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Trabajo de investigación a cargo del:
Lic. José Luis Dell'Ordine
Buenos Aires - Argentina
dellordine@arnet.com.ar
http://dellordine.ecomundo.com.ar
http://fundaciontm.ecomundo.com.ar
Descripción temática: No es posible definir la filosofía sin recurrir a su historia. Su concepto es inherente a la misma historia de la filosofía. Se va desarrollando a lo largo del tiempo a través de la secuencia de relatos y escritos, que marcan líneas de continuidad y de ruptura, de posturas semejantes o antagónicas, utilizando los medios conceptuales, procedimentales y actitudinales.
INDICE:
1. INTRODUCCIóN
2. Filosofía Giega
3. Filosofía Helenística
4. Filosofía Medieval
5. Filosofía Moderna y Contemporánea
Conclusión
Bibliografía
Autor
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Desarrollo:
1. INTRODUCCIóN Filosofía occidental, conjunto de sistemas, doctrinas, teorías y escuelas de pensamiento que, en el ámbito de la filosofía, se han desarrollado a lo largo de toda la historia en el espacio geográfico occidental (entendiéndose por éste el continente europeo y, desde el comienzo de la edad contemporánea, el americano). Antes de afrontar su estudio, es necesario limitar el marco disciplinar de la propia filosofía que, en un principio, se define por ser el estudio racional y crítico de los principios básicos. Generalmente, la filosofía es dividida en cuatro ramas principales: metafísica (estudio de la realidad última), epistemología (estudio de los orígenes, validez y límites del conocimiento), ética (estudio de la naturaleza de la moral y el juicio) y estética (estudio de la naturaleza de la belleza en las actividades artísticas). Dos son los principales tipos de investigación filosófica: el analítico (estudio lógico de los conceptos) y el sintético (ordenamiento de los conceptos en un sistema unificado).
Según fue utilizado en su origen por los
griegos clásicos, el término filosofía significa la búsqueda del conocimiento
por sí mismo. La filosofía comprende todas las áreas del pensamiento
especulativo e incluye tanto la reflexión sobre las artes como sobre las
ciencias y la religión. Conforme se fueron desarrollando métodos y principios
particulares en las distintas áreas del conocimiento, cada campo adquirió su
propio perfil filosófico, lo cual dio lugar a la filosofía del arte, de la
ciencia y de la religión. El término filosofía se usa de forma popular para
referirse a un conjunto de actitudes y valores básicos respecto a la vida, la
naturaleza y la sociedad (de ahí procede la frase "filosofía de la vida"). Como
las fronteras que separan las distintas áreas del conocimiento son flexibles y
están sujetas a cambio, la definición del término filosofía sigue estando
sometida a controversia.
Para obtener información sobre el
pensamiento filosófico en el Extremo y Próximo Oriente véase Filosofía
china; Islam; Budismo; Taoísmo; Confucianismo.
2. FILOSOFíA GRIEGA
La filosofía occidental comenzó en Jonia
como una especulación sobre la naturaleza subyacente del mundo físico. En su
forma primera no se distinguía de la ciencia natural, pues los primeros
filósofos eran físicos preocupados por determinar qué puede permanecer tras el
aparente cambio. Los escritos de los primeros pensadores de la filosofía griega
no se han conservado en lo fundamental, excepto algunos fragmentos citados por
Aristóteles y otros autores pertenecientes a épocas posteriores.
2.1. La escuela
jónica
El primer pensador considerado un filósofo
fue Tales de Mileto, originario de esta ciudad, en la costa jónica de Asia
Menor, que vivió a finales del siglo VII a.C. y principios del siglo
VI a.C. Alabado por las generaciones posteriores como uno de los siete
sabios de Grecia, se interesó por los fenómenos astronómicos, físicos y
meteorológicos, y sus investigaciones científicas le llevaron a pensar que
todos los fenómenos naturales son formas diferentes de una sustancia
fundamental (una primera idea sobre el monismo) que él creía era el agua, pues
pensaba que la evaporación y condensación eran procesos universales.
Anaximandro, discípulo de Tales, mantenía que el primer principio a partir del
cual surgen todas las cosas es una sustancia intangible, invisible e infinita
que llamó apeiron (lo ilimitado'). Comprendió, sin embargo, que en
todas las cosas se podía encontrar una sustancia no observable, por lo que su
noción de lo ilimitado anticipó la noción moderna de un Universo sin límite.
Esta sustancia, afirmaba, es eterna e indestructible. Debido a su movimiento
continuo, las sustancias conocidas como calor, frío, tierra, aire y fuego
evolucionan de una forma ininterrumpida generando a su vez los distintos
objetos y organismos que configuran el mundo que conocemos por los sentidos.
El tercer gran filósofo jónico, Anaxímenes, volvió a la suposición de Tales de que la sustancia primera es algo conocido y material, pero mantuvo que ésta es el aire en vez del agua. Creía que los cambios que experimentan los objetos se pueden explicar en términos de rarefacción y condensación del aire. De tal modo, Anaxímenes fue el primer filósofo que explicó diferencias cualitativas en términos de diferencias cuantitativas, un método fundamental en la ciencia física.
En general, la escuela jónica dio el primer paso radical desde la explicación mítica de los fenómenos naturales a la exposición científica; descubrió los importantes principios científicos de la permanencia de la sustancia, la evolución natural del mundo y la reducción de calidad a cantidad.
2.2. La escuela
pitagórica
Hacia el año 530 a.C., el filósofo
Pitágoras de Samos fundó una escuela de filosofía en Crotona, en la Magna
Grecia, al sur de Italia, que fue más religiosa y mística que la escuela
jónica. Pretendía conciliar la antigua visión mítica del mundo con el creciente
interés por la explicación científica. El sistema de filosofía resultante que
se conoció como pitagorismo aunó las creencias éticas, sobrenaturales y
matemáticas en una visión espiritual de la vida. Los pitagóricos enseñaron y practicaron
un sistema de vida basado en la creencia de que el alma es prisionera del
cuerpo, del cual se libera al morir y se reencarna en una forma de existencia,
más elevada o no, en relación con el grado de virtud alcanzado. El principal
propósito de los seres humanos tendría que ser la purificación de sus almas
mediante el cultivo de virtudes intelectuales, la abstención de los placeres de
los sentidos y la práctica de diversos rituales religiosos. Los pitagóricos
que descubrieron las leyes matemáticas del tono musical dedujeron que el
movimiento planetario produce una "música de las esferas" y desarrollaron una
"terapia a través de la música" para lograr que la humanidad encontrara su
armonía con las esferas celestes. Identificaron la ciencia con las matemáticas
y mantuvieron que todas las cosas son reductibles a números y figuras
geométricas. Realizaron grandes contribuciones a las matemáticas, la teoría
musical y la astronomía.
2.3. La escuela de
Heráclito
Heráclito de Éfeso (Jonia), continuando
la búsqueda de la sustancia primigenia que iniciaron los jonios, afirmó que
ésta es el fuego. Observó que el fuego produce cambios en la materia y anticipó
la teoría moderna de la energía. También afirmó que todas las cosas se
encuentran en un estado de flujo continuo (panta rei), que la
estabilidad es una ilusión y que sólo el cambio y la ley del cambio (o logos)
son reales. La doctrina del logos de Heráclito, que identificaba las leyes de
la naturaleza con una mente divina, evolucionó hacia la teología panteísta del
estoicismo.
2.4. La escuela eleática En el siglo V a.C., Parménides fundó una escuela de filosofía en Elea, colonia griega situada en la Magna Grecia. En su única obra conocida, Sobre la naturaleza, adoptó una actitud opuesta a la de Heráclito en la relación entre estabilidad y cambio, y mantuvo que el Universo o lo que es, es decir, el ente, se puede describir como una esfera indivisible e inmutable y que toda referencia a cambio o diversidad es por sí misma contradictoria. Mantenía que nada puede ser realmente afirmado excepto "lo que es" (el ente). Zenón de Elea, discípulo suyo, intentó probar la unidad del ser afirmando que la creencia en la realidad de cambio, la diversidad y el movimiento lleva a paradojas lógicas. Las aporías de Zenón llegaron a ser enigmas intelectuales que filósofos y lógicos de todas las épocas posteriores han intentado resolver. El interés de los eleáticos por el problema de la consistencia racional propició el desarrollo de la ciencia de la lógica.
2.5. La escuela pluralista La especulación en torno al mundo físico iniciada por los jonios fue continuada en el siglo V a.C. por Empédocles y Anaxágoras, que desarrollaron filosofías que sustituían la descripción jónica de una sustancia primera única por la suposición de una pluralidad de sustancias. Empédocles mantenía que todas las cosas están compuestas por cuatro elementos irreductibles: aire, agua, tierra y fuego, combinados o separados por dos fuerzas opuestas según un proceso de alternancia: el amor y el odio. Mediante este proceso, el mundo evoluciona desde el caos hasta la forma y vuelve al caos otra vez, en un ciclo reiterado. Empédocles consideró el ciclo eterno como el objeto verdadero del culto religioso y criticó la creencia popular en divinidades personales, pero no consiguió explicar cómo los objetos conocidos por la experiencia pueden desarrollarse al margen de factores que son por completo distintos a ellos. Por consiguiente, Anaxágoras sugirió que todas las cosas están compuestas por partículas muy pequeñas o "semillas", que existen en una variedad infinita. Para explicar cómo se combinan esas partículas para formar los objetos que constituyen el mundo conocido, Anaxágoras desarrolló una teoría de la evolución cósmica. Afirmaba que el principio activo de este proceso evolutivo es una mente universal que separa y combina las partículas, el nous. Su concepto de partículas elementales llevó al desarrollo de una teoría atómica de la materia.
2.6. La escuela atomista Fue un paso natural el que condujo desde el pluralismo hasta el atomismo, interpretación según la cual toda materia está compuesta por partículas diminutas e indivisibles que se diferencian sólo en simples propiedades físicas como el peso, el tamaño y la forma. Este paso se dio en el siglo IV a.C. con Leucipo y su colaborador más conocido, Demócrito de Abdera, a quien se le atribuye la primera formulación sistemática de una teoría atómica de la materia. Su concepción de la naturaleza fue materialista de un modo absoluto, y explicó todos los fenómenos naturales en términos de número, forma y tamaño de los átomos. Redujo las cualidades sensoriales de las cosas (como calor, frío, gusto y olor) a las diferencias cuantitativas de los átomos. Las formas más elevadas de existencia, como la vida de las plantas y animales e incluso la humana, fueron explicadas por Demócrito en términos físicos en sentido estricto. Aplicó su teoría a la psicología, la fisiología, la teoría del conocimiento (epistemología), la ética y la política, y presentó así el primer planteamiento amplio del materialismo determinista que afirma que todos los aspectos de la existencia están determinados de forma rígida por leyes físicas.
