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La conquista del placer
Por
Rodrigo Tenorio Ambrossi
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Psicoanalista, profesor de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador
Hablar de nuestra sexualidad nunca
ha sido tarea fácil. A lo largo de los siglos, se ha ido construyendo una serie
de impedimentos en forma de recelos, temores y prejuicios que se interponen a
la palabra que debería circular de manera espontánea y fácil.
Así el tema se transformó en algo
malo porque atentaba contra las buenas costumbres. De ahí a lo prohibido solo medió
un paso que la sociedad no tardó en dar.
El ser humano no se ha resignado a
callar. Y no ha cesado de hablar de la sexualidad y todo lo que ella implica en
la vida personal, familiar y social. Mientras la literatura y la pintura se
encargaron de hacer públicas las ideas y las actitudes individuales, las
personas comentaban a hurtadillas, en secreto, a escondidas, los misterios del
cuerpo y del placer que provocan las diferencias entre mujeres y varones, los
avatares de las conquistas y de los goces indescriptibles que se originan en la
fusión de los amantes.
Sin duda, el mundo ha cambiado
significativamente en todas sus dimensiones y ha dejado atrás gran parte de las
creencias y los prejuicios que formaron parte de las antiguas generaciones.
Pero ningún cambio es radical ni definitivo sino siempre incompleto, a medias.
Porque así el ser humano se mantiene en perenne preocupación y atento a no
dejarse llevar por la monotonía de la cotidianidad. Pese a las nuevas actitudes
más libres y espontáneas, aún persisten prejuicios, desconocimientos y temores
antiguos o han aparecido otros nuevos que siempre harán del tema de la
sexualidad una realidad conflictiva.
Ninguna era ha sido más nueva y
renovadora que la actual. Nuestro mundo se define por el cambio, la mutación,
la inestabilidad, la invención. Nada o casi nada perdura, ni las cosas ni las
ideas, las posiciones subjetivas, las ideologías, los principios y los valores.
Para las antiguas generaciones, el orden y las leyes, los principios y los
valores poseían un inmenso grado de consistencia y durabilidad, lo cual les
proveía de certezas, a ratos casi absolutas. Las nuevas generaciones se construyen
de manera diferente: la mutación es un elemento definitorio.
Y en estos nuevos espacios la
sexualidad tiene una presencia masiva y se ha infiltrado por todas partes.
Jamás en la historia de la
humanidad, el mundo se ha erotizado tanto como el actual. Parece imposible
vender un auto, un televisor, un licor o una marca de cigarrillos sin recurrir
a mensajes que tomen en cuenta algún elemento de la sexualidad.
La sensualidad, lo erótico, el
cuerpo casi desnudo que invita al hundimiento en placeres desconocidos, la voz
que recalca que sí es posible el amor gozoso; el acercamiento al otro se opera
de manera mágica con la fuerza y la prestancia que brinda un cigarrillo, un
vaso de licor, un auto, un perfume, la mirada de la seducción que rompe toda la
resistencia. Un mundo erótico que, desde sus fantasías, crea el imaginario del
poder total, de una especie de bienaventuranza impresionante.
Sin embargo, pese a este torbellino
de imágenes, de canciones, de voces, no todo está claro, las personas no necesariamente
conocen más y mejor lo que es la sexualidad, cuáles son sus dimensiones e
implicaciones en la vida personal y social. De hecho, para cada mujer, para
cada varón, para las niñas y los niños, no está clara la significación misma de
la sexualidad. Más aún: se tiene la impresión de que cuando más evidente se
hace lo sexual y lo erótico, la sexualidad más se encierra en sí misma, como si
se tratase de un misterio que no se deja ni atrapar.
Este misterio, definitivamente, no
puede ser revelado y aclarado únicamente a través de los videos, las revistas,
las fotos, los manuales para mejor hacer el amor. Al final uno se pregunta qué
hay detrás de todo esto, al otro lado de esa palabra mezcla de lo sagrado y lo
profano, de lo hermoso y también de lo peligroso. Aún cuando no se lo diga
claramente, las mujeres y los varones, los adolescentes y los adultos, todos
saben o presienten que traspasar las puertas de la sexualidad significa
adentrarse en un mundo complejo en el cual no son posibles las respuestas
absolutamente claras y, menos aún, las definitivas. Porque todos presienten que
cuando se toca este tema cada quien se enfrenta a sí mismo. Y, sin duda, cada
uno de nosotros es el más complejo de los misterios que existen en la tierra.
