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LA EDUCACIóN EN LA ATENAS DEL SIGLO V
Autor: Azucena Adelina Fraboschi (*) - E mail: afraboschi@yahoo.com
(*) Licenciada en Filosofía (Universidad Católica Argentina), Profesor Titular Ordinario de Historia de la Educación Antigua y Medieval e Investigadora en el Instituto para la Integración del Saber. Fundamentalmente, el mundo medieval: su historia, su cultura, sus gentes, las instituciones, el pensamiento, la vida cotidiana, costumbres, en conexión con el medioevo, la cultura clásica, que encuentra en él una nueva vida.
Palabras de la autora: "Deseo brindar en ella mis trabajos; sugerir temas de estudio; invitar a colegas y amigos, mis invitados, a decir también lo suyo; recibir aportes (críticas, comentarios, sugerencias, trabajos inclusive) de nuestros visitantes; eventualmente, dar noticia de publicaciones, reseñas de libros y de películas, frases para reflexionar, citas literarias... todo lo que hace a la vida nuestra de cada día. Será posible, Dios mediante, con el tiempo y la experiencia que espero adquirir, y los buenos consejos que sin duda recibiré. Hoy, más modestamente, comprometo mi mejor esfuerzo y mi propósito de actualizar esta página con regularidad".
Contenido:
CONTEXTO HISTóRICO-CULTURAL:
1. LA ORGANIZACIóN POLíTICA;
2. LAS INSTITUCIONES
LA CONCEPCIóN PEDAGóGICA:
1. LA ARETÉ;
2. LAS INSTITUCIONES;
LAS ETAPAS EN LA EDUCACIóN:
LOS SOFISTAS COMO EDUCADORES:
1. SOFISTAS; SU ENSEÑANZA: LOS CONTENIDOS;
2. LA ENSEÑANZA MORAL;
3. EL CONCEPTO DE CULTURA
SóCRATES:
1. SóCRATES Y LOS SOFISTAS;
2. LA ENSEÑANZA DE SóCRATES: SU FINALIDAD Y CONTENIDO;
EDUCACION EN EL MEDIOEVO
EDUCACIóN EN LA EDAD MODERNA
EDUCACIóN EN LA ÉPOCA CONTEMPORÁNEA
CONTEXTO HISTóRICO-CULTURAL
s. VIII a.C.: se produce la sustitución de la monarquía tradicional por una república, gobernada por nueve arcontes, que se repartían las funciones de sumo sacerdote, de comandante de los ejércitos en tiempos de guerra, y de juez supremo. La sociedad ateniense queda constituida por una aristocracia de terratenientes, y una masa popular de campesinos.
s. VI a.C.: tiene lugar la hegemonía militar (sólo militar) de Esparta en el Peloponeso, pero mientras tanto florecen cultural y comercialmente las ciudades de Mileto, Crotona y Siracusa. La vida intelectual comienza a destacarse a través de diversas escuelas filosóficas, y el pensamiento racional queda, por así decirlo, institucionalizado en Grecia. Entretanto, los atenienses luchan por una organización socio-económica estable.
594 a.C.: El notable estadista Solón, arconte de Atenas, toma una serie de medidas que favorecen el desarrollo de la pólis, acabando con un fuerte malestar social motivado por las tremendas desigualdades económicas existentes, y procurando el imperio de la justicia como norma del derecho:
1) liberó de la servidumbre económica a los campesinos pobres;
2) redujo considerablemente las deudas que afectaban a los bienes raíces. Estas medidas tienden a equilibrar los extremos entre los que se movía la sociedad, tanto en lo económico cuanto en lo social;
3) dividió la sociedad en cuatro clases, según los bienes o fortuna de cada ciudadano (de lo que hizo depender también los deberes y derechos de cada uno). Las tres clases superiores debían cumplir tres años de servicio militar, y eran elegibles para el desempeño de cualquier función pública. La cuarta clase se dedicaba fundamentalmente a los trabajos serviles, y si bien todo ateniense a partir de los veinte años participaba de la Asamblea popular y podía elegir a los funcionarios, los miembros de la cuarta clase no eran elegibles.
4) instituyó, junto al Areópago (consejo cuyos miembros eran elegidos por la Asamblea con carácter vitalicio, y del que formaban parte los arcontes cesados en su cargo al cabo de un año), el Consejo de los Cuatrocientos (comité ejecutivo de la asamblea).
545 a.C.: Pisístrato es tirano en Atenas, a la que engrandece económicamente:
1) salió del casi unilateral cultivo de los cereales e incentivó el cultivo de la vid y del olivo;
2) de esta manera logró un balance favorable en el comercio con las otras ciudades-estado;
3) fomentó la industria de la cerámica ateniense, en todas sus formas (vasijas, platos, etc.);
4) estimuló la inmigración de artesanos extranjeros.
527-510 a.C.: Hipias -hijo de Pisístrato- quien se hallaba en el poder, es derrocado por Clístenes, con quien queda consolidada la forma democrática de gobierno.
Entretanto,
538 a.C.: Ciro I de Persia ocupa Babilonia, en una expansión territorial de gran incidencia en la vida del mundo por entonces conocido. Toda el Asia Menor pasa a formar parte del imperio persa, y se reduce el influjo griego sobre la zona del mar Egeo; así, Atenas se convierte en el nuevo centro del poder jonio. Temístocles ordena la construcción de la gran armada griega.
490 a.C.: Comienzan las Guerras Médicas contra los persas que bajo el mando del rey Darío habían invadido Grecia, y que son derrotados en la batalla de Maratón. Sin embargo, siendo rey Jerjes, los persas vencen a los griegos en el desfiladero de las Termópilas, defendido por los espartanos. El Ática y Atenas son arrasadas por los vencedores, en tanto los griegos preparan la revancha con su flota marítima.
480 a.C.: Los griegos vencen a los persas en la batalla naval de Salamina.
479 a.C.: En Platea, nueva victoria del ejército espartano. Pero al año siguiente Esparta se retira de la alianza defensiva por fricciones con Atenas.
477 a.C.: el ateniense Arístides forma la Confederación de Delos, para librar a los griegos del Asia Menor de la amenaza de los persas y acabar con las pretensiones de los que, a partir de las Guerras Médicas, serían conocidos como los bárbaros (los del Oriente), por contraposición a los griegos (los del Occidente, el mundo civilizado).
449 a.C.: El general Cimón arroja a los persas del mar Egeo, y se firma la paz. Sin embargo, por luchas internas, Cimón es desterrado de Atenas, sucediéndole Pericles, un aristócrata de cuna, con ideas democráticas muy alejadas del esquema espartano que, por un momento, había logrado deslumbrar a algunos gobernantes. Comienza un tiempo de prosperidad para Atenas.
449-29 a.C.: El siglo de Pericles, también llamado "siglo de oro de Atenas".
446 a.C.: se firma un tratado de paz entre las siempre rivales -aunque ocasionales aliadas- ciudades de Esparta y Atenas: Esparta quedará con el liderazgo de la Liga del Peloponeso, y Atenas hará lo propio con la Confederación de Delos. Así acaba la primera Guerra del Peloponeso.
431-421 a.C.: Segunda Guerra del Peloponeso, iniciada por los espartanos (incitados por los tebanos y los corintios, tradicionales rivales de Atenas), y favorecida por los enemigos internos de Pericles, que deseaban su proscripción. Los atenienses padecieron derrotas y peste, murió Pericles, y le sucedió Cleón, quien al principio de su gobierno obtuvo algunas victorias, para luego ir de desastre en desastre. A su muerte, en el año 421, y siendo también adversa la fortuna para los espartanos, se firmó la paz.
415-404 a.C.: Tercera Guerra del Peloponeso, que acabó con la hegemonía y la prosperidad de Atenas, la cual, derrotada, tuvo que entregar la flota de que tanto se enorgullecía, y ver destruidas sus murallas. Esto sucede a fines del siglo V a.C.
La adopción del alfabeto fenicio, en el siglo VIII, es un hecho digno de ser tomado en cuenta, cuando de la cultura ateniense se trata. Este alfabeto era fonético -cada símbolo correspondía a un sonido claramente identificable-, las formas de sus letras eran diversas y no se confundían entre sí, y en su versión oficial, la jónica, constaba de veinticuatro letras. La facilidad de la escritura, gracias a este alfabeto, la hizo accesible a todos y suprimió toda idea de monopolio y de importancia por la destreza en dicho menester. Escindió pensamiento de escritura:
* el pensamiento quedó como una noble tarea digna del hombre, y ciertamente sobresalió Grecia por el pensamiento especulativo.
* la escritura fue considerada como una mera técnica, una habilidad manual reservada a esclavos adiestrados para tal menester.
