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Los juglares eran individuos cuyo oficio (mester), era recitar o contar historias en plazas y castillos. Estos intérpretes adoptaron el nombre de juglares a partir del 1100. Sabían cantar, bailar y tocar instrumentos y a cambio de sus servicios les daban comida, vestidos o dinero. El acompañamiento musical se interpretaba generalmente con instrumentos de cuerda como la viella (violín medieval) o el laúd. A la práctica de los juglares se les conoce con el nombre de "Mester de juglaría".
La palabra juglar proviene del latín iocularis, de iocus, juego, alegría. Los juglares eran, por consiguiente, los que alegraban al auditorio con sus recitaciones, músicas ingenuas y pintorescas, (muy comunes en aquellos tiempos). Los juglares recorrían pueblos, villas, ciudades, lugares y castillos donde realizaban sus representaciones que acompañaban algunas piezas líricas, generalmente poemas cortos y canciones de gesta. La poesía compuesta o difundida por los juglares es de carácter épico, esto significa que dan a conocer hechos de interés de la historia nacional. Estos son los relatos que llamamos cantares de gesta. Estos personajes contribuyeron con su oficio a la transmisión de la literatura en un momento en que esta se basaba en la oralidad.
"Había juglares de toda condición, desde los que amenizaban las fiestas en los palacios de los reyes y grandes señores, hasta los que entretenían al pueblo en las plazas de los mercados o en los más humildes mesones."[1]
El juglar modifica, de acuerdo con el interés de su auditorio, los pasajes que recita o canta, haciendo que se destaquen aquellos que gustan más al público. Alrededor del 1300, empezaron a crear gremios en los pueblos. Los juglares eran más que nada interpretes de cantares compuestos por trovadores[2].
Según las características tradicionales de los juglares, podría compararlos con varias figuras de la actualidad. Podría asociar las particularidades de los juglares con la de los actores independientes que van con su compañía de pueblo en pueblo, contando historías y pasando la gorra. También podía relacionarlos con los circos argentinos, donde se asienta el teatro nacional. Actores de la talla de Parravicini, que vestido de manera colorida relataba historias, usando la expresión corporal y un lenguaje coloquial que lo acercaba al público. También podemos mencionar a los periodistas, que son, entre otras cosas, contadores de historias, distribuidores de información (no ya de héroes , pero sí tratan temas relacionados con personalidades famosas). Para mencionar un ejemplo, voy a nombrar a Alejandro Dolina (escritor y periodista, que sale a la medianoche por radio Continental), que es un auténtico juglar: relata historias, frecuentemente acompaña su relato con música, usa frases divertidas, y crea un ambiente de relación con sus oyentes. También podría nombrar a Serrat considerado a menudo por la crítica como "el juglar catalán"[3]
En el siglo XII se manifiesta el mester de juglaría, estilo que debe su nombre a los juglares, (caracterizados en el punto 1). Los cantares de gesta cantaban los actos heróicos. Podemos citar: Los siete infantes de Lara, Sancho II de Castilla, Roncesvalles y el Poema de Mio Cid.
Los cantares de gesta son obras épico-líricas que narran las hazañas de unos héroes. En España surgen en el siglo XII (1140, según Menéndez Pidal, fecha de producción del Cantar del Mío Cid), aunque el primer manuscrito data del siglo XIV. Hay noticias de la existencia de más cantares, pero no nos han llegado hasta hoy (se sabe por los libros de Historia: el Cantar de los Siete infantes de Lara, el de Sancho II de Castilla, el de Roncesvalles...). Estas obras eran recitadas por los juglares y como he dicho antes, el oficio de los juglares se denomina Mester de juglaría.
El Mester de juglaría posee unos métodos propios de expresión. Las obras se caracterizan por la falta de regularidad métrica (frente al Mester de Clerecía, que surgirá en el siglo XIII). Además, los juglares debían usar recursos útiles para la recitación oral:
(a) Llamadas de atención ("Si quisieseis escucharme..."): es la llamada "captatio benevolentiae": buscar la amabilidad del público, preparándolo positivamente para lo que va a oír.
(b) Repeticiones constantes:
+formales (paralelismos, anáforas, versos bimembres).