Allí se encuentran las preguntas más
importantes de la existencia del hombre: ¿qué es la vida, cuáles son los
orígenes de cada uno, qué es el placer, cómo es posible amar y adentrarse en el
mundo del otro para encontrar allí experiencias indescriptibles de un gozo
compartido sin anonadarse, sin desaparecer para siempre?
Nunca ha sido fácil hablar de la
sexualidad con suficiente propiedad. Sin embargo, el pensamiento contemporáneo
dice algo nuevo y de suma importancia: no es posible abordar al ser humano sino
dentro de lo que la sexualidad significa para cada una de las culturas.
Hay quienes, especialmente adultos,
afirman saber todo sobre la sexualidad: porque creen haber vivido todo y haber
pasado por todas las experiencias posibles.
Este es quizás el mayor de los
errores. ¿Cómo saberlo todo, cómo abarcar en un conjunto de experiencias y
sensaciones la complejidad de nuestra existencia, lo inexplicable del amor, el
misterio que hace que un gesto sea una caricia y no una agresión?
REVELANDO LOS ENIGMAS DEL
CUERPO HUMANO
-
Para la civilización
griega, el cuerpo era, antes que nada, un asunto de belleza. Para los valores
religiosos de la Edad Media, motivo de abominación y rechazo: carne pecaminosa
que encarcela el alma. Para los filósofos cartesianos: tan solo una máquina
perfecta.
- La idea del cuerpo recorre, pues, un largo camino que aún no termina. Nadie
admitirá que la veneración narcisista al cuerpo, capaz de transformarse en una
muy rentable industria puede significar el término de un largo proceso
cultural. Lo cierto es que sobre el cuerpo aún nos hace falta aprender mucho
más. Y no se trata de un trabajo ocioso, vano e inútil.
- Somos nuestro cuerpo que exige ser conocido y reconocido. Pero no únicamente
desde la perspectiva de la anatomía y la fisiología. Sino desde lo que el
cuerpo significa para cada uno de nosotros: nuestro cuerpo y el cuerpo del
otro. Esta es la gran propuesta de un maravilloso libro "Cuerpo y
significado" de Zondina Fachel Leal.
MUJERES Y CIFRAS
MATERNIDAD PREMATURA Y SOLTERIA
Según
CEPAR, la maternidad en el Ecuador se inicia a temprana edad. Un tercio de las
mujeres de 15 a 24 años de edad ya es mamá. Pero llama aún más la atención el
hecho de que de este grupo, tres de cada diez mujeres son madres solteras. Y el
50% tiene por lo menos dos hijos.
Sin embargo, según "Mujeres latinoamericanas en cifras", las mujeres
latinoamericanas han disminuido notablemente su fecundidad. El promedio de
hijos por mujer durante su vida fértil se redujo a 3 al inicio de los noventa,
desde un promedio de 5 al inicio de los setenta y cercano a 6 a comienzos de
los años cincuenta.
MIRADA Y EROTISMO
EL destino de la sexualidad es la
búsqueda de la experiencia placentera compartida con el otro en el encuentro
amoroso. Si bien se trata de una realidad subjetiva, su estructura, su sentido
y práctica están dados por las interrelaciones culturales que la regulan y que
la dotan de sentido.
Y en el caminar hacia el otro, la mirada será la primera vía a través de la
cual el interés y el deseo llegan al otro. Ojos que hablan, mirada que expone a
la mujer o al varón a la fuerza del deseo. Mirada que acaricia y que tiene la
fuerza de movilizar en él o en ella los deseos.
La mirada posee su propio lenguaje en el cual el sujeto se ha inscrito desde
pequeño, desde que fue objeto de la mirada de su madre. La mirada es una
invitación a la ternura y no a la agresión. Por eso ellas no decoran solamente
los ojos sino en ellos la mirada que es camino de ida y vuelta, tal como lo
testimonia esta adolescente:
Utilizamos el delineador en los ojos porque comentamos que se ven los ojos más
claros, y en el sol los ojos se nos ven más claritos. Por ejemplo, si tenemos
los ojos cafés, se ven los ojos como azules.
