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Filosofia

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"10 reflexiones filosóficas sobre el libro ""De las tortugas a las estrellas"", de Leonardo Moledo"

Agregado: 07 de JULIO de 2002 (Por Victoria Ruiz) | Palabras: 4659 | Votar |
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    Trabajo Práctico de Filosofía

    Leonardo Moledo

    "De las tortugas a las estrellas"

    10 reflexiones filosóficas

    Profesora: Marta Denes

    Octubre 2001


    INDICE

    I. INTRODUCCIóN................ 3

    II. 10 rEFLEXIONES FILOSóFICAS 5

    La evolución de la ciencia...... 5

    Superstición y desilusión 6

    Si no hay ninguna teoría que lo afirme, por qué aceptamos el Big Bang? 7

    Acerca de los métodos científicos .....................................................................................................8

    Qué es el progreso científico? 9

    Electrones: ángeles o demonios 10

    Los rayos N: error científico y humano. 11

    Ética y ciencia.... 12

    El tiempo y la eternidad 14

    El límite absoluto de velocidad 15


    Introducción

    El desarrollo de la humanidad conlleva implícito el progreso del saber. Este deseo por conocer es en sí mismo la búsqueda de un ideal de unidad, una unidad de síntesis.

    El punto clave es, entonces, el cómo concebir esa síntesis, y a ello tratan de dar respuesta tanto pensadores de tendencias irracionalistas como científicos que se rigen bajo principios de orden absolutamente racionales. En el segundo caso, se parte de un método deductivo que, basándose en el orden de la derivación lógica, estudia el objeto según una escala de complejidad creciente.

    El ideal hacia el cual tiende toda sistematización científica es, precisamente, este orden racional de invención metódica cuyo sistema deductivo origina una sucesión de descubrimientos fundamentales para el progresivo enriquecimiento del conocimiento.

    El pilar básico en el campo del conocimiento y de todas las cuestiones que de él se derivan, se halla en la solución que pueda desprenderse del ¿qué es conocer?.

    La idea de una teoría del conocimiento como punto de partida de la filosofía es rechazada por varios autores cuyos confusos contrapuntos no representan ningún serio argumento que pueda dilapidar dicho principio. Así, la epistemología, la teoría de la ciencia, la propia ciencia de la ciencia, tiene por objeto de estudio el conocimiento mismo, un conocimiento asentado en los datos inmediatos de la conciencia.

    El filósofo errado suele caer en la falacia de que un texto profundo es un texto repleto de metáforas ininteligibles y vocabulario inédito, desconcertante, oscuro. Pero lejos de ser así, el saber filosófico se transmite a través de un método preciso y claro que define, ante todo, el sentido de las expresiones a fin de evitar toda ambigüedad. Los términos técnicos deben designar los elementos inmediatamente presentes a la conciencia mediante un vocabulario de psicología descriptiva.

    En cuanto al método, lo primordial es que se respete el progreso natural de la reflexión, yendo de lo más conocido a lo menos conocido, es decir, de lo que es evidente en sí "principio del conocimiento" a lo que no es evidente.

    Un claro ejemplo de un hombre que respeta todo lo anterior es Leonardo Moledo, que es un comunicador, periodista y científico, autor del libro "De las tortugas a las estrellas", y que tiene una capacidad de comunicación y una seriedad científica tan grande, que supone una persona con una enorme cultura. Es un periodista científico que conoce de ciencia y que tiene una cultura general, que le permite hacer con esa ciencia un mensaje accesible, usando ejemplos, relatando experiencias, a la vez que escribe versos, toma fragmentos históricos desde el momento en que se descubrió algo en el siglo 19 y lo analiza a través de la historia. Apela a la música popular, a la literatura, a la religión, a la antropología, todo para ilustrar. Tiene una capacidad que le permite recurrir a otros repertorios culturales, que no son puramente científicos, elementos que usa para incorporar a la ciencia y hacerla atractiva y más digerible. Y todo esto se puede observar durante la lectura de todo el libro, en donde se muestra que es notable su capacidad para transmitir sus ideas.
    La evolución de la ciencia

    Ante la lectura del prólogo del libro De las tortugas a las estrellas podemos recalcar que la ciencia nace como una necesidad del hombre frente a la incertidumbre que le provocaba la observación de aquel mundo cuyos mecanismos no comprendía. La ciencia es una manera de comprender el mundo y practicándola el hombre obtuvo una imagen de éste.