+de contenido: la imposibilidad de relectura hace necesario que el juglar repita datos para que nadie "pierda el hilo". El público sólo pagaba al juglar si le gustaba la interpretación, y para eso era necesario que se enterase bien.
(c) Predominio de las oraciones simples y coordinadas (más fáciles para recordar -y para improvisar- en la recitación).
(d) Uso del presente de indicativo: "Mío Cid cabalga" para acercar la acción a los oyentes.
(e) Uso de adverbios de presencia "Aquí veis al héroe...", para acercar la narración a los espectadores, para que parezca que todo sucede delante de sus ojos.
(f) Referencias visuales, con el mismo objetivo ya señalado.
(g) Petición de "soldada" (sueldo por la actuación).
(h) Uso abundante de la gesticulación, para darle viveza y credibilidad a lo dicho.
(i) Clichés lingüísticos, formulas preestablecidas: que se repiten a lo largo del texto y que proporcionan un pequeño margen de tiempo al juglar para pensar como era la continuación del poema.
(j) Con el propósito de ennoblecerlos el juglar dota a los personajes de cualidades excelentes mediante el epíteto épico - "el que en buen hora nació", "el bueno de Vivar", o de adjetivos caracterizadores, ponderativos o afectivos que se extienden no sólo al héroe, sino también a su mujer, a su caballo, etc.
Según el diccionario el vocablo Periplo significa:
(Del lat. periplus, y éste del gr. períplus; de peripleo, circunnavegar.) m. Circunnavegación. ú. sólo como término de geografía antigua. El PERIPLO de Nearco. // Obra antigua en que se refiere un viaje de circunnavegación. //p.ext. Viaje largo por numerosos países.
El Periplo Heroico vendría a ser el camino que debe transitar el héroe. El héroe se puede definir como "un arquetipo de excelencia, el cual se converge en un modelo de la colectividad que lo honra con su culto; ya que el personaje muestra sus esfuerzos y sufrimientos para superarse durante sus hazañas. En la literatura española el héroe épico es más humano que el caballeresco, porque el héroe de la novela de caballería esta lleno de ideales y de valores que alejan al héroe del hombre común. (...).El código de valores son todas aquellas virtudes que el héroe debe manejar para llegar a ser un modelo de conducta para el pueblo que lo rodea. Estos dones pueden ser competitivos los cuales le permiten ganar batallas y enfrentarse a sus enemigos, satisfacen el "yo" del héroe y su fuerza física. El otro tipo de virtudes que conforman a el héroe son las cooperativas, en las cuales el héroe demuestra sus sentimientos de bondad, de solidaridad, de amor a el que lo necesita; estos dones enriquecen su espíritu."[4]. El periplo heroico es la aventura del héroe. En este caso hablamos del Cid. Según Joseph Campbell existen ciertas instancias de la aventura:
Primero, el héroe abandona, voluntariamente o no, su forma de vida.
La salida implica peligros que debe superar, lo que de un modo u otro hacen más difícil la aventura.
Debe enfrentase a enemigos poderosos, a menudo "vencerse a si mismo", sobre todo a su orgullo.
El viaje del héroe es un "camino de pruebas". Estas pruebas deben superarse para poder lograr su objetivo o meta.
Encuentra, tambien, amigos, que poseen los mismo o similares valores que él.
Luego, puede lograr el objeto buscado o fracasar.
Inicia la etapa de retorno en la que se puede o no desarrollar un acontecimiento, con nuevos enemigos o amigos.
Cruza, finalmente, el umbral, llevándose un premio (un bien preciado) que puede ser individual o colectivo.
El esquema del periplo heroico se divide en 3 etapas:
1.- Etapa de separación o partida
En esta etapa hay dos rasgos característicos:
(a) El llamado de la aventura (factor originante del abandono, el destino del héroe)
(b) El cruce del umbral (el primer paso hacia lo desconocido)
2.- Etapa de las pruebas y victorias
3.- Etapa final, el regreso (cruce del umbral del regreso)
En el caso del Mío Cid el periplo consiste en las luchas (tales como el duelo Judicial o campo de la verdad, en el que el Cid derroto al Navarro Jimeno Garces u otras como las de Llantada y Golpejar ) que realiza Rodrigo Díaz de Vivar, con el fin de obtener el perdón del Rey Don Adolfo.