2.7. Los sofistas Hacia finales del siglo V a.C., un grupo de maestros itinerantes llamados sofistas alcanzó un gran renombre en toda Grecia. Los sofistas tuvieron un papel importante en la evolución de las ciudades-estado griegas desde unas monarquías agrarias hasta su consolidación como democracias comerciales. Conforme crecieron la industria y el comercio helénicos, una nueva clase de ricos comerciantes, poderosos en el ámbito económico, empezó a controlar el poder político. Careciendo de la educación de los aristócratas, quisieron prepararse para la política y el comercio pagando a los sofistas a cambio de enseñanzas en el arte de hablar en público, el razonamiento legal y la cultura general. A pesar de que lo mejor de los sofistas contribuyó enormemente al pensamiento griego, el grupo en su conjunto adquirió una reputación de falaz, hipócrita y demagogo. De ahí que la palabra sofisma represente esas deficiencias morales. La famosa máxima de Protágoras, uno de los sofistas más importantes, "el hombre es la medida de todas las cosas", es representativa de la actitud filosófica de esta escuela. Sus componentes mantenían que los individuos tienen el derecho de juzgar por sí mismos todos los asuntos; negaban la existencia de un conocimiento objetivo en el que se supone que todo el mundo debe creer, mantuvieron que la ciencia natural y la teología tienen poco o ningún valor porque carecen de relevancia en la vida diaria, y declararon que las reglas éticas sólo tenían que asumirse cuando conviene al propio interés.
2.8. Filosofía
socrática
Tal vez la mayor personalidad filosófica
en la historia haya sido Sócrates. Nacido alrededor del año 470 a.C.,
practicó un diálogo continuo con sus alumnos hasta que fue sentenciado a
muerte, condena que cumplió bebiendo cicuta en el 399 a.C. A diferencia de
los sofistas, Sócrates se negó a aceptar dinero por sus enseñanzas, afirmando
que no tenía ninguna certidumbre que ofrecer excepto la conciencia de la
necesidad de más conocimiento. Sócrates no dejó ningún escrito, pero sus
enseñanzas fueron preservadas para las generaciones posteriores en los diálogos
de uno de sus más famosos discípulos, Platón, y también aparecen en los
escritos de Jenofonte. Sócrates enseñó que cada persona tiene pleno
conocimiento de la verdad última dentro de su alma y que sólo necesita llevarlo
a la reflexión consciente para darse cuenta. Por ejemplo, en Menón (un
diálogo platónico) Sócrates plantea a través de una ficción la forma en que un
esclavo ignorante puede llegar a la formulación del teorema de Pitágoras,
demostrando así que el conocimiento está innato en el alma, en vez de ser
implícito o indisociable de la experiencia. Sócrates creía que el deber del
filósofo era provocar que la gente pensara por sí misma, en vez de enseñarle
algo que no supiera. Por eso se decía partero o alumbrador de ideas. Su
contribución a la historia de la filosofía no fue una doctrina sistemática,
sino un método de reflexión, la mayéutica, y un tipo de existencia. Hizo
hincapié en la necesidad de un examen analítico de las creencias de cada uno,
de definiciones claras de los conceptos básicos, y de un planteamiento racional
y crítico de los problemas éticos.
2.9. Filosofía
platónica
Platón fue un pensador más sistemático
que Sócrates, pero sus escritos, en especial los primeros diálogos, pueden ser
considerados como una continuación y elaboración de las ideas socráticas. Al
igual que Sócrates, Platón consideró la ética como la rama más elevada del
saber, y subrayó la base intelectual de la virtud al identificar virtud con
sabiduría. Esta idea llevó a la llamada "paradoja socrática" por la que "ningún
hombre hace el mal por propia voluntad", como dice Sócrates en Protágoras.
Más tarde, Aristóteles advertiría que una conclusión así no da lugar a la
responsabilidad moral. Platón exploró también los problemas fundamentales de la
ciencia natural, la teoría política, la metafísica, la teología y la
epistemología, y enriqueció conceptos tales como el conocimiento (en Teeteto),
el origen y esencia del lenguaje (en Crátilo), la justicia (en La
República) o la belleza (en El Banquete), entre otros muchos, que
posteriormente se erigieron en fundamentos permanentes del pensamiento
occidental.
La base de la filosofía de Platón es su
teoría de las ideas, o doctrina de las formas. La teoría de las ideas (que
queda expresada en muchos de sus diálogos, sobre todo en La República y Parménides)
divide la existencia en dos esferas o mundos, una "esfera inteligible" de ideas
o formas perfectas, eternas e indivisibles, el Topos Uranos, y una "esfera
sensible", de objetos concretos y conocidos. Los árboles, las piedras, los
cuerpos humanos y en general los objetos que pueden ser conocidos a través de
los sentidos son para Platón irreales, sombríos y copias imperfectas de las
ideas. Llegó a esta, en apariencia, extraña conclusión por las elevadas reglas
que adjudicó al conocimiento, por ejemplo, que todos los objetos auténticos de
conocimiento fueran descritos sin contradicciones. Como todos los objetos
percibidos por los sentidos experimentan cambios, una afirmación hecha respecto
a esos objetos en un instante no será válida en un momento posterior. Según
Platón, esos objetos no son del todo reales. Las creencias que se derivan de la
experiencia de esos objetos son, por lo tanto, imprecisas e inconstantes,
mientras que los principios de las matemáticas y la filosofía elaborados a
partir de la meditación interior sobre las ideas constituyen el único saber
digno de ese nombre. En La República, Platón expuso su famoso mito de la
caverna, en el cual muestra cómo la humanidad, prisionera en una caverna,
confunde las sombras proyectadas en una roca con la realidad y en el que
considera al filósofo como la persona que penetra en el Universo fuera de la
caverna de la ignorancia y alcanza una visión de la verdadera realidad, el
mundo de las ideas. El concepto de Platón del bien absoluto que es la idea más
elevada y engloba a todas las demás ha sido una fuente principal de las
doctrinas religiosas panteísta y mística en la cultura occidental.
La teoría de las ideas de Platón y su
visión racionalista del conocimiento son la base de su idealismo ético y social.
El mundo de las ideas eternas facilita las normas o ideales según los cuales
todos los objetos y acciones han de someterse al juicio del hombre. La persona
filosófica, que se abstiene de los placeres sensuales y busca en su lugar el
conocimiento de los principios abstractos, encuentra en esos ideales los modos
para regir la conducta personal e intervenir en las instituciones sociales. La
virtud personal consiste en una armónica relación entre las facultades del
alma. La justicia social consiste entonces en la armonía entre las distintas
clases de la sociedad. El estado ideal de una mente sana en un cuerpo sano
requiere que el intelecto controle los deseos y las pasiones, así como el
estado ideal de la sociedad requiere que los individuos más sabios controlen a
las masas buscadoras de placer. Para Platón, la verdad, la belleza y la
justicia coinciden en la idea del bien. Por lo tanto, el arte que expresa los
valores morales es el mejor. En su programa social, Platón apoyó la censura en
el arte, por estimarla como un instrumento para la educación moral de la
juventud.
2.10. Filosofía
aristotélica
Aristóteles, que empezó a estudiar en la
Academia de Platón con 17 años, en el 367 a.C., es considerado el más
ilustre discípulo de Platón y se sitúa junto con su maestro entre los más
profundos e influyentes pensadores de la historia de Occidente. Después de
asistir durante varios años a la Academia, se convirtió en el preceptor de
Alejandro Magno. Más tarde regresó a Atenas para fundar el Liceo, una escuela
que, al igual que la Academia de Platón, fue durante siglos uno de los grandes
núcleos de enseñanza en Grecia. En sus conferencias, Aristóteles definió los
conceptos y principios básicos de muchas de las ciencias teóricas, como la
lógica, la biología, la física y la psicología. Al establecer los rudimentos de
la lógica como ciencia, desarrolló la teoría de la inferencia deductiva,
representada por el silogismo (proposición deductiva que utiliza dos premisas y
una conclusión), y un conjunto de reglas para fundamentar lo que habría de ser
el método científico.
En su Metafísica, Aristóteles
discutió la separación que hizo Platón de idea y materia, y afirmó que las
ideas o esencias están contenidas dentro de los objetos mismos que las
ejemplifican. Para Aristóteles, cada cosa real es una mezcla de potencia y
acto; en otras palabras, cada cosa es una combinación de aquello que puede ser
(pero que todavía no es) y de aquello que ya es (también distinguido como
materia y forma), porque todas las cosas cambian y se convierten en otra cosa
diferente de lo que son, excepto los intelectos activos humanos y divinos, que
son formas puras.
Para Aristóteles, la naturaleza es un sistema orgánico de cosas cuyas manifestaciones comunes hacen posible ordenarlas en clases de especies y géneros; cada especie tiene una forma, propósito y modo de desarrollo en cuyos términos se puede expresar. El fin de la ciencia teórica es definir las actitudes, propósitos y modos esenciales de desarrollo de todas las especies y disponerlos en su orden natural de acuerdo con sus complejidades según su forma, siendo los principales niveles el inanimado, el vegetativo, el animal y el racional. El alma, para Aristóteles, es la forma o realidad del cuerpo, y los humanos, cuyo espíritu racional constituye una forma más elevada que la de las demás especies terrenales, la más elevada dentro de las perecederas. Los cuerpos celestes, compuestos de una sustancia imperecedera o éter, y movidos en un perfecto movimiento circular por Dios, son todavía más altos en el orden de la naturaleza. Esta clasificación jerárquica de la naturaleza fue adoptada por muchos teólogos cristianos, judíos y musulmanes en la edad media como una visión de la naturaleza.
La filosofía política y ética (ésta última desarrollada en Ética a Nicómaco) de Aristóteles surgió también de un examen crítico de los enunciados platónicos. Las normas de conducta personal y social, según Aristóteles, pertenecen al estudio científico de las tendencias naturales de los individuos y las sociedades en vez de contemplarse en la esfera celeste de las ideas puras. Menos insistente que Platón en una conformidad rigurosa respecto a los principios absolutos, Aristóteles consideró las reglas éticas como guías prácticas para alcanzar una vida feliz y plena. El énfasis que puso en la felicidad, como el cumplimiento de las capacidades naturales, expresó la actitud hacia la vida que mantuvieron los griegos cultos de su tiempo. En teoría política adoptó una posición más realista que Platón. Se mostró conforme con el modelo de una monarquía gobernada por un rey sabio que llegaría a representar la estructura política ideal, pero reconocía asimismo que las sociedades difieren en sus necesidades y tradiciones, y creía que una democracia limitada conforma y ordena el mejor compromiso concebible. En su teoría del conocimiento, Aristóteles rechazó la doctrina platónica por la que el saber es innato e insistió en que sólo puede adquirirse mediante la generalización desde la experiencia. Interpretó el arte como una vía al servicio del placer y de la ilustración intelectual en lugar de ser un instrumento de educación moral. Su análisis de la tragedia griega en Poética es considerado el hito fundacional de la crítica literaria.