Nos pintamos sombras arriba del ojo para que nos den más belleza. Nos rizamos
las pestañas porque nos sentimos mejor. Y nos pintamos los labios para atraer
más al chico. Por eso algunas chicas se pintan con colores bien encendidos como
el rojo y el rosado.
La anatomía del placer
Cuando se menciona la sexualidad, en lo primero que pensamos es en ciertas
partes de nuestro cuerpo. Pero la sexualidad es la totalidad de nuestro cuerpo
y no solamente una parte de él, esas partes llamadas órganos genitales. Cuerpo
de varón o cuerpo de mujer que implica lo visible y lo invisible, sus formas.
Pero, sobre todo, los significados que ese cuerpo posee para cada uno y para el
otro. Un cuerpo que nada tiene que ver con el cuerpo que describen la anatomía
y la fisiología. Un cuerpo construido con ideales, modelos y fantasías. Cuerpo
de varón y cuerpo de mujer que vive y que está destinado a brindar y a
experimentar lo placentero: escenario de los deseos propios y del otro.
Algunos están seguros de saber sobre
la sexualidad porque conocen la anatomía y la fisiología de la reproducción, la
anatomía y la fisiología de los órganos sexuales, porque pueden diferenciar,
hasta en las mínimas partes ese cuerpo que, a duras penas, si se distingue del
de cualquier otro animal. Pero no, el cuerpo humano es inconfundible y único.
Desde luego, se halla provisto de los elementos necesarios para la
reproducción.
La mujer posee un complejo sistema
de elementos que le permiten concebir un hijo, mantenerlo dentro de sí durante
nueve meses, darlo a luz y criarlo por un tiempo. Pero para ser madre hace falta
mucho más como, por ejemplo, poseer un cuerpo capaz de vibrar, de estremecerse
en el contacto con el ser amado. El cuerpo de la mujer y del varón no es exclusivamente
físico puesto que posee partes y funciones que pertenecen a otra clase de
ordenamientos, por ejemplo, lo culturales. Nuestro cuerpo se hace con palabras,
imágenes, modelos y fantasías que le permiten transformarse en el escenario de
las experiencias placenteras y gozosas.
El ser humano es siempre más que su
anatomía, más que las apariencias o realidades que los estudiantes de medicina
encuentran en las mesas de disección. La virilidad y la feminidad son algo más
complejo que tener órganos sexuales de hombre o de mujer, aunque la
conformación del cuerpo sea el determinante primordial de la constitución de la
sexualidad. ¿Cómo ser mujer si el cuerpo dice lo contrario? No existe operación
alguna válida capaz de transformar ese destino del cuerpo: unos cortes aquí y
unas hendiduras por allá, unos anexos artificiales por allá y un sinnúmero de
hormonas terminarán siendo siempre absolutamente insuficientes. No hay cambio
físico del sexo, y aquel cuerpo terminará siendo un falso remedo de mujer sobre
un cuerpo negado de varón.
El cuerpo es una realidad sensible
que con suma facilidad se transforma en una perenne fuente de sorpresas y es
capaz de provocar un sinnúmero de fantasías en las cuales se vive lo
intangible, se siente lo inexplicable y, al mismo tiempo, se abrazan fantasmas.
Nuestra pareja tiene cuerpo, rostro, nombre pero su realidad, en el momento más
intenso de la unión, se deshace, se dispersa, se torna volátil o se convierte
en una infinita cascada de sensaciones con el poder mágico de desvanecerse
justo cuando uno querría que se tornen eternas.
¿Cuáles son las
partes más atractivas del cuerpo del hombre y la mujer?
La sexualidad humana se organiza en la realidad corporal y en ella se expresa
con todo su vigor. Es lo que le hace al ser humano eminentemente sensual.
Preguntarse sobre el cuerpo es preguntarse sobre el sentido de la existencia.
Sin embargo, mi cuerpo y el del otro constituyen un misterio que puede ser
dividido, separado por el deseo del otro.
A la pregunta: cuáles son las partes más atractivas del cuerpo del varón y de
la mujer, responden así los adolescentes del Ecuador.
