. |
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Empecemos por el par de puntos negros de la fig. 123. Mantengámoslos delante de los ojos, durante varios segundos, sin separar la vista del espacio que hay entre ellos; al mismo tiempo hay que hacer un esfuerzo, como si quisiéramos ver un objeto situado más lejos, detrás del dibujo. Pronto no serán dos, sino cuatro los puntos que vemos, ya que éstos se duplican. Pero después, los puntos extremos se alejan, mientras que los internos se aproximan y confunden.
Fig. 124. Intentemos hacer lo mismo con este par de figuras. Después de conseguir su fusión podemos pasar al ejercicio siguiente. |
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Fig. 125. Cuando estas dos figuras se confundan, veremos algo parecido al interior de un tubo, cuyo extremo se distingue a lo lejos. |
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Si hacemos esto mismo con las figs. 124 y 125, en el último caso, al producirse la coincidencia, veremos ante nosotros algo parecido al interior de un tubo largo, cuyo extremo se distingue a lo lejos.
Fig. 126. Parece que estas cuatro figuras geométricas, al fundirse las dos imágenes, flotan en el espacio. |
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Una vez conseguido esto, podemos pasar a la fig. 126; aquí tenemos que ver unos cuerpos geométricos pendientes en el aire. La fig. 127 nos da la representación del largo corredor de un edificio de piedra o de un túnel, mientras que la fig. 128 nos proporcionará la ilusión del vidrio transparente de un acuario. Finalmente, en la fig. 129 vemos el cuadro completo de un paisaje marítimo.
Fig. 127. Un corredor largo, cuyo extremo se divisa a lo lejos. |
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Fig. 128. Un acuario con un pez |
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Aprender a mirar de esta forma las imágenes apareadas es relativamente fácil. Muchos amigos míos consiguieron dominar este arte en poco tiempo, después de realizar varias pruebas. Los miopes y las personas con vista cansada que usan lentes, no necesitan quitárselos, sino que pueden mirar las imágenes lo mismo que si se tratara de un cuadro cualquiera. Es conveniente aproximar las figuras a los ojos, o reti-rarlas de ellos, hasta conseguir la mejor distancia. Las pruebas deben hacerse siempre con buena iluminación, ya que ésta contribuye considerablemente al éxito.
Fig. 129. Un paisaje marítimo estereoscópico. |
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Después de aprender a mirar sin estereoscopio las figuras
aquí reproducidas, podemos emplear la experiencia adquirida para mirar las
fotografías estereoscópicas sin recurrir a aparatos especiales.
Las fotografías estereoscópicas impresas en las figuras 130 y 133 también
pueden mirarse a simple vista. No obstante, para evitar que se cansen los ojos,
no es conveniente dedicar demasiado tiempo a estos ejercicios.
Si, a pesar de todo, hay alguien que no consigue aprender a dirigir sus ojos,
podemos aconsejarle, que si no dispone de estereoscopio, emplee un par de
lentes para vista cansada. Estos cristales deberán pegarse sobre unos orificios
practicados en un cartón, de forma que se mire únicamente a través del borde
interior de cada lente. Entre los dibujos debe colocarse una pared divisoria.
Este estereoscopio simplificado es suficiente para conseguir el fin deseado.
Con un Ojo y con los dos
En la fig. 130, arriba a la izquierda, se reproduce una fotografía que
representa tres frascos de farmacia, cuyas dimensiones, al parecer, son
iguales. Por muy atentamente que examinemos estas imágenes, no podremos hallar
ninguna diferencia de tamaño entre los frascos. Y sin embargo, existe diferencia
y bastante considerable.
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Fig. 130. A simple vista. Con el estereoscopio. |
Los frascos solamente parecen iguales porque no se encuentran a una misma
distancia del ojo o del aparato fotográfico: el frasco más grande está más
lejos y los más pequeños, más cerca. Pero, ¿cuál de los tres frascos
representados está más cerca y cuál, más lejos? Esto es imposible de determinar
mientras miremos simplemente la figura.
Pero este problema es fácil de resolver si recurrimos al estereoscopio o a la
visión estereoscópica, sin aparato, de que hemos hablado anteriormente. En
estas condiciones se ve claramente, que, de los tres frascos, el que está en el
extremo izquierdo se encuentra bastante más lejos que el del centro, y éste, a
su vez, más lejos que el de la derecha. La relación efectiva entre las
dimensiones de los frascos se muestra en la figura de la derecha.
Aún más sorprendente es el caso que tenemos en la fig. 130, abajo. En ella
vemos la reproducción de una fotografía que representa unos jarrones, unas
velas y un reloj. En ella, los dos jarrones y las dos velas parecen tener
idénticas dimensiones. Pero en realidad, tanto entre aquéllos como entre éstas,
hay una gran diferencia: el jarrón izquierdo es casi dos veces más alto que el
derecho, y la vela izquierda es mucho más baja que el reloj y que la vela
derecha.
Al observar estereoscópicamente estas reproducciones se descubre inmediatamente
la causa de esta metamorfosis: los objetos no se encuentran alineados, sino
colocados a diferentes distancias. Los mayores están más lejos y los menores,
más cerca.
Las ventajas de la visión estereoscópica "binocular", sobre la
"monocular", se ofrecen aquí de forma convincente.
Un Procedimiento Fácil Para Descubrir Falsificaciones
Tenemos dos dibujos exactamente iguales, por ejemplo, dos cuadrados negros
iguales. Cuando los miramos a través del estereoscopio vemos un cuadrado, que
no se diferenciará en nada de cada uno de los cuadrados por separado. Si en el
centro de cada cuadrado hay un punto blanco, este punto resultará también en el
cuadrado que vemos por el estereoscopio. Pero en cuanto este punto esté un poco
desviado del centro en uno de los cuadrados, se obtiene un efecto bastante
inesperado: en el estereoscopio se seguirá viendo un punto, lo mismo que antes,
pero este punto... ¡no se encontrará en el mismo plano que el cuadrado!, sino
delante o detrás de él. La más mínima diferencia entre los cuadrados es
suficiente para provocar, por medio del estereoscopio, la sensación de
profundidad.
Este hecho proporciona un procedimiento fácil de descubrir falsificaciones en
los billetes de banco y en otros documentos. Basta colocar en el estereoscopio
el billete sospechoso, junto a otro verdadero, y quedará descubierta la
falsificación, por muy hábil que ésta sea.