"El Cid encarnaba todas las virtudes y hasta todos los defectos de su raza.
Con los epitetos épicos, se realza la valentia y el arrojo que el Cid infunde a sus caballeros, dando a la historia una ambientación majestuosa. El Cid es ya para el mundo del espiritu, el heroe que encarna. Se trata de un protagonista poetico, prototipo del manido ideal caballeresco segun se concibió en la Edad Media. Surge el temple moral del heroe en quien se entroncan y juntan los más nobles atributos del alma castellana. Su llana y familiar cortesia ingenua, nos brinda la grandeza sin enfasis y la imaginación más solida que brillante, la piedad más activa que contemplativa y la ternura conyugal más honda que expresiva.
La lealtad al Monarca y la entereza para querellarse de sus desafueros por aquel realismo puro y sencillo de sus actos heroicos y humanos, en las que se van reflejando y dibujando, todas las virtudes caballerescas que constituyen el genio moral y poetico de la Raza Hispana."[5]
Voy a aplicar este esquema a un programa que no es de ficción, es un reality show: "Expedición Robinson"(2).
En el papel del héroe lo voy a colocar a Pablo, el 9 eliminado de la isla. Pablo es un estudiante de Ciencias Económicas, hijo de desaparecidos, vive solo y su meta es relacionarse con la naturaleza y personas nuevas. Quiere alejarse de su mundo para descubrir si el camino que hasta ahora hizo es el correcto y si es posible construir una nueva sociedad.
1. Etapa de partida: Deja su departamento y la facultad para ir a una isla con otros 7 desconocidos, donde deben conseguir alimento y refugio.
El llamado de la aventura (puede ser la promoción del programa, las experiencias de "E.R. 1", la convocatoria de Aol, etc)
(c) El cruce del umbral (se ve en episodio 0, donde los participantes toman el avión y llegan a la isla.)
4.- Etapa de las pruebas y victorias
Pablo logra hallar los medios para comer (pesca, caza, corta frutas, sale a investigar el terreno). Su equipo (el sur) llega casi entero a la unificación, pasan las pruebas de inmunidad y Pablo es el pilar del grupo. Se hace amigo de su grupo y enemigo del equipo norte.
Pablo empieza a ver que se tejen alianzas; como por ej. la de eliminar a los hombres o la de los chicos del norte que planean eliminar uno a uno a los del sur. Expresa su malestar con respecto al complot. Empieza así su camino de retorno. Después de desemascarar a su oponentes es expulsado de la isla.
Cruza el umbral de regreso, se despide de los chicos y vuelve sabiéndose capaz de sobrevivir a la naturaleza. Concluye diciendo que "Robinson es el espejo de la sociedad corrupta en la que vivimos". Sabe que, aunque fuese posible empezar de nuevo (desde Adán y Eva) el hombre repetiría los mismos errores.
El final se despliega cuando al regresar a Bs. As. la gente lo alienta y en la encuesta y el chat, el público lo considera un verdadero Robinson.
No es posible separar al vasallaje del régimen feudal. El Feudo era una donación territorial que recibía un vasallo del señor a cambio de su servicio militar.
El beneficiario, se convertía en "señor" y todos los que habitaban en sus tierras recibían el nombre de "vasallos". Estos debían lealtad y obediencia a su señor y éste, a su vez, se la debía al rey. Pero a partir del siglo XI, comenzó a operarse en estas relaciones un cambio muy trascendental. Los vínculos del señor (duque, conde, marqués, barón, etc.) con la monarquía se fueron debilitando y al mismo tiempo que se iban achicando los poder reales, aumentaban los de la nobleza.
Los vasallos ya no se sentían obligados a prestar su esfuerzo militar, si la ocasión llegaba, al rey sino a su señor.
Los vasallos solicitaban a su señor protección contra las incursiones enemigas y poder cultivar en paz las tierras y a cambio recibían de éste la exigencia de que cuando lo necesitara, ellos combatirían por él en todas las cuestiones que el señor feudal tuviera por conveniente.
