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Cambios en los ideales y modelos de la juventud (período 1930 -1946)
Es posible abordar el ciclo histórico abierto con el derrocamiento de Hipólito Yrigoyen para descubrir en él tendencias profundas y persistentes, entre ellas una muy significativa, el ocaso de las prácticas políticas tradicionales. Se trata de un proceso dinámico, el de la declinación de los partidos políticos frente a otras fuerzas que cubrían sus claros, factores de poder y grupos de presión, cuya creciente influencia en los mecanismos de decisión pasaría a convertirse en un dato irreversible de la estructura política argentina.
La importancia básica que le atribuimos al fenómeno reformista es la de haber constituido una verdadera escuela política en una sociedad global que no facilita las enseñanzas de ese tipo: cantidad de jóvenes han aprendido mediante su militancia en las distintas agrupaciones juveniles los rudimentos de un programa y de un método, que luego con fortuna dispar han intentado aplicar. Después de todo, el movimiento reformista es una de las escasas tradiciones progresistas con que cuenta la juventud estudiosa argentina.
La posición general de los reformistas en lo político durante el último medio siglo puede resumirse en términos de nacionalismo y antiimperialismo, populismo y anticonservadorismo, anticlericalismo y antimilitarismo.
Además de sus éxitos en materia educativa, el movimiento reformista original tuvo ramificaciones políticas. Estimuló el interés político de los estudiantes, y llevó directamente a la formación de la FUA al nivel nacional. También puso a los dirigentes estudiantiles en contacto con los políticos nacionales, especialmente socialistas y radicales que apoyaron a los Reformistas.
La trayectoria militante del reformismo entre 1930 y 1946 y apuntar sus conexiones con la política activa. Las diversas corrientes reformistas debaten sus principios en el Segundo Congreso Nacional de Estudiantes(1932). Hubo intentos aislados de convertir al reformismo en fuerza política.
González pensó que estaban dadas las condiciones para organizar un gran partido popular de base reformista, que tendría doctrina orgánica, tradición y hasta dirigentes fogueados; pero su fracaso se explica por la desconfianza juvenil hacia la "política grande", por la posición un tanto paternalista y mesiánica del universitario de la época frente al resto de la sociedad, y fundamentalmente porque comenzaba a evidenciarse la crisis de los partidos políticos, que en modo alguno representaban ya los intereses ni la voluntad del pueblo.
El panorama, a poco de consolidarse el gobierno del general Uriburu, había sufrido en el plano universitario variaciones de considerable magnitud: los setembrinos más eufóricos estaban de "de vuelta" de su fervor revolucionario, y cerraban filas reconstituyendo la F.U.A., o apoyaban la candidatura de Palacios como presidente de la Universidad de La Plata. Muchos de los militantes se incorporaron a partidos opositores, quebrando la unidad de las fuerzas reformistas. El país se les hace presente con innegable peso, y continuarán en la política "grande" su vocación.
Pero la resistencia buscaba canalizarse también por derroteros más positivos, como lo fue el Segundo Congreso Nacional de Estudiantes Universitarios(1932), importante desde el punto de vista de la discusión teórica de fondo que se llevó a cabo entre las tendencias reformistas que no habían hallado un punto de confrontación concreto desde 1918. Estableció un principio que todavía sigue teniendo vigencia, al proclamar: "El Segundo Congreso mantiene la afirmación de que la Reforma Universitaria es parte indivisible de la Reforma Social".