La más insignificante diferencia en una letra o en un trazo, salta
inmediatamente a la vista, puesto que esta letra o trazo parecerá encontrarse
delante o detrás del fondo restante. Esta idea, expresada por primera vez a
mediados del siglo XIX por Dove, no es aplicable a todos los billetes de banco
modernos, debido a que las condiciones técnicas de su impresión son tales, que
los ejemplares obtenidos no dan en el estereoscopio la sensación de imagen
plana, incluso cuando los billetes son buenos. Pero el procedimiento de Dove
sirve perfectamente para distinguir dos impresiones hechas con una misma
composición tipográfica de otra realizada con una composición de tipos nueva.
Vista de Gigantes
Cuando un objeto se encuentra muy lejos de nosotros (a más de 450 m), la
distancia entre nuestros ojos no puede hacer ya que se produzcan diferentes
impresiones visuales. Por esto, los edificios, las montañas y los paisajes
lejanos nos parecen planos.
Fig. 131. Anteojo estereoscópico. |
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Esta es también la causa de que nos parezca que todos los
cuerpos celestes están a la misma distancia, a pesar de que la Luna se encuentra
mucho más cerca que los planetas y éstos, inconmensurablemente más cerca que
las estrellas fijas. En general, para todos aquellos objetos que se encuentran
a más de 450 m de distancia, perdemos totalmente nuestra facultad de apreciar
directamente el relieve. Estos objetos resultan iguales para nuestros dos ojos,
puesto que los 6 cm, que separan entre sí sus dos pupilas, son una distancia
insignificante comparados con los 450 m. Está claro, que las fotografías
estereoscópicas sacadas en estas condiciones serán idénticas y, por
consiguiente, no podrán dar en el estereoscopio la sensación de relieve.
Pero esto tiene fácil remedio: hay que fotografiar los objetos lejanos desde
puntos situados entre sí a una distancia mayor que la que separa normalmente
nuestros ojos. Al mirar estas fotografías por el estereoscopio, veremos un
paisaje igual que el que veríamos si la distancia entre nuestros ojos fuera
mucho mayor que la normal. En esto consiste el secreto de la obtención de
fotografías estereoscópicas de paisajes. Generalmente, estas fotos se miran a
través de prismas de aumento (con lados convexos), con lo cual, vemos estas
vistas estereoscópicas a tamaño natural y el efecto que producen es
sorprendente.
Fig. 132. Prismáticos. |
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El lector se habrá dado cuenta, probablemente, de que sería
posible construir un sistema de dos anteojos de larga vista, a través de los
cuales podríamos ver el relieve de un paisaje cualquiera, a tamaño natural, sin
necesidad de hacer fotografías. Estos aparatos, denominados anteojos
estereoscópicos, existen. Constan de dos tubos, separados entre sí por una
distancia mayor que la que separa normalmente los ojos. Las dos imágenes que
percibimos a través de estos aparatos, llegan a los ojos después de refractarse
en unos prismas (fig. 131). La sensación que produce mirar por uno de estos
anteojos es tan extraordinaria, que no es fácil describirla. Parece que cambia
toda la naturaleza. Las lejanas montañas cobran relieve, los árboles, las
peñas, los edificios y hasta los barcos que están en el mar, sobresalen, resaltando
como si estuvieran situados en un espacio infinito y no en una pantalla plana.
Vemos directamente cómo se mueve un barco lejano, que parecería quieto si lo
mirásemos con un anteojo común. Así verían nuestros paisajes terrenales los
gigantes fabulescos.
Si los anteojos proporcionan un aumento de 10 veces y la distancia entre los
objetivos es 6 veces mayor que la normal entre las pupilas (es decir, igual a
6,5 x 6 = 39 cm), la imagen percibido será 6 x 10 = 60 veces más plástica que
la que observamos a simple vista. Esto se refleja en que, hasta los objetos que
se encuentran a 25 km revelan aún cierto relieve.
Este tipo de anteojos es imprescindible para los agrimensores, marinos,
artilleros y exploradores, sobre todo si van provistos de graduación para medir
las distancias (telémetros estereoscópicos).
Los gemelos prismáticos también producen este efecto, ya que la distancia entre
sus objetivos es mayor que la que separa los ojos (fig. 132). En los gemelos de
teatro se procura lo contrario, es decir, disminuir la distancia entre los
objetivos, para que de esta forma sea menor el relieve y evitar que se note la
colocación de los bastidores.
El Universo en el Estereoscopio
Si dirigimos un anteojo estereoscópico hacia la Luna o hacia cualquier otro
cuerpo celeste, no notamos ningún relieve. Esto era de esperar, puesto que las
distancias celestes son demasiado grandes incluso para estos anteojos. ¿Qué
representan los 30-50 cm, que separan entre sí los objetivos de este aparato,
en comparación con la distancia que hay desde la Tierra a los planetas? Y
aunque fuera posible construir un aparato, en el cual la distancia entre los
tubos fuera de decenas o centenares de kilómetros, tampoco notaríamos ningún
efecto estereoscópico al observar con él los planetas, separados de nosotros
por decenas de millones de kilómetros.
Pero también aquí viene a ayudarnos la fotografía estereoscópica. Supongamos
que ayer fotografiamos un planeta cualquiera y que hoy volvemos a hacerlo.
Ambas fotografías estarán hechas desde un mismo punto de la Tierra, pero desde
distintos puntos del sistema solar, puesto que la Tierra, durante el día
transcurrido tuvo tiempo de recorrer millones de kilómetros por su órbita.
Estas fotografías, como es lógico, no serán idénticas y si las colocamos en el
estereoscopio, veremos una imagen que no será plana, sino en relieve.
Por consiguiente, podemos aprovechar el movimiento de la Tierra por su órbita
para obtener fotografías de los cuerpos celestes desde dos puntos muy alejados
entre sí. Estas fotografías serán estereoscópicas. Imaginaos un gigante, con la
cabeza tan enorme, que la distancia entre sus ojos midiera millones de kilómetros,
y comprenderéis qué resultados tan extraordinarios consiguen los astrónomos
valiéndose de la fotografía estereoscópica celeste Al examinar las fotografías
estereoscópicas de la Luna, vemos claramente cómo su imagen se redondea. Parece
como si el cincel mágico de un escultor gigantesco, animara los planos y
muertos bloques. El relieve se ve tan claro, que hasta se ha conseguido medir
la altura de las montañas de la Luna valiéndose de estas fotografías.
