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La Madre Teresa es hoy en día un símbolo de amor al prójimo y de fe cristiana verdadera. Es por esto, que la elegí como ejemplo de seguidor de Jesús. En el trabajo práctico voy a contar gran parte de biografía , su relación con Dios, las muchas maneras en las que sigue los pasos de Cristo y sus palabras, que ya han recorrido el mundo.
La Madre Teresa de Calcuta fue una monja católica de etnia albanesa, nacida en Skopje (actual capital de la Ex-República Yugoslava de Macedonia) y, posteriormente, nacionalizada india. Fundadora de la orden de las Misioneras de la Caridad y premio Nobel de la Paz.
Agnes Gonxha Bojaxhiu, su verdadero nombre, ingresó a los 18 años en la orden de las Hermanas de Nuestra Señora del Loreto, en Irlanda. Estudió en Dublín y en Darjeeling antes de aceptar los votos en 1937. Fue directora de un colegio católico en Calcuta, donde la presencia de enfermos y moribundos en sus calles le llevó a pedir permiso para dejar su puesto en el convento y dedicarse, desde 1948, a cuidar a los enfermos.
En 1950, la diócesis de Calcuta aprobó la congregación de la Madre Teresa con el nombre de Misioneras de la Caridad. Más tarde, la orden fue reconocida como una congregación pontificia bajo la jurisdicción de Roma. Sus miembros, además de los tres votos básicos de pobreza, castidad y obediencia, han de asumir, para ser aceptados en la comunidad religiosa, un cuarto voto: la promesa de servir a los pobres, a quienes la Madre Teresa describía como encarnaciones de Jesucristo.
En 1952 abrió en Calcuta la Casa de Moribundos Indigentes Nirmal Hriday (Corazón Puro). Con el tiempo, extendió los centros de la orden por los cinco continentes. En reconocimiento a sus esfuerzos le fue concedido el Premio Nobel de la Paz en 1979. En 1990, el papa Juan Pablo II le instó a que realizara sus tareas con menor rigor, debido a su cada vez más precaria salud. Pese a ello, no abandonó la actividad a la que había consagrado su vida hasta el mismo momento de su muerte, ocurrida el 5 de septiembre de 1997 en Calcuta.
"He nacido en Albania.
Ahora soy una ciudadana de la India.
También soy una monja católica.
En mi trabajo pertenezco a todo el mundo.
Pero en mi corazón sólo pertenezco a Cristo"
Madre Teresa de Calcuta 1910 - 1997
�"Existe una fuerza gigantesca que está
�creciendo en el mundo a través de
�compartir juntos el trabajo..."
�Madre Teresa de Calcuta
�Ganó el Premio Nobel de la Paz en el año 1979 contra su voluntad pero que agradeció en nombre de los más pobres entre los pobres.
En el año 1931, la Madre Teresa tomó el nombre de Teresa en honor a una monja francesa, Thérèse Martin quien fue canonizada en 1927 con el título de Santa Thérèse de Lisieux. En el año 1937 la Madre Teresa tomó los votos religiosos y enseñó por 20 años en el Colegio Santa María en Calcuta, India y en el año 1946, precisamente el 10 de setiembre, recibió otro llamado de Dios, el servicio hacia los más pobres.
�En el año 1948, el Papa Pio XII le concedió a la Madre Teresa permiso para
dejar sus funciones como monja independiente y empezó a compartir su vida en las calles de Calcuta con los más pobres, los enfermos y los hambrientos . La Madre Teresa fundó una congregación llamada las Misioneras de la Caridad., como ya dije antes. Su trabajo inicial fue el de enseñar a leer a los niños pobres de la calle.
En el año 1950, la Madre Teresa empezó a ayudar a las personas enfermas de lepra. En el año 1965, el Papa Pablo VI colocó a la congregación de las Misioneras de la Caridad bajo el control del Papado y autorizó a la Madre Teresa a expandir la Orden religiosa en otros países. Alrededor de todo el mundo se abrieron centros para atender leprosos, ancianos, ciegos y personas que padecen del SIDA y se fundaron escuelas y orfanatos para los pobres y niños abandonados.
