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Politica y Universidad

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Del caballero circular. Un ensayo sobre la construccion del pensamiento politico en la Universidad.

Agregado: 10 de OCTUBRE de 2002 (Por ) | Palabras: 3877 | Votar |
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    Política y universidad.

    DEL CABALLERO CIRCULAR.

    (Un ensayo sobre la construcción del pensamiento político en la Universidad).

    Por: José Guillermo Anjel R.

    Aclaración previa:

    Por política entiendo el comportamiento moral en lo diverso, es decir, la institucionalidad del ciudadano fundamentada en tolerancia, definiendo a la tolerancia como aquel deseo permanente de conocer al otro para aprender de él y así salir de la ignorancia. Para mi, el intolerante es un ignorante del otro y, lo que es peor, de las creencias y los saberes (en términos de talentos y aprendizajes) del otro. Así mismo, cuando hablo de moral, hablo de las costumbres tenidas como buenas y pactadas por el colectivo, no en calidad de verdades absolutas o veneradas sino como elementos en proceso de construcción mediante la comparación, la discusión y el intercambio.

    Por Universidad entiendo aquel colectivo que construye (elabora, prueba, debate y argumenta) pensamiento sobre unos patrones universales aceptados como fundamentales y comunes (cuasi leyes) para un mejor entendimiento del entorno y las variables culturales y económicas que se dan en él. En la universidad trabajamos conocimiento positivo (ya comprobado en sus causas y efectos), lo que permite una mejor construcción de las verdades normativas (las que nos permiten vivir nuestro espacio y nuestro tiempo) y de un debate civilizado de las distintas posturas, ya sea nuevas o reeditadas, es decir, nacidas como consecuencia de o tomadas de situaciones y acciones pasadas. Trabajamos con el logo (la razón) reflexivo, no con el mito o los meros asombros.

    Y el ser, como anota John Locke, es una suma de expectativas constantes que busca lo que le es propio para realizarse. La propierty Lockiana, ese afán de los hombres de ajustarse al medio mediante propicio a través de pactos que obligan a deberes y derechos, propone un ser vivo, mutante, incapaz de toda quietud. Un ser en pie de lucha que defiende en sus logros la realización de sus derechos o que intenta alcanzar, a través de éstos (deb. y der.) lo que sería su idea de progreso. Somos en lo habido y en el haber, que es el motor político que visualiza lo que hay y lo que habrá. Somos todo el tiempo en el ejercicio de la virtud, es decir, de aquello que podremos lograr.

    Preámbulo:

    Esta charla la voy a cifrar en una idea tomada de Germán Arciniegas en su libro EL Estudiante de la Mesa Redonda, donde determina cómo, históricamente, todos los cambios sociales, políticos y económicos han nacido de los estudiantes y de la discusión en la universidad. Y, al mismo tiempo, cómo han sido los estudiantes los auditores del comportamiento político de los gobernantes y, en un momento dado, los que con sus ideas y sus actos han hecho posible un mejor ejercicio de la política. Matizo la idea anterior con algunos apuntes de Max Weber y con la reflexiones que yo he tenido como escritor.

    Ser político y Universidad:

    El estudiante es un testigo oidor de la vida que le rodea y en la que se prepara para hacer su propia vida en calidad de ser y ciudadano. Ve y oye lo que pasa en la casa, en otras casas, en la calle, entre sus amigos, en el salón de clase, en sus trabajos científicos y reflexivos, imaginando y cuestionando. Es un caballero circular que da vueltas buscando dónde descansar, dónde soñar, dónde pelear, dónde darle de abrevar a su caballo, donde amar y ser amado, dónde asumir la curiosidad y el asombro, dónde encontrar el puente que le llevará al futuro. De alguna forma, como don Quijote, vela las armas dando vueltas en torno a ellas. Y mientras las vela, muchos mundos nuevos aparecen o se justifican. Ustedes (los estudiantes), más que nadie, asisten a la conformación de un orden, por eso son curiosos, por eso buscan respuestas a las preguntas que se hacen. Como el buen salvaje de Rosseau, han sido en una naturaleza y buscan, luego de nominarla, definirla. Y contratarla para que lo percibido como bueno se mantenga. Esta naturaleza, que no es otra cosa que el entorno- contexto en que se habita, es mutante. Entorno que define unas variables para comportarse, contexto que busca una razón para ese comportamiento. Y si bien es cierto que el estudiante es fruto de un mundo político que le ha permitido valorar a los otros en términos de amigos y enemigos, también lo es que es un rebelde contra ese mundo. Un rebelde porque lo cuestiona, porque se enfrenta a él para ver mejor, más amplio y seguro el mundo. El estudiante carga sus sueños y, mientras estudia, los defiende, los crece, les impide la muerte. Y creen con fe porque, como dice Alvaro Mútis en uno de sus poemas, hay que llegar a la muerte con los sueños intactos.