En la actualidad se utiliza el estereoscopio para descubrir nuevos planetas, o
mejor dicho, los planetas pequeños (asteroides), que en gran número giran entre
las órbitas de Marte y Júpiter. Hasta hace poco tiempo, el encontrarlos era
cuestión de suerte. Ahora, basta comparar estereoscópicamente dos fotografías
de un sector dado del cielo, obtenidas en tiempos distintos. Si el asteroide se
encuentra en la prueba tomada, el estereoscopio lo distingue inmediatamente,
porque se destaca del fondo común.
El estereoscopio no distingue solamente la diferencia de situación de los
puntos, sino también su diferente brillantez. Esto proporciona a los astrónomos
un procedimiento cómodo de hallar las llamadas estrellas variables, cuyo brillo
cambia periódicamente. Si en dos fotografías del cielo una estrella cualquiera
resulta con diferente brillantez, el estereoscopio indica inmediatamente al
astrónomo esta estrella. Finalmente, se ha conseguido obtener fotografías
estereoscópicas de las nebulosas (Andrómeda y Orión). Para hacer estas fotos,
el sistema solar es demasiado pequeño, y los astrónomos se vieron obligados a
aprovechar el desplazamiento de nuestro sistema entre las estrellas. Gracias a
este desplazamiento en el espacio universal, podemos observar el firmamento
desde nuevos puntos de vista, y cuando transcurre un espacio de tiempo
suficientemente grande, esta diferencia puede hacerse apreciable incluso para
el aparato fotográfico. De esta forma tenemos la posibilidad de hacer
fotografías entre las que medie un largo intervalo de tiempo y mirarlas a través
del estereoscopio.
La Vista con Tres Ojos
No penséis que este tercer ojo es un lapso, como aquél de la tercera oreja, en
labios del emocionado Iván Ignatievich de "La hija del capitán",
cuando decía:
"El a usted en los morros, mientras que usted a él en una oreja, en la
otra, en la tercera, y... despejen". Nosotros vamos a hablar efectivamente
de cómo se puede ver con tres ojos.
¿Ver con tres ojos? ¿Pero se puede acaso adquirir un tercer ojo? Pues, sí,
vamos a hablar precisamente de esta forma de ver. La ciencia es impotente para
dar al hombre un tercer ojo, pero tiene poder suficiente para darle la
posibilidad de ver los objetos como los vería un ser que tuviera tres ojos.
Comencemos diciendo, que una persona que haya perdido un ojo, puede
perfectamente mirar fotografías estereoscópicas y recibir de ellas la impresión
de relieve que directamente no puede percibir. Para esto hay que proyectar
sobre una pantalla, cambiándolas rápidamente, las fotografías destinadas al ojo
derecho y al izquierdo. En este caso, lo que una persona con dos ojos ve
simultáneamente, la que tiene un ojo solo lo ve de forma sucesiva y rápidamente
cambiante. Pero el resultado que se obtiene es el mismo, porque las impresiones
visuales, al cambiar rápidamente, se confunden en una sola imagen, de igual
manera que ocurre cuando se ven a un mismo tiempo. Es posible que el asombroso
relieve que se nota en algunas películas cinematográficas se explique, además
de por las causas indicadas anteriormente, por el efecto a que ahora nos
referimos: porque si el tomavistas se balancea acompasadamente (como suele
ocurrir al funcionar el mecanismo de arrastre de la película), las fotografías
no resultan idénticas, y al sucederse rápidamente en la pantalla, se confunden
en nuestra conciencia formando una imagen en relieve.
Pero si esto es así, una persona con dos ojos puede ver simultáneamente, con un
ojo, dos fotografías que se cambian rápidamente, y con el otro, una fotografía
más, tomada desde un tercer punto.
En otras palabras, del objeto en cuestión se sacan tres fotografías,
correspondientes a tres puntos diferentes, como si fuera visto por tres ojos.
Después, se hace que dos de estas fotografías se sucedan rápidamente, actuando
sobre un ojo del observador. Al sucederse rápidamente, sus impresiones se
confunden en una imagen compleja en relieve. A esta imagen se suma una tercera
impresión, la del otro ojo, el cual mira la tercera fotografía.
En estas condiciones, aunque miremos solamente con dos ojos, recibiremos una
impresión exactamente igual que si mirásemos con tres. En este caso el relieve
alcanza su grado máximo.
¿Qué es el Brillo?
La fotografía estereoscópica que reproducimos en la fig. 133 representa dos
poliedros: uno, negro sobre blanco, y otro, blanco sobre negro. ¿Qué veríamos
si mirásemos estos dos dibujos en el estereoscopio? Algo difícil de adivinar.
He aquí lo que dice sobre esto el físico alemán del siglo pasado Helmholtz:
Fig. 133. Brillo estereoscópico. Cuando estos dibujos se miran por el estereoscopio y se confunden, vemos la imagen de un cristal brillante sobre fondo negro. |
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"Cuando en un cuadro estereoscópico un plano
cualquiera se representa en blanco y en el otro en negro, la imagen conjunta
parece brillante, incluso si el papel en que está hecho el dibujo es mate.
Los dibujos estereoscópicos de los modelos de cristales (hechos de esta forma)
dan la impresión de que dichos modelos son de grafito brillante. Gracias a este
mismo efecto, en las fotografías estereoscópicas suele salir muy bien el brillo
del agua, de las hojas, etc."
En un libro, que aunque antiguo no ha perdido actualidad, del gran fisiólogo
ruso Séchenov, titulado "Fisiología de los órganos sensoriales. La
vista" (1867), encontramos una explicación magnífica de este fenómeno.
Dice así: "En los experimentos de conjugación estereoscópica artificial de
superficies desigualmente iluminadas o pintadas, se repiten las condiciones
reales que producen la visión de los cuerpos brillantes. ¿En qué se diferencia
realmente una superficie mate de otra brillante (pulimentada)?