    Esta concepción del mundo varió con el correr de los años conforme se perfeccionaron los estudios científicos. "(...) El huracán contemporáneo modificó todas las ideas que se tenían sobre el espacio, el tiempo y la materia." Se han descubierto muchas cosas pero aún quedan mas por descubrir. Y esto es lo importante en la ciencia: no quedarnos estancados en una idea, debemos continuar investigando sin temer a lanzarnos en esta aventura en la que nada es tan seguro...No podemos olvidar la posibilidad de que existan fallas en nuestra teoría. Tal como Leverrier, podríamos caer en una equivocación durante la investigación; esto no es tan grave, siempre y cuando alguien (o uno mismo) descubra este error y plantee una nueva teoría mas acertada. Eliminando estos errores ampliaremos los horizontes del conocimiento.

    En esto reside que sea fundamental la duda, esta duda en cuanto al universo que nos rodea impulsa a pensar, a replantearnos cosas, a investigar intentando resolver los enigmas de la naturaleza.

    Grandes interrogantes atacaron al hombre desde su nacimiento, muchos encantaron su explicación con el correr de los años, otros fueron esclarecidos parcialmente, pero algunos aún persisten en nuestros días. En su afán por describir el mundo que lo rodea, el hombre esboza teorías, investiga, pero llega un punto en que sólo puede nombrar incógnitas, misterios, sin dar una teoría coherente que explique aquello que investiga. Hay un punto en que la ciencia se detiene y sólo quedan enigmas que son una barrera en el estudio. Se intenta encontrar la justificación sin llegar a nada. Pero a no desanimarse, de eso se trata: buscar y buscar, explorar e indagar sin perder la esperanza de descubrir nuevas cosas que aclaren nuestra visión del universo.

    ¿O habremos llegado al fin de lo que se nos está permitido conocer?


    Superstición y desilusión

    Tiempo atrás, sumidos en rígidas creencias religiosas o sólo por no encontrar mejor explicación, se solía dar atribuciones brujeriles o maléficas a fenómenos que aterrorizaban a la sociedad de entonces. Afortunadamente, el avance de la ciencia no permite que en la actualidad nos dejemos llevar por esas ideologías y podamos distinguir sin temor la verdadera naturaleza de las cosas. Lejos de aquel horror vacui, hoy sabemos que el universo es espacio vacío. Ajenos a ese miedo que se sentía frente a lo que se planteaba como una inquietud, nos acercamos a lo desconocido mediante la ciencia, acortando las barreras que nos separan del absoluto conocimiento de nuestro espacio. Sin temor lograremos dilucidar aquellos antiguos enigmas que nos aquejan, considerándolos objetivamente impidiendo que la religión empañe la imagen que deseamos ver.

    Con la investigación se demostró -para decepción de muchos- que el universo no es tan perfecto como lo imaginábamos... Este fue el caso de las manchas solares, cuyo descubrimiento rompió con aquella vieja ilusión de que el Sol es una esfera perfecta sin ninguna impureza en su superficie. Otro hallazgo que consternó a muchos fue aquel que postuló que el sistema solar es inestable, aunque para nuestra tranquilidad luego se demostró que esto era imposible y que ningún planeta huiría.

    A estos desengaños nos arriesgamos al insistir en el intento de desentrañar el enigma de cómo esta formado nuestro universo. Pero, obviamente vale la pena atreverse.


    ¿Si no hay ninguna teoría que lo confirme, por qué aceptamos el Big Bang?