3. FILOSOFíA HELENíSTICA Y ROMANA Desde el siglo IV a.C. hasta el desarrollo de la filosofía cristiana en el siglo IV, el epicureísmo, el estoicismo, el escepticismo y el neoplatonismo fueron las principales escuelas filosóficas en el mundo occidental. El interés por la ciencia natural declinó en ese periodo y estas escuelas se preocuparon sobre todo por la ética y la religión.
3.1. Epicureísmo
En el año 306 a.C., Epicuro fundó
una escuela filosófica en Atenas. Como sus seguidores se reunían en el jardín
de su casa fueron conocidos como los "filósofos del jardín". Epicuro adoptó la
física atomista de Demócrito pero aportó algunas novedades importantes. En
lugar de un movimiento aleatorio de los átomos en todas las direcciones, afirmó
(para simplificar la explicación) que un movimiento uniforme acontecía en dirección
descendente. También admitió la posibilidad de un factor de casualidad que
intervenía en el mundo físico al manifestar que los átomos, a veces, se desvían
en un sentido impredecible (clinamen), facilitando así una base física
para la creencia en el libre albedrío. Sostenía que la ciencia natural es
importante sólo si se puede aplicar en la adopción de decisiones prácticas y
para aplacar el temor hacia los dioses y la muerte. Afirmaba que el destino de
la existencia es obtener la máxima cantidad de placer, que identificaba con un
movimiento de simpatía y con la ausencia de dolor. Las enseñanzas de Epicuro se
conservan sobre todo en el poema filosófico De rerum natura (De la
naturaleza de las cosas) del poeta romano Lucrecio, quien contribuyó a la
difusión del epicureísmo en Roma.
3.2. Estoicismo
La escuela estoica, fundada en Atenas
hacia el 300 a.C. por Zenón de Citio, evolucionó a partir del anterior
movimiento de los cínicos, que rechazaba las instituciones que estructuraban la
sociedad y los valores materiales vigentes. El estoicismo representó la escuela
más importante en el mundo grecorromano y en ella coincidieron escritores y
personalidades tan importantes como Epicteto y el propio emperador romano Marco
Aurelio Antonino, conocido tanto por su sabiduría como por la nobleza de su
carácter. Uno de los más relevantes filósofos estoicos del Imperio romano fue
el hispanorromano cordobés Lucio Anneo Séneca, tutor del emperador Nerón, que
mantuvo las tesis fundamentales del estoicismo antiguo con un importante tono
moral y una concepción de la sabiduría como benevolencia. Los estoicos
proclamaron que se puede alcanzar la libertad y la tranquilidad tan sólo siendo
ajeno a las comodidades materiales y la fortuna externa, y dedicándose a una
vida guiada por los principios de la razón y la virtud (tal es la idea de la
imperturbabilidad o ataraxia). Asumiendo una concepción materialista de la
naturaleza, siguieron a Heráclito en la creencia de que la sustancia primera se
halla en el fuego y en la veneración del logos, que identificaban con la
energía, la ley, la razón y la providencia encontradas en la naturaleza. La
razón de los hombres se consideraba también parte integrante del logos divino e
inmortal. La doctrina estoica que consideraba a cada persona como parte de Dios
y miembro de una familia universal ayudó a romper barreras regionales, sociales
y raciales, y preparar el camino para la propagación de una religión universal.
La doctrina estoica de la ley natural, que convierte la naturaleza humana en norma
para evaluar las leyes e instituciones sociales, tuvo mucha influencia en Roma
y en las legislaciones posteriores de Occidente.
3.3. Escepticismo El escepticismo, que profundizó en la crítica sofista del conocimiento objetivo, dominó la Academia platónica en el siglo III a.C. Los escépticos descubrieron (al igual que Zenón de Elea) que la lógica es un mecanismo filosófico poderoso y capaz de destruir cualquier idea positiva, y la usaron con arte. Su suposición principal era que la humanidad no puede alcanzar el conocimiento o la ciencia que conciernen a la realidad y que el camino hacia la felicidad, por lo tanto, se asienta en una absoluta suspensión de juicio. Como ejemplo extremo de esta actitud, se dice que Pirrón uno de los escépticos más notables se negó a cambiar de rumbo al acercarse a un acantilado y tuvo que ser corregido por sus alumnos. Carnéades mantenía que las creencias adquiridas de la experiencia por vía inductiva pueden ser probables, pero nunca ciertas.
3.4. Neoplatonismo El filósofo judeo-helenista Filón de Alejandría sumó la filosofía griega, en especial las ideas platónicas y pitagóricas, a la religión judaica en un amplio sistema que anticipó el neoplatonismo y el misticismo judío, cristiano y musulmán. Filón insistía en la naturaleza transcendente de Dios, que supera el entendimiento y por lo tanto resulta indescriptible para los mortales; describió el mundo natural como una serie de etapas descendentes desde Dios y terminando en la materia como origen del mal. Abogó por un régimen teocrático, y fue uno de los primeros en interpretar el Antiguo Testamento para los no judíos. Falleció en el año 50 d.C.
El neoplatonismo, sustrato de una de las escuelas filosóficas y religiosas más influyentes e importante rival del cristianismo, fue fundado en el siglo II d.C. por Amonio Sacas y se desarrolló en el siglo III gracias a su discípulo más conocido, Plotino. Éste basó sus ideas en los escritos místicos y poéticos de Platón, los pensadores pitagóricos y Filón. Para Plotino, la principal razón de ser de la filosofía es educar a los individuos para la experiencia del éxtasis, en la que se hacen uno con Dios. Dios (o lo Uno) está más allá del entendimiento racional y es la fuente originaria de toda realidad. El Universo emana de lo Uno por un proceso misterioso de comunicación de energía divina en planos sucesivos. Los niveles más altos forman lo Uno, el logos, que contiene las ideas platónicas, y el Alma cósmica, que da lugar a las almas humanas y a las fuerzas de la naturaleza. Las demás cosas que emanan de lo Uno, según Plotino, cuanto más imperfectas y malas son, más cerca están del límite de la materia en su estado original. El fin más elevado de la vida es depurarse uno mismo de la dependencia de la conformidad física y, a través de la meditación filosófica, disponerse para una reunión extática con lo Uno. El neoplatonismo ejerció una fuerte influencia en el pensamiento medieval.
4. FILOSOFíA MEDIEVAL
Durante el declive de la civilización
grecorromana, los filósofos occidentales abandonaron la investigación
científica de la naturaleza y la búsqueda de la felicidad en el mundo y se
preocuparon por el problema de la salvación en otro mundo mejor. Hacia el siglo
III, el cristianismo se había extendido a las clases más cultas del Imperio romano.
4.1. Filosofía de
san Agustín
El proceso encaminado a reconciliar el
énfasis de los griegos en la razón con el que ponían los romanos en las
emociones religiosas de las enseñanzas de Cristo y los apóstoles se concretó en
los escritos de san Agustín de Hipona. Éste desarrolló un sistema de
pensamiento que, a través de sucesivas rectificaciones y elaboraciones, se
convirtió al fin en la doctrina del cristianismo de aquella época. En gran
parte debido a su influencia, el pensamiento cristiano fue platónico hasta el
siglo XIII, punto en que la filosofía aristotélica se hizo dominante. San
Agustín afirmaba que la fe religiosa y el entendimiento filosófico obran como
complementarios en lugar de ser opuestos y que se debe "creer para comprender y
comprender para creer". Al igual que los neoplatónicos, consideraba el alma una
forma más elevada de la existencia que el cuerpo y mantuvo que el conocimiento
consiste en la contemplación de las ideas que han sido depuradas tanto de
sensaciones como de imágenes.
La filosofía platónica se unió al
concepto cristiano de un Dios personal que había creado el mundo y predestinado
su evolución, y a la doctrina de la caída de la humanidad que requería la
divina encarnación en Cristo. San Agustín intentó aportar soluciones racionales
a los problemas del libre albedrío y la predestinación, la existencia del mal
en un mundo creado por un dios omnipresente y todopoderoso, y la naturaleza
atribuida a Dios en la doctrina de la Santísima Trinidad.
En uno de sus principales escritos, La
ciudad de Dios, concibió la historia como una lucha trágica en la humanidad
entre el bien, expresado en la lealtad a la "ciudad de Dios" o comunidad de los
santos, y el mal, identificado en la ciudad terrenal y simbolizado a través de
sus valores materiales. Su idea de la vida humana era pesimista, lo que le
llevó a sostener que la felicidad es imposible en la existencia del individuo,
donde incluso con buena suerte, como excepción, la conciencia de la proximidad
de la muerte echaría a perder cualquier tendencia hacia la satisfacción y el
placer. Pensó que sin las virtudes religiosas de la fe, la esperanza y la
caridad que requieren de la divina gracia para ser alcanzadas, una persona no
puede desarrollar virtudes naturales referidas al valor, la justicia, la
templanza y la sabiduría. Sus análisis del tiempo, la memoria y la experiencia
religiosa fueron fuente de inspiración para el pensamiento metafísico y
místico.
La única gran aportación a la filosofía occidental en los tres siglos posteriores a la muerte de san Agustín fue la del estadista romano del siglo VI Boecio, que reavivó el interés por el pensamiento griego y romano, en especial por la lógica y metafísica aristotélicas. En el siglo IX el monje irlandés Juan Escoto Eriúgena expuso una interpretación panteísta del cristianismo, identificando la Trinidad divina con lo Uno, el logos y el Alma universal del neoplatonismo, y mantuvo que tanto la fe como la razón son necesarias para alcanzar la unión extática con Dios.
4.2. Escolasticismo
En el siglo XI se produjo un resurgir
del pensamiento filosófico, fruto del creciente encuentro entre las diferentes
regiones del mundo occidental y el despertar del interés por las culturas
ignotas que culminaría en el renacimiento. Los trabajos de Platón, Aristóteles
y otros sabios griegos fueron traducidos por eruditos musulmanes y se
conocieron en el Occidente cristiano gracias a las aportaciones de los
filósofos de al-Andalus y a distintas traducciones del árabe al latín
realizadas en los reinos cristianos de la península Ibérica. Los filósofos
musulmanes, judíos y cristianos interpretaron y clarificaron esos escritos en
una tentativa por conciliar la filosofía con la fe religiosa y dotar de pilares
racionales a sus creencias religiosas. Su trabajo cimentó el escolasticismo.