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1. LA ORGANIZACIóN POLíTICA
La Atenas del s. V a.C. no es una ciudad muy poblada, y lo es menos aún a partir de las Guerras del Peloponeso. Pero tiene características que la hacen única, e importante: la igualdad de los ciudadanos, su libertad individual y su anhelo de paz social, todo ello custodiado -y respetado- por el Estado. Estas características hacen posible una convivencia fructífera en favor de la vida cívica y el florecimiento de la cultura: el pensamiento y las diversas artes se manifestarán creativos y pujantes.
Clístenes abolió la antigua división en clases y organizó circunscripciones, siguiendo un criterio geográfico: Atenas y sus alrededores, la zona costera y el interior. Cada una de ellas, a su vez, fue dividida en diez tercios; cada tercio de una zona formaba, con otros dos de las otras dos zonas (elegidos todos ellos por sorteo), una tribu o cuerpo, que daba un verdadero equilibrio geográfico y social. Cada tribu nombraba uno de los diez generales del ejército -que fueron teniendo cada vez más poder, a costa del que correspondía a los arcontes-, y elegía (por sorteo, entre los ciudadanos mayores de treinta años) cincuenta miembros del Consejo de los Quinientos, que reemplazó al de los Cuatrocientos, de Solón.
2. LAS INSTITUCIONES
a) el Arcontado: se trataba de nueve arcontes, uno de los cuales era el principal gobernante, otro tenía a su cargo los asuntos religiosos, otro el mando del ejército, y los seis restantes la administración de la justicia. Elegidos por la Asamblea del Pueblo de entre los miembros de la aristocracia, su mandato duraba un año, y luego pasaban a integrar el Areópago.
b) la Asamblea del Pueblo: estaba formada por todos los ciudadanos mayores de veinte años, nombraba los magistrados y decidía sobre la guerra y la paz, los impuestos, etc. Examinaban la gestión de los arcontes una vez finalizado su mandato, decidiendo acerca de su ingreso al Areópago.
c) el Consejo de los Quinientos, que duraban un año en el cargo, y se reunían cotidianamente, en número de cincuenta, durante una décima parte del año, rotativamente, para agilizar los asuntos de resolución inmediata. Ello no impedía que se reunieran los quinientos toda vez que fuera necesario. Se ocupaban de los proyectos de ley, recibían a funcionarios, elaboraban propuestas para presentar a la Asamblea, vigilaban a los otros magistrados y trabajaban en la administración de los fondos públicos.
d) el Areópago, tribunal de justicia en materia grave, también decidía en torno a cuestiones constitucionales y administrativas.
e) los estrategas o generales: eran elegidos por un período anual, reelegibles por un número indefinido de veces (así Pericles gobernó por treinta años como estratega); no rendían cuentas de su actuación, y fueron asumiendo cada vez más funciones, llegando a poseer -de hecho- la máxima autoridad. A partir de Pericles, éste y los restantes cargos de gobierno fueron rentados.
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LA CONCEPCIóN PEDAGóGICA
1. LA ARETÉ
La ciudad-estado ha ido cambiando poco a poco la concepción de sí misma, de su forma de vida y de su gobierno. De la primitiva dilatada región, no demasiado populosa ni delimitada con claridad, gobernada por unos pocos según las normas y pautas de la tradición aristocrática, ha pasado a una zona en la que se distingue lo urbano de lo rural, con una población que es alternativamente numerosa o diezmada -según la suerte de las guerras-, con una activa participación de los habitantes -los ciudadanos- en las deliberaciones y las decisiones que hacen a la vida individual y pública, a los destinos de la pólis, a la relación con los otros estados helénicos o extranjeros, a la religión, a la cultura, a las finanzas...: en una palabra, al gobierno de la ciudad-estado.
Este cambio de actitud puso en un primer plano las nociones de justicia y de derecho. Al respecto nos dice Jaeger:
"Mediante la fijación escrita del nómos, es decir, del derecho usualmente válido, el concepto de justicia alcanzó un contenido palpable. Consistió en la obediencia a las leyes del estado"(1).
El ciudadano debía conocer las leyes de la ciudad, que codificaban por una parte los derechos de la pólis como aquello común que todos poseían y a la que todos pertenecían -la patria-, y por otra parte los derechos de sus habitantes, cuya libertad y bienestar debían garantizar. Debía no sólo conocerlas, sino también obedecerlas: solamente así era "justo".
Y estamos ante una nueva areté, una nueva excelencia diferente de lo que había sido la areté en el mundo homérico: la excelencia que el hombre ahora debe realizar es la justicia, encarnada por un nuevo tipo de hombre: el ciudadano perfecto.
Pero como esta justicia cuyo cumplimiento hace del hombre un ciudadano perfecto está en función de las leyes de la pólis, es tarea de cada estado velar por la formación de un tipo de hombre determinado, específico, propio de dicha ciudad, marcado con su sello. La ley se presenta como la norma educativa, siendo el estado el educador.
Sin embargo, esta realidad difiere de la aparentemente similar espartana. En efecto: los requerimientos de la pólis ateniense no son sólo militares, sino que abarcan lo cultural (de una inmensa riqueza por entonces), lo económico, la diplomacia, en una palabra, toda la gama de actividades que hacen a la vida de un estado próspero; el hombre tiene, además de una vida política o cívica, una vida privada, propia. Y para ambas deberá proveerse de una formación adecuada, de idoneidad. En el caso de las necesidades de su vida particular, bastará a veces la destreza adquirida, o cierta habilidad natural, o la sagacidad (tratándose de artesanías, o del trabajo del campo, o del comercio); otras veces será preciso hablar de una educación integral (la filosofía, vastísimo campo del saber). Pero en el caso de la vida pública, siempre se necesitará una verdadera educación, aunque en ella puedan reconocerse diversos grados de profundidad, o de plenitud, según se trate de participar tan sólo de la Asamblea del Pueblo, o de aspirar a otros cargos públicos en la dirigencia de la pólis.
En general, la educación, concebida como formación integral, sigue siendo -de hecho al menos- privilegio de los aristócratas, o de los ciudadanos más pudientes, que disponen del tiempo y del ocio necesarios para dedicárselos (en el caso de los jóvenes y de los adultos), y que valoran su eficacia en la formación del niño (en el caso de los padres con respecto a sus hijos). Prevalece en este ámbito el viejo ideal de la kalokagathía, de lo bello y lo bueno, digno de ser admirado e imitado: el modelo, el paradigma. En este ideal perviven elementos de la antigua concepción homérica, pero el tiempo no ha transcurrido en vano, y el contexto da otro contenido a los mismos términos.
Así, bello sigue haciendo referencia a la belleza física, mas en ella no se destaca tanto la fuerza -que guarda relación directa con la confrontación bélica- sino la armonía, la proporción, que no excluyen el vigor físico tan apreciado en las competencias deportivas, pero que privilegian el equilibrio y hacen del cuerpo algo digno de contemplación. No olvidemos que en este siglo V la escultura, que tiene como tema preferido al hombre, alcanza una perfección hasta hoy inigualada. En cuanto a lo bueno, se trata de la moralidad de la conducta con sus tradicionales implicancias sociales y mundanas -que ponían el acento en la valoración de la actitud, o bien de los actos, por parte de los otros (en función de la honra, con su secuela de gloria y de fama)-, pero también aquí la bondad ahora está dada por la armonía, el equilibrio, la mesura: el criterio prevalente es estético, aunque el cultivo del intelecto ya se hace presente y se ve como importante, pues la sabiduría es quien da la medida o término medio entre los extremos de las pasiones (por exceso o por defecto), haciendo posible el equilibrio de la persona y la armonía en su conducta. También es oportuno recordar, en este contexto, la aparición, la extraordinaria vigencia y la acción educativa de las obras de teatro de Esquilo, Sófocles y Eurípides: una presentación estética del hombre y de sus pasiones, ponderando como propuesta la mesura de las mismas, para el equilibrio y la armonía del hombre y su obrar.
El ciudadano perfecto supone un espíritu cultivado en un cuerpo desarrollado: estamos a un paso del "sabio", paradigma de los tiempos venideros.
2. LAS INSTITUCIONES
En este siglo aparecen en Atenas las escuelas, locales públicos provistos por el Estado, donde enseñaban maestros particulares a grupos de alumnos, variables en cuanto al número. Esta enseñanza colectiva coexiste inicialmente con la educación llevada a cabo por un preceptor o ayo, pero poco a poco va sustituyéndola.