    Para contestar esta pregunta quizás sea necesario remontarnos hacia el siglo XVIII. En este siglo la historia comenzaba con Dios, con Adán, con Eva. Este plan de Dios que, bajo el poder de la Iglesia, era un plan que sofocaba al hombre, que lo encerraba en una falsa conciencia, que lo condenaba a no saber la verdad objetiva que por vía científico-técnica podía llegar a conocer. Esa explicación religiosa del mundo sin embargo contenía algunos elementos esenciales que el mundo moderno luego, en doscientos años, nunca pudo resolver, que son las respuestas a preguntas fundamentales que hacen qué somos, por qué estamos acá, para qué estamos acá, y hacia donde vamos.

    El mundo pierde la representación desde lo sagrado, desde lo místico, desde lo religioso, y va hacia una representación racionalizadora, en base de la razón, y una razón en base a lo científico-técnico, que es el mundo que nosotros conocemos actualmente.

    Este conflicto, este real cierre de una historia y aparición de otra, es un largo proceso que provocará que artistas, filósofos, pensadores, hasta religiosos, tengan que fijar infinitas posiciones en cuanto de dónde venimos y hacia donde vamos.

    Se presenta una racionalización del mundo a partir de saberes, de saberes autónomos que ya no van a corresponder a dogmas, que ya no van a responder a la autoridad de la Iglesia. Pero sí a la autoridad del científico, de las preguntas y dudas que éste se hace. Algunos piensan que la ciencia es el verdadero camino hacia la verdad.

    Hoy en día, y con visión a futuro la ciencia tiende a reemplazar lo que podría haber contestado la religión, entonces es así como se ve obligada a dar explicaciones acerca del origen del hombre y todo lo que a él lo rodea. Dios es reemplazado por teorías científicas, así la humanidad aplaca su gran conflicto, que surge a partir de desconocer su origen.

    En relación puntualmente a la teoría que hace referencia la pregunta que encabeza el texto, el Hombre la aceptará hasta descubrir una nueva, tan o más abarcativa. Mientras, el Hombre no se sentirá tan inseguro acerca sus conocimientos, de lo que sabe y lo que no. Ya no es un ignorante, puede explicar el nacimiento de su mundo al menos de una forma. Él lo cree y por ahora eso es lo importante.


    Acerca de los métodos científicos

    Hoy en día, definimos ciencia como un estudio basado en la experiencia sensorial objetivamente verificable. Pero esto no siempre fue así. En el siglo IV a.C. Aristóteles explicó el mundo y el movimiento a través de su teoría quietista. Según este filósofo y físico griego, el movimiento era un proceso de restauración del orden: las cosas tenían un lugar natural al que tendían a regresar. Esta teoría respondía al sentido común y a la observación, pero no explicaba ciertos fenómenos. ¿Por qué se movía un proyectil si no tenía un lugar natural ni un motor? Aristóteles formuló una hipótesis, pero no logró que fuera verosímil. A pesar de ello, la teoría de Aristóteles se mantuvo durante mucho tiempo.

    Ahora nosotros nos preguntamos ¿por qué logró imponerse una concepción en la que había contradicciones tan evidentes? Para mentes del nuevo milenio, el hecho de pasar por alto un defecto semejante resulta incomprensible. Un ensayo de respuesta podría ser que no les interesaba comprender lo que sucedía a fondo, sino que solamente querían calmar una ligera curiosidad que sentían acerca de las leyes que regían sus vidas. Otra posibilidad es que Aristóteles haya seguido las palabras de Alexandre Koyré, "un teórico que se precie de tal no se deja turbar por una objeción sacada del sentido común. Si encuentra un hecho que no concuerda con su teoría, niega su existencia. Si no puede negarla, la explica". Si no fuera por una cuestión temporal,, podríamos creer que Aristóteles fue discípulo de Koyré y no de Platón.

    Afortunadamente, a partir del siglo XV la experimentación fue ganando adeptos. En 1572, Tycho Brahe eliminó la barrera entre el mundo sublunar y el supralunar midiendo durante una noche entera la posición de una "nueva estrella" y observando que, como no se percibía paralaje alguno, el fenómeno se encontraba más allá de la esfera de la luna. Esto significaba que la región supralunar no era un lugar inmutable y eterno. Así comenzó la "democratización" del espacio.