El pensamiento escolástico estuvo menos interesado en descubrir nuevos datos y principios que en demostrar la verdad de los credos ya consolidados. Su método fue, por lo tanto, dialéctico o discursivo. El interés por la lógica del discurso llevó a importantes avances tanto en lógica como en teología. El médico persa del siglo XII Avicena integró el neoplatonismo y las ideas aristotélicas con la doctrina religiosa musulmana, mientras que el poeta judío Solomon ben Yehuda ibn Gabirol elaboró una síntesis semejante entre el pensamiento griego y el judaísmo. El teólogo y filósofo escolástico san Anselmo adoptó la idea agustiniana de la relación entre fe y razón, y relacionó el platonismo con la teología cristiana. San Anselmo, que actuaba siguiendo la teoría de las ideas de Platón, se mostró a favor de la existencia separada de los universales o las propiedades comunes de las cosas. De esta forma, estableció la posición del realismo lógico en uno de los debates más conflictivos y trascendentes de la filosofía medieval, el de los universales.
La concepción contraria, conocida como
nominalismo, fue formulada por el filósofo escolástico Roscelino, quien afirmó
que sólo existen los objetos individuales, concretos, y que los universales
(formas e ideas, mediante las que se clasifican las cosas particulares)
constituyen meros sonidos o signos en vez de sustancias intangibles. Cuando
afirmó que la Trinidad tiene que consistir en tres existencias separadas, sus
ideas fueron condenadas por heréticas y fue obligado a retractarse en 1092. El
teólogo francés Pedro Abelardo, cuyo trágico romance con Eloísa en el siglo XII
alimentó una de las historias de amor más memorables del medievo, propuso un
compromiso entre realismo y nominalismo conocido como conceptualismo, según el
cual los universales existen en las cosas particulares como propiedades y fuera
de las cosas como conceptos en la mente. Abelardo mantenía que la religión
revelada tiene que ser justificada por la razón. Fundamentó una ética basada en
la conciencia personal que anticipó el pensamiento protestante.
El jurista, físico y teólogo hispanomusulmán Averroes (el filósofo islámico más conocido de la edad media) hizo que la ciencia y el pensamiento aristotélico tuvieran gran influencia en el mundo medieval gracias a sus lúcidos y eruditos comentarios de la obra de Aristóteles. Fue conocido como El Comentador entre los muchos escolásticos que consideraban a Aristóteles como El Filósofo. Averroes intentó superar las contradicciones entre la filosofía aristotélica y la religión revelada distinguiendo entre dos sistemas de verdad separados: un cuerpo científico de verdades basado en la razón y un cuerpo religioso de verdades inspirado en la revelación. Su idea de que la razón tiene preferencia sobre la religión le llevó en 1194 al exilio. La llamada doctrina de la doble verdad de Averroes influyó sobre numerosos filósofos musulmanes, judíos y cristianos, pero también fue rechazada por muchos otros autores y se convirtió en un importante problema filosófico en el ámbito de la cultura medieval. Averroes desarrolló este análisis de las relaciones entre filosofía y fe religiosa en una de sus principales obras originales, Tahafut al-Tahafut (La destrucción de la destrucción).
El filósofo hispanojudío Maimónides (una
de las figuras más destacadas del pensamiento judaico), al igual que Averroes,
unió la ciencia aristotélica con la religión, pero rechazó la idea de que ambos
sistemas contrarios pudieran ser verdaderos. En su Guía de perplejos
(c. 1190) intentó dar una explicación racional a la doctrina judaica y
defendió las creencias religiosas (como la de la creación del mundo) que
entraban en conflicto con la ciencia aristotélica sólo cuando estuvo convencido
de que faltaban evidencias decisivas en el sustrato de ambas posturas.
En el siglo XIII el teólogo escolástico inglés Alejandro de Hales y el filósofo escolástico italiano san Buenaventura fundieron los principios platónicos y aristotélicos e introdujeron la idea de que el alma es forma y sustancia a la vez (o sustancia no material), para explicar su naturaleza inmortal. La idea de san Buenaventura tendió hacia el misticismo panteísta al hacer del fin de la filosofía la unión extática con Dios.
El filósofo escolástico alemán san
Alberto Magno fue el primer filósofo cristiano que aprobó e interpretó la
totalidad del pensamiento aristotélico. Estudió y admiró los escritos de los
aristotélicos musulmanes y judíos, que conoció por los trabajos de la Escuela
de Traductores de Toledo, y escribió comentarios enciclopédicos sobre
Aristóteles y la ciencia natural de su tiempo. El monje inglés Roger Bacon, uno
de los primeros escolásticos que mostró interés por la ciencia experimental,
advirtió que quedaba mucho por aprender aún sobre la naturaleza. Criticó el
método deductivo de sus contemporáneos, así como la confianza de éstos en la
autoridad del pasado, proponiendo un nuevo método de investigación basado en la
observación controlada.
La mayor figura intelectual de la edad media fue santo Tomás de Aquino, monje dominico que estudió con san Alberto Magno, a quien siguió hasta Colonia en 1248. Santo Tomás de Aquino unió la ciencia aristotélica y la teología agustiniana en un amplio sistema de pensamiento que más tarde se convirtió en la filosofía autorizada de la Iglesia católica. Sus obras más importantes, Summa Theologiae y Summa contra Gentiles, donde presenta una estructura de ideas convincente y sistemática, siguen ejerciendo en la actualidad una poderosa influencia en el pensamiento occidental. Sus textos reflejan el renovado interés de su tiempo por la razón, la naturaleza y la felicidad en este mundo, junto con su fe religiosa y preocupación por la salvación del hombre.
Aquino mantuvo, en contra de los averroístas, que las verdades de la fe y las verdades de la razón no podían estar en conflicto, sino que más bien son aplicadas a campos diferentes. Las verdades de la ciencia natural y de la filosofía son descubiertas al razonar a partir de datos de la experiencia, mientras que los principios de la religión revelada (la doctrina de la Trinidad, la creación del mundo y otros fundamentos del dogma cristiano) están más allá de la comprensión racional, aunque no hayan de ser contradictorios respecto a la razón y deban aceptarse mediante la fe. La metafísica, teoría del conocimiento, ética y política de Aquino provenían sobre todo de Aristóteles, pero el dominico incorporó en sus doctrinas las virtudes agustinianas de la fe, esperanza y caridad, y el destino de la salvación eterna a través de la gracia, a la ética naturalista aristotélica, cuya meta era conseguir la felicidad en este mundo.
4.3. Filosofía medieval después de santo Tomás de Aquino Las mayores críticas a la filosofía tomista fueron formuladas por Juan Duns Escoto y Guillermo de Ockham. Duns Escoto desarrolló un sutil y muy técnico sistema de lógica y metafísica, pero debido al fanatismo de sus seguidores, el nombre de Duns se convirtió más tarde en símbolo de estupidez en la palabra inglesa dunce (burro). Escoto rechazó el intento de santo Tomás de Aquino para reconciliar la filosofía racional con la religión revelada. Mantuvo, en una versión modificada de la llamada doctrina de la doble verdad de Averroes, que todas las creencias religiosas son asuntos de fe, excepto la creencia en la existencia de Dios, que consideraba demostrable desde supuestos lógicos. En contra de la idea de Aquino según la cual Dios actúa de acuerdo con su naturaleza racional, Escoto afirmó que la voluntad divina es anterior al propio intelecto divino y crea (en vez de amoldarse a ellas) las leyes de la naturaleza y la moral (voluntarismo), lo que implicaba una noción del libre albedrío más amplia que la de santo Tomás. Al abordar el problema de los universales, Duns Escoto planteó un nuevo compromiso entre realismo y nominalismo al explicar la diferencia entre los objetos individuales y las formas que esos objetos ejemplifican (individuación) como una distinción lógica en vez de real.
El franciscano inglés Guillermo de Ockham formuló la crítica de carácter más radical y nominalista de la creencia escolástica en el campo de lo intangible, cosas invisibles como las ideas, esencias y universales. Mantuvo que tales entidades abstractas sólo son referencias terminológicas que designan a su vez otras palabras en lugar de ser útiles para referirse a cosas reales. Su famosa regla, conocida como "la navaja de Ockham" (que afirma que no se debe suponer la existencia de más cosas de las que son necesarias según imperativos lógicos), se convirtió en un principio fundamental de la ciencia y filosofía modernas.
En los siglos XV y XVI el renacer del interés científico por la naturaleza se vio acompañado por la tendencia hacia el misticismo panteísta. El prelado católico romano Nicolás de Cusa anticipó la obra del astrónomo polaco Nicolás Copérnico al sugerir que la Tierra se mueve alrededor del Sol, desplazando así a la humanidad del centro del Universo, al que concibió como infinito e idéntico a Dios. El filósofo italiano Giordano Bruno, que también identificó el Universo con Dios, desarrolló las implicaciones filosóficas de la teoría copernicana. La filosofía de Bruno influyó en corrientes intelectuales posteriores que llevaron al nacimiento de la ciencia moderna y a la Reforma.
5. FILOSOFíA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA Desde el siglo XV la filosofía occidental ha estado marcada por una interacción continua entre sistemas de pensamiento basados en una interpretación mecanicista y materialista del Universo, y aquellos otros que consideraban al pensamiento humano como la única realidad última. Esta interacción reflejó el creciente efecto del descubrimiento científico y el cambio político en la especulación filosófica.
5.1. Mecanicismo y
materialismo
Los siglos XV y XVI marcaron un periodo
de cambios radicales en el ámbito social, político e intelectual. La exploración
del mundo, la Reforma protestante (con su énfasis en la fe individual), el auge
de la sociedad urbana comercial y la aparición de nuevas ideas en todas las
áreas de la cultura estimularon el desarrollo de una nueva idea filosófica del
Universo. La visión medieval del cosmos como un orden jerárquico de seres
creados y gobernados por Dios fue sustituida por la visión mecanicista del
mundo como una gran máquina cuyas partes se mueven de acuerdo con estrictas
leyes físicas, sin propósito ni voluntad. El objetivo de la vida humana ya no
se concebía como preparación para la salvación en el otro mundo, sino más bien
como la satisfacción de los deseos naturales del individuo. Las instituciones
políticas y los principios éticos dejaron de ser considerados como reflejo del
mandato divino para ser vistos, en cambio, como resortes prácticos creados por
los seres humanos. En esta nueva visión filosófica, la experiencia y la razón
fueron los únicos patrones efectivos para dilucidar la verdad. La figura del
filósofo jesuita español Francisco Suárez tuvo una gran influencia en la
transformación de la escolástica clásica y en una moderna concepción de la ley
y de la autoridad real que, según Suárez, deriva su poder del consentimiento
del pueblo y podía ser rechazada cuando no era ejercida con justicia.