Los documentos de la época nos dan a conocer la ceremonia en la que intervenían dos hombres, el señor y el vasallo. Uno de ellos, en actitud de total humillación, se arrodillaba frente al otro.
Este, al ser reconocido como su señor por el arrodillado, lo cogía de las manos y le ayudaba a ponerse de pie. El vasallo reforzaba su sumisión bajo juramento sobre un objeto sagrado. Esta parte de la ceremonia se entendía como la de la fe o fidelidad. Desde aquel instante ambos quedaban obligados el uno al otro de por vida. En primer lugar, quedaba establecido el compromiso de no perjudicarse el uno al otro ya que el vínculo de vasallaje era un contrato de no agresión y en prestarse mutua ayuda militar cuando las circunstancias así lo exigieran.
Así ocurría, generalmente, en todos los países y su mayor esplendor se alcanzó durante los siglos X, XI y XII. Fue luego decayendo paulatinamente, pero no quedó roto definitivamente hasta la Revolución Francesa.
Cuando un señor feudal quería proceder con las armas contra alguno de sus feudatarios, si este era propietario de tierras, hidalgo, o infanzón, tenía que desafiarle primero, esto es, declarar roto el pacto establecido entre ambos. A la inversa, cuando un vasallo quería reparar con las armas alguna ofensa recibida de su señor, tenía previamente que desnaturalizarse, o sea declararse libre del juramento de fidelidad prestado.
En realidad, este tipo de sociedad, en tiempos de guerra, formaba una cadena de dignidades. Si el rey quería emprender una campaña contra otro rey, lo primero que hacía era reclamar la ayuda de sus señores feudales y estos, la de sus vasallos. Así se formaban los ejércitos en aquellas épocas.
No hay que confundir al vasallo con un estamento inferior, el constituido por los llamados "villanos". Estos pertenecían a las capas más bajas y si el vasallo podía poseer tierras, el villano, o no las tenía, o escasas, de poca importancia. El señor feudal, por su contrato podía reclamar no sólo la ayuda militar, sino el consejo de sus feudatarios. El viliano se limitaba a trabajar y nada más.
El desarrollo del feudalismo en los siglos citados correspondía, en resumidas cuentas, a unas determinadas estructuras ecónomicas, sociales y políticas. El vasallo acostumbraba a depositar a sus hijos pequeños en la casa de su señor para que aprendieran al lado de este y se acostumbraran a amarle como si de un segundo padre se tratara.
La práctica del vasallaje no incluía, en forma alguna, deshonor, dado que ambas partes se mantenían fieles la una a la otra por su propia conveniencia. Un ejemplo de ello lo tenemos en el caso de Rodrigo Díaz de Vivar, el "Cid Campeador", que, declarándose una y otra vez vasallo del rey Alfonso, cada vez que reñía con este, estaba obligado a "desnaturalizarse" lo que no impedía que cuando tornaban a hacer las paces, rey y vasallo olvidaran sus pasadas desavenencias, siempre y cuando se sintieran precisados el uno de la ayuda del otro.
La institución feudo-vasallaica tenía, en ocasiones, grandes lazos de familia. El vasallaje, en expresión de Radolfo Ragucci constituía algo así como un "parentesco suplementario". La práctica del vasallaje no implicaba ninguna prestación degradante ya que se unían, por el honor, unos sujetos iguales en el cual uno era el señor, pero el otro no le cedía en nada en la cuestión de hidalguía. Los vasallos fueron, de hecho, una clase priviregiada, una "élite" que, al someterse militarmente al señor, escapaba a otras obligaciones materiales.
Este tipo de relaciones se extendía también a los grandes dignatarios de la Iglesia, que tenían sus propios vasallos y que, en ocasiones, no vacilaban en ponerse al frente de los ejércitos en campaña. Por ejemplo: el rey de Francia era vasallo de los monjes de San Dionisio.