En dicho Congreso tomó cuerpo la disidencia con el pensamiento general reformista hasta ese entonces, provocada por un grupo muy bien preparado intelectualmente(aunque minoritario), que postuló fórmulas extremas, teñoricamente correctas pero que llevaban a recaer en actitudes negativas en el terreno práctico: así, desdeñar las "reivindicaciones inmediatas" a la espera de la gran revolución. Ese grupo, que se constituiría en setiembre de 1931 y clausuraría su periplo en agosto de 1935, se llamó "Insurrexit", heredero de otro anterior que diez años atrás llevaba su mismo nombre, se formó sobre la base de activistas juveniles comunistas, en su período ultraizquierdista(también en el orden nacional). El avance del fascismo y el nazismo combinados, a través de Europa, provocaría entre otras causas la obsesiva idea de unidad que sería motor del comunismo criollo durante muchos años por venir, en sus afanes de integrar gobiernos de coalición, o campañas unitarias a favor de tal o cual medida. De ahí que "Insurrexit" no tuviera más sentido en el plano universitario, y su disolución fue rápida. Con todo, y pese a su evidente sectarismo, puede afirmarse que la crítica "insurrecta" no fue estéril, pues curó definitivamente a los estudiantes de sus veleidades mesiánicas, inivitándolos a asumir, frente a otros grupos sociales, una posición más modesta pero acaso más efectiva en la tarea común de liberación. También fijó los verdaderos alcances de la "teoría de las generaciones" entonces en boga, centrando la explicación del problema universitario en la lucha de clases.
A partir de 1936, y hasta 1943-45, la tensión internacional iba a pesar de manera decisiva en las actividades estudiantiles, como pesó en el plano de la política general del país.
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Las conexiones entre el movimiento reformista y la política nacional, de sus diversos canales comunicantes, y de las formas que adoptó en el tiempo la mentada comunión: escepticismo ante los partidos políticos existentes; intento de copamiento por parte de alguno de ellos del alzamiento cordobés del 18; tentativas de fundar un Partido Nacional Reformista; incorporación de militantes universitarios a los partidos existentes, radicalismo, socialismo, comunismo; apoyo "externo" a determinados candidatos o programas de corte reformista.
Sin embargo, en la medida en que los estudiantes universitarios dejaron las cuestiones educativas para ocuparse de problemas más amplios, sociales, económicos y políticos, su eficacia disminuyó apreciablemente.
A mediados de 1930 los estudiantes habían lanzado una intensa campaña para lograr el retiro del presidente Yrigoyen. Favorecieron la ejecución de un golpe militar y en un principio dieron su apoyo al régimen revolucionario del general Uriburu. Pero pasaron a la oposición en cuanto se puso en claro que Uriburu no iba a devolver inmediatamente el gobierno a los civiles. El movimiento estudiantil se opuso a los gobiernos conservadores de 1932-43, pero con poco efecto. Su oposición fue mucho más firme contra el primer régimen peronista; esta oposición se dirigía contra el mismo Perón, su gobierno en general y su política universitaria en particular.
La Reforma, nacida en 1918 como movimiento romántico, anticlerical, generacional y orgullosamente egocéntrico, dio pronto con sus límites infranqueables. El fracaso y la adversidad desde 1930, el enfrentamiento de los universitarios con el peronismo desde 1945.
Los moderados éxitos en la esfera interna de la Universidad, participación en la problemática de la nación toda(más los errores que los dispersos aciertos), enseñaron a los jóvenes universitarios a aceptar un papel más modesto en las tareas de liberación.
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progresivo acercamiento con los países vecinos y contribuir a la pacífica
cooperación mundial; y emancipar al país del imperialismo;
d) justicia distributiva
e) nivel de vida de las clases trabajadoras: asegurar a todo habitante un mínimo de condiciones necesarias para la conservación y desarrollo de su persona.
f) La juventud universitaria cree que en los núcleos de sustancia democrática estña en potencia la energía necesaria para promover el engrandecimiento nacional y reanudar la tradición de nuestra estirpe.
La elevación del nivel de vida de las clases obreras, su emancipación económica y espiritual, procederá a crear un nuevo derecho. La utopía de la justicia social se habrá abierto camino entre los hombre y llegarán a abolirse la miseria, la desigualdad, la ignorancia y la guerra, frutos monstruosos de una organización destinada a desaparecer. Los estudiantes tienen reservado un puesto en esa lucha.