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3. LAS ETAPAS EN LA EDUCACIóN
PRIMERA ETAPA
Desde su nacimiento hasta los siete años, el niño quedaba en su casa, bajo los cuidados de su madre y, en los hogares más adinerados, también de una nodriza y de otras criadas que debían prestarle diversos servicios: lo entretenían, le inculcaban buenas costumbres en lo personal y en lo social, velaban por el aprendizaje del lenguaje y la correcta dicción, y con cantos y narraciones lo introducían en la tradición cultural de Atenas, y lo preparaban para la enseñanza de la música y de las letras. Además, el niño estaba junto a su madre en todas las fiestas familiares -y ya sabemos que su valor educativo era grande- y también la acompañaba a las ceremonias religiosas.
SEGUNDA ETAPA
A partir de los siete años, el niño pasa a estar bajo la tutela del pedagogo, quien velará por sus costumbres y lo acompañará a las diversas escuelas, llevándole los útiles, defendiéndolo de cualquier peligro en las calles, e incluso asistiendo a las clases.
La enseñanza más universalmente difundida es la de la lectura, escritura y cálculo, a cargo del gramatista o maestro (posteriormente tomó el título más genérico de didáskalos, docente). Es una instrucción de tipo elemental, necesaria para desempeñarse en la vida cotidiana hasta en los niveles más humildes, no sólo en razón de los oficios sino también en función de la participación en las instituciones políticas.
El aprendizaje era arduo. Para la lectura, primero había que aprender de memoria el alfabeto, luego todas las posibles combinaciones en sílabas y finalmente en palabras, sin ahorrar dificultad. En la lectura expresiva se atendía a la cantidad de las sílabas y a la modulación de la voz. En cuanto a la escritura, su enseñanza guarda gran similitud con los métodos implementados en las escuelas de escribas. Los textos sobre los que se ejercitaban, para una y otra habilidad, eran siempre aquéllos recomendables por su contenido moral, por los modelos humanos ofrecidos y por las tradiciones y el patrimonio cultural que comunicaban: los poemas homéricos, Hesíodo, los poetas líricos (Píndaro, Teognis) y los trágicos (Esquilo, Sófocles, Eurípides). En cuanto a la enseñanza de los números, el sistema era semejante: los números estaban representados por las letras del alfabeto y combinaciones de los mismos.
La educación física y la educación musical: se hallaban, de hecho, restringidas al joven aristócrata, y estaban en función de la kalokagathía que privilegiaba la medida, el equilibrio, la armonía.
La educación física: si bien se tiene en cuenta la preparación para la guerra -a través de la práctica de los deportes tradicionales: carrera pedestre, lanzamiento del disco y de la jabalina, salto en largo, lucha y boxeo-, importa más el desarrollo armonioso del cuerpo, que deberá guardar proporción con un similar cultivo del espíritu, para la realización equilibrada del hombre. Lo físico ya no es sólo un medio, sino que forma parte del fin.
El maestro es el paidotriba (maestro de gimnasia para los niños), y las clases se dan en la palestra, que es un campo de deportes. Durante el siglo V aparece el gimnasio, un edificio muy grande con múltiples dependencias (la palestra entre ellas, pero también el estadio o pista para las carreras, una sala para masajes, el vestíbulo donde se guardaban todos los implementos para la práctica de los diferentes deportes y donde los atletas se desnudaban, una piscina de agua fría donde se refrescaban después de los ejercicios), dirigido por el gimnasiarca, a quien se subordinaban el paidotriba y el gimnasta, generalmente un deportista retirado, que tenía a su cargo la ejercitación de los jóvenes y adultos.
TERCERA ETAPA
En el gimnasio tiene lugar el entrenamiento militar del joven efebo -muchacho que ha cumplido los dieciocho años-, que dura dos años. Durante el primero, y luego de una ceremonia en la que se les cortaba el cabello y prestaban un triple juramento (de obediencia a las autoridades, de fidelidad a la religión de sus padres -que es la de la ciudad- y de lealtad para con sus camaradas en el campo de batalla), se instruían en la formación militar propiamente tal; durante el segundo año, hacían servicio militar en las fronteras. Pasados esos dos años, el joven asumía la plenitud de sus derechos cívicos, la participación conciente y activa en la vida de la pólis.
La educación musical: era impartida por el citarista, el maestro de música, y comprendía la música vocal e instrumental. Los instrumentos ejecutados eran habitualmente la lira, la cítara y la flauta; en cuanto al canto, permitía el contacto primero con una formación literaria. Los poemas homéricos y las poesías líricas eran aprendidas de memoria; sólo con estos conocimientos un joven podía desempeñar un buen papel en las reuniones de hombres, en los banquetes, y hasta en su participación en las instituciones públicas. Cuán oportuna podía ser una cita bien insertada, y a tiempo! Reemplazaba tal vez todo un discurso, y hablaba bien de la formación de quien la había empleado. Por otra parte, esta literatura servía también a los propósitos de la formación moral, siendo las Elegías de Solón obra preferida al respecto, ya que hablaba de la moral ciudadana. La educación musical, además, cumplió por entonces con la misión de contribuir a la armonía y al equilibrio preconizados por la kalokagathía, no sólo en la inmediatez de sus contenidos, sino porque los distintos modos y ritmos iban templando el ánimo y realizaban un trabajo en profundidad, que podríamos llamar "subconsciente" o "subliminal".
No mucho después, durante este mismo siglo V, surgieron otras instituciones educativas al servicio de otra concepción pedagógica: será la época de los sofistas, como profesionales de la educación, quienes se asentaron más en la segunda parte del siglo IV.
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LOS SOFISTAS COMO EDUCADORES
En el siglo V a.C., y sobre todo en su segunda mitad, ha quedado asentada una realidad: el habitante de Grecia (y específicamente de Atenas, a la que estamos refiriéndonos) es un ciudadano, un hombre de la pólis o ciudad-estado, que participa de su gobierno -a través de sus diversas instituciones-, y se interesa por la cosa pública, la republica, la vida política o de la pólis. Ello supone una educación cívica que: en la mayoría de los casos, se limitará a proporcionar el conocimiento de las disposiciones del Estado y formará en la obediencia a las mismas, aunque queda como posible su cuestionamiento -e incluso su modificación, anulación y la hechura de otras nuevas- a través de los organismos correspondientes. Tal será la formación que reciba el ciudadano corriente.
Pero en otros casos, se tratará de formar al futuro gobernante, al hombre de Estado que deberá regir la pólis, y esto en una época sumamente difícil: por las confrontaciones externas (Guerras Médicas) e internas (Guerras del Peloponeso) con toda su secuela de pasiones desatadas, que deberán ordenarse según una nueva areté de carácter ético, pero en la que dominan los conceptos de armonía, proporción y equilibrio (y ello en lo público tanto como en lo privado); y porque el hombre con todas sus potencialidades y sus realizaciones pasa a un primer plano, dando origen a saberes y técnicas que lo hacen cada vez más consciente de sí y comienzan a independizarlo de los dioses -aunque sea implícita y calladamente-, entrando así a veces en conflicto con tradiciones y morales establecidas y vinculadas con la supervivencia de la ciudad-estado (caso "Sócrates").
Y la filosofía como el saber -que va haciéndose- acerca del mundo, del hombre, del conocimiento y del obrar humanos, interroga, cuestiona, pide razones, causas, y quiere convertirse en un saber normativo, en la norma que comienza siendo una medida de armonía, proporción y equilibrio ("El hombre es la medida de todas las cosas"(2)) y termina siendo la medida del ser, verdad (en tanto conocido) y bien (en tanto perfecto).
Estamos ahora, no ya ante la preocupación por el desarrollo del cuerpo, o ante el cultivo de una conducta adecuada, sino ante el interés por la vida del espíritu como razón especulativa y el discurso como su expresión propia.
En ese contexto se dará la formación del político, del hombre público, del futuro gobernante, educación que estará a cargo de los sofistas, quienes despliegan su actividad en la segunda parte del siglo V.
Jaeger hace notar que "La aparición de grandes individualidades espirituales [los filósofos] y el conflicto de su aguda conciencia personal no hubiera acaso dado lugar a un movimiento educador tan poderoso como el de la sofística, que por primera vez extiende a amplios círculos y da plena publicidad a la exigencia de una areté fundada en el saber, si la comunidad misma no hubiera sentido ya la necesidad de extender el horizonte ciudadano mediante la educación espiritual del individuo"(3).
Ante la compleja situación imperante, se hace necesaria la elección del gobernante adecuado, y para ello se requieren, por una parte, criterios que permitan un tal juicio; por otra, personas formadas para el cargo. Es un problema de educación: los alumnos serán los jóvenes aristócratas, deseosos de llegar un día a gobernar la pólis, y poseedores hoy del tiempo, los bienes de fortuna y las condiciones personales que sólo pueden otorgar la noble cuna, la tradición familiar y la posesión de tierras. Los maestros fueron los sofistas, quienes creyeron poder enseñar la areté política.