En que la primera refleja la luz difundiéndola en todos los sentidos, por lo
que a nuestros ojos les parece que está siempre igualmente iluminada, aunque la
miremos desde lados distintos, mientras que la superficie pulimentada refleja
la luz en una dirección determinada, por lo que pueden darse casos en que un
ojo del hombre, al mirar esta superficie, reciba de ella muchos rayos
reflejados, mientras que el otro ojo no recibe casi ninguno (estas condiciones
son las que corresponden precisamente al caso de la conjunción estereoscópica
de una superficie blanca con otra negra). Los casos en que la luz reflejada se
distribuye desigualmente entre los ojos (es decir, en que un ojo recibe más
rayos que el otro), al mirar las superficies pulimentadas brillantes, son,
evidentemente, inevitables.
El lector puede ver de esta forma, que el brillo estereoscópico es una
demostración en favor de la idea, según la cual, la experiencia juega un papel
de primer orden en el acto de la conjunción estereoscópica de las imágenes en
un cuerpo. La lucha entre los campos visuales cede su puesto a la idea firme,
en cuanto el órgano de la vista, educado por la práctica, tiene la posibilidad
de relacionar la diferencia entre dichos campos con cualquier caso conocido de
visión real".
Por consiguiente, la causa de que veamos el brillo (o por lo menos, una de las
causas), es la diferencia de claridad existente entre las imágenes percibidas
por el ojo derecho y las percibidas por el izquierdo. Sin el estereoscopio
hubiera sido difícil descubrir esta causa.
La Visión con un Movimiento Rápido
Hemos dicho con anterioridad, que imágenes diferentes de un mismo objeto,
confundiéndose en nuestra retina al sucederse rápidamente, nos producen la
sensación visual de relieve.
Se plantea una pregunta: ¿ocurre esto únicamente cuando las imágenes son
móviles y el ojo que las percibe está inmóvil, o se observa esto mismo cuando
las imágenes son fijas y el ojo que las percibe se mueve rápidamente? Como era
de esperar, en este último caso también se produce el efecto estereoscópico.
Probablemente, muchos lectores habrán tenido ocasión de observar, que los
cuadros cinematográficos tomados desde un tren a gran velocidad, revelan un relieve
extraordinario, comparable con el que se obtiene en el estereoscopio.
Directamente también podemos convencernos de esto, siempre que prestemos
atención a las impresiones visuales que percibimos cuando viajamos en
ferrocarril o en automóvil a considerable velocidad.
Los paisajes que observamos en esas condiciones destacan por su gran efecto
estereoscópico, que separa sensiblemente el primer plano del fondo. La
sensación de profundidad aumenta considerablemente, extendiéndose a lo lejos
más de los 450 m de la visión estereoscópica del ojo inmóvil.
¿No es ésta la causa de esa agradable impresión que sentimos al contemplar el
paisaje desde un tren en marcha rápida? El fondo parece que retrocede, y
podemos ver perfectamente el enorme cuadro de la naturaleza que se extiende
alrededor nuestro.
Cuando pasamos rápidamente por un bosque, en un automóvil, esta misma causa
hace que percibamos cada árbol, cada rama, cada hoja, de forma perfectamente
delimitada en el espacio, separadamente, sin que se confundan en un todo como
el que ve el observador inmóvil. Y cuando viajamos de prisa por la carretera de
un país montañoso, todo el relieve del suelo se percibe a simple vista. Las
montañas y los valles se ven con una plasticidad tangible. Todo esto está
también al alcance de las personas que sólo tienen un ojo, para las cuales
todas estas impresiones son completamente nuevas y desconocidas. Ya hemos
dicho, que para ver en relieve no es imprescindible, como se piensa
generalmente, la percepción simultánea de dos cuadros diferentes por los dos
ojos. La visión estereoscópica se consigue también con un solo ojo, cuando los
diferentes cuadros se confunden al combinarse con suficiente rapidez. Esto
explica el sensible efecto estereoscópico de las vistas cinematográficas tomadas
desde un tren, cuando éste recorre una curva y los objetos fotografiados se
encuentran en la dirección del radio de dicha curva. Este "efecto
ferroviario" es bien conocido por los operadores de cine.
No hay nada más fácil que comprobar lo que acabamos de decir. Para esto no se
necesita más que prestar un poco de atención a las impresiones que percibimos
cuando vamos en un tren o en un autobús. Es posible, que al hacerlo así nos
demos cuenta de otro fenómeno sorprendente, sobre el cual escribía Dove hace
más de cien años (en realidad nos parece nuevo todo aquello de que nos hemos
olvidado): los objetos próximos que vemos pasar junto a la ventanilla nos
parecen más pequeños. Este hecho se explica por una causa que tiene muy poco de
común con la visión estereoscópica y que consiste en que, al ver lo de prisa
que se mueven los objetos, nos parece, erróneamente, que deben estar más cerca.
Y, naturalmente, si el objeto está más cerca como inconscientemente pensamos -,
tiene que ser en realidad menor de lo normal, para que sus dimensiones puedan
parecernos iguales a las de siempre. Esta explicación se debe a Helmholtz.
Con Gafas de Color
Si miramos a través de un vidrio rojo unas letras escritas sobre papel blanco,
con un lápiz también rojo, veremos solamente un fondo rojo homogéneo. Las
letras rojas serán invisibles, porque se confunden con el fondo rojo. Pero si a
través de este mismo vidrio miramos unas letras de color celeste escritas sobre
papel blanco, veremos claramente unas letras negras escritas sobre fondo rojo.
La explicación de por qué vemos negras estas letras, es fácil. El vidrio rojo
no deja pasar los rayos celestes (por eso es rojo, porque únicamente deja pasar
los rayos rojos); por consiguiente, en el sitio de las letras celestes tenemos
que notar una carencia de color, es decir, ver unas letras negras.
Esta propiedad de los vidrios de color sirve de base a los llamados anáglifos,
los cuales son unos cuadros impresos por un procedimiento especial, que
producen un efecto análogo al de las fotografías estereoscópicas. En los
anáglifos, las imágenes correspondientes a los ojos derecho e izquierdo, se
imprimen una sobre otra, pero con tintas diferentes, es decir, una con tinta
celeste y la otra con tinta roja.
Para ver una imagen negra en relieve, en lugar de estas dos imágenes en color,
no hay más que mirarlas con unas gafas a propósito. En este caso, el ojo
derecho, a través de un vidrio rojo, verá solamente la impresión celeste, o
sea, la que corresponde al ojo derecho (la cual no será percibida por éste como
de color, sino como negra), mientras que el ojo izquierdo, a través de un
vidrio celeste, verá también una sola imagen, la roja que será precisamente la
que a él le corresponde. Tenemos, pues, las mismas condiciones que en el
estereoscopio, y, por lo tanto, el resultado debe ser el mismo, es decir,
recibir la sensación de relieve.