En compañía de sus discípulos, Jesús estableció su base en Cafarnaum y viajó a los pueblos y aldeas cercanas para proclamar la llegada del Reino de Dios, como hicieron muchos profetas hebreos antes que él. Cuando los enfermos de cuerpo o espíritu se acercaron a él en busca de ayuda, los curó con la fuerza de la fe. Insistió en el amor infinito de Dios por los más débiles y desvalidos, y prometió el perdón y la vida eterna en el cielo a los pecadores siempre que su arrepentimiento fuera sincero. La esencia de estas enseñanzas se encuentra en el sermón de la montaña (Mt. 5,1-7), que contiene las bienaventuranzas (5,3-12) y la oración del Padrenuestro (6,9-13).
Sin lugar a dudas, este es el camino que Jesus le señalaba a la Madre Teresa. Del amor, surge el amor. La madre Teresa copia las vivencias de Cristo y aunque sabe que no va a ser fácil, igual intenta y triunfa.
La fama de la madre Teresa recorre el planeta. He aquí otro elemento de comparación de M. Teresa y Cristo. No podemos no hacer una comparación o un paralelo mental cuando hablamos de ambos.
A pesar de la creciente oposición que Jesus tenía por parte de fariseos y judios, su fama se extendió sobre todo entre los marginados y los oprimidos, y el entusiasmo de sus seguidores les llevó a tratar de "arrebatarle y hacerle rey" (Jn. 6,15), pero Jesús lo impidió cuando escapó con sus discípulos por el mar de Galilea (lago Tiberíades) a Cafarnaum (Jn. 6,15-21), donde pronunció un sermón en el que se proclamó "pan de la vida" (Jn. 6,35).) Los flashes no eran cosas que le atrayeran e nuestra monjita, tampoco la fama. Es sabido que a duras penas recibió el premio Nobel.
La vida y enseñanzas de Jesús fueron muchas veces objeto de disputa y de interpretaciones diferentes en la historia del cristianismo. En las primeras épocas de la Iglesia, por ejemplo, fue necesario regularizar las creencias sobre Jesucristo y su papel, para facilitar la conversión y responder a los cristianos que adoptaron opiniones inaceptables para los dirigentes de la Iglesia cristiana. Definir la naturaleza de Jesús se convirtió en el objeto de una disciplina llamada cristología. �
La Madre Teresa logra rescatar la fuente de poder primordial de Dios: el amor. Y basa su vida en los dos mandamientos fundamentales: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a si mismo.
Algunas cosas que son buenas para recordar...
Cuanto más nos vaciemos, tanto más espacio
ofreceremos a Dios para que nos llene.
No es tanto lo que hacemos sino cuanto el amor que ponemos lo que hacemos es lo que agrada a Dios.
Juntos construyamos una cadena de amor alrededor
del mundo.
EL HAMBRE TERMINARA CUANDO APRENDAMOS A COMPARTIR
Testimonio inédito de la Madre Teresa de Calcuta sobre la opción por los pobres
ROMA 7 sep (ZENIT).- Hace unas semanas, dos jóvenes vinieron
a nuestra casa para ofrecerme mucho dinero para dar de comer a
la gente. En Calcuta damos de comer a 9 mil personas al día.
Querían que el dinero se destinara para alimentar a esta gente. Les
pregunté: "¿De dónde han sacado tanto dinero?". Ellos me
respondieron: "Nos acabamos de casar hace dos días. Antes de la
boda, decidimos que no compraríamos trajes para la ceremonia ni
para la fiesta. Queremos darles a ustedes el dinero". Para un hindú
de clase alta esto es un escándalo.
Muchos se quedaron totalmente sorprendidos al ver cómo una
familia de ese nivel no había comprado trajes ni había organizado
fiestas con motivo de la boda. Después les pregunté: "¿Por qué lo
han hecho?".