1. LOS SOFISTAS
Al decir de Gomperz,
"Nosotros llamamos sofistas a aquellos hombres que se presentan como representantes, no de una ciencia en particular, sino de la cultura en general; que están con un pie en la retórica y con el otro en la filosofía, que son a un tiempo gramáticos y filósofos, virtuosos de la palabra y campeones de la luz de la razón, mitad científicos y mitad periodistas"(4).
Eran maestros de enseñanza superior, la cual surge precisamente con ellos. Sus clases versaban sobre los temas más diversos, podríamos decir que no había especialización, sino más bien una cultura general, pero orientada hacia un objetivo específico: la formación del orador, pues el hombre político es el que tiene un juicio prudente, bien fundamentado y comunicado con oportunidad y de manera convincente.
La enseñanza que impartían era colectiva, el curso duraba de tres a cuatro años, y era pago, hecho que produjo un gran escándalo en su época. No existía tal costumbre, y los sofistas hubieron de procurarse alumnos en esas condiciones por diversos medios, siendo el más común de ellos la exhibición publicitaria o conferencia -género literario del que fueron creadores-, que ofrecían de ciudad en ciudad (eran maestros itinerantes), acompañados por los que ya eran sus alumnos.
Una de las figuras más importantes entre los sofistas fue Protágoras, quien tuvo un altísimo concepto de su profesión, a la que denominó tekné para distinguirla de la ciencia, pero dando las precisiones para que no fuese confundida con la técnica, tal cual la entendemos hoy. Se trata de la verdadera educación del hombre para la vida pública, es la transmisión de la cultura (hecha de conocimientos, de reflexión, de interrogantes y también de experiencia) como fundamento del humanismo, la formación del hombre en un momento histórico signado por la relativización, minimización e incluso prescindencia de las normas tradicionales, religiosas o culturales.
En su diálogo titulado, precisamente, Protágoras, Platón pone en boca de este sofista la presentación de sí mismo, de su profesión y de los fines propuestos:
"PROTÁGORAS: (...) Declaro que soy un sofista y que educo a los hombres. (...) Oh joven!, si vienes conmigo, podrás retornar a tu casa mejor ese primer día, y mejor al día siguiente, y así cada día, siempre progresando hacia lo mejor (...). Quien venga a mí no aprenderá sino aquello por lo que vino. Esta ciencia es la prudencia [o el buen consejo] acerca de los asuntos propios, a fin de administrar del mejor modo la propia casa; y también acerca de los asuntos de la ciudad, para hacer y decir en su favor de la mejor manera posible.
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2- LA ENSEÑANZA MORAL
La propuesta sofista era la enseñanza de la areté política. Pero no hubo sobre este punto coincidencia.
Protágoras encaró la educación del hombre como la formación, también, de un miembro de la sociedad. Por ello, juntamente con la formación del espíritu nutrido por contenidos objetivos, consideró su ejercitación formal atendiendo a la estructuración del entendimiento y del lenguaje, e incorporó la poesía y la música como formadoras del alma, enraizadas en la política y en la ética. De esta manera, la formación espiritual queda inserta en la formación de la areté humana, que es siempre una areté política, puesto que el hombre no puede ser tomado sino como ciudadano de una pólis, y signado por sus leyes: tradición, ética, justicia como excelencia o perfección cívica, son susceptibles de ser enseñadas, la virtud es una ciencia y la respuesta de Protágoras es positiva.
"PROTÁGORAS: (...) La política versa siempre sobre la justicia y la templanza (...). Es preciso que todos se persuadan de que estas virtudes no son ni un presente de la naturaleza ni un resultado del azar, sino fruto de reflexiones y de preceptos que constituyen una ciencia que puede ser enseñada.
(...) Todos [los padres] trabajan únicamente para hacer a sus hijos virtuosos, enseñándoles, con motivo de cada acción, de cada palabra, que tal cosa es justa, tal otra injusta, que esto es bello y aquello vergonzoso, que lo uno es piadoso y lo otro impío, que es necesario hacer esto y evitar aquello (...). Cuando se los envía a la escuela, se recomienda a los maestros que no pongan tanto esmero en enseñarles a leer bien y tocar instrumentos, cuanto en enseñarles buenas costumbres (...). Cuando saben leer (...) los obligan a leer los mejores poetas, y a aprenderlos de memoria. Allí encuentran preceptos excelentes y relatos en los que están consignados elogios de los hombres más grandes de la antigüedad, para que estos niños, inflamados con una noble emulación, los imiten y procuren parecérseles (...). Los maestros de música hacen lo mismo (...). Cuando saben la música y tocan bien los instrumentos, ponen en sus manos composiciones de los poetas líricos, obligándolos a cantarlas acompañándose con la lira, para que de esta manera el número y la armonía se insinúen en su alma (...) para que, haciéndose más dulces, más tratables, más cultos, más delicados, más armoniosos y acordes, se encuentren los niños en disposición de hablar bien y de obrar bien, porque toda la vida del hombre tiene necesidad de número y de armonía.
Se los envía además a los maestros de gimnasia con el objeto de que, teniendo el cuerpo sano y robusto puedan ejecutar mejor las órdenes de un espíritu varonil y sano (...). Apenas han salido de manos de sus maestros, la patria les obliga a aprender las leyes y a vivir según las reglas que ella prescribe (...)"(8).
No sucede lo mismo con Gorgias. Partiendo de su posición escéptica generalizada, no concede valor ético normativo a las leyes de la pólis, no hay indicación objetiva de bien o de mal, de justo o de injusto, y todo es según la situación y conveniencia de cada uno: relativismo y subjetivismo moral que hacen imposible hablar de areté, y muchos menos encarar el tema de su enseñanza.
Distingue y opone naturaleza y ley, haciendo lo mismo con los criterios normativos que, acerca del obrar humano, de ellas se desprenden. Bien lo expresa Callicles sosteniendo la posición de Gorgias, en el diálogo platónico que lleva el nombre de este último, precisamente.
"CALLICLES: Respecto a las leyes, como son obra de los más débiles y del mayor número (...), al hacerlas no han tenido en cuenta más que a sí mismos y a sus intereses (...). Para atemorizar a los más fuertes (...) dicen que es cosa fea e injusta tener alguna ventaja sobre los demás, y que trabajar por llegar a ser más poderoso es hacerse culpable de injusticia (...). Pero la naturaleza, a mi juicio, demuestra que es justo que el que vale más tenga más que otro que vale menos, y el fuerte más que el débil (...). [Dirigiéndose a Sócrates] Propónte por modelos (...) a quienes tienen bienes, a los que tienen poder y que gozan de todas las ventajas de la vida.
SóCRATES: (...) Según dices, si se consulta a la naturaleza, lo justo consiste en que el más poderoso tiene derecho a apoderarse de lo que pertenece al más débil, el mejor puede mandar al menos bueno, y el que vale más tiene derecho a tener más que el que vale menos"(9).
Pero el relativismo y el subjetivismo y, finalmente, el oportunismo, se hacen presentes a la hora de precisar quién es el más poderoso, el mejor y el que más vale: ¿cuáles son los criterios? Callicles responde:
"CALLICLES: Voy a decirte con toda libertad en qué consiste lo bello y lo justo en el orden de la naturaleza. Para pasar una vida dichosa es preciso dejar que las pasiones tomen todo el crecimiento posible y no reprimirlas. Cuando hayan llegado a su cima, hay que ponerse en situación de satisfacerlas con decisión y habilidad, y llenar cada deseo a medida que nace. Es lo que la mayor parte de los hombres, a mi juicio, no pueden hacer; y por ello condenan a todos los que lo consiguen, ocultando, porque los avergüenza, su propia impotencia (...) y hacen el elogio de la templanza y de la justicia por pura cobardía (...). Y a decir verdad, para el que ha tenido la fortuna de nacer hijo de rey, o grandeza de alma como para procurarse alguna soberanía (...), nada sería más vergonzoso y perjudicial que la templanza, porque un hombre en estas condiciones, pudiendo gozar de todos los bienes de la vida sin que nadie se lo impida, sería un insensato si erigiese en dueños de su persona y de su vida a las leyes, los discursos y las censuras del pueblo. ¿Cómo no lo haría desgraciado esa pretendida belleza de la justicia y de la templanza, cuando le impediría la libertad de dar más a sus amigos que a sus enemigos, siendo soberano en su propia ciudad?"(10).
No obstante, no descarta la existencia de hombres virtuosos; pero lo son, no por haber sido enseñados por alguien, sino por inspiración divina, como don de los dioses; se trata de un talento, como el talento artístico, o el de la palabra.
3. EL CONCEPTO DE CULTURA
Es éste, juntamente con su oficio de maestros que se sabían tales, su reflexión sobre el hecho mismo de la educación, y su concepción de una educación superior, uno de los legados más importantes de los sofistas.
