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LA EVOLUCION HUMANA
Introduccion
Fue un desarrollo biológico y cultural de la especie Homo sapiens, el ser humano actual. El estudio de la evolución del ser humano se basa en un gran número de fósiles hallados en diversos lugares de África, Europa y Asia. También se han descubierto numerosos utensilios y herramientas de piedra, hueso y madera, así como restos de fogatas, campamentos y enterramientos. A raíz de estos descubrimientos, que pertenecen al campo de la arqueología y la antropología, se ha podido realizar una reconstrucción histórica de la evolución humana durante los últimos 4 a 5 millones de años.
Rasgos físicos humanos
Los seres humanos, miembros del género Homo, están clasificados en el orden Primates, clase Mamíferos. Dentro de este orden, el ser humano pertenece a la familia Homínidos (Hominidae) en la que se incluyen, por analogías genéticas, sus antepasados extintos del género Homo y los mamíferos primates más evolucionados (los simios africanos). Sin embargo, los sistemas de clasificación ubican a los grandes simios (gorilas, chimpancés y orangutanes) en otra familia, la de los Póngidos (Pongidae). Si nos guiamos por la primera clasificación, que considera una única familia, la de los Homínidos, el ser humano como línea diferenciada pertenece a la subfamilia de los Homininos (Homininae), nomenclatura que seguiremos en este artículo.
Bipedación
Al parecer, una de las principales características de los homininos fue caminar con dos pies, fenómeno que se conoce como bipedación. Esta forma de locomoción provocó una serie de modificaciones del esqueleto en la parte inferior de la columna vertebral, en la pelvis y en las piernas. Dado que tales cambios se pueden detectar en los fósiles óseos, la bipedación por lo general se considera como el rasgo que define a la subfamilia de los Homininos.
Tamaño del cerebro y tamaño corporal
Gran parte de la capacidad humana para fabricar y utilizar herramientas y demás objetos se relaciona con el tamaño y la complejidad del cerebro. La mayoría de los seres humanos actuales tienen una capacidad craneal entre 1.300 y 1.500 cm3. En el transcurso de la evolución humana, también denominada hominización, el volumen de la masa encefálica se ha multiplicado más de tres veces; este aumento del tamaño del cerebro puede estar relacionado con los cambios de conducta de los homininos. A lo largo de los años, los útiles de piedra y demás herramientas fueron incrementando su número y complejidad. Los yacimientos arqueológicos muestran también una ocupación más intensa durante las últimas fases de la historia biológica del hombre.
Durante la evolución, las zonas geográficas habitadas por nuestros antepasados aumentaron en extensión. Los primeros grupos descubiertos en el este y sur de África comenzaron a desplazarse hacia las regiones tropicales y subtropicales de Eurasia hace un millón de años, y hacia las partes más cálidas de ambos continentes hace unos 500.000 años. Mucho después (quizá hace 50.000 años), los homininos fueron capaces de salvar la barrera marítima hasta Australia, pero, sin embargo, al Nuevo Mundo llegaron después de la aparición del hombre moderno, hace ahora unos 30.000 años. Es probable que el aumento del tamaño del cerebro formara parte de una interrelación compleja que incluía el uso y fabricación de utensilios, así como otras habilidades aprendidas, lo que permitió a nuestros antepasados adaptarse a vivir cada vez mejor en entornos muy diversos.
Los fósiles más antiguos de homininos revelan notables diferencias en cuanto al tamaño corporal, lo que puede reflejar un patrón de dimorfismo sexual en nuestros primeros antepasados. Los huesos sugieren que las mujeres pudieron medir entre 0,9 y 1,2 m de estatura y pesar entre 27 y 32 kg, mientras que los hombres medían algo más de 1,5 m y pesaban unos 68 kg. Las razones de tales diferencias corporales no están claras, pero pueden tener relación con patrones especializados de conducta en los primeros grupos sociales de los homininos. Estas grandes diferencias han ido desapareciendo progresivamente durante el último millón de años.
Cara y dientes
La tercera característica importante en el desarrollo de esta subfamilia es la disminución gradual del tamaño de la cara y de los dientes. Todos los grandes simios están dotados de enormes caninos en forma de colmillos que sobresalen claramente del resto de las piezas dentales. Los primeros fósiles homininos poseen caninos ligeramente prominentes, pero todos los posteriores presentan una notable reducción de tamaño. Además, los dientes que sirven para masticar premolares y molares han ido disminuyendo de tamaño a lo largo de los años. Estos cambios conllevan una reducción gradual del tamaño de la cara y las mandíbulas. La cara de los primeros homininos era grande y estaba situada al frente de la cavidad craneal. A medida que los dientes se redujeron y el cerebro aumentó, la cara disminuyó y varió su posición; así, la cara relativamente pequeña de los hombres modernos está situada debajo, no delante, de la mayor cavidad craneal.