Esta fue la extraña respuesta que me dieron: "Nos amamos tanto
que queríamos dar algo a otros para comenzar nuestra vida en
común con un sacrificio". Me impresionó mucho el constatar cómo
estas personas estaban hambrientas de Dios. Una manera de
manifestarse el amor mutuo era hacer ese sacrificio enorme. Estoy
segura de que los occidentales no pueden entender lo que significa
esto. En nuestro país, en la India, sabemos lo que significa no tener
vestidos y fiestas para la boda. Sin embargo, estos dos jóvenes
tuvieron el valor de comportarse así. Esto es verdaderamente un
amor en acción. Y, ¿donde comienza este amor? En la propia casa.
¿Cómo comienza? Rezando juntos. Una familia que reza unida
permanece unida. Y, si permanece unida, entonces se amarán unos
a otros como Dios nos ama.
En una ocasión, por la tarde, un hombre vino a nuestra casa para contarnos el caso de una familia hindú de ocho hijos.
No habían comido desde hacía ya varios días. Nos pedía que hiciéramos algo por ellos. De modo que tomé algo de arroz
y me fui a verlos. Vi cómo brillaban los ojos de los niños a causa del hambre. La madre tomó el arroz de mis manos, lo
dividió en dos partes y salió. Cuando regresó le pregunté qué había hecho con una de las dos raciones de arroz. Me
respondió: "Ellos también tienen hambre". Sabía que los vecinos de la puerta de al lado, los musulmanes, tenían
hambre.Quedé más sorprendida de su preocupación por los demás que por la acción en sí misma. En general, cuando
sufrimos y cuando nos encontramos en una grave necesidad no pensamos en los demás. Por el contrario, esta mujer
maravillosa, débil, pues no había comido desde hacía varios días, había tenido el valor de amar y de dar a los demás,
tenía el valor de compartir.
Frecuentemente me preguntan cuándo terminará el hambre en el mundo. Y yo respondo: "Cuando tú y yo aprendamos a
compartir". Cuanto más tenemos, menos damos. Cuanto menos tenemos, más podemos dar.
En una ocasión, en Calcuta, no teníamos azúcar
para nuestros niños. Sin saber cómo, un niño de
cuatro años había oído decir que la Madre Teresa
se había quedado sin azúcar. Se fue a su casa y les
dijo a sus padres que no comería azúcar durante
tres días para dárselo a la Madre Teresa. Sus
padres lo trajeron a nuestra casa: entre sus manitas
tenía una pequeña botella de azúcar, lo que no
había comido. Aquel pequeño me enseño a amar.
Lo más importante no es lo que damos, sino el
amor que ponemos al dar.
Ustedes conocen a los pobres de su zona. Saben que se encuentran precisamente aquí en Roma, en Nueva York, en
Londres y en otros sitios.
Nuestras hermanas dan de comer a los hambrientos de esta ciudad. Hay personas que duermen por las calles. Quizá se
sorprendan al ver a personas como ustedes que duermen arropados por cartones, temblando por el frío. �Esto sí que
hace sufrir!". Tienen que tener un amor tierno, tienen que reconocer al pobre donde quiera que vivan.
En la India, es maravilloso ver a hindúes y musulmanes que se preocupan por los pobres. También aquí, al igual que en
muchos lugares, la gente se hace más consciente de la necesidad de compartir la alegría de amar.
Pero, ¿dónde comienza este amor? En casa. No podemos dar lo que no tenemos.
Y yo rezo para que este amor pueda comenzar. La oración da un corazón transparente. Y un corazón transparente puede
ver a Dios. Sólo podemos ver a Dios si hacemos algo por alguien. Tienen que saber quién es ese "alguien" y quién lo ha
creado. A los pobres no les hace falta demasiado, lo que necesitan es ternura y amor.
Una vez recogí a un hombre en un desagüe abierto en Calcuta. Había visto que algo se movía en el agua: al quitar la
suciedad me di cuenta de que era un hombre. Lo lleve a nuestra casa para moribundos. Tenemos un lugar para personas
en esta situación. En todos estos años hemos recogido por las calles de Calcuta a 45 mil personas como esta. De estas,
19 mil han muerto rodeadas de amor.