Dicho con palabras de Jaeger:
"Se adapta perfectamente a nuestra caracterización de los sofistas como humanistas, el hecho de que fueran los creadores del concepto de la cultura, aunque no podían sospechar que esta metáfora [la cultura como 'cultivo'] aplicada simplemente al concepto de la educación del hombre fuera tan rica en matices y llegara un día a convertirse en el más alto símbolo de la civilización. (...) El ideal de la educación humana es para él [Protágoras] la culminación de la cultura en su sentido más amplio. En ella se comprende todo, desde los primeros esfuerzos del hombre para dominar a la naturaleza elemental, hasta lo más alto de la autoformación del espíritu humano"(11).
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SóCRATES: (469-399 a.C.)
Provenía Sócrates de una familia que podríamos llamar de clase media: artesano (escultor) el padre, partera su madre; no eran de la aristocracia, pero su situación económica era desahogada. Vivió su juventud en los avatares de la guerra contra los persas y el rápido auge de la ciudad de Atenas, tras la victoria; visitaba la casa de Pericles y de Aspasia -en cuya familiaridad pudo haber sido introducido por Arquelao, discípulo del filósofo Anaxágoras-, conoció el florecimiento de las letras, de las artes y del saber, participó en el campo de batalla en las Guerras Médicas y en la Guerra del Peloponeso, y experimentó en todo ese tiempo las diversas formas y modos de la actividad política en la pólis. Si bien aceptó la democracia, sus excesos lo hicieron dudar y abstenerse, en más de una oportunidad, de intervenir en los asuntos públicos; esta actitud dio lugar a sospechas en su contra, ya sea porque se lo vinculara a la aristocracia y a la oligarquía, ya sea simplemente porque no se entendía su actitud.
Hombre aparentemente común, amigo de todos y maestro de ninguno en particular. Con todos entablaba conversación, allí donde la ocasión se presentaba: en el gimnasio, en el mercado, en la plaza, o bien en las casas, durante una visita informal o en un banquete. Y el diálogo (tal la forma adoptada por él, en contraste con los discursos de los sofistas) podía versar sobre cualquier tema: el bien, la verdad, la música, el orden, la justicia, el conocimiento, la educación de los ciudadanos o la del gobernante, el amor, etc. Pero siempre se trataba de algo de interés para el hombre; y no un interés meramente teorético o especulativo, sino un interés práctico, una sabiduría para la vida y, más propiamente, para la conducta. La conversación con Sócrates era una conversación sobre el obrar humano.
1. SóCRATES Y LOS SOFISTAS
Porque no tenía escuela según los cánones tradicionales; porque se interesaba por la educación; porque enseñaba fundamentalmente a través de la palabra, y dando importancia a la misma; porque hablaba sobre cualquier tema; porque los jóvenes, respetuosos, lo seguían, seducidos por su conversación; porque su interés era antropocéntrico, considerando al hombre en sí mismo y dentro de la pólis, por todo ello se lo consideró -y se lo confundió- con los sofistas. Pero así como las similitudes señaladas permiten dicha consideración, las diferencias hacen que debamos tenerlo como un personaje con fisonomía propia, y única.
En efecto, los sofistas venían de otras ciudades, precedidos por su fama (y de no existir ésta, se daban prisa en crearla y agrandarla por diversos medios) y rodeados por un cerrado círculo de discípulos; daban sus clases en la casa particular o en lugares improvisados a jóvenes de clase acomodada, que podían pagarlas, y prometían fundamentalmente fama y éxito, alcanzables por el dominio de la palabra. No así Sócrates.
¿Qué hacía Sócrates? Nos lo explica él mismo, enfrentado a sus jueces que lo condenaron a muerte:
"SóCRATES: Atenienses, os respeto y os amo, pero obedeceré al dios antes que a vosotros y, mientras viva, no dejaré de filosofar, de exhortaros y de instruir a todo el que encuentre, diciéndole como acostumbro: Querido amigo, eres ateniense, ciudadano de la ciudad más grande y famosa del mundo por su sabiduría y su poder, ¿y no te avergüenzas de ocuparte tan sólo de acrecentar tu fortuna, prestigio y honor, dejando de lado enteramente el conocimiento del bien y de la verdad, y sin dedicarte a hacer que tu alma sea lo mejor posible? Y si alguno de vosotros lo niega y sostiene que se preocupa por el estado de su alma, no le diré que no es así, pero en lugar de seguir tranquilamente mi camino lo interrogaré, lo examinaré, lo refutaré; y si encuentro que no tiene areté alguna sino que tan sólo la aparenta, lo increparé diciéndole que tiene por nada lo más valioso, en tanto que respeta lo que ningún respeto merece.
Esto lo haré con jóvenes y ancianos, con los ciudadanos y con los extranjeros: pero principalmente con los habitantes de esta ciudad, porque son los más cercanos a mí. Pues sabed que así me lo ha ordenado el dios, y estoy persuadido de que nuestra ciudad no ha gozado hasta el presente de mayor bien que este servicio que yo presto al dios.
Todo mi cuidado se reduce a ir de aquí para allí, persuadiendo a jóvenes y viejos de que no se preocupen tanto de su cuerpo y de su fortuna, como de su alma y de su perfeccionamiento: porque la virtud no viene de las riquezas sino éstas de aquélla, y en ella tienen su origen todos los bienes, tanto públicos cuanto privados"(12).
Sócrates se dirige a todo hombre y en toda ocasión (educación universal, ocasional y asistemática) con la intención de instruirlo sobre el verdadero bien del hombre, la verdadera areté (contenido antropocéntrico, de carácter ético): se trata de una sabiduría práctico-moral, esto es, de un saber que versa sobre el obrar humano recto. No pretende proporcionar un conocimiento útil para tal o cual habilidad, ni un medio para adquirir riquezas, fama u honores; quiere que el hombre -el ciudadano- se transforme en un mejor hombre, que su vida esté al servicio de su ser; que el hombre sea dueño de sí mismo en la libertad de sus elecciones regidas por la virtud, y no esclavo de sus pasiones o de las opiniones ajenas. Y emprende esta tarea sin la expectativa de obtener lucro alguno (en bienes o en renombre) por ella, sino en cumplimiento de una vocación, de un llamado divino que no puede, no quiere desoír. Por todo esto, dice de sí mismo que no es un sofista.
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2. LA ENSEÑANZA DE SóCRATES
SU FINALIDAD Y SU CONTENIDO
El interés de Sócrates -el de su época- es, según dijimos, antropocéntrico: no dirige la mirada hacia el cosmos, sino hacia el hombre. Pero no hace una consideración teorética sobre el ser del hombre, ni se ocupa principalmente de los logros de la razón humana, tema por entonces muy importante: su pasión es el conocimiento de sí mismo, de lo que significa "ser hombre", para conocer entonces cómo obrar en función de la plena realización de ese ser, de su perfección.
En su búsqueda se mantiene siempre alejado del relativismo, el oportunismo, el pragmatismo de los sofistas. Quiere respuestas absolutas: ¿qué es el bien?, ¿Qué es la virtud?, ¿Qué es la justicia?..., porque busca la norma ideal de la conducta humana, porque quiere que dicha norma sea eficaz en la vida de sus conciudadanos, y porque la búsqueda y la enseñanza son el cumplimiento de una vocación interior imperiosa, que manifiesta como religiosa.
EL FUNDAMENTO ANTROPOLóGICO
Sócrates parte del concepto griego de hombre, como naturaleza en la que cuerpo y alma se integran armónicamente entre sí, resultando así el cuerpo, espiritualizado, y el alma, partícipe del cosmos material. Conceptos originalmente válidos para el mundo de lo corpóreo -belleza de la forma, disposición de las partes, medida, orden, proporción- se extrapolarán al mundo del alma, en tanto que otros, tomados del obrar humano -justicia, templanza, piedad- se predicarán análogamente de la naturaleza material. No hay oposición sino equilibrio, simetría de partes: una concepción típicamente griega, en todas sus realizaciones. El obrar de una naturaleza así concebida -el obrar humano [la ética]- debe expresarla:
"En el sentimiento profundo de la armonía entre la existencia moral del hombre y el orden natural del universo [en esto consiste la felicidad o eudaimonía], Sócrates coincide plena e inquebrantablemente con la conciencia griega de todos los tiempos anteriores y posteriores a él. La nota nueva que trae Sócrates es la de que el hombre no puede alcanzar esta armonía (...) por medio del desarrollo y la satisfacción de su naturaleza física, por mucho que se la restrinja mediante vínculos y postulados sociales, sino por medio del dominio completo sobre sí mismo con arreglo a la ley que descubra indagando en su propia alma"(13).