    En términos teóricos, la universidad es una Polis conformada por facultades (o sea por sentidos de lo cierto) que construyen pensamientos diversos de acuerdo con unos principios éticos y morales. Es una institución política (que busca unir la diversidad) que visualiza lo que sucede en el mundo y el entorno, lo compara con lo sabido y enseña la resultante. Es un micro Estado en formación y de formación permanente, sólo que aquí no se ejerce la violencia, en términos de represión legal, como si lo hace el Estado formal. Y este no ejercicio de la represión legal, permite la discusión y la construcción de la normatividad. Normatividad entendida como leyes fundamentales que permiten el ejercicio de una actividad, pero que a la vez lleva a la investigación y el debate con base en los resultados, a fin de ampliarla y ajustarla a los nuevos tiempos. Si el estudiante es un caballero circular, la Universidad es el campo por donde discurre lo más importante de ese caballero: la imaginación y la memoria, lo fundamental para toda construcción.

    La política, como tal vez se ha hecho creer en América Latina, no es ese discurso retórico y emocional que busca votos y puestos gubernamentales para legitimar la corrupción o el ejercicio de pequeñas tiranías y dictaduras (como lo expongo fabulariamente en mi libro De Dictaduras, Angeles peatones y Pecados renovados). No, la política es un comportamiento de ciudadanos libres que, en calidad de tales, se obligan a crear una realidad, una moralidad que les permita lograr aquello que es bueno y da alegría. Y en términos de Spinoza, la alegría nace del conocimiento, de este saber que me fortalece para comportarme con relación a lo que soy, a lo que pienso ordenadamente (geométricamente) y comparto. Y es desde el conocimiento que se asume la actitud política, pero no desde una línea de conocimiento sino a partir de un tejido de conocimientos, es decir, desde la tolerancia. El pensamiento complejo es un ejercicio tolerante del conocimiento, de lo que tenemos en partes y conjuntos y de lo que estamos logrando para construir un logos político. Entendiendo por logos político mi razón de ser en lo diverso, en lo que hay, en lo que habrá. Como el tiempo, que es en espiral y funciona como un corazón, ampliándose y contrayéndose, siempre redifiniéndose en lo hecho y en la novedad, en el mytos y el logo. La universidad, como ninguna otra institución, es este tiempo en espiral..

    Definir qué es un ser político, es decir, un ser que busca identificar lo que le es propio con lo diverso, nos obliga a plantear y resolver muy bien tres puntos 1. Qué es lo que es propio del individuo y del colectivo. 2. Cómo responde el medio a estas propiedades del ser. 3. Cómo normatiza y se mantiene la institución política para dar satisfacción a lo que se le demanda al medio y lo que reclama el individuo y el colectivo. Trataré, entonces, de dar una respuesta coherente, con base en lo antes enunciado.

    1.

    Lo propio del ser (y del colectivo) es la vida. En la vida nos hacemos en calidad de individuo y colectivo moral y pensante, o sea, nos evidenciamos como ser que construye para hacer de esa vida lo mejor posible y a la vez piensa para que lo construido se enriquezca con ejercicios intelectuales. No nos bastamos en la materia, que la materia tiene un límite, el de la materia misma y lo que es sin que pueda ser más, a menos que se intelectualice sobre ella y acerca de sus orígenes racionales y míticos. La vida es un imaginario que vamos volviendo (a través de construcción) realidad moral o infierno. Y es la única certidumbre que tenemos de nosotros mismos. Y esta vida, como dice Pedro Canales, el personaje de Manuel Mejía Vallejo, hay que ganársela a la muerte. Por eso somos políticos y, en lo político, entidades dudantes.