Edad Género
10-14 15-19 Varón Mujer
% % % %
Ojos 39 38 21 55
Labios 12 13 14 11
Pechos 10 16 18 8
Nalgas 9 9 18 1
Piernas 7 9 10 6
Fuente: La cultura sexual de los adolescentes -R. Tenorio et. al.
A través de los siglos el hombre no ha cesado de preguntarse sobre el sentido,
la dimensión y el destino de la sexualidad. Las respuestas son innumerables,
complementarias unas, contradictorias otras pues siempre tienen que ver con las
concepciones ideológicas y filosóficas que se tiene del hombre. En la
actualidad no se concibe al hombre de la misma manera que en los siglos pasados
porque se manejan nuevas ideas, concepciones diferentes sobre la relación de
hombre con el mundo, con la sociedad y la familia. Desde el cristianismo, el
hombre es un ser eminentemente religioso. Hoy el hombre es civil y político
pese a no haber dejado de lado sus creencias religiosas que también han sufrido
una profunda innovación, lo religioso se había transformado en el eje central
de la vida.
El hombre no es el mismo ni tampoco
la vida, la libertad, el otro. Somos el producto de acontecimientos y procesos
que echaron por el suelo los antiguos principios y las sólidas certezas de nuestros
antepasados: la revolución socialista y la búsqueda de igualdad entre los
hombres y las sociedades; la Segunda Guerra Mundial y los campos de
concentración que dieron cuenta de la crueldad de que somos capaces, la bomba
atómica como la alternativa siempre lista para el autoexterminio; la caída del
muro de Berlín y el fracaso de los regímenes autoritarios; el imperio de los
medios de comunicación que han hecho de la tierra una aldea y han sacado del
anonimato al universo entero. Cuando el hombre pisó la luna, se volvió un ser
planetario y dejó de pensar tan solo en sí mismo.
Desde entonces, el hombre es
distinto. Su vida ya no se rige por los mismos principios, normas y valores.
Sus metas se han modificado. Los modelos destinados a formar mujeres y varones
dejaron su lugar a otros diferentes: antes, correspondía a los padres ofertarse
como los modelos ideales y fundamentales. En la contemporaneidad, esos modelos
familiares se han tornado caducos, de dudoso origen, rígidos y a ratos
claramente inservibles. Para las nuevas generaciones han surgido otros a los
que se considera más poderosos, más seguros, más veraces y, sobre todo, más
permeables a los cambios.
Lo doméstico ya no es el lugar ni
exclusivo ni privilegiado para construir la feminidad y la virilidad. Los
nuevos modelos están fuera, no precisamente fuera de casa, sino fuera de esa
realidad concreta, tangible que tanto gustó al hombre de antes.
Ahora se viven otras realidades. O
mejor existen diferentes formas de expresar y vivir la realidad. Esos modelos
con los que se enfrentan los niños, los adolescentes y los jóvenes se
encuentran en los medios de comunicación, especialmente en la televisión y el
cine. Una realidad que ofrece, de manera constante, nuevas y distintas
dimensiones de la vida, de la relación con los otros, del presente y del
futuro. El hombre contemporáneo se aleja cada vez más del pasado. Vive poco el
presente. Y se halla siempre con un pie y la mirada en el futuro.
EL PLACER DE SER Y COMPARTIR
En
este contexto ¿cómo definir la sexualidad? En primer lugar, es preciso
entenderla como el conjunto de lo conocido de cada sujeto: lo que sabe de sí y
lo contempla en su cuerpo, sus pensamientos, sus ideas, sus afectos. Pero, además,
aquello que le es desconocido y también lo que está olvidado: su pasado desde
el momento de su nacimiento; ese pasado que le pertenece y que se encuentra en
la historia de sus padres, en los deseos de ellos; y de igual manera, sus
deseos inconscientes que actúan siempre, que en gran medida determinan su vida.
En consecuencia, la sexualidad es lo que define a cada sujeto ya sea como varón
o como mujer.
Tu sexualidad eres tú, mujer, en el absoluto sentido de la palabra, la
totalidad de tu existencia, sin que nada pueda separarse de ti misma. De pies a
cabeza. Tu interior y tu exterior. Tus deseos ocultos, secretos, inconscientes.
Lo expreso, lo manifiesto, aquello que tú conoces y que saben los otros.