    Merecedor de una condecoración fue Kepler. Estudiando de la órbita de Marte, encontró una diferencia de ocho minutos de arco entre lo que predecían sus leyes y lo que observaba. La diferencia era relativamente pequeña y podría haber sido omitido fácilmente bajo pretexto de ser consecuencia de un error de medición. Pero lo que hizo fue abandonar la teoría de la circularidad de las órbitas. Para la época, desechar el círculo era tan difícil como debe haber sido para la sociedad de fines de la Edad Media aceptar que la Tierra no era plana. Kepler lo hizo. A principios del 1600 ya había un físico como los de ahora.

    A pesar de sentir respeto por Kepler, debemos aclarar que hubo muchos científicos que innovaron en sus métodos. ¿Y cuál es el método correcto entonces? Esta pregunta no puede ser respondida objetivamente. Posiblemente no exista un método correcto. Cada novedad científica tuvo seguidores que explotaron ese procedimiento hasta agotarlo. Quizás sea esa la razón por la cual los descubrimientos revolucionarios requirieron un pensamiento original por parte del descubridor.


    ¿Qué es el progreso científico?

    Cuando observamos a aquellos científicos que elaboraron teorías y se equivocaron, como Aristóteles, que encontró una explicación burda para el movimiento de los proyectiles, y Michelson, que llenó el espacio de éter en pleno siglo XIX, no podemos evitar pensar que lo que dijeron era obviamente incorrecto. ¡Cómo puede ser que no se dieran cuenta ellos mismos!

    Es difícil para nosotros comprenderlo ahora, pues ya tenemos una concepción formada de cómo es el mundo y nos resulta perfectamente lógica. Sin embargo la teoría de la relatividad podría no ser la verdadera. Durante años se consideraron únicamente tres dimensiones, pero Einstein introdujo una cuarta variable, el tiempo, ¿no podría haber una quinta?

    En definitiva, el progreso científico consistió siempre en generar descripciones cada vez más amplias y exactas del mundo. Tycho Brahe uniformó el espacio demostrando la igualdad de condiciones del espacio sublunar y el supralunar; Galileo inició el proceso de la construcción de un espacio único demostrando que lo que sucedía en otros cuerpos celestes era muy similar a lo que pasaba en la Tierra, y finalmente, Newton proclamó el espacio infinito, homogéneo y geométrico.

    Pero hay que entender la dificultad que surge cuando se quiere efectuar un cambio radical en la forma de pensar. No podríamos creer que nuestro universo no es más que una burbuja flotante en un mar inmenso. Es una afirmación que no dudaríamos en desechar, pero quizás sea verdad. Si nosotros no sentimos que la tierra se mueve y sí lo hace, ¿no podríamos flotar en agua y no sentirlo? Y si nos encontráramos en el centro de la burbuja, ¿no sería factible que los límites de ésta estuvieran más allá de lo que pueden ver nuestros telescopios?

    Con todo esto, nuestra intención no es más que dar un ejemplo de lo difícil que es abandonar las creencias que se hallan en lo más profundo de nuestro pensamiento. Un nuevo progreso en la ciencia exigiría al descubridor un gran esfuerzo, y otro semejante o superior a la sociedad, cuyo papel no es despreciable, ya que fue ésta la que llevó a Giordano Bruno a la hoguera por no creerle.


    Electrones: ángeles o demonios

    Sin duda el descubrimiento del electrón en 1897 por el físico inglés J. J. Thompson causó un gran impacto tanto en ámbitos científicos, cotidianos como filosóficos. En efecto, fue la primera de las partículas subatómicas encontradas y destruyó le idea de que los átomos eran los constituyentes últimos de la materia.

    Al principio exclusivos de unos pocos, luego objetos vulgares y de alcance popular, los electrones constituyen un elemento casi indispensable de la vida moderna. Estas partículas, con su infinitamente pequeño tamaño, agrupadas en millones de millones pueden hacer funcionar un a bombita eléctrica.