Orígenes del hombre
Los testimonios fósiles de los antecesores inmediatos del hombre moderno están repartidos entre los géneros Australopithecus y Homo, que al parecer emergieron hace menos de 5 millones de años.
Durante el periodo comprendido entre los 20 y los 7 millones de años atrás, los simios se hallaban ampliamente distribuidos por el continente africano y, posteriormente, por el euroasiático. Aunque se han encontrado multitud de huesos y dientes fósiles, la forma de vida de los individuos de esta familia y sus relaciones constituyen hoy un tema de encendido debate entre los científicos. Uno de estos simios fósiles, el denominado Sivapithecus, parece compartir muchos rasgos con el actual gran simio asiático, el orangután, y es muy probable que fuera su antecesor inmediato. Sin embargo, ninguno de dichos fósiles ofrece pruebas concluyentes para ubicarlo en la línea de evolución que conduce a la subfamilia de los Homininos en general, o al género Homo en particular.
La comparación de las proteínas sanguíneas y el ADN de los grandes simios africanos con los del hombre moderno, indican que la línea de separación del hombre de sus ancestros, los chimpancés y los gorilas, se produjo en las etapas finales de la evolución. En consecuencia, muchos científicos consideran que esta escisión evolutiva pudo producirse hace unos 6 u 8 millones de años, lo que significa que el testimonio conocido de los fósiles homininos, que surge hace unos 5 millones de años, posiblemente se remonte hasta los albores de la línea del hombre moderno. Los futuros descubrimientos de fósiles tal vez permitan fijar de forma más precisa el momento en que los antecesores directos del moderno simio africano se escindieron del futuro hombre moderno, para así poder determinar el comienzo de su evolución.
El género Australopithecus
Se han descubierto fósiles del género Australopithecus en diferentes yacimientos en el este y el sureste de África. Surgido hace más de 4,5 millones de años, al parecer se extinguió hace 1 millón de años. Todos los australopitecinos mantenían una postura erguida y su forma de locomoción era bípeda; eran, por consiguiente, indiscutiblemente homininos. No obstante, en algunos detalles de sus dientes, mandíbulas y tamaño de cerebro, presentaban diferencias muy marcadas entre ellos, por lo que han sido divididos en 2 grupos: los más robustos, A. aethiopicus, A. robustus y A. boisei, y los de formas más ligeras, A. afarensis y A. africanus; en 1994 se descubrió la especie A. anamensis.
El A. anamensis fue encontrado en yacimientos de Kenia y sus fósiles han sido datados en 4 millones de años atrás. Sus dientes molares eran muy largos, con una cubierta de esmalte muy gruesa. El A. afarensis vivió en África oriental hace unos 3,7 millones de años y sus fósiles fueron descubiertos en la región Afar de Etiopía y en Tanzania. Se han hallado numerosos fósiles, incluido el esqueleto parcial de Lucy, probablemente el fósil de homínido más famoso. Los A. afarensis tenían un tamaño de cerebro ligeramente mayor que los chimpancés (entre 350 y 500 cm3). Algunos individuos poseían dientes caninos algo más prominentes que los que tendrían los homininos posteriores. No se han encontrado herramientas junto a los fósiles descubiertos.
Al parecer, hace 3 millones de años el A. afarensis evolucionó hacia un australopitecino posterior, el A. africanus, descubierto gracias a los yacimientos del sur de África. Esta especie poseía un cerebro similar al de sus antecesores; sin embargo, aunque sus dientes caninos eran todavía de gran tamaño, no eran prominentes y llegaban al mismo nivel que las demás piezas. Como en el caso del A. afarensis, no se encontraron utensilios de piedra junto a los fósiles.
Al parecer se produjo una escisión evolutiva hace unos 2,5 millones de años, ya que las pruebas fósiles revelan la presencia de al menos dos, y posiblemente hasta cuatro, especies diferentes de homininos; uno de sus segmentos evolucionó hacia el género Homo y finalmente hasta el hombre moderno, mientras que los otros se transformaron en especies australopitecinas que más tarde se extinguieron. Estas últimas incluyen al A. robustus, restringido al sur de África, y al A. boisei, que sólo se ha encontrado en África oriental. Los primeros representan una adaptación específica para comer alimentos duros como semillas y nueces, ya que su principal diferencia con el segundo grupo radica en el gran tamaño de sus dientes molares, mandíbulas y músculos maxilares. Los australopitecinos robustos se extinguieron hace 1 millón de años.