    Cuando nos asumimos en el ser político, nos asumimos en una sociedad civil (copia del organismo humano) que nos permita desarrollarnos debidamente en ella mediante el debido aprendizaje y uso de lo aprendido para obtener el bien mayor individual y comunitario. Aprendizaje primero en los sentidos , porque así tenemos claridad sobre lo que nos es necesario (Aristóteles). Aprendizaje en el mundo, porque debemos pactar una realidad y aprendizaje en el Estado: debemos asumir un orden. Y como resultado de lo aprendido, obtener, a fin de que estas necesidades primarias (sentido del mundo, conocimiento del mundo, ser en el mundo de acuerdo con un orden) sean satisfechas. O sea, sostenidas en calidad de solución dentro de un una institucionalidad política.

    En el ejercicio de la vida, el hombre es político. Y lo es para poder establecer y legitimar el debido ejercicio de lo que le es propio. Por esto crea la norma, para darse unos límites que le permitan apropiarse moralmente de lo que le es necesario para ser en lo material e intelectual. Por esta razón pacta y el pacto, llamado Estado o Sociedad Civil (sociedad civilizada y por lo tanto atenta al progreso) establece deberes a cumplir y derechos a reclamar de acuerdo con el cumplimiento de estos deberes. ¿Y dónde se sabe qué es propio al hombre? ¿Dónde se discuten las condiciones y situaciones del hombre en sí y en el mundo? En la Universidad. Aquí está lo que es universal, lo que se ha pactado como bueno y aquello que se discute para mejorar lo obtenido hasta hoy. Desde Abelardo hasta Bertrand Russell, la universidad ha cumplido con la tarea de acumular conocimiento positivo (comprobado o debidamente normatizado) y, paralelamente, de argumentar. Y es e esta manejo de lo conocido (el conocimiento que hace más grande al hombre) y de la argumentación que la Universidad se asume como ser político porque articula, propicia y defiende lo que sería el bien mayor para el hombre y la sociedad en la que vive. Además, este es el papel de la universidad: sostener los órdenes y permitir que se construya sobre ellos, que se avance, que permita ver nuevos horizontes, pero no de manera anárquica sino siguiendo unos métodos que aseguren la calidad de los resultados. Desde este punto de vista, el ser político de la universidad no es otra cosa que la guardia permanente a lo moral- existente (a esto que ha sido bueno y todavía se ajusta a los tiempos) y a lo que viene, lo que se descubre, dentro de unos parámetros que no lleven a la confusión. El papel de la universidad es ordenador, riguroso, científico e intelectual, no meramente acomodaticio a unos supuestos sin comprobación (como pasa hoy y lo define muy bien Franois Lyotard: cada vez somos más ignorantes por el exceso de información sin comprobar). Desde otro punto de vista, la universidad no se inclina a unas tendencias, primero las comprueba y si se ajustan al rigor exigido por la ciencia o la filosofía, los admite dentro de los límites morales que los acreditan como buenos para el ser humano. En términos políticos, la universidad es semi- conservadora porque exige que lo nuevo no riña con lo construido, que la nueva verdad se soporte sobre la anterior. El ser político de la universidad está en mejorar al individuo (y por extensión a la comunidad) sin que éste pierda identidad, es decir, construyendo sobre lo logrado, los legados y una idea de verdad que permita ver mejor el mundo y lo propio del hombre en él. El papel de la universidad no es partir de cero, confundiendo. Su papel estriba en avanzar. Y no quiere decir esto que la Universidad (y ustedes los estudiantes con ella y en ella) no reconozca errores o se refugie en paradigmas. Por el contrario, sobre el método ensayo error es que la universidad se ha construido y, dentro de la limitación aristotélica, ha ido ampliando sus limites en la medida en que el conocimiento y las costumbres lo han requerido, pero no con base en supuestos sino en comprobaciones de orden moral y científico. Por esta razón la universidad es peligrosa para los Estados totalitarios o aquellos que buscan el cambio a toda costa sin medir las consecuencias: la universidad es memoria positiva, comprobada. Y sobre esta memoria imagina y crea. No es un ente muerto, es un testigo oidor permanente que, como todo sabio, ante los efectos recurre a buscar las causas., ya en lo humanístico, ya en lo científico. O en ambos, como hoy lo exige el pensamiento complejo.

    2.

    El mundo conocido empíricamente en los inicios de la historia, en la universidad se ha vuelto mundo positivo. Antes que un centro de especulación, la universidad es un centro de razón, consecuencia del debate ordenado y la investigación metódica. Y es así como el mundo que vemos y existe a los sentidos (de manera emocional y empírica), se ha convertido en un mundo que entendemos y aprendemos sin equivocaciones. Y al entender un mundo que se debe aprender para un mejor comportamiento en él, la universidad es un ser político que ordena, distribuye, jerarquiza y define en profundidad el uso debido del entorno.