De modo que lleve a aquel hombre a nuestra casa. No blasfemó, no gritó. Su cuerpo estaba totalmente cubierto de
gusanos. Lo único que dijo fue: "He vivido toda mi vida en las calles como un animal. Y ahora voy a morir como un ángel,
amado y atendido". Después de tres o cuatro horas murió con la sonrisa en los labios. Esta es la grandeza de nuestra
gente.
Ultimamente vienen muchos jóvenes a trabajar a Calcuta con los moribundos, con los leprosos, o en la casa para los
niños. Un día llegó también una muchacha de la Universidad de París. En su rostro se podía ver una profunda
preocupación. Pero después de algunas semanas de trabajo con los moribundos, dijo: "He encontrado a Jesús".
"¿Dónde?", le pregunté. Ella me dijo: "Lo he encontrado en la casa de los moribundos". "Y, ¿qué has hecho?". "Me he
confesado por primera vez después de quince años y he enviado un telegrama a mis padres porque he encontrado a
Jesús". En sus países, en Europa, en América, no sé si la gente muere de hambre pero yo veo una pobreza todavía más
difícil de extirpar: la soledad de quienes son marginados, la sensación de no sentirse deseado, amado, el verse
abandonado. Insisto en que hay que ver, tocar y amar, pues, si no nos aman, no podemos amar.
También hoy tenemos muchos sufrimientos, muchos problemas. Lo que yo he visto es increíble. Nuestra gente sufre
todavía mucho. Nuestro deber es ayudarles a compartir con ellos la alegría de amar, pues amándoles amamos a Cristo.
Y, cuando llegará el día en el que regresaremos a la casa de Dios, Cristo nos dirá: "Tenía hambre y me diste comer;
estaba desnudo y me vestiste, no tenía casa y me diste un refugio". El hambre no es sólo de pan, el hambre es de amor.
Un día estaba recorriendo las calles de Londres y vi a un hombre totalmente borracho. Tenía un aspecto triste y
miserable. Me acerqué a él y le tome su mano -mi mano siempre está caliente-, la apreté y le pregunté: "¿Cómo está?".
Me respondió: "!Ah!, �hace mucho tiempo que no sentía el calor de una mano humana!". Y su rostro se iluminó. Su cara
era diferente. Lo único que quiero decir es que los pequeños detalles, hechos con gran amor, llevan a la alegría y a la paz.
En Australia trabajábamos con los aborígenes. Nuestras hermanas van a visitar a las familias de estas personas que no
tienen a nadie que les ayude. Lavan la ropa, les ayudan a limpiar, etc. Un día fui a la casa de un señor y le pregunté si
podía limpiar su casa. Él respondió: "Yo estoy bien". Le dije: "Pero estará todavía mejor si me dejara limpiar". Pude ver
que en la habitación había una gran lámpara llena de polvo. De modo que le dije: "Nunca enciende esa lámpara". "¿Para
quién? -me respondió-, durante años enteros nadie ha venido a verme". "Y, si las hermanas vienen a verle, ¿encenderá la
lámpara?", le pregunté. Me dijo que sí. Las hermanas comenzaron a visitarle. Me olvidé totalmente de aquel hombre y de
su lámpara. Tres años más tarde, el señor me mandó a las hermanas con un mensaje: "Díganle a mi amiga que la lámpara
que alumbró mi vida todavía está encendida". Ésta es la grandeza de nuestra gente. Si llegamos a conocerles, los
amamos, y si los amamos realmente, amamos a Cristo. Ciertamente Jesús está allí. Él lo dijo: tiene que ser así. Y, por este
motivo, Jesús se ha hecho pan de vida para satisfacer su hambre de nuestro amor humano.
De modo que ayudémonos mutuamente a llevar este amor de Cristo al mundo. El mundo es lo que espera de nosotros.
Enséñenlo a los jóvenes. Ellos quieren hacer algo. Ayúdenles. Verán que seremos capaces de cambiar esta fase horrenda
que atraviesa el mundo.
El trabajo de la Madre Teresa demuestra que una convicción verdadera siempre está acompañada por una acción, que el amor en acción es servicio.
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