Fue a finales del año 1.000 cuando la sociedad de Occidente comenzó a concebirse dividida en tres "órdenes": los trabajadores, o sea, los villanos, las gentes de oración y los combatientes. Y de ahí la costumbre de estos últimos hacia el vasallaje o feudo que eran las únicas prácticas, las guerreras, para reunirlos en torno a un jefe, el señor, liberándolos de otras prácticas menos, a su juicio, honrosas y acordes con su condición de caballeros. La idea era que, al igual que el monje se ocupaba de la oración, el caballero no necesitaba trabajar para vivir, sino que estando todo su esfuerzo encaminado a la actividad de la guerra, debían ser mantenidos por los campesinos.
La estructura económica de la época feudal, tenía un esquema más complejo del que a primera vista parece. Señores, vasallos, artesanos, como este taller de orfebrería, campesinos dependientes o no de los vasallos o del señor y, por último, la gleba o pueblo llano carente de bien alguno.
Todo feudo y en esto se basaba su poder, producía una renta constituida por cargos, y tributos impuestos a pequeños propietarios rurales, colonos y siervos sometidos a la autoridad total de su amo y señor. Esta renta procuraba a los feudatarios el tiempo que precisaban para su entrenamiento militar, de modo que siempre se encontraran preparados para prestar a su señor la ayuda que le habían prometido.
Durante la Edad Media prácticamente no existía ninguna familia que dotada de cierta riqueza, no rindiera vasallaje a otro más poderoso que ella. Y estos a su vez, los señores, eran los vasallos del rey, a cambio de lo cual se convertían en sus amigos y consejeros y se beneficiaban de privilegios. Este procedimiento duró mientras la institución monárquica fue fuerte, pero cuando por causa de las invasiones, normandas y musulmanas, sobre todo, comenzaron a debilitar a los reyes, vino a resultar que los señores feudales se consideraron a sí mismos poco menos que como soberanos independientes, hasta el punto que cuando su soberano reclamaba su auxilio para determinadas empresas, incluso llegaban a imponerle al monarca ciertas condiciones.
Los señores feudales ya lo dejaron bien claro en la contestación que dieron a determinado monarca cuando éste solicitó su ayuda: "Cada uno de nosotros vale tanto como vos y juntos, más que vos". Y todo esto trajo consigo que, al debilitarse el poder real, los señores feudales impusieran sobre la masa de campesinos su propia autoridad que llegó hasta aquello de "Señor de horca y cuchillo", lo que equivalía a decir que la vida de sus siervos dependía de él y que si le petaba ahorcar a alguno de ellos, nadie le podía pedir cuentas.
El feudo sirvió para agrupar a los caballeros en torno a sus jefes locales y encuadrar su acción militar en torno a determinada fortaleza. Pero este progresivo aumento del poder feudal iba en detrimento de la autoridad real, de modo que los reyes eran los primeros interesados en rebajarlo. Si en un principio, los monarcas utilizaron el sistema feudal, llegó un momento en que éste casi se convirtió en un peligro para ellos. En España, el quebrantamiento de el feudalismo como tal, se inició con los Reyes Católicos, una vez que, conseguida la unidad patria, para nada precisaban de la ayuda militar de los señores feudales.
El señor tenía dos obligaciones básicas para con sus vasallos: el auxilium y el consilium.
El consilium, que
podemos traducir por consejo, refleja el carácter de relación personal entre el
señor y su subordinado. De hecho, este concepto refleja muy bien el caracter de
relación personal entre dos personas. En cierto modo, el señor era una especie
de padre para con su vasallo y, como tal, suscitaba sentimientos de amor y
odio.
El auxilium era la
obligación del señor de asegurar la integridad y supervivencia de sus vasallos.
La integridad y seguridad eran obligaciones militares del señor. La
supervivencia se aseguraba entregando medios, en forma de tierras por lo
general, para que el vasallo se asegurara un sustento.
Surge así la Caballería, que tuvo sus momentos de florecimiento durante los siglos XI y XII reclutándose principalmente entre los miembros de la nobleza. La Caballería no apareció de improviso, ni fue un destello que floreció fugazmente para apagarse casi enseguida. Por el contrario, su aparición se basó en raíces muy hondas y fue el resultado de una larga evolución en la que influyeron diversos acontecimientos históricos. La Caballería, en sus orígenes y durante dos siglos, fue una noble institución que, como hemos dicho, rindió inapreciables servicios no sólo al ideal cristiano sino a la causa de la civilización occidental. Gracias a ella se hicieron posibles las Cruzadas y es innegable que la verdadera Caballería legó a las generaciones sucesivas valiosos elementos culturales y morales que se incorporaron definitivamente a la ideología contemporánea.