Las Maravillas de las Sombras
En el principio que acabamos de examinar se basa también el efecto de las
"maravillas de las sombras" que algunas veces se muestran en los
cines.
Estas "maravillas" consisten en que las sombras de las figuras
móviles que se proyectan sobre la pantalla son percibidas por el público
(provisto de gafas bicolores) como cuerpos voluminosos que sobresalen de la
pantalla hacia adelante. Esta ilusión se consigue empleando el efecto de la
estereoscopía bicolor. El objeto, cuya sombra se quiere mostrar, se coloca
entre la pantalla y dos focos luminosos (uno rojo y otro verde) próximos entre
sí. De esta forma, en la pantalla se proyectan dos sombras coloreadas (una roja
y otra verde) que se cubren entre sí. El público no mira estas sombras
directamente, sino a través de gafas con cristales planos rojos y verdes.
Como hemos dicho antes, en estas condiciones se produce la sensación de
imágenes voluminosas, que sobresalen por delante de la pantalla plana. La
ilusión que se consigue con las "maravillas de las sombras" es
extraordinariamente interesante. Hay veces, en que un objeto lanzado parece que
vuela hacia el público, o que una araña gigantesca anda por los aires sobre
aquél, obligándole a gritar involuntariamente o a volverse de espaldas.
Fig. 134. El secreto de las "maravillas de las sombras". |
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Los aparatos que se necesitan para esto son muy simples, y
el esquema de su disposición se comprende fácilmente examinando la fig. 134, en
la cual, V y R indican las lámparas verde y roja respectivamente (a la
izquierda); P y Q son los objetos colocados entre las lámparas y la pantalla; p
y q, con los subíndices V y R, son las sombras, coloreadas de verde o de rojo
respectivamente, de dichos objetos, proyectadas sobre la pantalla; P1 y Q1 son los
lugares en que el público ve estos objetos, cuando mira a través de los vidrios
(o del celuloide) verde (V) y rojo (R) de sus gafas. Cuando la araña artificial
se traslada por detrás de la pantalla desde Q a P, al público le parece que
aquélla recorre el espacio que hay entre Q1 y P1.
En general, cuando el objeto que hay detrás de la pantalla se acerca al foco
luminoso, aumenta la sombra que proyecta sobre aquélla y da la sensación de que
el objeto avanza desde la pantalla hacia el público. Todo aquello que al
público le parece que desde la pantalla vuela hacia él, en realidad se mueve en
dirección contraria, es decir, desde la pantalla hacia atrás, hacia el foco
luminoso.
Transformaciones Inesperadas de los Colores
Ahora es el momento oportuno para hablar de una serie de experimentos que
tuvieron mucho éxito entre los visitantes del "Pabellón de ciencia
recreativa" del parque central de Leningrado, emplazado en las islas de
Kirov. Uno de los ángulos de este pabellón estaba amoblado como una sala de
recibir. El público veía los muebles cubiertos con fundas de color naranja
oscuro, la mesa con un tapete verde y sobre ella, una botella con jugo rojo de
klukva (Baya roja del Norte. N. de la Edit.) y unas flores, y unos anaqueles
con libros, en cuyos lomos podían leerse sus títulos en letras de color.
Primeramente, todo esto se mostraba con luz blanca normal. Después, se hacía
girar un conmutador, y la iluminación blanca se tornaba roja. Esto provocaba en
la sala un cambio inesperado: los muebles tomaban color rosa, el tapete verde
se convertía en lila oscuro, el jugo de klukva se hacía incoloro y parecía
agua, las flores cambiaban de color y parecían otras y los títulos de los
libros desaparecían sin dejar rastro.
Un nuevo giro del conmutador hacía que la sala se inundara de luz verde y que
todo su aspecto cambiase por completo.
Todas estas divertidas metamorfosis ilustran muy bien la teoría de Newton sobre
la coloración de los cuerpos. La esencia de esta teoría se reduce a que, la
superficie de los cuerpos tiene siempre el color, no de los rayos que absorbe,
sino de aquellos que dispersa, es decir, de los que van a parar a los ojos del
observador. El célebre físico Tyndall, compatriota de Newton, formula esta
tesis de la forma siguiente:
"Cuando iluminamos los cuerpos con luz blanca, el color rojo se engendra
por la absorción de los rayos verdes, y el verde, por la de los rayos rojos,
mientras que los demás colores se revelan en ambos casos. Es decir, los cuerpos
se colorean de una manera negativa; su color no se debe a la adhesión, sino a
la exclusión".
El tapete verde, por consiguiente, tiene este color, cuando la luz es blanca,
porque puede dispersar principalmente los rayos verdes y los que en el espectro
se encuentran más próximos a ellos. La mayor parte de los demás rayos es
absorbida y los otros se dispersan. Si sobre este tapete se dirige una mezcla
de rayos rojos y violetas, dispersará casi exclusivamente los de color violeta
y absorberá la mayor parte de los rojos. Por esto, el ojo recibe la impresión
de que tiene color lila oscuro.
Esta es, más o menos, la causa de todas las demás metamorfosis aromáticas de
nuestra sala. Sólo queda por esclarecer la decoloración del jugo de klukva.
¿Por qué este líquido rojo parece incoloro cuando la iluminación es también
roja? La explicación se reduce a que la botella que lo contenía no estaba
puesta directamente sobre el tapete verde, sino sobre un pañito blanco que
había encima de él. Si se hubiera quitado este pañito de debajo de la botella,
se hubiera notado inmediatamente, que, con la luz roja, el líquido que contenía
no era incoloro, sino rojo. Parecía incoloro por encontrarse junto al pañito
blanco, el cual, con la luz roja tomaba este color, pero que por costumbre y
por contraste con el tapete de color oscuro seguíamos considerando blanco. Y
como quiera que el color del líquido de la botella era igual que el del pañito
supuestamente blanco, inconscientemente, también le atribuíamos al jugo el
color blanco; por eso, ante nuestros ojos este jugo se convertía en agua
incolora.
Experimentos semejantes al descrito pueden hacerse en un ambiente más modesto.
Para ello es suficiente adquirir vidrios de varios colores y mirar a través de
ellos los objetos que nos rodean. (Efectos análogos se describen en mi libro
"¿Sabe usted Física?")