El primer gran representante de la nueva
filosofía fue el pensador inglés Francis Bacon, barón de Verulam, quien
denunció la confianza en la autoridad y en el discurso verbal, y consideró la
lógica aristotélica inútil para acuñar nuevas leyes físicas. En su obra Novum
organum (1620), Bacon expuso un nuevo método científico basado en la
generalización inductiva realizada desde la observación y la experimentación.
Fue el primero en formular leyes para la inferencia inductiva.
El trabajo del físico y astrónomo italiano Galileo fue de mayor importancia en el desarrollo de una nueva visión del mundo. Galileo Galilei resaltó la importancia de aplicar las matemáticas a la formulación de leyes científicas. Para ello creó la ciencia de la mecánica, que aplicaba los principios de la geometría a los movimientos de los cuerpos. El éxito de la mecánica en la formulación de leyes fiables y útiles de la naturaleza llevó a pensar a Galileo y a otros científicos posteriores que toda la naturaleza está creada de acuerdo con leyes mecánicas.
5.1.1. Descartes
El matemático, físico y filósofo
racionalista francés René Descartes profundizó en las críticas de Bacon y
Galileo sobre los métodos y creencias existentes, pero al contrario que Bacon
que se inclinaba por la práctica de un método inductivo basado en hechos
observados, Descartes hizo de las matemáticas el modelo para toda ciencia,
aplicando sus métodos deductivos y analíticos a todos los campos del saber. En
1637 publicó su primera gran obra, Ensayos filosóficos, a la cual servía
de prólogo el que sería su más famoso e influyente escrito, Discurso del
método. Decidió reconstruir todo el conocimiento humano sobre una base
absolutamente certera al rechazar cualquier creencia, incluso su propia
existencia, hasta que pudiera probarla como verdadera (escepticismo
metodológico). Descartes fundó la prueba lógica de su propia existencia en el
acto de dudar de ella y su famosa afirmación "Cogito, ergo sum" ("Pienso, luego
existo") le proporcionó el dato cierto o axioma a partir del cual pudo deducir
la existencia de Dios y de las leyes básicas de la naturaleza. A pesar de su
perspectiva mecanicista, Descartes aceptó la tradicional doctrina religiosa de
la inmortalidad del alma y mantuvo que la mente y el cuerpo son dos sustancias
diferentes; de esta forma dejó a la mente libre de las leyes mecánicas de la
naturaleza y consagró la libertad de la voluntad. Su fundamental separación de
mente y cuerpo, conocida como dualismo, planteó el problema de la explicación
de cómo dos sustancias tan diferentes como cuerpo y mente pueden afectar la una
a la otra, problema que fue imposible resolver y que ha sido desde entonces
motivo prioritario de interés en la filosofía.
5.1.2. Hobbes
El filósofo inglés Thomas Hobbes elaboró
un amplio sistema de metafísica materialista que aportó una solución al
problema mente-cuerpo del dualismo al reducir la mente a los movimientos
interiores del cuerpo. Al aplicar los principios de la mecánica a todas las
áreas del conocimiento, definió los conceptos básicos de cada área (como vida,
sensación, razón, valor y justicia) en términos de materia y movimiento,
reduciendo así todos los fenómenos a relaciones físicas y todas las ciencias a
un proceso mecánico. Hobbes expuso su teoría ética y su teoría política en Leviatán
(1651); la primera se basaba en la afirmación de que las reglas conductuales
humanas se rigen por el instinto de conservación, por lo que justificó las
acciones egoístas como una tendencia natural del ser humano. En consecuencia,
su teoría política sostenía que el gobierno y la justicia social son creaciones
artificiales basadas en un contrato social y mantenidas por la fuerza. Apoyó a
la monarquía absoluta como el medio más efectivo de preservar la paz.
5.1.3. Spinoza
El filósofo holandés Baruch Spinoza
elaboró un sistema filosófico monista claro y riguroso que aportaba nuevas
soluciones al problema mente-cuerpo, al conflicto entre ciencia y religión, y a
la eliminación mecanicista de los valores éticos del mundo natural. Como
Descartes, afirmó que toda la estructura de la naturaleza puede deducirse de
unas cuantas definiciones básicas y axiomáticas, conforme al modelo de la
geometría de Euclides. Advirtió que la teoría cartesiana de las dos sustancias
creaba un problema insoluble sobre cómo interactúan la mente y el cuerpo; llegó
a la conclusión que el único sujeto último de conocimiento ha de ser la
sustancia en sí. Al intentar demostrar que Dios, la sustancia y la naturaleza
son idénticos, llegó a la conclusión panteísta de que todas las cosas son
aspectos (o modos) de Dios.
Su respuesta al problema mente-cuerpo (conocida como la teoría del paralelismo psicológico) explicaba la aparente interacción de mente y cuerpo al considerarlos como dos atributos de la misma sustancia, paralelas entre sí, que parecen afectar la una a la otra pero que en realidad no lo hacen. La ética de Spinoza (patente en una de sus principales obras, Ética), al igual que la de Hobbes, se basaba en una psicología materialista según la cual los individuos sólo están motivados por el interés propio; pero al contrario que Hobbes, Spinoza llegó a la conclusión que el interés propio racional coincide con el interés de los demás y que la vida más satisfactoria es la que se dedica al estudio científico y que culmina en el amor intelectual y racional hacia Dios (amor Dei intelectuallis).
5.1.4. Locke
John Locke, una de las figuras más
influyentes del pensamiento británico, enriqueció la tradición empirista
iniciada por Bacon. Dotó al empirismo de un marco sistemático gracias a la
publicación de su Ensayo sobre el entendimiento humano (1690). Locke
atacó la creencia racionalista predominante de que el conocimiento era
independiente de la experiencia. Aunque aceptó la división cartesiana entre
mente y cuerpo y la descripción mecanicista de la naturaleza, reorientó la
filosofía desde el conocimiento del mundo físico hacia el estudio de la mente.
Con esto hizo de la epistemología el principal objeto de interés de la
filosofía moderna. Locke intentó reducir todas las ideas a simples elementos de
la experiencia, pero al distinguir entre sensación y reflexión como fuentes de
la experiencia, determinó que la sensación provee el material para el
conocimiento del mundo externo y la reflexión aporta el material para el
conocimiento de la mente.
Aunque no fue un escéptico, Locke gozó
de gran influencia en el escepticismo del pensamiento británico posterior al
reconocer la vaguedad de los conceptos de la metafísica y señalar que las
deducciones sobre el mundo al margen de la mente no pueden ser probadas con
certeza. Sus escritos éticos y políticos (principalmente Tratados sobre el
gobierno civil) tuvieron también mucha influencia en el pensamiento
subsiguiente; los fundadores de la moderna escuela del utilitarismo, que en
síntesis hicieron de la felicidad para el mayor número de personas la medida
del bien y del mal, se inspiraron en sus escritos. Su defensa del gobierno
constitucional, de la tolerancia religiosa y de los derechos naturales de los
individuos marcó el desarrollo del pensamiento liberal en Francia, Gran Bretaña
y Estados Unidos.
5.2. Idealismo y escepticismo El filósofo y matemático alemán Gottfried Wilhelm Leibniz concibió un sutil y original sistema de filosofía. Combinó los descubrimientos matemáticos y físicos de su tiempo con las concepciones orgánicas y religiosas de la naturaleza heredadas del pensamiento clásico y medieval. Leibniz consideraba el mundo como un número infinito de unidades de fuerza infinitamente pequeñas, llamadas mónadas, cada una de las cuales es un mundo cerrado pero que refleja a su vez a todas las demás en su propio sistema de percepciones. Todas las mónadas son entidades espirituales, pero aquellas con las percepciones más confusas forman los objetos inanimados y aquellas con las percepciones más claras (incluido el autoconocimiento y la razón) constituyen las almas y las mentes de la humanidad. Dios es concebido como la Mónada de las mónadas, la que crea todas las demás y predestina su desarrollo de acuerdo con una armonía preestablecida que acaba en la apariencia de interacción entre las mismas. La idea de Leibniz de que todas las cosas son orgánicas y espirituales marca el inicio de la tradición filosófica del idealismo.
5.2.1. Berkeley El filósofo y obispo anglicano George Berkeley convirtió el idealismo en una poderosa escuela de pensamiento al unirlo con el escepticismo y el empirismo, y por ello ha sido muy influyente en la filosofía británica. Al radicalizar las dudas ya expuestas por Locke sobre el conocimiento del mundo fuera de la mente, Berkeley declaró que no existe ninguna evidencia de la realidad material de ese mundo, porque lo único que uno puede observar son las sensaciones propias y éstas se encuentran en la mente. Afirmaba que existir significa ser percibido ("esse est percipi") y que para existir, cuando uno no las observa, las cosas han de ser percibidas por Dios. Sus principales escritos, Tratado sobre los principios del conocimiento humano (1710) y Tres diálogos entre Hilas y Filonus (1713), fueron desestimados por sus contemporáneos. Sin embargo, al afirmar que los fenómenos sensoriales son los únicos objetos del conocimiento, Berkeley estableció la visión epistemológica del fenomenalismo (teoría de la percepción que indica que la materia puede ser analizada en términos de sensaciones) y orientó el camino que adoptaría el movimiento positivista en el pensamiento moderno.
5.2.2. Hume
El filósofo e historiador escocés David
Hume aplicó la crítica de Berkeley sobre la sustancia material a la propia creencia
de este filósofo en la sustancia espiritual, afirmando que no existe ninguna
evidencia observable de la existencia de una sustancia suprema, espíritu o
Dios. Pese a que su obra filosófica más importante fue Tratado sobre la
naturaleza humana (3 vols., 1739-1740) su pensamiento es más conocido por
una versión más breve y accesible de aquélla, Investigación sobre el
entendimiento humano (1751). Según Hume, todas las afirmaciones metafísicas
sobre cosas que no se pueden percibir de una forma directa carecen asimismo de
sentido y tendrían que "ser entregadas a las llamas". En sus análisis de la
causalidad y de la inducción, Hume mantuvo que no existe ninguna justificación
lógica existe para creer que dos hechos están conectados por azar o para
establecer ninguna inferencia desde el pasado hacia el futuro, dando lugar así
a problemas que todavía no han sido resueltos. La obra de Hume ha tenido un
profundo efecto en la ciencia moderna al estimular el uso de los procedimientos
estadísticos en lugar de los sistemas deductivos y alentar la redefinición de
los conceptos básicos.
5.2.3. Kant y
la Ilustración
En respuesta al escepticismo de Hume,
que según sus palabras "lo despertó de su sueño dogmático", el filósofo alemán
Immanuel Kant construyó un amplio sistema de filosofía que se sitúa entre los
mayores logros intelectuales de la cultura occidental. Kant combinó el
principio empirista de que todo conocimiento tiene su fuente en la experiencia
con la creencia racionalista en el conocimiento conseguido por la deducción.