El dominio de los visigodos en España dura hasta el año 711, cuando un
ejército musulmán, con unos 50.000 soldados, cruzaron el estrecho de Gibraltar,
vencieron al ejército visigodo en la batalla de Guadalete, cerca de Cádiz. Rodrigo,
el último rey godo, fue derrotado pero ello no terminaría allí, en unos cuatro
años terminarían por dominar casi toda la península, convirtiendose ésta en un
emirato,
o provincia del imperio árabe, llamada Al-Andalus. Los s. VIII y XI,
significarían un creciente poderío musulmán, a pesar de que se forman núcleos
de resistencia al Norte de la península. Los territorios conquistados se van
arabizando y se independizan políticamente del imperio árabe. En el s. X
Abderramán III convierte Al-Andalus en califato independiente, con
independencia religiosa, siendo una época de gran prosperidad cultural, gracias
a las innovaciones en las ciencias y en las letras y la especial atención que
dedicaron al desarrollo de las ciudades. Las ciudades más importantes fueron
Valencia, Zaragoza, Sevilla y Córdoba, la cual llegó a ser en el s.X la mayor
ciudad de Europa Occidental, contando con 500.000 habitantes, y centro cultural
de la época. Sin embargo la decadencia llegó en el s.XI, cuando comenzaron las
pugnas entre las distintas familias reales musulmanas y el califato se desmembró en un
mosaico de pequeños reinos taifas. El movimiento de
Reconquista se hizo cada vez más fuerte, la primera derrota la tendrían los musulmanes
en Covadonga,
Asturias, de mano del Rey Pelayo en el año 722, durante estos años, sobre todo
tras la decadencia se sucedieron las victorias de los reinos del Norte.
Hasta que en el s.XIV los musulmanes españoles sólo poseían el reino de
Granada, que mantuvieron hasta finales del s.XV, cuando los Reyes Católicos lo
incorporaron a la corona de Castilla.
En el año 710, un grupo de tropas islámicas, en expansión por el Norte de Africa, reciben el encargo de participar en una guerra civil a favor de uno de los bandos. La guerra se desarrolla en la Península Ibérica entre aspirantes a la sucesión dinástica en el trono visigodo; la participación islámica será decisiva. La debilidad estructural del sistema visigodo hace que, acabada la contienda, éstos no sean capaces de controlar su propio país, en el que las tensiones sociales alejan a la base social, cada vez más, de las altas esferas; es este uno de los factores que deciden la permanencia de las tropas islámicas en la Península tras la "invasión".
Los nuevos amos de la Península practicaron una política de capitulaciones, al estilo de las que venían haciendo en los otros territorios que conquistaron en una expansión comenzada en el año 630 (año 1 de la Égira). Al igual que en otros lugares, mantuvieron las ya existentes estructuras de trabajo y tenencia de la tierra, sobre las que se coloca el organigrama islámico.
Sucesos acaecidos en la otra parte del Imperio islámico tuvieron honda repercusión en la Península: la escapatoria a la matanza de la familia Omeya de uno de sus miembros fue la base de la proclamación de el Emirato Independiente de AL-Andalus. En el año 750 Abd-al-Rhaman-Ibm-Mu'awiya consigue eludir la matanza y, con el apoyo de la clientela omeya, se refugia en Ifriquiya, desde donde pasa a AL-Andalus y, tras un paseo militar, es proclamado Emir Independiente (755). De nada sirvieron las tentativas califales por restablecer el orden en la Península, ni siquiera un pacto del Califa con Carlomagno; el Emirato Independiente sigue adelante.
El gobierno del primer Emir Independiente, más próspero que pacífico, supuso el desarrollo de la capital, Córdoba, mediante el embellecimiento de la urbe y la erección de la mezquita. Tras este primer emir independiente hubo ocho más hasta la proclamación del Califato Independiente.