LA ARETÉ
Con Sócrates la areté, ese concepto insoslayable cuando de la educación del hombre se trata, esa excelencia de la naturaleza, va adquiriendo poco a poco el sentido de virtud ética, del bien en el obrar humano, que predomina hoy en día, pero sin olvidar que el fin de esa perfección en el obrar es la perfección del ser. Así se lo dice a Callicles:
"SóCRATES: Es preciso hacer lo agradable en vista de lo bueno. ¿No es agradable aquello que causa en nosotros un sentimiento de placer en el acto mismo que gozamos, y no es bueno lo que nos hace tales mediante su presencia? (...). Ahora bien, nosotros somos buenos, y como nosotros todas las demás cosas que son buenas, a causa de la presencia de alguna virtud (...) [la referencia es a la virtud como excelencia]. Pero la virtud de cualquier cosa (...) guarda proporción con el orden, la disposición y la medida que conviene a cada una [la virtud como perfección o acabamiento de un ser determinado, de tal ser] (...). Así es que un cierto orden propio de cada cosa es lo que la hace buena, cuando se encuentra en ella. Por consiguiente, el alma en que se encuentra el orden que le conviene (...) está regulada, (...), está dotada de templanza. Luego, el alma dotada de templanza es buena (...).
El hombre moderado [en quien se encuentra la virtud de la templanza] cumple con todos sus deberes para con los dioses y para con los hombres (...). Cumpliendo los deberes para con sus semejantes realiza acciones justas [la virtud de la justicia], y cumpliéndolos para con los dioses, acciones piadosas [la virtud de la piedad]. También necesariamente es valiente [la virtud de la fortaleza o el valor], porque no es propio de un hombre templado perseguir o rehuir lo que no debe perseguir o rehuir; sino que, cuando el deber lo exige, es preciso que deseche, que abrace, que lleve con paciencia las cosas y las personas, el placer y el dolor (...).
De manera que es absolutamente necesario que el hombre templado, siendo -como hemos visto- justo, valiente y piadoso, sea por completo un hombre de bien; que, siendo tal, todas sus acciones sean buenas y decorosas; y que, obrando así bien, sea dichoso"(14).
Estamos ante el hombre virtuoso. Tal es el fin de la educación para Sócrates, quien hace de la virtud, siempre, el contenido de la educación. De donde se sigue que la virtud es un saber [por consiguiente, quien falta lo hace por ignorancia, y no se estaría ante una maldad sino ante un error], una ciencia y, como tal, susceptible de ser enseñada, si bien Sócrates no participa del optimismo y de la suficiencia de algunos -o muchos- sofistas; no basta con la enseñanza, se requieren condiciones naturales en el educando para el buen fruto de la labor educativa.
El hombre a quien se dirige, siendo griego, nunca puede ser considerado sólo en sí mismo, sino también como miembro de la pólis. Este carácter deberá ser tomado en cuenta en su educación, y deberá ser virtuoso no sólo a título individual sino también en cuanto ciudadano. A propósito de esto dice Jaeger:
"El concepto del dominio [en el sentido de señorío] sobre nosotros mismos (...) concibe la conducta moral como algo que brota del interior del individuo mismo, y no como el simple hecho de someterse exteriormente a la ley (...). Pero como el concepto ético de los griegos parte de la vida colectiva y del concepto político de la dominación, concibe el proceso interior mediante la transferencia de la imagen de una pólis bien gobernada, al alma del hombre"(15).
En momentos de tantos avatares políticos y de gobiernos que se sucedían entre luchas intestinas, y en medio del relativismo y el oportunismo exitista preconizado por los sofistas, cuando la ley, la justicia y la virtud externas se hallaban seriamente afectadas en su existencia, es cuando Sócrates las salva interiorizándolas, dándoles convicción y vigencia en el interior del hombre.
3. EL MÉTODO SOCRÁTICO
Las conversaciones, los diálogos que Sócrates sostenía con quienquiera estuviese dispuesto para ello, eran sus lecciones, y en ellas se valía de la interrogación y de la objeción.
Sobre cualquier tema que estuviera en discusión en ese momento, o que suscitase cierto grado de interés, confesaba el maestro su ignorancia, como preámbulo (¿o pretexto?) de una serie de preguntas dirigidas, las más de las veces, a quienes decían conocer el asunto. A sus respuestas contestaba objetando, para desembarazarlos de sus errores y a partir de allí buscar la verdad que, hallada, debía plasmarse en una definición (aunque casi nunca llegaba Sócrates a este punto, dejando abierta la búsqueda para cada uno). Veámoslo con más detenimiento.
LA EXHORTACIóN O PROTRÉPTICA
Es la primera fase del método, hecha de preguntas y exclamaciones que tienen por objetivo interesar en el tema al interlocutor, y disponerlo adecuadamente, sacándolo del contexto de sus habituales y pedestres preocupaciones para instalarlo en la importancia de su ser y de su vida. Así, en Eutifrón o sobre la santidad, Sócrates se encuentra con Eutifrón, quien le informa que se halla en un pleito por homicidio contra su propio padre.
"SóCRATES: He aquí una acusación que está fuera del alcance del pueblo, que no comprenderá jamás que pueda ser justa en términos que un hombre ordinario tendría mucha dificultad en sostenerla. Un hecho semejante está reservado para un hombre que ha llegado a la cima de la sabiduría.
EUTIFRóN: Sí, por Zeus!, a la cima de la sabiduría.
[Sócrates ha sacado a su interlocutor de la medianía, y lo ha llevado al elevado mundo del conocimiento de la conducta, al mundo del obrar humano, sus móviles y sus normas].
SóCRATES: ¿Es a alguno de tus parientes a quien tu padre ha dado muerte? Indudablemente debe ser así, porque por un extraño no acusarías a tu padre.
EUTIFRóN: Qué absurdo, Sócrates, creer que en esta materia haya diferencia entre un pariente y un extraño! Lo que es preciso tener en cuenta es si el que ha dado la muerte lo ha hecho justa o injustamente. [Narra el episodio y las críticas que le ha valido su acusación]. Tan ciegos están sobre el conocimiento de las cosas divinas y tan incapaces para discernir lo que es impío de lo que es santo!
SóCRATES: Pero, por Zeus!, ¿Crees, tú que conoces tan exactamente las cosas divinas y que distingues con precisión lo que es santo y lo que es impío, que habiendo sucedido las cosas como tú lo dices, puedes perseguir a tu padre sin temor de cometer impiedad?
EUTIFRóN: Me estimaría bien poco, y Eutifrón no tendría ventaja sobre los demás hombres, si no conociese todas estas cosas perfectamente.
SóCRATES: Oh maravilloso Eutifrón! Estoy convencido de que el mejor partido que puedo tomar es hacerme tu discípulo...".
LA INDAGACIóN O ELÉNCTICA
Esta segunda fase consta, a su vez, de dos partes:
La purificación o ironía, momento en el que Sócrates hace que el interlocutor exponga lo que cree saber en cuanto al tema propuesto. A las soluciones aportadas replica con objeciones que demuestran, a través de las contradicciones resultantes, la falsedad o inadecuación de dichas soluciones y la ignorancia de su autor. Queda éste así liberado de sus errores y en conocimiento de qué es lo que sabe, y qué lo que desconoce. Es una "docta ignorancia".
La construcción o mayéutica, etapa en la que debería llegarse a una verdad conocida como tal y definida como universal. Muy pocas veces esto se cumple en los diálogos socráticos, pero no falta nunca el camino hacia dicha meta, recorrido por el interlocutor en un casi diálogo consigo mismo, pues Sócrates se coloca en la posición de quien tan sólo acompaña. Queda abierta la continuación del camino, de la conversación, pero ahora sin el lastre de la falsa sabiduría.
"SóCRATES: Ahora, en nombre de los dioses, dime lo que hace poco asegurabas saber tan bien: qué es lo santo y qué lo impío (...). Dame una idea clara y distinta de la naturaleza de la santidad y de lo que hace que todas las cosas santas sean santas (...). Enséñame, pues, cuál es ese rasgo a fin de que, teniéndolo siempre a la vista y sirviéndome de él como modelo, esté en posición de asegurar -sobre lo que tú u otros hagan- que lo que es acorde con dicho modelo es santo y que es impío lo que no lo sea.
EUTIFRóN: Digo que lo santo es lo que agrada a los dioses, e impío lo que les es desagradable.
[Sucede una corroboración de lo dicho].
SóCRATES: ¿Pero no estamos también de acuerdo en que los dioses tienen entre sí enemistades y odios y que muchas veces están discordes y divididos?
EUTIFRóN: Sí, sin duda.
[Sigue una propuesta de casos sobre los que es posible a los hombres ponerse de acuerdo por haber una regla o medida objetiva que lo sustente, y otros en los que tal cosa no es posible: lo justo y lo injusto, lo honesto y lo deshonesto, el bien y el mal].