Sugirió que, aunque el contenido de la experiencia ha de ser descubierto a
través de la propia experiencia, la mente impone forma y orden en todas sus
experiencias y esta forma y orden pueden ser descubiertos a priori, es
decir, mediante la reflexión. Su afirmación de que causalidad, sustancia,
espacio y tiempo, formas de la intuición pura, son modelos impuestos por la
mente en función de su experiencia dio soporte al idealismo heredado de Leibniz
y Berkeley, pero su filosofía también constituyó una crítica al idealismo al
estar de acuerdo con la afirmación empirista de que las cosas en sí mismas es
decir, las cosas tal y como existen fuera de la experiencia humana constituyen
la "cosa en sí" (noumeno incognoscible). Por lo tanto Kant limitó el conocimiento
al "mundo de los fenómenos" de la experiencia, manteniendo que las creencias
sobre el alma, el cosmos y Dios (el "mundo de los nombres" que transcienden la
experiencia humana) son asuntos de fe antes que resultar propios del
conocimiento científico. En sus escritos sobre ética, mantuvo que los
principios morales son imperativos categóricos, que para él significaban
mandatos absolutos de la razón que no admiten excepciones y nada tienen que ver
con el placer o el beneficio práctico. En sus ideas religiosas, que tuvieron un
efecto profundo en la teología protestante, hizo hincapié en la conciencia
individual y describió a Dios sobre todo como un ideal ético. En el pensamiento
político y social, Kant fue una figura de primer orden del movimiento en favor
de la razón y la libertad contra la tradición y la autoridad. Sus principales
obras corresponden a la denominada fase crítica de su pensamiento,
especialmente Crítica de la razón pura (1781), Crítica de la razón
práctica (1788) y Crítica del juicio (1790).
En Francia la actividad intelectual
culminó en el periodo conocido con el nombre de Ilustración que impulsó los
cambios sociales que produjeron la Revolución Francesa. Entre los mayores
pensadores de esa época se encuentran Voltaire, quien (al ampliar la tradición
de deísmo iniciada por Locke y otros pensadores liberales) redujo las creencias
religiosas a aquello que puede ser justificado mediante la inferencia racional
a partir del estudio de la naturaleza; Jean-Jacques Rousseau, que criticó la civilización
como una corrupción de la naturaleza humana en un hombre bueno en su origen y
que desarrolló la doctrina de Hobbes de que el Estado se basa en un contrato
social con sus ciudadanos y representa la voluntad popular; y Denis Diderot,
quien con Jean le Rond d'Alembert elaboró la famosa Enciclopedia, a la
que contribuyeron numerosos científicos y filósofos.
5.3. Idealismo
absoluto
En Alemania, a través de la influencia
de Kant, el idealismo y el voluntarismo (es decir, la importancia dada a la voluntad)
se convirtieron en las tendencias dominantes. Johann Gottlieb Fichte transformó
el idealismo crítico de Kant en un idealismo absoluto al eliminar las "cosas en
sí mismas" kantianas y hacer de la voluntad la realidad última. Fichte mantuvo
que el mundo es creado por un activo Yo, del que la voluntad humana es una
manifestación parcial y que tiende hacia Dios como un ideal irrealizable. Sus
ideas fueron consideradas como ateas y se vio obligado a abandonar su cátedra
de Filosofía en la Universidad de Jena en 1799. Friedrich Wilhelm Joseph von
Schelling fue aún más lejos al reducir todas las cosas a la actividad de
autorrealización de un absoluto, al que identificó con el impulso creativo en
la naturaleza. El énfasis que puso el romanticismo en los sentimientos y en la
divinidad de la naturaleza encontró expresión filosófica en el pensamiento de
Schelling, quien ejerció una destacada influencia en el movimiento
transcendentalista estadounidense que encabezaba el poeta y ensayista Ralph
Waldo Emerson.
5.3.1. Hegel
El espíritu filosófico más poderoso del
siglo XIX fue el del filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel, cuyo
sistema de idealismo absoluto aunque con muchas influencias de Kant y
Schelling se basó en una nueva concepción de la lógica en la que conflicto y
contradicción son considerados como elementos necesarios de la verdad, y ésta
es contemplada como un proceso antes que como un estado fijo e inmutable de las
cosas. La fuente de toda realidad, para Hegel, es un espíritu absoluto (o razón
cósmica) que evoluciona desde una existencia abstracta e indiferenciada hacia
una realidad más concreta a través de un proceso dialéctico que consiste en
etapas triádicas; cada tríada se compone en primer lugar de un punto inicial (o
tesis), en segundo lugar, de su opuesto (o antítesis), y en tercer lugar, de un
punto superior o síntesis, donde se funden los dos opuestos. De acuerdo con
esta idea, la historia se halla regida por leyes lógicas, de tal forma que
"todo lo que es real es racional, y todo lo que es racional es real". Las ideas
históricas posteriores son cumplimientos más completos del espíritu absoluto
cuyo punto más alto de autorrealización se encuentra en el Estado nacional de
la monarquía de Federico Guillermo IV y en la filosofía. Hegel impulsó un mayor
interés por la historia al representarla como una penetración en la realidad
más profunda que las ciencias naturales. Su concepción del Estado nacional como
la encarnación más alta del espíritu absoluto se interpretó durante un tiempo
como la fuente principal de las modernas ideologías autoritarias, aunque él
mismo se declaró partidario de la existencia de un amplio grado de libertad
individual reconocido por el poder político. Hegel expuso lo fundamental de su
sistema filosófico en Fenomenología del espíritu (1807).
5.3.2. Otros
filósofos influyentes
El filósofo alemán Arthur Schopenhauer
rechazó la optimista fe de Hegel en la razón y el progreso. En 1819 publicó El
mundo como voluntad y representación, obra en la que presenta su filosofía
ateísta y pesimista. Schopenhauer mantenía que tanto la naturaleza como la
humanidad son productos de una voluntad irracional, de la que la gente puede
escapar tan sólo a través del arte y la renuncia filosófica al deseo de
felicidad. El filósofo y sociólogo francés Auguste Comte, autor de Curso de
filosofía positiva (6 vols., 1830-1842), formuló la filosofía del
positivismo, que rechaza la especulación metafísica y sitúa todo el
conocimiento verdadero en las llamadas ciencias positivas o factuales. Comte
situó la ciencia de la sociología (que él mismo fundó) en el nivel más alto de
la clasificación de las ciencias. El influjo del positivismo fue muy importante
en el pensamiento europeo, pero especialmente en la formación del pensamiento
nacional de muchos países latinoamericanos. El economista británico John Stuart
Mill desarrolló y puntualizó las tradiciones empiristas y utilitaristas, con la
publicación de Utilitarismo en 1836 y la aplicación de sus principios a
todos los campos del pensamiento. Mill y otros utilitaristas ejercieron una
gran influencia en las reformas liberales sociales y económicas que tuvieron
lugar en el Reino Unido. El filósofo danés Sren Kierkegaard (autor, entre
otras obras, de El concepto de la angustia) criticó el énfasis hegeliano
en la razón; su defensa elocuente del sentimiento y la aproximación subjetiva a
los problemas de la vida fueron una de las fuentes más importantes del
existencialismo del siglo XX.
5.4. Filosofía evolucionista La idea mecanicista del mundo propia del siglo XVII y la fe en la razón y el sentido común del siglo XVIII, aunque todavía influyentes, fueron modificados en el siglo XIX por una serie de ideas más complejas y dinámicas, basadas más en la biología y en la historia que en las matemáticas y la física. Entre otras, muy importante fue la teoría de la evolución a través de los principios de la selección natural, formulada en 1858 por Charles Darwin, cuyo trabajo inspiró concepciones de la naturaleza y de la humanidad que ponían el énfasis en el conflicto y en el cambio como factores que estimulaban la evolución, y se definían contra la unidad y la permanencia sustancial. Por su parte, los alemanes Karl Marx y Friedrich Engels, que se conocieron en París en 1844, elaboraron la filosofía del materialismo dialéctico, basado en la lógica dialéctica de Hegel, pero hicieron de la materia (en vez de la mente) la realidad última. De Hegel adoptaron la idea según la cual la historia avanza de acuerdo con leyes dialécticas y que las instituciones sociales son más reales en el plano material que una naturaleza física o la mente individual. Su aplicación de estos principios a los problemas sociales fue llamada materialismo histórico, teoría según la cual todas las formas de cultura están determinadas por las relaciones económicas y en la que la evolución social acontece a través de la lucha de clases y revoluciones periódicas. Esta teoría se convirtió en la base ideológica del comunismo. El filósofo británico Herbert Spencer elaboró una filosofía evolucionista basada en el principio de la selección natural, que explica todos los elementos de la naturaleza y de la sociedad como adaptaciones en la lucha cósmica por la supervivencia. Al igual que Comte, sustentó la filosofía en la sociología y en la historia por considerarlas las ciencias más avanzadas.
5.4.1. Nietzsche
El filósofo alemán Friedrich Nietzsche
recobró la concepción de Schopenhauer de la existencia como la expresión de una
voluntad cósmica, pero hizo de la llamada "voluntad de poder" la fuente de todo
valor, como se subraya en uno de sus más discutidos tratados, La voluntad de
poder, publicado en 1901, un año después de su muerte, un estudio
incompleto en el que reivindica el retorno desde la ética a las primigenias y
naturales virtudes de valor y fuerza. Siguiendo la revuelta romántica contra la
razón y la organización social, resaltó los valores de la firmeza individual,
el instinto biológico y la pasión en un superhombre utópico. Otras importantes
obras suyas fueron La gaya ciencia (1882), Así habló Zaratustra
(1883-1891) y La genealogía de la moral (1887).
5.4.2. Pragmatismo
Hacia finales del siglo XIX, el
pragmatismo se convirtió en una de las más importantes escuelas de pensamiento,
en particular en Estados Unidos. Continuó la tradición empírica de arraigar el
conocimiento en la experiencia y acentuar los procedimientos deductivos de la
ciencia experimental. Charles Sanders Peirce, que dio nombre a esta corriente,
formuló una teoría práctica del conocimiento que definía el entendimiento de un
concepto como el conjunto de las predicciones que pueden ser hechas por el uso
de ese mismo concepto y verificadas por la experiencia futura. William James,
cuyo destacado trabajo en el campo de la psicología facilitó un marco para
delimitar sus ideas filosóficas, desarrolló una teoría pragmática de la verdad.
Definió ésta como la capacidad de una idea para guiar al individuo hacia una
acción de éxito, y propuso que todas las ideas fueran evaluadas en la medida de
su utilidad para resolver los problemas. James justificó la religión sobre este
razonamiento pragmático, pero al insistir en la infinitud de Dios, lo
identificó con la inconsciente energía de la naturaleza.