El género Homo
Aunque los científicos no se muestran de acuerdo, la mayoría cree que tras la escisión evolutiva, el A. africanus evolucionó hacia el género Homo. En tal caso, esta transición se debió producir entre los 2,7 y los 2,3 millones de años. Los fósiles de este periodo muestran una curiosa mezcla de rasgos: algunos presentan cerebros relativamente grandes llegando incluso a los 800 cm3 y dientes también de gran tamaño, similares a los de los australopitecinos; otros poseen dientes pequeños, análogos a los del Homo, pero a la vez presentan cerebros de menor capacidad del tipo australopitecino. Algunos cráneos y mandíbulas fósiles de este periodo, hallados en Tanzania, Malawi, Etiopía y Kenia, se han situado en la categoría Homo habilis, que significa hombre hábil', ya que junto a estos fósiles se encontraron herramientas de piedra. El Homo habilis contaba con muchos rasgos que le vinculan tanto con los antiguos australopitecinos como con miembros posteriores del género Homo. Sin embargo, algunos expertos creen que las diferencias entre los fósiles de este género son algunas tan extremas que habría que hablar de al menos dos especies distintas hoy representadas: el Homo habilis, propiamente dicho, y el Homo rudolfensis (nombre que proviene del lago Rudolf, antiguo lago Turkana situado en el norte de Kenia).
Los primeros utensilios de piedra encontrados proceden de yacimientos africanos fechados hace unos 2,5 millones de años; sin embargo, junto a ellos no se ha descubierto ninguna especie concreta de hominino. Los yacimientos fechados entre 2 y 1,5 millones de años atrás, situados en diferentes zonas del África oriental, no sólo incluyen multitud de utensilios y herramientas de piedra, sino también huesos de animales con marcas grabadas. Estos huesos demuestran que en aquella época los hombres comían carne, aunque se desconoce si dicho alimento se conseguía mediante la caza. Tampoco se sabe aún qué porcentaje de su dieta alimenticia procedía de alimentos vegetales y de insectos, y cuál de tejido animal. Asimismo, se desconoce si estos yacimientos corresponden a los miembros anteriores a la línea Homo o si los australopitecinos robustos eran capaces también de fabricar herramientas y de comer, al menos, algo de carne.
El fósil de un individuo de cerebro de gran capacidad y dientes pequeños, cuyo primer hallazgo corresponde a la zona norte de Kenia y que data de 1,8 a 1,9 millones de años, se ha clasificado dentro de la especie Homo erectus. La primera parte de la existencia de este Homo, como la de los homininos anteriores, se halla limitada al este de África. Más tarde, hace aproximadamente 1,5 millones de años, sus descendientes se desplazan hacia las zonas tropicales del Viejo Mundo y, al final de su evolución, en dirección a las zonas cálidas de Asia y, probablemente, Europa. Diversos yacimientos arqueológicos del Homo erectus, encontrados en los últimos años, revelan una mayor perfección en la fabricación de útiles que la observada en los yacimientos anteriores. En la cueva de Zhoukoudian, ubicada en el norte de Pekín, se encontraron fósiles de un Homo erectus que, en un principio, fue conocido como Sinanthropus pekinensis (hombre de Pekín); aquí se hallaron pruebas de que el Homo erectus había empleado el fuego. Estos datos sugieren que la conducta de los homininos se iba haciendo más compleja, desarrollando un número mayor de capacidades.
A lo largo de la vida del Homo erectus continuaron vigentes las principales orientaciones sobre su evolución. Los primeros presentaban un tamaño de cerebro parecido al de los anteriores homininos, entre 750 y 900 cm3; sin embargo, las últimas especies aumentaron su capacidad craneal hasta los 1.250 cm3. Investigaciones más recientes sugieren que descendientes de esta especie pudieron sobrevivir en algunas zonas de Asia antes de extinguirse. Fósiles de Homo erectus fueron descubiertos en dos cuevas de Java, Indonesia, y sus dientes datados hace 50.000 y 35.000 años.
Los primeros Homo sapiens
Durante el periodo comprendido entre los 300.000 y los 200.000 años atrás, el Homo erectus evolucionó hacia el Homo sapiens. Debido al carácter progresivo de su evolución, resulta difícil identificar con precisión cuándo se produjo esta transición, por lo que los científicos se han dividido clasificando los fósiles de esta época como Homo erectus tardío o como Homo sapiens.