    El autor reflexiona acerca de esto y comenta la importancia que ellos tienen para nuestra vida y nuestra muerte: en las ejecuciones con descargas eléctricas, por ejemplo, participan millones de estas partículas. Aunque no sea común pensarlo o tratar de imaginárselo, este simple hecho refleja la cotidianeidad que adquirió un descubrimiento de tal magnitud, que en otro tiempo causó admiración, rechazo y hasta la creación de la "Secta del Electrón Rojo", organización que se jactaba de los miles de asesinatos con estas partículas.

    Aún así, esta reflexión acerca de la perspectiva de la cual se miren las cosas está íntimamente relacionada con la ciencia, ya que detrás de un hecho tan simple como prender la luz, o escuchar música en la radio trae aparejado años de estudio, sacrificio y experimentación de científicos durante mucho tiempo. Pero tristemente esta idea no es muy tomada en cuenta; el hombre parece olvidarse de todo lo que ya descubrió y se dedica cada vez más a ampliar su conocimiento, o al menos a intentarlo.


    Los rayos N: error científico y humano

    En 1903, el físico francés René Blondlot anunció en la revista Comptes Rendus el descubrimiento de los rayos N, capaces aparentemente de atravesar madera, hierro y cuarzo, entre otros. A partir de ahí se inició una espectacular polémica entre científicos de todo el mundo acerca de su verdadera existencia. Artículos de enciclopedias y revistas, experimentos frustrados y enemistades intercontinentales fueron los protagonistas de esta problemática, que concluyó finalmente en la nada. Pero este conflicto, tal cual lo plantea el autor, deja ver la terrible influencia que tuvo el descubrimiento de los rayos X en 1895, por Roentgen. Es decir, este importante acontecimiento -al que también podemos adicionar la aparición de las emisiones radiactivas alfa, beta y gamma - predispuso a los científicos a buscar ávidamente alguna cosa que comprobara también la existencia de una radiación propia (dado que los seres humanos, inclusive los cadáveres, eran supuestamente capaces de emitir estos misteriosos rayos N).

    Sin embargo, la idea resultó insostenible, pero sus autores y partidarios llevaron la idea hasta el final. Uno de los argumentos expuestos por Blondlot, por ejemplo, fue que si los rayos N no eran percibidos por el observador, la culpa era del observador. Esta afirmación irracional y poco científica ejemplifica una actitud completamente autoritaria respecto del saber y de la observación. Es decir, una postura cerrada e incluso soberbia de este estilo no puede ser sino rechazada. El terrible deseo por encontrar respuestas ha llevado al hombre en sucesivas oportunidades a seguir el camino equivocado de la investigación y arribar prontamente a conclusiones tan falsas como indemostrables.

    Esta reflexión, extraída de datos históricos, deja claramente ver cómo el avance del conocimento del hombre lo lleva a veces a negar su propia capacidad de percepción y realizar experimentos que faltan a las básicas necesidades para hacerlo válido (como ocurrió con algunos de los experimentos de Blondlot). Es común considerar a la ciencia como un modo de conocimiento que aspira a formular leyes por medio de las cuales se rigen los fenómenos, pero estas leyes deben ser comprobables por medio de la observación de los hechos y experimentación. Ambas quedaron sin efecto para quienes sostenían que los rayos N existían. Con "N" de "No Existentes", como señala Moledo.


    Ética y ciencia

    El científico moderno conoce los secretos de la naturaleza y en función de ello, aspira a dominarla. No se pregunta, por cierto, por las implicancias éticas, ni por las consecuencias humanas y ecológicas de tal dominio. El científico moderno se considera moralmente neutral respecto de los conocimientos que produce y delega toda la responsabilidad en quienes manipulan los productos de su saber. El empresario reproduce los logros científicos sin preocuparse tampoco por sus posibles efectos (sí en efectos tales como el económico). Pero es innegable que a veces la tecnología se le va de las manos al hombre: "la tecnología es la violación de la naturaleza. Hace a un lado a la naturaleza. Equivale a separa astutamente a la naturaleza de la libre disposición de un pedazo de tierra detrás de otro. Cuando la tecnología triunfa, la naturaleza aparece desolada. Devora a los hombres y todo lo que sea humano..."(extraído de Itinerarios de la Modernidad de Nicolás Casullo)

    Los tiempos inaugurados en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, se caracterizarán por esa truculenta amoralidad de la forma capaz de atravesar con furia destructiva las antiguas barreras morales.