Es tu intimidad, aquello que de tu vida reservas para ti sola. Pero también lo
que compartes con otro porque así lo decides. Es la caricia que regalas, la
mirada que lanzas a alguien que acabas de conocer. Es tu voz y tu palabra, tu
caminar y tu cadencia. El color y la forma del vestido que eliges. Tu presencia
inconfundible que determina que poseas espacios propios, tiempos particulares,
modos de pensar, de concebir las cosas y de acercarse a ellas. La sexualidad
eres tú.
Esa retención de querer separar la sexualidad de nuestra existencia como una
realidad diferente o como una actividad que se realiza en un momento
determinado y nada más, carece de toda consistencia e, incluso, termina siendo
atentatoria a la integridad del sujeto. Desde luego que crea dificultades una
definición que no excluya nada y que, al revés, incluya todo por cuanto rompe
con una tradición de muchos siglos. Sin embargo, resulta más comprensible
porque allí, en el mundo de la sexualidad, nos encontramos a nosotros mismos en
la plenitud de nuestro ser.
Más allá de la reproducción
Uno de los destinos fundamentales de la sexualidad es la reproducción. De
hecho, existen varones y mujeres porque es indispensable que la presencia del
hombre se sostenga en la tierra. Y éste es un deber y un derecho que compete a
cada uno porque se trata de un mandato de la vida que exige cumplirse a toda
costa. Atentar contra este principio es atentar contra el hombre mismo y su
cultura. Nada, pues, puede obstaculizar este destino porque al hacer un niño,
cada mujer y cada varón crean y recrean su propia historia y la historia de la
humanidad.
Algunas concepciones religiosas han
experimentado serios conflictos para entender la sexualidad, no como una parte
de la vida, sino como la vida misma que no puede ser dividida. Estas dificultades
les condujo al camino más fácil y menos comprometedor: tomar a la sexualidad
casi exclusivamente desde el punto de vista de la reproducción. En especial a
la mujer, no se le ha dado otro lugar que el de ser madre, dejando de lado e
incluso desconociendo su posición de sujeto con derecho a lo placentero y
gozoso de su propia feminidad.
En consecuencia, el destino de la
mujer no era otro que la maternidad. Y para ello se preparaba desde muy
pequeña. Inclusive su estatus de esposa quedaba supeditado al de madre, puesto
que el matrimonio no significaba más que el camino aceptado y bendecido para
que cumpla su misión en la tierra. Para los varones las cosas fueron
significativamente diferentes. Para ellos sí permanecieron siempre abiertas las
puertas a las expresiones placenteras. Inclusive les estuvo permitido abandonar
a una mujer si ésta no era virgen, si se resistía a hacer el amor, si no
concebía un hijo. Con frecuencia, lo lícito para él se transformaba en ilícito,
inmoral o, por lo menos, de mal gusto para la mujer.
Probablemente, el cambio más
significativo que han sufrido las concepciones de la sexualidad es, justamente,
el haber quitado a la reproducción de ese lugar de casi exclusividad, no para
eliminarlo sino para incluir otras realidades antes negadas o pasadas por alto.
Se trata de rescatar lo erótico y de las experiencias placenteras que
constituyen elementos fundamentales de la sexualidad humana y que ya no pueden
ser pasados por alto. Por otra parte, lo erótico y lo placentero no son bienes
exclusivos de los varones sino factores inseparables de la sexualidad, la
virtud constitutiva de la relación amorosa puesto que están destinados a
humanizar la sexualidad de la naturaleza. Porque únicamente el hombre es un ser
erótico.
Probablemente, el temor a lo erótico
y al placer impidió que, durante siglos, el tema de la sexualidad pueda
circular de manera clara y sin obstáculos en el discurso de los sujetos y de
las sociedades. Primero porque al placer se le ubicó al borde del mal, en los
límites de lo pecaminoso y lo prohibido. En segundo lugar porque no se quiso
ver que lo erótico no solamente es una expresión de la ternura y del amor sino
que es su alimento, incluso su razón de ser. ¿Por qué amar a una determinada
persona, cómo enamorarse de ella, dejando a un lado a millones de otras más que
nos rodean? ¿Por qué y cómo vivir años y años en su compañía? Ese misterio del
amor no puede resolverse sino desde la experiencia erótica y desde el placer
que la sexualidad compartida brinda a los que se aman. La condición de la
sexualidad y de la vida amorosa es la posibilidad y la realidad efectiva de lo
erótico, lo placentero y gozoso que se hallan presentes en la cotidianidad, en
los pequeños actos de la vida y en el abismo de la entrega y fusión amorosa.