El idealismo fue una poderosa escuela de pensamiento en el Reino Unido gracias a la obra de Francis Bradley, que mantuvo, al igual que Hegel, que todas las cosas han de ser entendidas como aspectos de una totalidad absoluta. Bradley negó que las relaciones existan, porque no existen dos cosas idénticas y sólo se puede dar por sentado un único sujeto real de pensamiento, lo Absoluto. Mantenía que cada vez que se dice que una cosa tiene cierta característica, entonces esa cosa (como el propio sujeto) tiene que ser en sí misma el mundo total y la realidad. Cualquier otra afirmación sería contradictoria, porque todo excepto la realidad misma tiene predicados contradictorios: una estufa, por ejemplo, está a veces caliente y otras veces fría. El filósofo británico John MacTaggart también recurrió al idealismo hegeliano, manteniendo que el espacio y el tiempo son irreales porque su concepción es contradictoria. Afirmaba que la única realidad es la mente. Otro filósofo británico, Bernard Bosanquet, que al igual que MacTaggart reavivó el idealismo, resaltó el carácter estético y dramático del proceso universal.
5.4.3. Idealismo
pragmático
Josiah Royce, incluido en el movimiento
idealista estadounidense, unió el idealismo a ciertas corrientes de
pragmatismo. Royce interpretó la vida humana como el esfuerzo del yo finito por
expandirse en el yo absoluto a través de la ciencia, la religión y la lealtad a
comunidades más amplias. Sus numerosos trabajos fueron publicados a finales del
siglo XIX y principios del XX.
El filósofo, educador y psicólogo
estadounidense John Dewey desarrolló más tarde los principios pragmáticos de
Peirce y James en un amplio sistema de pensamiento al que llamó naturalismo
experimental o instrumentalismo. Dewey puso el énfasis en las bases biológicas
y sociales del conocimiento y el carácter instrumental de las ideas como planes
de acción. Insistió en un acercamiento experimental a la ética (es decir, en
relacionar los valores con las necesidades individuales y sociales). La teoría
pedagógica de Dewey, que insistió en la preparación del individuo para
desarrollar una actividad creativa en una sociedad democrática, adquirió una
profunda influencia en los métodos educacionales de Estados Unidos hasta mucho
tiempo después de su muerte.
En Francia la idea más influyente de principios del siglo XX fue el vitalismo evolucionista de Henri Bergson, autor, entre otras obras, de Materia y memoria (1896). Bergson planteó el élan vital, la energía espontánea del proceso evolutivo, y defendió los sentimientos y la intuición frente a la aproximación abstracta y analítica a la naturaleza de la ciencia y la filosofía de la ciencia y el espíritu. En Alemania, Edmund Husserl fundó la escuela de la fenomenología, elaborando una filosofía que recogió y analizó las estructuras de la conciencia que permiten a ésta situar a los objetos fuera de sí misma.
5.4.4. Whitehead
El matemático y filósofo británico
Alfred North Whitehead reavivó el interés por la metafísica especulativa al
desarrollar un gran sistema técnico de conceptos que combinaba la teoría
platónica de las ideas con el organicismo de Leibniz y Bergson. Whitehead (que
también fue un físico notable) aplicó los avances revolucionarios de la ciencia
del siglo XX para mostrar el fracaso de la ciencia mecanicista como un medio
para interpretar la realidad de una forma global y absoluta. Según Whitehead, las
cosas no son sustancias inmutables con límites espaciales definidos, sino
procesos vivos de experiencia que personifican objetos eternos o universales,
fusionados por Dios. En colaboración con Bertrand Russell escribió Principia
Mathematica (3 vols. 1910-1913), monumental obra que pretendió definir la
interrelación entre la lógica y las matemáticas.
5.4.5. Santayana y otros autores El poeta y filósofo estadounidense de origen español Jorge Ruiz de Santayana compaginó el pragmatismo, el platonismo y el materialismo en una gran filosofía que subrayó los valores intelectuales y estéticos. Expuso sus ideas más relevantes y sistematizó su filosofía ética en uno de sus primeros trabajos, La vida de la razón (5 vols., 1905-1906). Benedetto Croce hizo del idealismo la tradición dominante en la filosofía italiana, recuperando la concepción hegeliana de la realidad como un proceso de desarrollo histórico a través del conflicto de opuestos, pero incidió en los sentimientos y la intuición (en lugar de la razón abstracta) como la fuente de la verdad última. Bertrand Russell prosiguió fiel a las tradiciones empíricas y utilitaristas en el pensamiento británico. La aplicación por Russell de los avances en lógica, matemáticas y física a los problemas de la filosofía alcanzaron gran eco en la escuela del empirismo lógico. El filósofo británico George Edward Moore (la figura más importante de la llamada revuelta realista contra el idealismo) abogó por la realidad de los objetos apoyándola en la creencia del sentido común. El estilo sencillo de Moore y su preciso uso del lenguaje cotidiano incidieron en el desarrollo de la escuela de filosofía analítica.
5.5. Filosofía
analítica
La escuela del empirismo o positivismo
lógico, fundada en torno al denominado Círculo de Viena, se convirtió en un
movimiento importante del pensamiento estadounidense. El empirismo lógico (que
combina el positivismo de Hume y Comte con el rigor y la precisión lógicas de
Descartes y Kant) rechaza la metafísica como un juego terminológico sin sentido,
insiste en la definición de todos los conceptos en términos de hechos
observables, y asigna a la filosofía la tarea de clarificar los conceptos y la
sintaxis lógica de la ciencia.
Una vía de filosofía analítica, también llamada análisis lingüístico, que se inspiró en el trabajo de Moore, y fue desarrollada en concreto por Ludwig Wittgenstein en su Tractatus logicus-philosophicus (1921), se ha convertido en la corriente dominante de la filosofía británica actual. Esta escuela de pensamiento también rechaza la metafísica especulativa y centra la filosofía en la tarea de ordenar el rompecabezas intelectual causado por la ambigüedad del lenguaje merced al análisis de las palabras propias del discurso ordinario. Identifica el significado de una palabra con el sentido con que de forma corriente esa palabra es utilizada.
5.6. Filosofía
existencial
La filosofía existencial, que surgió
como heredera de la revuelta romántica del siglo XIX contra la razón y la
ciencia en favor de la implicación apasionada en la vida, fue muy importante en
el pensamiento a través del trabajo de Martin Heidegger (autor de El ser y
el tiempo, 1927) y en menor escala de Karl Jaspers. Heidegger combinó el
planteamiento fenomenológico de Husserl con el énfasis que Kierkegaard ponía en
la intensa experiencia emocional y la concepción de Hegel de la negación como
una fuerza real. La filosofía de Heidegger sustituye la nada por Dios como la
fuente de los valores humanos; Jaspers encontró a Dios (al que llamó
Transcendencia) en la intensa experiencia emocional de los seres humanos. El
español Miguel de Unamuno desarrolló un original pensamiento que destacaba el
valor de la existencia individual, el sentimiento trágico de la inmortalidad
humana y el valor de la literatura como fuente de expresión filosófica. José
Ortega y Gasset, principal representante de la filosofía en España, defendió la
intuición frente a la lógica y criticó la cultura de masas (La rebelión de
las masas, 1930) y la sociedad mecanizada de los tiempos modernos. El
erudito y autor sionista de origen austriaco Martin Buber, compaginando el
misticismo judío con las tendencias del pensamiento existencial, interpretó la
experiencia humana como un diálogo entre el individuo y Dios.
Varias síntesis de la teología
tradicional con la idea existencial de que el conocimiento es más emocional que
científico han sido realizadas en Suiza por Karl Barth y en Estados Unidos por
Reinhold Niebuhr y Paul Tillich. En Francia, Jean-Paul Sartre fue uno de los
que más contribuyó a la popularización del existencialismo. Sus escritos
filosóficos (especialmente El ser y la nada, 1943, y Crítica de la
razón dialéctica, 1960), novelas y obras de teatro fusionaron las ideas de
Descartes, Marx, Kierkegaard, Husserl y Heidegger en una concepción de los
seres humanos que se proyectan a sí mismos fuera de la nada mediante la
afirmación de sus propios valores y, por tanto, asumiendo la responsabilidad
ética de sus actos.
Durante la década de 1960 los escritos
de Martin Luther King señalaron que la filosofía había estado demasiado alejada
de los importantes acontecimientos sociales y políticos que estaban
produciéndose en todo el mundo. Siguiendo los principios del líder nacionalista
indio Mohandas Karamchand Gandhi, King abogó por una actitud de resistencia
cívica y no violenta ante la injusticia.
5.7. últimos
sistemas filosóficos del siglo XX
Tras la década de 1960, el desarrollo de
la llamada "filosofía técnica" ha sido muy importante. La actividad filosófica
se encuentra, fundamentalmente, confinada en los departamentos de filosofía de
las universidades y en las revistas especializadas, y ha alcanzado un notable
nivel de complejidad que exige una preparación adecuada. Durante las últimas
décadas del siglo XX se ha seguido manteniendo la fuerza de la filosofía analítica,
que ha dominado la producción filosófica anglosajona. En la llamada "tradición
continental", la influencia analítica ha aumentado su presencia. Sin embargo,
distintas escuelas filosóficas que plantean problemas nuevos han desarrollado
sus teorías. Entre ellas, merecen ser citadas las tres siguientes
orientaciones. En primer lugar, el desarrollo de la filosofía hermenéutica,
representada fundamentalmente en la obra de Hans-Georg Gadamer. En segundo
lugar, las aportaciones de una crítica de la sociedad, representadas por los
herederos de la Escuela de Frankfurt y, en especial, por Jürgen Habermas. En
tercer lugar, las filosofías postestructuralistas, que recogen la herencia del
estructuralismo y realizan una crítica a la llamada sociedad posmoderna, y que
cuentan entre sus representantes más relevantes, a los filósofos franceses
Michel Foucault, Gilles Deleuze y Jacques Derrida, entre otros.
Conclusiones: La filosofía comienza en la Grecia antigua, en el Asia Menor, alrededor del siglo VII a.C. Allí se establecieron los jonios, uno de los primeros pueblos de habla griega. La situación económica en los siglos VII y VI era muy próspera agrícola y comercialmente. Esta circunstancia, sumada al fluido contacto con la floreciente babilónica y con Egipto, permitió a estas colonias un gran desarrollo cultural.