La Altura del Libro
Propóngale a un amigo que indique en la pared la altura a que llegará un libro
que él mismo tenga en la mano, si este libro se pusiera de pie en el suelo.
Cuando lo haya hecho, ponga el libro en el suelo y compruebe la indicación. Se
convencerá de que la altura del libro es casi dos veces menor que la distancia
indicada.
Este experimento resulta mejor aún, si su amigo no se agacha para señalar la
altura, sino que se limita a decir de palabra el sitio de la pared en que debe
hacerse la señal. Naturalmente, este experimento se puede hacer también con una
lámpara, un sombrero, o cualquier otro objeto que estemos acostumbrados a ver a
la altura de nuestros ojos.
La causa de este error se reduce a que, todos los objetos nos parecen más
pequeños, cuando los miramos a lo largo.
Las Dimensiones de los Relojes de las Torres
El mismo error en que incurrió su amigo al determinar la altura del libro, lo
cometemos toda vez que intentamos determinar las dimensiones de los objetos que
se encuentran muy altos. En particular es muy característico el error que
cometemos al determinar las dimensiones de los relojes de las torres. Sabemos,
naturalmente, que estos relojes son muy grandes, y sin embargo, la idea que nos
hacemos de su tamaño difiere mucho de la realidad. En la fig. 135 la esfera del
famoso reloj de la Abadía de Westminster de Londres se representa sobre el
pavimento de la calle.
Fig. 135. La esfera del reloj de la Abadía de Westminster |
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Las personas parecen escarabajos en comparación con ella.
Y, si nos fijamos en la torre del reloj, que se ve al fondo, nos parece
inverosímil que los huecos que se ven en ella tengan las mismas dimensiones que
este reloj.
Blanco y Negro
Fíjese desde lejos en la fig. 136 y diga: ¿cuántos círculos negros se podrán
colocar en el espacio libre que queda entre el círculo de la izquierda y cualquiera
de los otros dos, cuatro o cinco? Lo más probable es que responda, que cuatro
círculos caben fácilmente pero que para el quinto no queda sitio.
Pero si le dicen que en este espacio caben exactamente tres círculos nada más,
no lo creerá. Si quiere convencerse de su error, coja un papel o un compás y
compruébelo.
Esta extraña ilusión que hace que las partes negras nos parezcan menores que
las blancas de igual tamaño, se denomina "irradiación", y se debe a
la imperfección de nuestro ojo, el cual, como aparato óptico, no satisface
totalmente las rígidas exigencias de la óptica. Sus medios refractores no
producen en la retina contornos tan definidos como los que se obtienen en el
vidrio esmerilado de cualquier aparato fotográfico bien enfocado.
Fig. 136. El espacio libre entre el círculo izquierdo y cualquiera de los otros parece mayor que la distancia que hay entre los bordes exteriores de los círculos de la derecha. En realidad la distancia es la misma. |
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A consecuencia de la llamada aberración esférica, cada
contorno claro se rodea de un cerco, también claro, que hace que sus
dimensiones aparezcan aumentadas en la retina del ojo. Como resultado de esto,
todas las partes blancas de una figura nos parecen siempre mayores que las
negras de igual tamaño.
En su "Ciencia de los colores", el gran poeta Goethe, que era un
atento observador de la naturaleza (aunque no siempre un físico teórico
suficientemente circunspecto), escribe sobre este fenómeno lo siguiente:
"Un objeto oscuro parece más pequeño que otro claro de las mismas
dimensiones. Si miramos simultáneamente dos círculos iguales, uno blanco sobre
fondo negro y otro negro sobre fondo blanco, este último nos parecerá menor que
el primero, aproximadamente, en 1/5 parte. Si el círculo negro se agranda en
esta proporción, nos parecerá igual que el blanco.
La Luna creciente parece corresponder a un círculo de mayor diámetro que el
resto oscuro del disco lunar, visible en algunas ocasiones (la luna de
"color ceniza". - Y.P.). Las personas parecen más delgadas cuando
visten trajes oscuros, que cuando los llevan claros. Una regla, detrás de la
cual aparece la llama de una vela, parece que tiene un hueco en este sitio. El
foco luminoso que se ve detrás del borde es el que produce este corte aparente.
El Sol, al salir y ponerse, también parece que hace un hueco en el
horizonte".
Todas estas observaciones son ciertas, a excepción de la que asegura que todo
círculo blanco parece siempre mayor que otro negro, igual que él, en una misma
proporción. En realidad, este aumento aparente depende de la distancia, desde
la cual se miran los círculos. A continuación veremos claramente por qué ocurre
así.
Alejemos de nuestros ojos la fig. 136, y veremos que la ilusión antedicha
aumenta y se hace más extraordinaria. Esto se explica, porque la anchura del
cerco adicional permanece constante, y, por consiguiente, si a corta distancia
representaba un aumento de la anchura de todo el círculo igual a un 10%, a
larga distancia, cuando la propia imagen disminuye, este mismo cerco adicional
no representará ya el 10%, sino un 30% ó un 50% de la anchura del círculo. Esta
peculiaridad de nuestro ojo se utiliza generalmente también para explicar la
extraña propiedad de la fig. 137. Esta consiste en que, cuando la miramos,
vemos una multitud de círculos blancos sobre fondo negro. Pero cuando nos
separamos del libro 2 ó 3 pasos (ó 6-8 pasos los que tengan muy buena vista) y
miramos la figura, notaremos que ésta cambia de aspecto y que, en lugar de
círculos, vemos hexágonos blancos, parecidos a los que forman los panales de
las abejas.
Fig. 137. Desde lejos estos círculos parecen hexágonos. |
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A mí, personalmente, dejó de convencerme la explicación
que se da de esta ilusión por medio de la irradiación, desde que me di cuenta
de que los círculos negros sobre fondo blanco, desde lejos, también parecen
hexágonos (fig. 138), a pesar de que la irradiación, en este caso, no aumenta,
sino que disminuye el tamaño de los círculos. Hay que decir, que, en general,
las explicaciones existentes sobre las ilusiones ópticas no pueden considerarse
definitivas; muchas de estas ilusiones no tienen explicación todavía (Mi librito
"Ilusiones Opticas" trata de esto más concretamente..)
¿Qué Letra es más Negra?