Lo erótico debe entenderse como
invitación a que el amor surja como de una fuente y a que lo placentero sea la
realidad que permite los acercamientos y lo que los sostiene. Es la condición
para que el amor se produzca y para que el enamoramiento se torne en vínculo
capaz de unir a dos desconocidos. Suele, pues, expresarse de manera apenas
detectable, como si quisiese pasar desapercibido o bien irrumpe de forma
violenta, invasiva. Como invitación y llamada, lo erótico se expresa sin cesar
en el color, el movimiento, la mirada, la voz, el discurso, las demandas, las
caricias.
Por otra parte, lo erótico hace que
la sexualidad humana nada tenga que ver con los instintos que caracterizan a
los animales. Al contrario, cuando en un sujeto aparece lo instintual no
dudamos en calificarlo de anormal y hasta de perverso. Nuestra vida no se halla
regida por necesidades ciegas e imperativas. La sexualidad del hombre se hace
mediante deseos y se expresa a través de demandas y ofertas. No se puede llegar
al otro si no se recibe esa especie de consentimiento que legitime toda
aproximación. De lo contrario, la caricia, la mirada, la palabra que podría ser
tierna se transforma en agresión, en violencia. La sexualidad humana no es una
continuación más perfecta de la sexualidad animal. Es su opuesto por cuanto la
regulan normas, principios, tradiciones y leyes. Es claro que no es dable
estudiar la sexualidad humana en los comportamientos observables de los ratones
de laboratorio.
Este es el campo en el que se hacen
y nacen los hijos. Ya no como el producto de uniones casuales, agresivas o violatorias.
Ni siquiera como accidentales fusiones de óvulos y espermatozoides. Para hacer
un niño se requiere algo más que la capacidad biológica de una pareja que, en
demasiados casos, apenas termina de inaugurarla en la adolescencia. Hace falta
que mujeres y varones se sientan aptos para compartir sus propias libertades en
la ternura y capaces de certificar luego al hijo de que nació porque fue
querido, buscado y preparado. Lo cual implica que el hijo nace en la confluencia
de dos deseos y del gozo de dos.
SEXUALIDAD Y EDUCACION
LA EDUCACION SEXUAL NO ESTA EN VIGENCIA
Pese
a la reciente ejecución de excelentes programas de educación en población,
vigentes en casi todos los países de la región, la preparación de la vida
sexual asumida con responsabilidad y respeto, queda de lado porque usualmente
los docentes la consideran propia de la intimidad y la conciencia individual.
Sin embargo, la manifestación de estas conductas va más allá de la vida íntima:
recogen ancestrales valores de la cultura e impactan en el terreno de la vida
social comunitaria.
Isabel Hernández, Fondo de las Naciones Unidas para la Población, UNFPA
Una gestion con los otros
Uno de los primeros descubrimientos de Freud fue la sexualidad infantil. Hasta
entonces, se aceptó, sin la menor duda, que los niños vivían una vida más o
menos angelical, ajenos a toda idea, sentimiento y afecto que tengan que ver
con lo sexual. Se les negó cualquier tipo de fantasía y, sobre todo de placer
sexual. Freud dijo lo contrario: existe una sexualidad infantil con sus propias
regulaciones y características. Y este descubrimiento que escandalizó al mundo
occidental produjo los cambios radicales en la concepción misma de la
sexualidad humana.
Y el gran cambio consistió en
entender la sexualidad no como un hecho dado, de manera definitiva tan sólo por
las marcas del cuerpo. Es decir, corporales de varón o mujer con las que nace
todo niño no son suficientes. Sobre estas marcas físicas se inicia un largo
proceso destinado a conformar la virilidad y la feminidad. No basta pues,
poseer un cuerpo de varón o de mujer, puesto que, cuando nace, el niño no sabe
de sí mismo si es varón o mujer. Hacen falta muchos, muchísimos otros elementos
que, a lo largo de la vida y hasta la muerte, van construyendo la sexualidad.