COMENTARIO FINAL: La filosofía comienza en la Grecia antigua, en el Asia Menor, alrededor del siglo VII a.C. Allí se establecieron los jonios, uno de los primeros pueblos de habla griega. La situación económica en los siglos VII y VI era muy próspera agrícola y comercialmente. Esta circunstancia, sumada al fluido contacto con la floreciente babilónica y con Egipto, permitió a estas colonias un gran desarrollo cultural. La metafísica ha recibido en el siglo XX severas críticas. Las principales son las que provienen del positivismo lógico, para quien la metafísica es un discurso sin significado porque sus enunciados son afirmaciones acerca de los cuales nunca se podrá tener una experiencia. No obstante, debemos decir que los temas concernientes a la metafísica no fueron dejados a un lado en el siglo XX, sino, por el contrario, las distintas corrientes de pensamiento se ven remitidas a ellos con la necesidad de formular maneras alternativas en su tratamiento. Los Padres, los amigos, los maestros, la gente de la calle, nos van mostrando el mundo desde que nacemos. La madre pone el pecho en la boca del recién nacido, y éste chupa, se alimenta, y recibe al mismo tiempo una caricia. Lo viste, lo arropa, y el niño vive esas prendas como abrigo. Agitan ante él el juguete. Le impiden acercar la mano a una llama, o se quema con ella, y entran en el horizonte de su vida la prohibición, el dolor, el peligro. Intenta el niño levantar una mesa, y descubre el peso -y la impotencia-. Se da un golpe contra la pared y cuenta con la resistencia de las cosas. Lo amenazan jovialmente y aprende a distinguir entre lo serio y la broma. Le cuentan cosas, y descubre que antes que él había otros, y sucesos que no eran suyos. Le prometen algo, y se pone a esperar en el futuro. Lo elogian o le regañan, y el niño empieza a darse cuenta de que hay lo bueno y lo malo, la aprobación y la desaprobación. Le reprochan haber hecho algo que no ha hecho, y tropieza con la injusticia. Lo engañan, y ve que junto a la verdad, en la cual vivía sin saberlo, hay la falsedad o la mentira. Empieza a explorar la casa, el jardín, las calles del pueblo o de la ciudad, el campo, y ve que hay "más allá", que el mundo es abierto, dilatado, desconocido, atractivo, peligroso, hermoso o feo. Distingue muy pronto dos formas de los "otros": hombres, mujeres; y muy poco después una tercera forma: los "semejantes", los niños, a diferencia de los "mayores".
Le hablan y oye hablar. Distingue voces, y los tonos, y sabe cuándo se dirigen a él o no. Le gustan más o menos: se siente atendido, acariciado, mimado, reprendido, olvidado. Va entendiendo "de qué se trata"; luego, lo que se dice. Conoce algunas palabras, y otras que no; adivina su significado unas veces, otras quedan oscuras. Empiezan a "enseñarle" cosas: a andar, a comer, a vestirse, a pronunciar, a mover las manos, a jugar, a hacer las cosas "bien", a saludar, a contar, luego a leer, a escribir, a rezar, a callarse, a esperar, a obedecer, a resignarse. Y luego, noticias, informaciones, ritos, ciencias.
Casi toda la vida va regida por esas formas que nos han sido "inyectadas" por los demás, conocidos o desconocidos, sobre todo al verlos vivir ante nosotros. Estamos en la creencia de que las cosas son "así", de que hay que hacer tales o cuales cosas, de que podemos contar con ellas de cierta manera. Nuestros deseos, nuestros proyectos, nos llevan a hacer algo de acuerdo con esas líneas de conducta. Solamente cuando tropezamos con algo imprevisto, cuando las cosas no se comportan como esperábamos, cuando alguien se enfrenta con nosotros, no podemos seguir viviendo espontáneamente. Nos paramos. ¿A qué? A pensar.
Lo primero que hacemos es ver si alguien sabe qué hay que hacer. Si no lo encontramos, recordamos lo que sabemos, lo que hemos aprendido, los conocimientos adquiridos, para ver si nos sirven, si nos permiten salir del apuro. Un tercer paso es tratar de conseguir más conocimientos, preguntar a otros maestros, otros libros, otras ciencias.
Pero puede ocurrir que, entre tantos saberes, nos encontremos perdidos, en la duda. No sabemos qué hacer, no sabemos qué pensar. Ha aparecido ante nosotros algo nuevo, con lo cual no contábamos. O lo que creíamos o pensábamos choca con lo que vemos; ¿cómo decidir? O, finalmente, sabemos muchas cosas, estamos rodeados de objetos, recursos, aparatos, pero nos preguntamos ¿qué es todo esto? ¿Qué sentido tiene? ¿Qué es esto que llamamos vivir, y para qué, y hasta cuándo? ¿Y después, que podemos esperar?
El nacimiento de la filosofía
Cuando el hombre primitivo estaba agobiado por las dificultades, cuando le era difícil seguir viviendo, comer, beber, abrigarse, calentarse, defenderse de las intemperies, de las fieras, del miedo a lo desconocido, no tenía respiro para hacerse preguntas. No solo cada día, cada hora tenía su afán. Y no sabía casi nada. Pero cuando, al cabo de los siglos, el hombre consiguió alguna riqueza, cierta seguridad, instrumentos que le permitieron desarrollar una técnica, noticias y conocimientos, cuando su memoria no fue sólo suya y la de sus padres, sino la de la tribu o la ciudad o el país -una memoria histórica-, cuando hubo autoridades y mando y alguna forma de derecho y estabilidad, consiguió el hombre holgura, tiempo libre, se pudo divertir, cantar, tocar algún instrumento, bailar, componer versos, dibujar o esculpir, levantar edificios que no eran sólo cobijo, sino que debían ser hermosos, inventar historias, y a veces representarlas. Y entonces, en esa vida más compleja, mas atareada y a la vez con más calma, sintió sorpresa, la admiración, el asombro, la extrañeza: ante lo bello, lo magnífico, lo misterioso, lo horrible. Y empezó a lanzar sobre el mundo una mirada abarcadora, que en lugar de fijarse en tal cosa particular contemplaba el conjunto: y al entrar en sí mismo, al ensimismarse como decimos con una maravillosa palabra en español, empezó a atender al conjunto de su vida y a preguntarse por ella. Así nació, seis o siete siglos antes de Cristo, en Grecia, una nueva ocupación humana, una manera de preguntar, que vino a llamarse filosofía.
Hay un paralelismo entre lo que ocurrió a la humanidad entonces y lo que ocurre al hombre y a la mujer cuando llega a cierta altura de su vida. Todavía es mayor el paralelismo si se piensa que no todos los pueblos han cultivado la filosofía, y que sólo algunos hombres se hacen esas preguntas. Los demás siguen viviendo sin claridad, o se contentan con la certidumbre que da la acción, o aquella otra en que se está por una creencia, o con otra distinta que dan los conocimientos, las ciencias particulares, que nos enseñan tantas cosas. Hoy, tantas que nadie las sabe, que, por tanto, funcionan para cada hombre como otra forma de creencia: creemos que se saben todas esas cosas, que las sabe la ciencia. Pero ¿quién es la ciencia?
Para que alguien se haga las preguntas de la filosofía hace falta que se den varias condiciones. 1) Que se sienta perdido, que no sepa qué hacer o qué pensar, que no sepa a qué atenerse. 2) Que los conocimiento particulares no lo saquen de su duda, no le den una certeza suficiente, porque lo que necesita saber es qué es todo esto, quién soy yo, qué será de mí 3) Que tenga la esperanza de poder encontrar respuesta a esas preguntas, de poder salir él mismo de la duda. Lo cual quiere decir: 4) Que suponga que esas preguntas pueden tener respuesta, que tienen sentido. Y finalmente: 5) Que el hombre perdido y lleno de dudas tiene algún medio de interrogar a la realidad y obligarla a manifestarse y responder, a ponerse en claro, a manifestar la verdad. Ese medio es lo que se suele llamar pensamiento o razón.
Yo me encuentro en el mundo, rodeado de cosas, haciendo algo con ellas, "viviendo". Cuándo caigo en la cuenta de eso, llevo ya mucho tiempo viviendo, es decir, que mi vida ha empezado ya, no he asistido a su comienzo. Entre las cosas que encuentro está mi propio cuerpo, que se presenta como una cosa más, que me gusta más o menos, que funciona bien o mal, que no he elegido. Es cierto que me acompaña siempre, que lo llevo siempre "puesto", que lo que le pasa me interesa y me afecta, que por medio de él veo, toco, me relaciono con todas las cosas; que por él esta aquí estoy yo aquí, y que gracias a él cambio de lugar.
Y también encuentro eso que llaman las "Facultades psíquicas": la inteligencia, la memoria, la voluntad, el carácter. A lo mejor mi inteligencia es buena para algo, pero mala para otras cosas; o recuerdo bien los versos y mal los números de teléfono; o tengo voluntad débil, o mal genio. Nada de eso he elegido, nada de eso soy yo, sino que es mío, como el país o la época en que he nacido, la familia a la que pertenezco, mi condición social, etc.
Con todo eso que encuentro a mi disposición, bueno o malo, tengo que hacer mi vida, tengo que elegir en cada momento lo que voy a hacer, quién voy a ser. Lo más grave es que la parte más interesante del mundo no está presente, no dispongo de ella, porque lo que elijo es quién voy a ser mañana, y el mañana no existe; existirá... mañana; es el futuro. Y el futuro es inseguro, incierto, está oculto.
¿Qué hacer?, ¿Que elegir?, ¿Que camino tomar?, no tengo más remedio que tratar de ver juntas todas mis posibilidades, para poder elegir entre ellas. Y, ¿Cómo elegiré? depende de quién quiero ser, de mi proyecto. Es decir, que tengo que imaginarme primero como tal persona, como tal hombre o mujer, y ese proyecto imaginario es el que, ante las posibilidades que tengo ante mí, decide. Dicho con otras palabras, para vivir tengo que ponerme ante todo a pensar, a imaginarme a mi mismo y ver en su conjunto el mundo. Por eso, el gran filósofo español José Ortega y Gasset hablaba de la razón vital, sin la cuál no puedo vivir porque solo puedo vivir pensando, razonando.
9. Aranguren, José Luis. Me llamo José Luis Aranguren. Madrid: Aguilar, 1965. Breve y sencilla presentación biográfica realizada por el propio Aranguren.
10. Bonete Perales, Enrique. Aranguren: la ética entre la religión y la política. Madrid: Tecnos, 1989. Análisis de la obra ética de Aranguren, que señala sus compromisos políticos, así como su relación crítica con el cristianismo.
11. Hermida del Llano, Cristina. Aranguren. Madrid: Ediciones del Orto, 1997. Accesible y breve presentación general de la vida y la obra de Aranguren.
12. López Aranguren, José Luis. Obras completas. 6 vols. Madrid: Trotta, 1994 ss. La edición indispensable, que se encuentra en curso de publicación, de las obras de Aranguren, con útiles introducciones y adecuadas bibliografías.
13. Muguerza, Javier y otros. Etica día tras día. Homenaje al Profesor Aranguren en su 80 cumpleaños. Madrid: Trotta, 1991. Una valoración reciente de la obra de Aranguren, realizada por algunos de sus discípulos.
Autor: Lic. José Luis
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