    Antes de que existiera la universidad, el entorno era corto e impreciso y se entendía a través del avance violento del hombre sobre él. Visiones tribales del mundo, de eso nos hablan los primeros 3.000 años de historia escrita: acciones, peligrosas, demenciales, mitológicas. Por esos días la tierra era plana y tenía sus límites donde se agotaban los hombres y los caballos. Pero al nacer la universidad, por el año mil, el mundo conocido comienza a ampliarse y ordenarse. Empiezan los referentes, los significantes y los significados. En esa universidad todo tiene un sentido y dentro de ese sentido el ser humano debe tener un comportamiento. Basta ver el magnífico trabajo interpretativo del mundo que elaboró san Isidoro de Sevilla, que aunque más mítico que real ya presuponía un uso y entendimiento científico y político del entorno. Sentidos e interpretaciones iniciales que permitieron el inicio de la construcción de la verdad. Y en mil años de universidad, hoy tenemos un mundo completo a nuestro alcance, debidamente estudiado y presupuestado para que los colectivos se desarrollen en él de manera moral y ética.

    La universidad, conociendo y entendiendo el entorno, conocimiento pleno que hoy hemos logrado a través de la tolerancia (discusión civilizada de opuestos para obtener una tercera verdad de dos enfrentadas), asume el ser político al indicar lo que es bueno para el colectivo y el individuo. Las tesis que cuestionan al Estado y la inmoralidad de la ciencia, salen de la universidad. Los movimientos que enfrentan políticas del Estado, brotan de la universidad. El cuestionamiento permanente de lo que agrede al hombre, nace en la universidad. Y es que la universidad, en su ser político, es un testigo y juez de lo que acontece, a la par que asume la guardia para que lo construido (en términos de mayor bien) no se desmorone ante la presión de los conocimientos laberínticos. Veamos un ejemplo del ser político de la universidad con relación a los tiempos que vivimos: hoy, cuando el mito milenarista ha hecho explosión de teorías que van contra lo establecido y normatizado en términos científicos y humanistas, la universidad asume una posición rígida y científica contra los nuevos míticos. Pero no es una posición arbitraria o de desprecio, sino una posición de debate y cuestionamiento, de análisis desapasionado y frío fundamentado en las verdades normativas y en las que se han logrado construir hasta ahora. No desconoce la situación, pero tampoco la admite como una verdad sino como un mito que nace con base en multiplicidad de variables sociales, antropológicas, políticas etc. Y esta actitud política, la de la defensa de la ciencia y el humanismo, la asume fundamentada en el conocimiento acumulado y debatido por años, comprobado o apenas en proceso (pero con unas bases sólidas) de elaboración. El hecho milenarista existe, es cierto, y es certificado por los medios de comunicación como una tendencia, pero sus verdades no tienen soporte de ninguna clase, han nacido por generación espontánea o basadas en supuestos sin comprobar. Ante esto, la universidad aclara y defiende sus principios: a lo que es empírico se le buscan sus causas y, una vez encontradas, a través del ensayo- error, se las legitima mediante el conocimiento positivo, que es lento porque es metódico y científico. Y porque debe unirse a una totalidad y no jugar como una pieza suelta. Este es el ser político de la universidad, sostener universales, es decir, es decir encontrar razones con puntos de unión que permitan entender cada atributo, modo, accidente como parte del entorno y el contexto propios al hombre.

    El la pregunta de cómo responde el entorno al individuo y al colectivo, está el ser político de la universidad. Y ese ser político, en lo diverso y a favor del bien mayor, se establece en lo radicado como bueno, en lo admitido como cierto y en la búsqueda de opciones nuevas con base en los dos presupuestos anteriores. Ser político que ya está debidamente reflexionado y avalado por mil años de historia universitaria, de cientifismo y humanismo debidamente estructurado y acorde con un ideal pactado de sociedad civil óptima. De aquí que la universidad de finales del siglo XX no se comprometa ni ataque (como fin único) a un sistema determinado. Su condición es reflexiva y universal, sabia y moral. Y de acuerdo con esto, clasificadora del entorno y de sus relaciones políticas con los colectivos humanos. La universidad, como los filósofos, se hace preguntas. Y enseña las respuestas cuando estas no riñen con la inteligencia y la ética.