En estricto rigor, este proceso se
inicia antes del nacimiento. Piénsese que ningún padre y ninguna madre
permanecen indiferentes frente a su propio deseo: no quieren solamente un hijo,
sino también o una niña o un niño. Este deseo tiene un inmenso valor puesto que
así se asigna ya al hijo un rol de acuerdo a su género y se le espera en un
espacio construido o para un niño o para una niña. Estos deseos pueden llegar a
ser tan intensos que, si la realidad los contradice, el destino sexual del hijo
puede verse seriamente comprometido.
El ser humano es un ser de compañía,
primero porque no puede vivir solo. Segundo, porque para ser en el mundo
requiere necesariamente la presencia y la acción del otro. Cada uno de nosotros
es el producto de un sinnúmero de identificaciones que se han ido operando a lo
largo de la vida: los padres, los hermanos, los amigos, los profesores, los
personajes reales y también los imaginarios que ofrecen los medios de
comunicación, en especial la televisión.
Los padres, sobre todo la madre, son
los primeros agentes en este aprendizaje. Si un niño se criase solo, no podría
construir su sexualidad, porque carecería de modelos.
Somos, pues, el efecto de un
complejo y difícil modelaje que no termina. Vivir, permanecer como varones o
mujeres, poseer deseos, aspiraciones, fantasías, anhelos y utopías implica ser
movidos por modelos conscientes e inconscientes que actúan en nosotros, incluso
en contra de nuestra voluntad. No es fácil ser varón o mujer. Pero es la única
tarea que nos compete a tiempo completo y en la cual tenemos la posibilidad de
encontrarnos con nuestras auténticas realizaciones.
Sigmund Freud
Pionero de
la educación sexual
Nace el 6 de mayo de 1856 en Moravia. Por la crisis económica, la familia se
instala en Viena en 1860. En 1881 se gradúa de médico y se dedica a la
investigación neurológica: estuvo a punto de descubrir la neurona. En 1884
descubre las propiedades analgésicas de la cocaína. Escandaliza a su auditorio
al hablar sobre el origen sexual de la histeria (1896). Inaugura en 1900 el
psicoanálisis con la publicación de La interpretación de los sueños. En 1905
publica Tres
ensayos sobre la sexualidad infantil. En 1930 recibe el premio
Goethe. Perseguido por los nazis, va a morir en Inglaterra el 23 de septiembre
de 1939. Es uno de los más grandes innovadores del pensamiento contemporáneo.
Con el descubrimiento del inconsciente, crea el psicoanálisis que es, ante
todo, la teoría más compleja y moderna del sujeto. Este sujeto ya no es alguien
que siente, habla, juega o piensa. El sujeto es una pluralidad identificatoria,
un conjunto de múltiples sujetos formados de sensaciones, percepciones,
representaciones, imágenes y deseos. Es un sujeto haciéndose. Fue el primero en
hablar de la sexualidad infantil. Una afirmación que no dejó de escandalizar al
mundo. Pese a la reciente ejecución de excelentes programas de educación en
población, vigentes en casi todos los países de la región, la preparación de la
vida sexual asumida con responsabilidad y respeto, queda de lado porque usualmente
los docentes la consideran propia de la intimidad y la conciencia individual.
Sin embargo, la manifestación de estas conductas va más allá de la vida íntima:
recogen ancestrales valores de la cultura e impactan en el terreno de la vida
social comunitaria.
Sexualidad y cultura
Motivado por la creciente preocupación por las complejas fuerzas que modelan y
estucturan la experiencia de la vida sexual, han surgido nuevos aportes para el
estudio de la sexualidad. Las perspectivas originadas en la ciencia social
contemporánea desafían (si no amenazan) la hegemonía de los modelos
tradicionales biomédicos y los modelos de investigación que se preocupan tan
sólo de los comportamientos. Así se han abierto nuevas posibilidades para una
comprensión más compleja y multimensional de la sexualidad y de la experiencia
sexual.
La nueva investigación sobre la
sexualidad se halla marcada por un énfasis en los que se ha llamado las
construcción social de la vida sexual: la comprensión de la sexualidad humana
que no es más un producto de nuestra naturaleza biológica sino de los sistemas
culturales y sociales que modelan, no solamente nuestra experiencia sexual,
sino también los modos a través de los cuales interpretamos y comprendemos esta
experiencia. Esta visión de la sexualidad y de la actividad sexual como
construcciones sociales se basa en el origen intersubjetivo de los significados
sexuales, las cualidades colectivas y compartidas. La sexualidad ya no aparece
como una propiedad de individuos atomizados o aislados, sino de personas sociales
integradas dentro del contexto de distintas y diversas culturas sexuales.
