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La bandera es también un
signo heráldico. Desde la más remota antigüedad, todos los pueblos quisieron
distinguirse unos de otros mediante la utilización de sus enseñas o
estandartes. Ya, las doce tribus de Israel mantenían cada una, aparte de su
escudo, un color distinto en sus pabellones y así puede leerse en el versículo
2.2 de los "Números" donde claramente se dice que: "cada tribu
acampaba bajo las enseñas de sus linajes". Ni un solo pueblo de la
antigüedad escapó a esta norma: por regla general se tomaron a los animales
como representaciones heráldicas de su personalidad: lobo, caballo, toro,
águila, etc. Todos se fueron pintando sobre telas.
La palabra bandera se deriva del antiguo vocablo "banda", que tiene su origen en el gótico "bandi". Por lo que se conoce, fueron los pueblos germánicos los primeros en utilizar en Europa telas o lienzos pintados con signos heráldicos que representaban sus países. Pero los colores tienen una enorme importancia en las banderas, por ejemplo: el rojo viene a traducirse por revolución, sangre, violencia; el blanco significa paz y se utiliza para parlamentar o como señal de rendición, y en lo que se refiere al negro, está perfectamente claro la traducción: luto, muerte basta recordar las banderas negras con la calavera y las tibias cruzadas de los piratas.
Dentro del vocablo "bandera", es interesante establecer algunas distinciones: la bandera representa al país, o también al rey o emperador, aunque modernamente su uso se extendiera a los Estados, fuera cual fuera su forma de Gobierno.
El "guión", es el más pequeño, casi cuadrado. Iba por delante del rey y lo portaba el paje de mayor antigüedad. Hoy se utiliza en el Ejército como distintivo de las diferentes compañías. También suelen utilizarlo las Cofradías, Hermandades etc, como insignia propia. Más antiguo es el denominado "Cabdal". Su forma era casi cuadrada, rematada por tres puntas redondas y era utilizado por los señores cuando llevaban cien jinetes bajo su mando, aunque fue usado también por algunas Ordenes Militares. El "palón" tenía una forma de una cuarta parte más larga que ancha, con cuatro puntas.
En lo que se refiere al "pendón", era dos veces más largo que ancho, e iba cortado en disminución hacia su punta. Se trata de un emblema que, por lo general, era otorgado por los reyes a aquellos senores feudales que les ayudaban, con sus mesnadas en sus empresas guerreras. En muchos de ellos figuraba la caldera, esto es, la señal de que podían mantener gentes de armas a sus expensas.
Tenemos después el "estandarte", más largo que ancho, abierto hasta más de su mitad y que era utilizado generalmente por la Caballería.
El "oriflama" tenía gran parecido con el estandarte y en su forma casi no existía diferencia. Usualmente su uso comenzó con los reyes de Francia en sus empresas guerreras. Su color era de gules, sembrado de llamas de oro, y este es es el motivo de la palabra "oriflama".
Recurriendo a García Garaffa, la explicación que se da sobre el origen del oriflama se basa en que, en un principio, fue el estandarte de la Abadía de San Dionisio. Esta versión entra en contradicción con los que sostienen que ya lo utilizó Clodoveo, a quien hacen el padre de esta enseña. Sea como sea, los reyes franceses pelearon portando el oriflama.
En lo que se refiere al "gonfalón", es un estandarte de la Iglesia. La palabra "gonfaloniero" designaba al que portaba el "gonfalón", pero también poseía otro significado: En su origen poseía el rango de magistrado de primer orden, en varias repúblicas italianas, sobre todo en Florencia y Siena. En Florencia se extendió este rango a aquel que mandaba compañías armadas.
La Santa Sede adoptó el citado título, para designar a aquél que se destacaba en la defensa de los intereses de la Iglesia. Como ejemplo, puede citarse a Godofredo de Buyllón, caudillo de las Cruzadas a Tierra Santa quien ostentó el rango de "Gonfaloniero de la Santa Iglesia".
La bandera, como elemento heráldico, tiene sus distinciones, son consideradas como complementos de los escudos nobiliarios (ornamentos exteriores), aunque su colocación varía según los países. En Francia se colocaban por cimera, en Borgoña en los tenantes y soportes y en España rodeando el escudo.
En bastantes banderas se coloca la cruz: esta característica parece ser que parte del emperador Constantino cuando se le presentó en visión: "Con este signo vencerás". Más tarde fue el emblema de los Cruzados y hoy puede verse estampada en las banderas de numerosos países.
En los pueblos de religión musulmana suele figurar una luna en cuarto creciente.
En lo que se refiere a estrellas, pueden encontrarse también en escudos y banderas de bastantes naciones, con preferencia en aquellas americanas (Estados Unidos de América, Brasil, Honduras, Venezuela, etc.), por regla general las banderas se configuran en tres colores, aunque las hay también que sobrepasan esta cantidad, pero son las menos.
Ciñéndonos a la bandera de España, su historial parte del reinado de don Carlos III.
En un principio, fue escogida como enseña de la Armada (año 1.785), transformándose en enseña patria en el año 1.843.
Se trató de un concurso que el citado monarca convocó, para elegir el pabellón español que deberían llevar los buques de la Armada, así como todas las embarcaciones nacionales. Se presentaron doce diseños, que aquí presentamos, que fueron sometidos a la consideración del Monarca y este, por Real Decreto, dado en Aranjuez con fecha 28 de mayo de 1.785 eligió: "la bandera dividida a lo largo de tres listas, de las que la alta y la baja sean encarnadas y del ancho cada una, de la cuarta parte del total, y la de en medio amarilla, colocándose en esta el Escudo de mis Reales Armas, reducido a dos cuarteles de Castilla y León, con la Corona Real encima...".
Su bisnieta, la reina Isabel II, en el año 1.843, contando trece años de edad, mantuvo la anterior bandera como nacional, anulando todas las anteriores en las que figuraba el color blanco de la dinastía.
Esta bandera, a partir de la citada fecha ha venido constituyendo la enseña patria, a excepción del breve periodo de la II República española (1.931-1.936), en que fue implantada la bandera tricolor.
De acuerdo a lo expresado por el acreditado especialista en el tema que nos ocupa, José Almirall, expuesto en su obra "Las banderas españolas de 1.704 a 1.977", el rey Carlos III abandonó el color blanco, por cierto establecido por su padre Felipe V en 1.707, color de la dinastía borbónica, supliendo por el rojo y el amarillo en su tonalidad gualda, no por motivos históricos de los antiguos reinos españoles (Castilla, Aragón, León y Navarra), ni por criterios heráldicos, sino porque los dos colores, combinados, se destacan y son visibles desde muy lejos y así no pueden confundirse con otros pabellones. Parece ser, pues, esta razón, la que motivó al rey Carlos III en la elección de lo que primero seria una bandera naval y más tarde, nacional.
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