SóCRATES: Según tú, excelente Eutifrón, los dioses están divididos sobre lo justo y lo injusto sobre lo honesto y lo deshonesto (...). ¿Y las cosas que cada uno de los dioses encuentra honestas, buenas y justas las ama, y aborrece las contrarias?
EUTIFRóN: Sin dificultad.
SóCRATES: Según tú, una misma cosa parece justa a los unos e injusta a los otros, y este disenso es la causa de sus disputas y de sus guerras, ¿no es así?
EUTIFRóN: Sin duda.
SóCRATES: Se sigue de ahí que una misma cosa sea amada y aborrecida por los dioses y les es, al mismo tiempo, agradable y desagradable.
EUTIFRóN: Así parece.
SóCRATES: Y por consiguiente, lo santo y lo impío son una misma cosa, según tú.
EUTIFRóN: La consecuencia parece ser exacta"(16).
El final del diálogo Gorgias o de la retórica es ilustrativo en cuanto a cómo solían acabar estas conversaciones.
"SóCRATES: Por lo tanto, despreciando lo que la mayor parte de los hombres estiman, y no teniendo otra guía que la verdad, haré cuanto pueda por vivir y morir, cuando el tiempo se haya cumplido, tan virtuoso como me sea posible. Invito a todos, y te invito a ti mismo [a Callicles] a adoptar este género de vida y a ejercitarte en este combate, a mi juicio el más interesante de todos los de este mundo (...).
De tantas opiniones como hemos discutido, todas las demás han sido desechadas, y la única que subsiste inquebrantable es ésta: que es mejor sufrir una injusticia que cometerla, y que siempre es preciso procurar ser un hombre de bien, tanto en público como en privado, y no sólo parecerlo (...); que es preciso huir de toda adulación tanto respecto de sí mismo como de los demás, muchos o pocos; y que jamás debe hacerse uso de la retórica, ni de ninguna otra profesión, sino en obsequio de la justicia.
Ríndete, pues, a mis razones, y sígueme en el camino que te conducirá a la felicidad, en esta vida y después de la muerte, como mis razonamientos acaban de demostrarlo. Sufre que se te desprecie como un insensato, que se te insulte -si así lo quieren- (...). No te sucederá ningún mal, si eres realmente hombre de bien y te consagras a la práctica de la virtud. Después que la hayamos cultivado en común, entonces, si nos parece, tomaremos parte en los asuntos públicos; y cualquiera sea el tema sobre el que deliberemos, lo haremos con más acierto de lo que podríamos hacerlo ahora. Porque es una vergüenza para nosotros que en la situación en que al parecer estamos, presumamos como si valiéramos algo, cuando mudamos de opinión a cada instante sobre los mismos objetos, y hasta sobre lo más importante, tan profunda es nuestra ignorancia!.
Por lo tanto, sirvámonos de la luz que arroja esta discusión, como de un guía que nos hace ver que el mejor partido que podemos tomar es vivir y morir en la práctica de la justicia y de las demás virtudes. Marchemos por el camino que nos traza, y comprometamos a los demás a que nos imiten (...). No demos oído al discurso (...) que me suplicabas que yo admitiese como bueno; porque no vale nada, mi querido Callicles"(17).
Pero también es ilustrativo en cuanto a la personalidad de Sócrates y a su enseñanza.
Azucena Adelina Fraboschi
Me parece que te refieres al arte [tekné] de la política, y que prometes hacer de los hombres buenos ciudadanos"(5).
Es muy interesante la reflexión que trae Jaeger sobre este punto:
"Entonces se dio por primera vez una paideia del hombre adulto [la educación no termina cuando el joven sale de las escuelas, sino que precisamente comienza entonces, cuando principia a vivir la vida ciudadana, en concordancia y moldeado por las leyes de la pólis]. El concepto, que designaba originariamente sólo el proceso de la educación como tal, extendió la esfera de su significación al aspecto objetivo y de contenido (..) y abrazó en fin el mundo de la cultura espiritual en su totalidad; el mundo en que nace el hombre individual por el solo hecho de pertenecer a su pueblo o a un círculo social determinado"(6).
2. SU ENSEÑANZA LOS CONTENIDOS
Suelen citarse, casi obligadamente, los estudios de gramática, dialéctica y retórica.
Sobre la gramática, sabemos que su enseñanza fue muy importante, pero casi no han llegado escritos sobre el tema; no obstante, lo que se conoce de las otras dos disciplinas, y de otros estudios, permite afirmarlo.
Por otra parte, los sofistas tuvieron una gran admiración por los poemas homéricos, a los que consideraron como una enciclopedia de todo el saber; también apreciaron a Píndaro, Teognis y Solón, y trabajaron escolarmente la poesía griega, buscando una comprensión didáctica de sus contenidos y de su forma. Hacían ejercicios comparando personajes, o imaginando sus reacciones, u otras variantes de los acontecimientos, ejercitando con ello no sólo el lenguaje, sino también la comprensión y la imaginación: la ejercitación del espíritu. En la literatura supieron hallar una erudición histórica, geográfica, de costumbres, y aun de ciencias. Escribieron (y se supone que enseñaron sobre ello) obras que trataban de la ortografía, de los sinónimos, las etimologías, la cantidad de las sílabas, los ritmos y la métrica.
La dialéctica: podría llegar a definirse como "el arte de la discusión", y se refería fundamentalmente a la consideración de una cuestión desde dos puntos de vista antitéticos: se enseñaba a sostener con argumentación igualmente conducente el pro y el contra, y el objetivo era triunfar en cualquier discusión posible. Se conoce una obra de un posible discípulo de Protágoras, Los dobles discursos, que es un repertorio de opiniones contrapuestas de dos en dos, para atacarlas y para sostenerlas, según el requerimiento del maestro. Se hicieron leyes de la discusión, y del pensamiento, y se llegó a una erística o arte práctico de la discusión, en la que todo (lo que es válido y lo que no lo es, lo verdadero y lo mentiroso) parece tener el mismo valor, porque lo que importa es triunfar: perspectiva pragmática explicable, aunque no justificable, teniendo en cuenta que se trataba de la formación del político, del hombre que tenía que llegar al gobierno y al poder, y desde allí convencer para mandar. Tiempo más tarde, Aristóteles introducirá claridad en medio de tanta confusión, distinguiendo, clasificando y ordenando todo un material preexistente, proporcionado por los sofistas.
La retórica: es "el arte de hablar", de persuadir mediante la palabra, y tenía una varias veces centenaria tradición en Grecia. Sin embargo, durante el siglo V su dominio se torna necesarísimo para el desempeño en las instituciones de gobierno. En esta disciplina sobresale Gorgias, quien así se refiere a ella, a su objeto y a su importancia:
"GORGIAS: (...) Afirmo que el arte de la retórica versa sobre las palabras (...). Tiene por asunto los más grandes asuntos humanos, Oh Sócrates, y los más importantes (...). Se trata del más grande de todos los bienes, porque es al que deben los hombres su libertad; y al que se debe, en el estado social, la autoridad que se ejerce sobre los demás ciudadanos (...). Es, en mi opinión, el poder persuadir mediante sus discursos a los jueces en los tribunales, a los senadores en el Senado y al pueblo en las Asambleas; en una palabra, convencer a todos los que componen cualquier clase de reunión política (...).
SóCRATES: (...) Si lo comprendo bien, dices que la retórica produce persuasión, y que toda su actividad y su coronamiento apuntan a este fin (...).
GORGIAS: (...) En competencia con otro hombre de cualquier profesión, el orador alcanzará la preferencia, porque no hay materia sobre la que no hable en presencia de una multitud de una manera más persuasiva que cualquier otro (...), pero debe usar de la retórica según las normas de la justicia"(7).
Gorgias, al igual que los otros maestros, daba a su enseñanza un carácter teórico-práctico. Primero se enseñaban las reglas del discurso o, más bien, de los diversos tipos de discursos: forenses (del foro o de la justicia), panegíricos (de alabanza), conferencia (de muestra o propaganda), etc. Los temas podían ser de orden poético, moral (privada o pública), mitológico, educativo o político. Podía haber una exigencia interna lógica, o tratarse de una paradoja. A veces los maestros pronunciaban los discursos-modelo o paradigmáticos ante sus alumnos; otras veces los escribían, para que los estudiantes pudiesen disponer de ellos con más comodidad y tiempo. Los jóvenes debían luego componer sus propios discursos, a imitación de los de sus maestros.