Durante los siglos IX y X, existieron dos sociedades yuxtapuestas: la indígena y la arábigo-bereber. A fines del siglo IX, se observa una "feudalización" legitimada por los emires, cada vez más débiles; dentro de este proceso se inscribe el hecho de Ibn-Haffsun', que hizo al emirato controlar sólo una pequeña franja alrededor de Córdoba.
Ya en el siglo X, Abd-Al-Rhaman III comienza a reprimir los focos rebeldes y a desposeer a los señores territoriales que. Aprovechando la coyuntura, se habían hecho con multitud de prerrogativas. Siguiendo su meteórico ascenso, repliega a los reinos cristianos y en el 929 se autotitula "Califa de los creyentes" contando con el apoyo de la secta religiosa " fatimí ". Este proceso de ruptura del Imperio no está aislado: Ifriquiya sigue los pasos de AL-Andalus, lo cual no es bien visto ni por Bagdag (rompía, otra vez la unidad) ni por AL-Andalus (que veía amenazadas sus rutas comerciales del Norte de Africa).
La extensión geográfica del Califato abarcaba la mitad de la Península; los actuales reinos de León, Castilla1 Navarra y Condado de Barcelona eran vasallos de Córdoba.
Según Leví-Provenal (LEV1-PROVEN~AL,E. ; La clvilización árabe en Espafia)a mediados del siglo X la población estimada era de unos diez millones de habitantes, asentados principalmente en las zonas ribereñas y cuencas del Guadalquivir y Ebro. Por etnias podemos destacar:
GRUPO DOMINADOR:
* árabes (aristocracia califal)
* musulmanes (bereberes y conversos)
GRUPO "PROTEGIDO":
* judíos
* mozárabes (isla cultural)
El respeto islámico por judíos y cristianos nace del respeto hacia las otras religiones "de el Libro".
Al igual que durante el periodo del emirato, Córdoba centralizó la administración del califato, esta estuvo inspirada por los modelos burocráticos bagdadíes.
A la cabeza de la administración se encuentra el Califa, soberano autócrata, con pleno derecho de vida y muerte sobre sus súbditos, con capacidad de Juzgar, en última instancia, de dirigir libremente las finanzas y de acuñar moneda. Detenta atribuciones religiosas tales como presidir la oración del viernes en la Mezquita Mayor, etc.
Por debajo del Califa encontramos una gran cantidad de cargos administrativos y políticos; de entre ellos cabe destacar al Rachibb, cargo similar al de un ministro de Estado, encargado de la administración central. El Visir era el cargo político de cada ministerio y el Katib Jhass, encargado de transmitir la voluntad califal a todas las esferas de poder.
La Administración local quedaba engarzada con la Central mediante un sistema de correo, copiado de los persas. Cada provincia constaba de una capital (Hadra), en la que se encontraba la fortaleza (Qasaba) donde reside el Gobernador (Wali) nombrado por el Califa; este es el centro de un esquema administrativo muy similar al califal, pero a pequeña escala. Esta administración se mantenía en base a la recaudación de impuestos de los que, antes de ser remitidos a Córdoba, se les descontaban los gastos propios de la administración y mantenimiento de el ejército.
El ejército estaba compuesto por dos tipos de contingentes: los permanentes y los eventuales. Estos efectivos podían oscilar numéricamente entre los 35 - 75.000 hombres.
La Administración de Justicia estaba estructurada en torno a sistemas locales, cuya figura se debate entre lo religioso y lo judicial: el Cadí, al que asesora el alfaquí, auténtico experto en la ley coránica. Las sentencias de los cadís pueden ser apeladas en mayor instancia (Wali) o en última instancia (Califa), cuya sentencia es ya inapelable.
Como civilización islámica, la andalusí no escapa a las influencias religiosas que impregnan toda manifestación cultural. La religiosidad oficial estuvo regida por la escuela malikí, , cuya rigidez inspiró el rito ortodoxo omeya.
Aunque no cabe duda de que limó asperezas, la conversión al Islam nunca igualó a los dominadores y los dominados.No puede hablarse tanto de mezcla cultural como de Infiltración de elementos de la cultura arabigo-bereber en la cultura indígena, tal es el caso de las muwashahas, poemas en árabe terminados con estrofas en romance (jarchas).