Aunque pertenecientes al mismo género, estos primeros Homo sapiens no presentan un aspecto idéntico al del hombre moderno. Los testimonios fósiles más recientes sugieren que el hombre moderno, Homo sapiens sapiens, apareció por primera vez hace más de 90.000 años. Existe cierto desacuerdo entre los científicos acerca de si la secuencia de fósiles homininos revela un desarrollo evolutivo continuo desde la primera aparición del Homo sapiens hasta el hombre moderno. Esta discrepancia se centra sobre todo en el lugar que ocupan los fósiles de Neandertal, clasificados dentro de la línea de evolución como Homo sapiens neanderthalensis. Los hombres de Neandertal (que reciben su nombre del valle de Neander, en Alemania, donde se halló uno de los primeros cráneos) ocupaban algunas zonas de Europa y del Oriente Próximo desde hace unos 100.000 años hasta los 30.000 o 35.000, momento en que desaparecieron del registro arqueológico europeo. En otras zonas del Viejo Mundo también se han encontrado fósiles de los primeros Homo sapiens.
La discrepancia acerca del hombre de Neandertal implica asimismo el interrogante sobre los orígenes evolutivos de las poblaciones del hombre moderno y de las distintas razas. Aunque no es posible establecer una definición exacta, dado que los seres modernos presentan una variación continua de una zona geográfica a otra, las poblaciones humanas muy distantes entre sí exhiben ciertas diferencias físicas, objeto de estudio en la clasificación de las razas y en la genética de poblaciones. Estas diferencias representan adaptaciones a las condiciones ambientales locales, un proceso que según algunos científicos comenzó con la llegada del Homo erectus al Viejo Mundo hace aproximadamente 1 millón de años. En su opinión, la evolución a partir del Homo erectus ha sido continua y localizada; es decir, las poblaciones locales han ido variando su aspecto a lo largo de los años. Los hombres de Neandertal y los primeros Homo sapiens se consideran descendientes del Homo erectus y son los antepasados del hombre moderno.
Otros científicos consideran la diferenciación racial como un fenómeno relativamente reciente. Según ellos, la época en que los Neandertal vivieron, no tan reciente, y sus rasgos frente baja y abombada, cejas abultadas y cara grande carente de barbilla son demasiado primitivos como para considerarlos nuestros antepasados. Estos científicos sostienen que el hombre de Neandertal perteneció a una línea evolutiva diferente que acabó por extinguirse. Según esta teoría, los orígenes del hombre moderno hay que buscarlos en el sur de África o en Oriente Próximo. Al evolucionar, entre 200.000 y 130.000 años atrás, estos primeros hombres modernos se propagaron por todo el mundo y sustituyeron a las poblaciones más primitivas de Homo sapiens. Además de algunos restos fragmentarios de fósiles procedentes del sur de África, esta teoría está avalada por las comparaciones de su ADN con miembros de poblaciones actuales. Estos estudios sugieren que los seres humanos están genéticamente relacionados y que proceden de un único antepasado común.
Al margen del resultado de esta discusión científica, los testimonios muestran que los primeros grupos de Neandertal y de Homo sapiens fueron muy hábiles a la hora de beneficiarse de la climatología de la Europa de los periodos glaciales. Es más, por primera vez en la evolución humana, los homininos comenzaron a enterrar a sus muertos, cuyos cuerpos acompañaban con herramientas de piedra, huesos animales e incluso flores.
El hombre moderno
Aunque la aparición evolutiva de los pueblos biológicamente modernos no modificó de forma sustancial el esquema básico de adaptación que había caracterizado las primeras fases de la historia humana, sí se produjeron algunas innovaciones. Además del nacimiento del gran arte paleolítico en los territorios de Francia y España, creado por los hombres de las cavernas, algunos antropólogos defienden que fue en los últimos 100.000 años cuando se creó el lenguaje humano, desarrollo que habría de tener profundas implicaciones en todas las facetas de la actividad humana. Hace unos 10.000 años se produjo uno de los acontecimientos más importantes de la historia de la humanidad: la agricultura.
La comprensión actual de la evolución humana está basada en los estudios de los fósiles descubiertos, pero el panorama dista mucho de estar completo. Sólo los futuros descubrimientos permitirán a los científicos cubrir las grandes lagunas en la concepción actual de esta evolución. Mediante el uso de complejos dispositivos tecnológicos, así como del mayor conocimiento de los modelos de los depósitos geológicos, los antropólogos están en condiciones de señalar los lugares más propicios para la búsqueda selectiva de nuevos fósiles. Además, los estudios genéticos, incluyendo la posible extracción de ADN de los fósiles, será crucial para reconstruir los orígenes del hombre moderno. En los años venideros esto producirá un gran avance para comprender la prehistoria de la humanidad.
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