    Ahora vamos a reproducir una pequeña parte del libro De las tortugas a las estrellas "El artículo publicado en 1939 por Lise Meitner y Otto Frisch sostenía que el uranio al ser bombardeado no daba radio, sino bario (...) El uranio efectivamente se fisionaba liberando cantidades espantosas de energía. En el verano de ese mismo año de 1939 Leo Stilard y Eugene Wigner se entrevistaron con Einstein y le pidieron que escribiera una carta al presidente Roosevelt, para informarle que esta nueva forma de obtener energía se podía utilizar para fabricar bombas y advertirle sobre el peligro de que esas bombas quedaran en poder de Alemania. La carta se entregó a Roosevelt el 11 de octubre de 1939 y el 6 de diciembre de 1941, Roosevelt autorizaba el comienzo de la construcción de la primera bomba atómica."

    Nuestra pregunta es la siguiente: ¿Quién se debe hacer cargo de esto, el científico o el empresario? ¿El científico debe adoptar un papel moralmente neutral respecto de los conocimientos que produce?

    Claro que también hay que tener en cuenta que las aplicaciones no bélicas de este tipo de energía son múltiples. Gran parte de la electricidad generada en el mundo tiene origen nuclear.

    Pero cuando se está frente a un descubrimiento que da a lugar a servicios buenos como malos ¿Qué se debe hacer, qué es correcto y qué es moralmente correcto?

    Una posible respuesta, quizás utópica, sería que deberíamos utilizar solamente la parte positiva del descubrimiento. Y la parte negativa "desterrarla". ¿Para qué necesitamos esta parte? ¿De que nos sirve destruirnos? La respuesta está clara: no nos sirve para nada.

    La existencia de armas de destrucción masiva, y en particular, el uso y la proliferación de armas atómicas (desde 1945), obliga a revisar todas y cada una de las teorizaciones clásicas sobre guerra y paz. La nueva pregunta, radical, es esta:¿puede haber guerras "justas" en la época de las armas atómicas? Y si la respuesta es "no", ¿qué sentido tienen ahora los ejércitos y las alianzas militares?


    El tiempo y la eternidad

    Uno de los temas tratados en el libro de Moledo es el tiempo, aquel fenómeno que nos afecta día a día y en todo momento. El autor, en los artículos 1 y 2 del capítulo de Fronteras nos explica que nos han acostumbrado a períodos de tiempo larguísimos y que a pesar de ello, el hombre nunca ha podido entender que una cifra como un millón de años es muy pequeña comparada con los 15 mil millones de años que han transcurrido desde el comienzo del Universo.

    La frase que nos plantea J. E. Bowles en " The God and the Rabbit" al decir: "¿tiempo?- se asombró el Dios- ¿Necesitamos tiempo para hacerlo? ¡Si tiempo es precisamente lo que nos sobra!", nos hace reflexionar mucho al respecto y al hacer esto llegamos a la conclusión de que tiene razón, pero que nunca lo podremos entender. En nuestra vida, los días están totalmente sincronizados y muchas veces se escucha decir a una persona: "No tengo tiempo". Es extraño pensar que el "tiempo es lo que nos sobra" cuando estamos sujeto a una vida en la que muchas veces debemos correr para llegar a hacer tal cosa o tal otra, es decir, cumplir con nuestras obligaciones y cuando una vez que llegamos a la tercera edad pensamos que nuestra vida se nos pasó en un abrir y cerrar de ojos sin siquiera poder evitarlo. El hecho es que jamás una mente humana (sobretodo, las personas que llevan a cabo una vida occidental, en la que la base de todo es el capitalismo, el cual nos "sujeta" a trabajar y "gastar" nuestro tiempo para poder vivir) podrá llegar a entender que el tiempo es lo que no necesitamos, pues es lo que nos "sobra".