    3.

    En la universidad, único ambiente propicio para el ejercicio del pensamiento, nace la estructura de la ley. Estructura que se fundamenta en actitudes éticas y morales propicias para que el hombre haga de su vida la mejor posible. Y de esta estructuración de la ley, acorde con principios filosóficos determinados, nacen las instituciones políticas que habrán de salvaguardar los derechos de los individuos que cumplen debidamente con sus deberes y los de aquellos que, por su situación de inferioridad (niños, enfermos), están exentos de deberes y pueden usufructuar de protección institucional. La norma (la ley), es consecuencia de una reflexión moral que tiene como fin la convivencia y desarrollo bueno de los individuos de una sociedad. Normas con relación al Estado, al ambiente, al conocimiento ordenado (entendiendo por conocimiento ordenado aquel que se fundamenta en verdades normativas anteriores sujetas a debate civilizado).

    La inteligencia, esta capacidad que tenemos de resolver problemas y de imaginar lo posible, tiene su centro en la universidad. Y no porque un hombre no pueda ejercer la inteligencia en soledad sino porque la real inteligencia es la que se confronta entre varios y con base en el rigor que excluye toda ignorancia. Y esta inteligencia universitaria, la que reúne a los individuos para aprender y discutir de acuerdo con lo aprendido, es la que realiza el tejido donde está lo entendible en calidad de norma para vivir mejor. Tejido que no es otra cosa que pensamiento complejo, como siempre ha sido el pensamiento de la universidad donde, las facultades, centros de conocimiento y reflexión, reúnen sus principios y constituyen un ser político que normatiza y, según unas normas comunes, seconvierte en juez de lo que acontece a fin de producir un conocimiento que le permita al universitario ajustarse al pacto de la sociedad civil o, en su defecto, a que ingrese en el colectivo legitimando ese pacto.

    Con relación a la norma, el ser político de la universidad está en producir conocimientos y personas que moralmente entiendan en la ley la factibilidad de un colectivo cada vez mejor. Y si esa ley está resquebrajada porque ya no es sujeto de la universidad sino de un Estado ajeno a ella, la identidad ética del universitario será testigo y juez, a la vez que inicio, de la justicia de esa ley. Aquí cabe anotar que en el ser político de la universidad está el ejercicio permanente de lo justo y el cuestionamiento de lo legal cuando atente contra los principios de justicia que no son otros que los de la debida equidad, como anota Rawls, retomando los pensamientos de Rousseau y Spinoza. Equidad que sólo se admite en la tolerancia y el conocimiento continuado.

    Luego de este razonamiento, vuelvo a ver al caballero circular. Caballero que no va tras una dama ni en defensa sólo de imaginarios. No, este caballero circular que veo en cada estudiante (y nosotros los profesores también lo somos), va en pos del deber ser nacido del deber hacer. De esta manera obtiene un deber estar o al menos lo visualiza dentro del ser político de la universidad. Ser político que prefigura el mayor bien (la sociedad civil ética y tolerante) como camino al bien supremo (el entendimiento y conocimiento de nuestra condición de ser humanos en la vida y en las razones intelectuales de esa vida).

    Concluyo esta ponencia con un pequeño relato:

    -Aquí veo tres letras -, dijo el caballero circular de la armadura azul. -Son la letra álef , la letra mem y la letra tav. Con estas letras se construye la palabra emet que traduce verdad -. Pero no quedó contento con la traducción y quiso saber por qué esa palabra estaba construida así. Fue entonces donde su maestro y le hizo la pregunta de las tres letras.

    El maestro, versado en razones y caminos, le respondió: esa palabra es única en hebreo, así como la verdad es única. Se inicia con la letra del silencio (álef), la de la nada y el yo (ain- aní) continua con mem, que es letra madre (orígenes) y termina con tav que es la letra con la que se escribe Toráh (que es ley e instrucción). Si le quitas la letra álef, queda met y met traduce muerte. Contigo (yo- aní) entonces hay vida, sin ti nada. Pero tú (álef) sin las otras dos letras, eres nadie.

    El caballero circular de la armadura azul salió de casa del maestro y siguió con los ojos el vuelo de una tórtola. Luego fue el entendimiento de la tórtola y la razón de la tórtola. Luego otra tórtola que volaba mucho mejor.

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