La fig. 139 da la posibilidad de conocer otro defecto de nuestro ojo, el
"astigmatismo". Si miramos estas letras con un ojo, lo más probable
es que no todas nos parezcan igual de negras. Fijémonos en cuál es la más negra
de todas, y pongamos la figura de lado. Ocurre un cambio inesperado: la letra
que era más negra parece ahora gris, mientras que es otra la que parece más
negra.
Fig. 138. Estos circulitos negros también parecen hexágonos desde lejos. |
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Fig. 139. Cuando miramos estas letras con un ojo, una de ellas nos parece más negra que las restantes. |
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En realidad, las cuatro letras son igual de negras. La
única diferencia entre ellas es la dirección del rayado. Si nuestro ojo
estuviera construido tan perfectamente como los objetivos fotográficos, la
dirección del rayado no influiría en la negrura de las letras. Pero nuestro ojo
no refracta los rayos de luz exactamente igual en todas direcciones. Esta es la
causa de que no podamos ver con la misma claridad las líneas verticales,
horizontales y oblicuas.
Son raras las personas cuyos ojos no tienen este defecto, pero en algunos
casos, el astigmatismo alcanza un grado tan alto, que entorpece la vista y
amenaza su agudeza. Las personas que padecen este mal, se ven obligadas a usar
gafas especiales, para poder ver con claridad.
Los ojos suelen tener otros defectos orgánicos, de los cuales están exentos los
aparatos ópticos. El célebre Helmholtz, refiriéndose a estos defectos, decía lo
siguiente: "Si algún óptico intentara venderme un instrumento con estos
defectos, yo me consideraría con derecho a expresar de forma terminante su
negligencia en el trabajo, a protestar, y a devolverle el instrumento".
Pero además de estas ilusiones, debidas a defectos de la estructura del ojo,
nuestra vista sufre toda una serie de equivocaciones, cuyas causas son
completamente distintas.
Retratos Vivos
Seguramente, todos hemos visto retratos que, además de mirarnos directamente,
parece que nos siguen con sus ojos, volviéndolos hacia el lado en que nos
situamos. Esta curiosa peculiaridad se conoce desde hace mucho tiempo y fueron
muchos los que siempre la consideraron misteriosa. Algunas personas nerviosas
llegan a asustarse de esta mirada. Gogol, en "El Retrato", describe
perfectamente uno de estos casos.
"Los ojos se clavaron en él, como si no quisieran ver otra cosa... El
retrato, sin reparar en nada, mira fijamente, mira como si quisiera verle las
entrañas ..."
Fig. 140. La figura tomada del cartel. |
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Existen muchas leyendas supersticiosas relacionadas con
esta enigmática particularidad de los ojos de los retratos (recordemos "El
retrato"), y, sin embargo, su clave se reduce a una simple ilusión óptica.
Todo se explica por el hecho de que, en todos estos retratos, las pupilas se
encuentran en el centro de los ojos. Así es como estamos acostumbrados a ver
los ojos de las personas que nos miran fijamente. (Cuando miran a otra parte,
aunque la mirada pase cerca de nosotros, nos parece que la pupila, como todo el
iris, no se halla en el centro del ojo, sino que está un poco desviada.) Si nos
apartamos a un lado del retrato, sus pupilas no cambian de posición, es decir,
siguen estando en el centro del ojo. Y como, por otra parte, continuamos viendo
que todo su rostro sigue también en la misma posición con respecto a nosotros,
como es natural, nos parece que el retrato ha vuelto la cabeza hacia nuestro
lado y que nos sigue con los ojos.
De esta misma forma se explican otras particularidades desconcertantes de
ciertos cuadros, por ejemplo: un caballo viene directamente hacia nosotros,
aunque nos apartemos a uno u otro lado del cuadro; un hombre nos señala con el
dedo y su brazo extendido hacia adelante se dirige resueltamente hacia
nosotros, etc. Un ejemplo de estos cuadros puede verse en la fig. 140. Carteles
de este tipo se emplean frecuentemente para fines de agitación y publicidad.
Si meditamos bien la causa de semejantes ilusiones, queda claro que, no sólo no
tiene nada de asombroso, sino al contrario, sería asombroso si dichos cuadros
no tuvieran estas peculiaridades.
Las Líneas Hincadas y otras Ilusiones Opticas
A primera vista, el grupo de alfileres dibujados en la fig. 141 no tiene nada
de particular. Pero cerremos un ojo y, levantando el libro hasta ponerlo a la
altura del otro, fijémonos en estas líneas de forma, que nuestra mirada pase a
lo largo de ellas. (El ojo debe situarse en el punto de intersección de las
prolongaciones de las rectas).
En estas condiciones, parece que los alfileres no están dibujados en el papel,
sino hincados verticalmente en el mismo. Desviando la cabeza un poco hacia un
lado, veremos cómo parece que los alfileres se inclinan hacia este mismo lado.
Esta ilusión se explica por las leyes de la perspectiva. Las líneas están
dibujadas de la forma que deben proyectarse sobre el papel los alfileres
clavados verticalmente, cuando se miran por el procedimiento descrito
anteriormente.
La facilidad de incurrir en ilusiones ópticas no debe considerarse únicamente
como un defecto de nuestra vista. Esta facilidad tiene un lado positivo, del
cual nos olvidamos con frecuencia. Es el caso, que si nuestro ojo no fuera
capaz de caer en ninguna clase de ilusiones, no existiría la pintura y nos
veríamos privados del placer que proporcionan las artes plásticas. Los pintores
aprovechan eficazmente estos defectos de nuestra vista.
"En estas ilusiones se basa todo el arte de la pintura - escribía Euler,
el genial científico del siglo XVIII, en sus célebres "Cartas sobre
diversas materias físicas" -. Si estuviéramos acostumbrados a juzgar las
cosas por su realidad misma, este arte (es decir, la pintura) no podría
existir, lo mismo que no existiría si todos fuéramos ciegos. El pintor agotaría
en vano su arte mezclando los colores. Nosotros podríamos decir: esta tablilla
representa una mancha roja, otra azul, otra negra y allí varias líneas
blanquecinas. Todo esto se encontraría en un plano, sin que se notara
diferencia de distancias ni fuera posible representar ni un solo objeto.
Todo cuanto hubiera pintado en el cuadro, nos parecería igual que un escrito en
un papel. .. Con toda nuestra perfección, ¿no seríamos dignos de lástima al
vernos privados del placer que produce cada día un arte tan útil y agradable?