La ciudad islámica (medinat), y por tanto la andalusí, se caracterizó por la irregularidad de sus manzanas; calles estrechas y quebradas, callejones ciegos, saledizos que unen los pisos superiores de casas fronterizas... Las casas musulmanas, más amplias que las cristianas, tenían pocas aberturas al exterior y se iluminaban a través de un patio interior, central y porticado. Las ciudades, frecuentemente ubicadas cerca de corrientes fluviales, estaban fortificadas, aunque las clases adineradas vivían extramuros, en residencias de campo. El concepto de "ciudad" existente en Al-Andalus rebasaba a cualquier ciudad eurepea del momento. Ocho eran las ciudades más densamente pobladas Córdoba (que parece alcanzó el millón de habitantes en sus momentos de mayor esplendor) , Sevilla, Almería, Toledo, Mallorca, Málaga y Valencia.
Todo parece indicar que "el principio del final" se encuentra en el gobierno de Almansur (978-1002) el hachib de Hishem II tuvo una meteórica carrera que le llevó a acaparar cargos y a desplazar de la corte a todo enemigo para, finalmente, trsladar la corte a Medinat Al Zahíra. Pero sin duda podemos encontrar antecedentes en el turbulento periodo que dio paso, desde el Emirato Independiente, al Califato (Ibn-Hafsun); estos antecedentes pueden ser invocados bajo el epíteto de localismos centrífugos, neutralizados durante bastante tiempo, pero que en el periodo citado de Al-Mansur éste no supo (o no quiso) detener. Los privilegios otorgados por Al-Mansur a la nobleza fueron reducidos tras su muerte, lo que provocó la guerra civil (fitna berberiyya). Para solucionar, el litigio se hizo entrar en juego a las fuerzas de los reinos cristianos del norte, lo que dio paso a la "guerra feudal contra Al~Andalus" La fitna se desarrolla entre los años 1.009-1.031. En el 1.037, un consejo de aristócratas cordobeses decidió suprimir la dignidad califal y sustituir al estado califal por una especie de repúbllca oligárquica federal" que intentará catalizar, bajo el control cordobés, a ciertos territorios que tendían a constituirse en reinos independientes: eran los tawaiff.
Frente a esta situación de descomposición se alzan voces que atraen hacia la Península a la etnia almorávide, que se erige en salvadora de Al-Andalus; sus armas: la pureza doctrinal y religiosa; consigue un momentáneo periodo de unidad y progreso que hace recuperar los territorios perdidos por el avance cristiano; pero las fuerzas centrífugas vuelven a actuar y desintegran por segunda vez, el califato. Iguales mecanismos que en el periodo anterior traen a la península a otra etnia: los almorávides. Igual fin les espera, con lo que los tawaiff volverán a hacer su aparición. La debilidad de estos pequeños reinos y la vitalidad de los reinos cristianos los harán ir cayendo, poco a poco, víctimas en muchos casos de sus rencillas.
El último de estas tawaiff sobreviviente será el de Granada, que, de manos de los RR.CC., irá viendo como se reduce su extensión hasta que en 1.492, víctima de un "ataque inesperado y no preparado) caiga, dando fin a la presencia islámica en la Península Ibérica.
[1] Nociones de Literatura española, Hispanoamericana y Argentina, Fermín Estrella Gutiérrez, Ed. Kapelusz, Buenos Aires, 1959, pág. 3, Capítulo 1.
[2] El término deriva del verbo trobar (componer versos). Originalmente, los trovadores cantaban sus poemas en la corte y a menudo celebraban competiciones o torneos musicales; más tarde contrataron a músicos itinerantes, los llamados juglares, para interpretar sus obras. El término trovador o trovero se solía usar más que nada en Francia y Provenza.
[3] Palabras que usa Álvarez Fermosel, el caballero español, en el programa RH positivo que conduce Rolando Hanglin
[4] CAMPBELL, Joseph, El héroe de las mil caras, psicoanálisis del mito, México D. F., Fondo de Cultura Económica, 1999
[5] RUSCIO, Verónica Andrea, "Las pruebas del héroe maduro. El esquema del héroe en el Cantar de Mio Cid", en Gramma, Buenos Aires, 1999, Año XI, Número 32
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