    El concepto de "eternidad", es otra palabra que nos plantea confusión. Según el diccionario se refiere al "tiempo que no tuvo principio ni tendrá fin". Pero esto es un concepto que al tratar de explicarnos que significado tiene, nos hunde aún más en la oscuridad. Por ello, Moledo nos lo trata de explicar con un método muy práctico que utiliza a lo largo de todo el libro: el ejemplo. Nos relata la historia que cuenta el físico George Gamow en su libro: " Uno, dos, tres, infinito..." Esta historia es la de " La torre de Brama y el fin del mundo".

    En la torre de Brama (un artefacto) se debían realizar una serie de movimientos y una vez que los mismos estuvieran, el mundo llegaría a su fin. Pero resultaba que era muy difícil que éste se terminara pues la cifra que reflejaba la cantidad de movimientos que se debían hacer era tan grande como 4 veces el tiempo transcurrido desde la creación del Universo (hace unos 15 mil millones de años).

    De todos modos, si realmente se cumpliera ese tiempo, sería muy difícil que llegáramos a entender la magnitud de la cifra (por lo que volveríamos al planteo original de los períodos del tiempo).

    Moledo termina este artículo con una frase que es digna de citar: " Es una lástima, pero ya sabemos que los Dioses suelen jugar con el tiempo, y la eternidad para ellos no es nada".


    El límite absoluto de velocidad

    Lo primero que pensamos al leer este libro y compararlo con la filosofía es que tiene mucho que ver con la epistemología que en griego significa " estudio de la ciencia". De hecho, " De las tortugas a las Estrellas" nos explica muchas cosas científicas que se han descubierto a lo largo de nuestra historia y nos plantea muchas otras que concibe muy diferente de lo que alguna vez hemos o podríamos haber pensado.

    Este es el caso del límite de la velocidad. En la vida cotidiana se nos presenta una situación con la cual identificamos el significado de este concepto, esto es el auto. Pero muy pocas personas se han planteado si realmente existe un límite absoluto de esta (aparte de los científicos, por supuesto).

    En primer lugar, al abordar este tema, es necesario aclaras que ningún cuerpo con masa (como lo explica Moleda) puede llegar a alcanzar la velocidad absoluta, pues se encontraría con que ésta le presenta resistencia y por lo tanto no lo lograría. En consecuencia, para poder alcanzarla es necesario que aquello que se mueva tenga una masa igual a 0.

    Este es precisamente el caso de los fotones de luz o los neutrinos (que por ahora parecen carecer de masa). Si los fotones de luz no tienen masa, no presentan resistencia, por lo que la velocidad que alcancen (si es que no es infinita y termina en un punto) será el limite absoluto. En efecto, los fotones de luz sí alcanzan un límite de velocidad (que por el momento se ha establecido en 300 mil km. por segundo). En conclusión el límite de velocidad existe y la velocidad de la luz es la que lo alcanza.

    Pero también podríamos preguntarnos...¿Es cierto que los fotones no tienen masa?. Pues según parece ( y lo podemos deducir de la frase, antes citada, que estableció Moleda acerca de los fotones al decir que "por ahora parecen carecer de masa") ese dato no es certero. Entonces, ¿qué pasaría si algún día los científicos descubrieran que el neutrino tiene masa? Todo el sistema se caería a pedazos y todo lo que se había deducido de aquello sería totalmente erróneo. Y al descubrir esto algún científico...¿Será posible que alguien le crea? De esta manera se replantearía lo que ha sucedido a lo largo de la historia de la humanidad. Los más poderosos no querrán que se difundan las nuevas ideas porque esto les resultará desfavorable y el descubrimiento no podrá ser utilizado para entender cosas nuevas por culpa de unos pocos.

    Pero son sólo imposibles... ¿O será que realmente estamos confundidos?

    Nota: MB


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