Fig. 141. Colocando un ojo (después de cerrar el otro) en el punto de intersección de las prolongaciones de estas líneas, puede verse una serie de alfileres hincados en el papel. Si movemos el dibujo de un lado para otro, parece que los alfileres se balancean. |
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Fig. 142. Estas letras están derechas. |
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Fig. 143. Las curvas de esta figura parecen espirales, pero son circunferencias. Para convencerse basta seguirlas con un palillo afilado. |
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Fig. 144. La distancia AB es igual a la AC, aunque la primera parece mayor. |
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Fig. 145. La línea oblicua que corta estas franjas parece quebrada. |
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Fig. 146. Estos cuadrados y estos círculos son iguales respectivamente. |
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Fig. 147. En los puntos de intersección de las franjas blancas de esta figura aparecen y desaparecen unas manchitas grisáceas cuadradas, aunque en realidad las franjas son completamente blancas en toda su longitud. La comprobación puede hacerse tapando con un papel las filas contiguas de cuadrados negros. |
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Fig. 148. En los cruces de las franjas negras aparecen manchitas grisáceas. |
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Existen muchas ilusiones ópticas. Se puede llenar todo un álbum con diferentes
ejemplos de estas ilusiones (En mi librito, antes mencionado, "Ilusiones
Opticas" figuran más de 60 tipos diferentes). Muchas de ellas son
conocidas por todos, otras no. En las figs. 142-148 se dan varios ejemplos más
de ilusiones ópticas poco conocidas. Producen ilusiones de gran efecto las fig.
142 y 143, con líneas sobre fondo cuadriculado. Nuestros ojos no pueden creer
que las letras de la fig. 142 estén derechas. Aún es más difícil reconocer, que
lo que representa la fig. 143 no son espirales. Para convencerse de ello hay
que recurrir a la comprobación, es decir, colocar la punta de un lápiz en una
de las ramas de la supuesta espiral y seguir la curva sin acercarse ni alejarse
del centro.
Exactamente lo mismo ocurre con la fig. 144, en la cual, solamente con ayuda de
un compás, podemos convencernos de que la recta AC no es más corta que la AB.
La esencia de las demás ilusiones, producidas por las fig. 145, 146, 147 y 148,
se explica en los pies de las mismas. El caso que referimos a continuación da
idea de la fuerza ilusoria de la fig. 147. El editor de una de las ediciones
anteriores de mi libro, cuando recibió de la cincografía la prueba de este
cliché, la consideró defectuosa, y ya estaba dispuesto a devolverla al taller,
para que eliminaran las manchitas grises de las intersecciones de las franjas
blancas, cuando casualmente entré yo en su despacho y le expliqué la causa.
¿Cómo ven los Miopes?
Las personas con vista normal saben que los miopes sin gafas ven mal, pero
tienen una idea muy vaga de qué es lo que éstos ven y cómo perciben los
objetos. Sin embargo, los miopes son muchos y, por lo tanto, no está de más
saber cómo perciben el mundo que los rodea.
Ante todo, el miope (sin gafas) no ve nunca contornos bien definidos. Para él,
todos los objetos tienen los contornos borrosos. Una persona con vista normal,
cuando mira un árbol, distingue cada una de sus hojas y ramas dibujándose
claramente sobre el fondo del cielo. El miope no ve más que una masa verde
informe, sin contornos realmente definidos; para él no existen pequeños
detalles.
Para los miopes, los rostros de las personas suelen ser más jóvenes y
atractivos que para las personas de vista normal; porque ellos no notan las
arrugas ni los demás pequeños defectos de la cara, y el rudo color rojo
(natural o artificial) de la piel, les parece suavemente encarnado. A veces nos
asombramos de la ingenuidad de algunos conocidos que se equivocan en cerca de
20 años al calcular la edad de ciertas personas, o nos extraña lo raro de sus
gustos al apreciar la belleza, o les tachamos de inseguros, cuando nos miran fijamente
a la cara y parece que no quieren reconocernos. Todo esto suele deberse a la
miopía.
"En el liceo - recuerda el poeta Delvig, contemporáneo y amigo de Pushkin
- me prohibieron usar gafas, pero todas las mujeres me parecían admirables;
¡qué desilusión sufrí después, al terminar!" Cuando un miope sin gafas
habla con nosotros, por lo general no ve nuestro rostro, o por lo menos, lo que
ve no es lo que nosotros suponemos. Ante él no hay más que una imagen borrosa,
por eso no tiene nada de particular, que, si nos volvemos a encontrar al cabo
de una hora, no nos reconozca. La mayoría de los miopes reconocen a las
personas, más que por su aspecto exterior, por su voz, es decir, la falta de
vista se compensa con la sutileza del oído.
También es interesante esclarecer cómo los miopes ven el mundo de noche. Con el
alumbrado nocturno, todos los objetos resplandecientes, como faroles, lámparas,
ventanas alumbradas, etc., se agrandan para el miope, hasta alcanzar
dimensiones enormes, convirtiendo el cuadro general en un caos de
resplandecientes y deformes manchas y de oscuras y borrosas siluetas. En lugar
de una serie de faroles alineados, el miope ve en la calle dos o tres enormes
manchas brillantes que tapan todo el resto de la calle. Cuando se aproxima un automóvil,
los miopes no lo distinguen; solamente ven dos auréolas resplandecientes (los
faros) y detrás de ellos una mancha oscura.
Hasta el aspecto del cielo nocturno es diferente para los miopes. Estos ven
únicamente las estrellas de las tres o cuatro primeras magnitudes, es decir, en
lugar de varios millares de estrellas, distinguen nada más que varios cientos.
Pero estas pocas estrellas les parecen grandes bolas luminosas. La Luna se
ofrece al miope enorme y muy cercana, y la media Luna toma para él una forma
más compleja y fantástica.
La causa de todas estas deformaciones y presuntos aumentos de las dimensiones
de los objetos se encuentra, naturalmente, en la estructura del ojo. El ojo
miope es demasiado profundo, hasta tal punto, que sus partes refractarias hacen
que converjan los rayos procedentes de los objetos, no en la misma retina, sino
un poco antes de llegar a ella. Por esto, a la retina, que cubre el fondo del
ojo, llegan ya haces de rayos divergentes, que producen en ella imágenes
borrosas.
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