Desde esta perspectiva, la
experiencia subjetiva de la vida sexual se entiende, literalmente, como un
producto de los significados y símbolos intersubjetivos, asociados con la
sexualidad en diferentes situaciones sociales y culturales.
¿HACIA EL
PLACER PERFECTO?
-
El placer y el goce surgen de la unión de sensualidad, erotismos, cuerpos y
deseos.
- Cuanta más intimidad, ternura y libertad se den en la pareja, mejor será la
relación sexual.
- Ninguna relación puede producir goce si es impuesta o forzada.
- El placer sexual se logra a través de múltiples formas de expresión: las
caricias, los besos, las miradas. Y no sólo y exclusivamente mediante el
contacto íntimo en la cama.
- En especial para la mujer, es importante que las demostraciones de ternura y
los contactos físicos se den a lo largo del día para que la relación por la
noche sea más placentera.
- La pareja no disfruta de la misma manera cada vez que hace el amor porque las
circunstancias son siempre diferentes. Hay ocasiones en las que el placer puede
ser desbordante, y en otras medianamente satisfactorio.
- En la actualidad, las parejas se sienten libres para imaginar y crear nuevas
formas de relacionamiento sexual. Estas iniciativas pueden originar
experiencias placenteras y gozosas más intensas.
- No vale la pena dar importancia a un fracaso al hacer el amor. Se trata de
pequeños accidentes pasajeros ocasionados casi siempre por preocupaciones,
tensiones, cansancio, falta de preparación.
- La atracción sexual no se origina solamente por la cercanía. Hace falta que
tanto la mujer como el varón la incentiven a través de las innumerables formas
que brindan la sensualidad y el erotismo.
- La conquista amorosa no termina ni con el compromiso ni con el matrimonio. Es
necesario que la pareja se mantenga en un perenne proceso de seducción para que
la relación amorosa conduzca al placer y al goce.
- La rutina es el enemigo número uno de lo placentero, al igual que la falta de
respeto interpersonal.
Alfredo C. Kinsey fue un investigador, de la Universidad de Indiana, que
estudió como un pionero la conducta sexual de los norteamericanos. Recogió
información en más de 18.000 personas y, a través del Instituto que ahora lleva
su nombre, publicó en 1948 el su primer informe "Conducta sexual en el
hombre", con innumerables datos estadísticos acerca del comportamiento
sexual de los norteamericanos. El libro provocó una avalancha y el Instituto
Kinsey fue blanco de restricciones económicas y hasta de persecución.
En nuestros días, el mayor centro de documentación sexual en el mundo es el
Instituto Kinsey.
Un 70% de los adolescentes cree equivocadamente que lavarse con agua después
del coito es una manera eficaz de evitar enfermedades de transmisión sexual
José Ortega y Gaset, el filósofo de "La rebelión de las masas",
definió el estar enamorado como "un estado de imbecilidad
transitoria".
Dos de cada tres ecuatorianos no conocen qué es exactamente la próstata.
Un 56.8% de mujeres ecuatorianas casadas o en unión libre utilizan algún método
anticonceptivo. El 43.2% no usa método alguno.
En Costa Rica, utilizan anticonceptivos el 75% de las mujeres; en Colombia el
66% y en el Perú el 59%.
Las antiguas culturas indígenas precolombinas en nuestra América conocían
métodos de regulación de la natalidad.
Encuestas reciente hechas en la ciudad de Quito revelan que entre jóvenes de
ambos sexos de 16 años, un 14% de los hombre y un 6% de las chicas han tenido
al menos una relación sexual.
El 45% de los norteamericanos prefiere hacer el amor con las luces encendidas.
Desgraciadamente solo el 17% de las mujeres prefiere esta opción.
Los científicos han concluido que cada beso apasionado consume 12 calorías.
Para el 68% de latinoamericanos lo más importante es la familia; para el 15%,
el trabajo; para el 9% la religión y para otro 9%, la patria.
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