En cuanto al hallazgo de los temas, a la invención de los mismos, también los sofistas habían elaborado un método para extraer de un tema o de una causa, todas sus posibilidades, todos los temas susceptibles de un desarrollo convincente. Es más, habían hecho un repertorio de estos desarrollos que podían ser utilizados en diferentes ocasiones, porque eran desarrollos generales que versaban sobre temas de interés universal: lo justo y lo injusto, la justicia natural y las leyes convencionales, la obediencia y la desobediencia y sus circunstancias, etc. A éstos los denominaron lugares comunes, y los alumnos estaban suficientemente ejercitados en ellos como para tenerlos a su disposición toda vez que les fuera requerido.
También fue importante la mnemotécnica, la ejercitación necesaria para que el joven aprendiese de memoria su discurso.
La aritmética, la geometría, la armonía y la astronomía: bajo el nombre genérico de mathemata (ciencias, conocimiento) fueron incluidas por los sofistas en la educación, y no a modo de ejercitación formal del espíritu, como las tres disciplinas anteriormente mencionadas -que con el andar de los tiempos constituirán el trivium-, sino como conocimientos teóricos valiosos en sí mismos, a partir de los estudios de la escuela pitagórica. Más adelante, en el cuerpo de las siete artes liberales, serán el quadrivium.
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NOTAS:
1. Jaeger, Werner. Paideia: Los ideales de la cultura griega. 2 ed. México: Fondo de Cultura Económica, 1967, p. 109. (vuelve al texto)
2. Protágoras. (vuelve al texto)
3. Jaeger, ob. cit., p. 266. (vuelve al texto)
4. Gomperz, Th. Die Apologie der Heilkunst. Leipzig: 1910, p. 2-3. Citado por Untersteiner, M. Sofisti. Testimonianze e Frammenti. Firenze: La Nuova Editrice, 1949; Fasc. I, p. XIX. (vuelve al texto)
5. Protágoras 317b, 318a, 318e, 319a. (vuelve al texto)
6. Jaeger, ob.. cit., p. 277-78. (vuelve al texto)
7. Platón. Gorgias. (vuelve al texto)
8. Platón. Protágoras. (vuelve al texto)
9. Platón. Gorgias. (vuelve al texto)
10. Ibíd. (vuelve al texto)
11. Jaeger, ob. cit., p. 286. (vuelve al texto)
LA EDUCACIóN EN EL MEDIOEVO
La educación medieval abarca un período de tiempo que transcurre entre los siglos IV y XV, e incluye diversas manifestaciones culturales de valor pedagógico: instituciones escolares, ciertamente, pero también aquellas otras vinculadas con la conservación y la comunicación de la cultura, la literatura secular y religiosa directa o indirectamente relacionada con la enseñanza, formas de vida, etc.
Como en cada una de las épocas de la historia, son muchísimos los temas a desarrollar. Muy de a poquito iremos profundizando algunos (en otro lugar hice referencia a mi interés por la Universidad de París en el siglo XIII, por los goliardos -esos estudiantes vagabundos del siglo XII- y por la mujer medieval), y tratando de volcarlos en este sitio: aquí, el resumen, que remite al trabajo en su versión completa.
CARLOMAGNO. UNA POLíTICA EDUCATIVA (Azucena Adelina Fraboschi - Facultad de Filosofía y Letras, UCA)
La figura de Carlomagno es de gran interés en Historia de la Educación, porque concibió una política educativa integrada en un proyecto de crecimiento integral del país.
Su propuesta no quedó en una utopía -como la de Platón-, sino que se llevó a la práctica mediante una legislación adecuada y la adopción de una política del Estado. Esto también marca una diferencia con el Imperio Romano, en el que el Estado nunca llegó a tener una política educativa. Por otra parte, Carlomagno no anuló la actividad privada sino que trabajó con ella, cosa que no sucedió con Esparta, la cual sí tenía una política educativa, pero en ella la educación era del Estado, por el Estado y para el Estado, de manera excluyente de toda otra posibilidad.
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LA EDUCACIóN EN LA EDAD MODERNA
El período considerado como "Edad Moderna" se ha dilatado hasta llegar prácticamente a nuestro siglo, debido a los más que significativos cambios que ha traído éste nuestro tiempo. Esto no implica, sin embargo, obviar las diferencias existentes entre los siglos XVIII y XIX, por ejemplo (tradicionalmente adscrito el primero a la época moderna, y el segundo ya a la contemporánea), y principalmente en la temática que nos ocupa: la educación.
Dicho esto, doy paso a los resúmenes de los trabajos que incluimos en esta página, y que forman parte de una publicación, Coloquios "Juan Luis Vives" (27-28 de agosto de 1992), realizada por el Instituto de Estudios Grecolatinos "Prof. F. Nóvoa" en 1996. La obra reúne las seis exposiciones que tuvieron lugar en los coloquios, y la presentación bilingüe (latín-castellano: traducción de Alfredo J. Schroeder) de una Égloga de Fernando Ruiz de Villegas quien, discípulo de Vives, la dedica a su maestro.
Si Dios quiere, más adelante tendremos también noticias de cursos, reseñas de libros y más..., más...
LA ÉPOCA DE VIVES (María del Carmen Carlé -Fundación para la Historia de España)
"La Europa del período en que vivió Vives, y con ella la España en la que nació y en la que no quiso vivir, más allá de lo cultural parece presidida por las brujas de la discordia, la ruptura, el enfrentamiento, la guerra."
En prieta y colorida síntesis, la Dra. Carlé presenta a esas brujas y sus obras.
JUAN LUIS VIVES. VIDA Y COSTUMBRES DEL HUMANISTA (Clara Inés Stramiello de Bocchio - Facultad de Filosofía y Letras, UCA)
"Acabada la carrera y recorrido el anchuroso estadio de las letras humanas, declaremos ya de una vez lo que, en nuestro sentir, tiene que hacer el humanista; cómo debe pasar el tiempo que la vida le reserve, aisladamente, consigo mismo y en relación con los otros; en la profesión y práctica de su arte y en el ejercicio de su enseñanza; cómo se comportará con los que profesan esa misma arte y disciplina y cómo recibirá las opiniones y censuras que le afecten; qué forma escrita dará a sus lucubraciones y cómo las transmitirá a la posteridad".
En palabras de Vives, de eso se trata en este artículo sobre el humanista, cuya vigencia excede el marco histórico propio.
LA EDUCACIóN EN LA ÉPOCA CONTEMPORÁNEA
Qué problema! ¿Cuándo comienza la educación contemporánea? Podríamos decir con el siglo XX, podríamos tal vez acotar "la segunda mitad del siglo XX"... Es tal la aceleración de los tiempos, la multiplicidad y la magnitud de los inventos científicos y técnicos, tan abismales los cambios que se producen en la escala de valores, en los conceptos filosóficos, en las sociedades, en las costumbres de los pueblos, en...
Y todo ello incide en la educación: en sus fines, en el sujeto mismo, en sus agentes, en las instituciones, en los medios, en los recursos didácticos..., en todo. Así que, más bien ampliando el término, prefiero referirme a la educación "hoy". Y me ha parecido acertado incluir aquí un trabajo que refleja muy bien la situación.
EDUCACIóN Y CAMBIO (Jorge María Ramallo - Facultad de Filosofía y Letras, UCA)
Creo que las palabras casi iniciales del autor dan una acabada idea de la intención de este estudio: "Entendemos que la aceleración de la historia es, probablemente, el fenómeno más significativo del mundo contemporáneo, porque exige una adecuación permanente a las nuevas situaciones que se van presentando en el desarrollo de la humanidad, con una velocidad a veces difícil de alcanzar. Y esta adecuación sólo puede ser lograda mediante un proceso educativo que permita al educando flexibilizar al máximo su capacidad de adaptación al cambio".
También quiero hacer aquí referencia a un curso que dimos con la Lic. Mónica Sánchez en 1997, "EL CINE NOS PROPONE... : LA FIGURA DEL MAESTRO", del que doy noticia en mi página sobre cine. Y quiero hacerlo porque el medio, el cine, es hoy por hoy un elemento de gran influencia -y masiva- en la comunicación de culturas, valores, mensajes, conductas, modelos, etc., que inciden en la educación de manera no formal, pero indudable. Y porque creo que es necesaria hoy una reflexión sobre la figura del maestro, quien a veces parece haber perdido su identidad, otras experimenta grave dificultad para adaptarse a los cambios de la sociedad y de la educación (y para discernir cuándo y en qué medida adaptarse y a qué), y mil situaciones más. Sobre este tema di una clase especial en un Profesorado, en 1998, trabajando entonces Una lección de vida y Querido maestro.
Por otra parte, en la página que llamo "Varia" (De todo... como en botica) doy una breve semblanza de una de las películas, "QUERIDO MAESTRO", porque su argumento abarca treinta años (a partir de 1964) en la vida de un maestro y de una institución, entretejidos con la vida del mundo; y porque cuanto le acontece al maestro y, sobre todo, el final de su actividad docente, es de una dura y dolorosa actualidad.
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