La cadena de prejuicios se va
rompiendo: entre las masas obreras y estudiantiles, el mismo ideal de
renovación social teje lazos de unión indestructible. Los estudiantes acuden
ahora a las universidades buscando conocimientos, bases espirituales para una
sociedad mejor, y no los "grados universitarios" o los títulos profesionales
que por el anquilosamiento, la veꔀ쀆됇됀耀爀0(Ȁ✀!ዿഀ䈀椀戀氀椀漀最爀愀昀愀㨀Ԁ䴀愀爀椀漀Ԁ䴀愀爀椀漀ꇿ䘀ᬀ䘀甀攀渀琀攀 搀攀 瀀爀爀愀昀漀 瀀爀攀搀攀琀攀爀⸀䰀吀䰀ༀ吀攀砀琀漀 搀攀 戀氀漀焀甀攀ጀༀ̤̀萎萏搒Ũࠀ䌀ᡊ洀ै
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Durante mucho tiempo se ha dado por sentado que: 1. Los estudiantes universitarios de la Argentina estaban mucho más politizados que el resto de la juventud de la misma edad, y 2. Que la universidad es el agente de esta politización. Se dispone actualmente de considerable cantidad de datos que confirman la primera, pero no la segunda.
Esto lleva a Nasatir a concluir que "una parte considerable de las diferencias que se observan entre la población de estudiantes y la de no estudiantes, al menos en lo que se refiere a su interés político, se debe a factores anteriores a la experiencia universitaria. Las diferencias en el interés político están asociadas al nivel de educación y el tipo de ocupación del padre del joven". Coincidentemente un estudioso argentino saca como conclusión de los mismos datos que "el impacto de la vida universitaria sobre el interés politico tiende a ser mínimo".
Existe una correlación entre la participación y el status socioeconómico, las características de la organización familiar y los rasgos de la personalidad.
En las épocas de gobiernos estables, por la fuerza o por el concenso, o por mezcla de ambos, el movimiento estudiantil tiende a perder significación, en tanto que la cobra muy alta en momentos críticos.
Las diversas formas de participación, de interés y de compromisos políticos se relacionan con la ideología política.
Los estudios de Soares sobre la conducta política de los estudiantes indica que el princiapl correlato de los diferentes grados de participación de los estudiantes universitarios son las variaciones ideológicas. Para ser más explícitos; en las universidades estudiadas, los izquierdistas(radicales) tienden a participar en forma más intensa que los conservadores. En segundo lugar, la diferencia entre ambos sectores es mayor en las formas más intensas de participación. Los estudiantes radicales y los conservadores tienen diferentes imágenes del rol estudiantil. Si las hipótesis enunciadas son acertadas, es más probable que los estudiantes conservadores se opongan a la actividad política de los movimientos y de las organizaciones estudiantiles. En consecuencia, los estudiantes conservadores también adoptarán una actitud más crítica frente a la relación directa entre la política estudiantil y los partidos políticos nacionales.
No sólo la ideología radical está relacionada con una participación e interés más amplios en los asuntos políticos en general, sino que el radicalismo está estrechamente ligado, con la afiliación partidaria y la participación activa en mitines, manifestaciones, asambleas, etc. Por lo tanto, si se trata de estimar el alcance real del radicalismo estudiantil por las manifestaciones masivas, saltarán a la vista graves alteraciones, ya que los grupos de extrema izquierda probablemente estén mucho más representados entre los manifestantes, huelguistas, etc.
Las movilizaciones más grandes por los partidos políticos se relacionan, por supuesto, con una mayor participación. Por consiguiente, podría suponerse que es más probable que comparados con los menos activos, los estudiantes más activos pertenezcan a partidos políticos. Como los radicales son más activos que los liberales o los conservadores, la conclusión, obvia es que habrá una proporción mayor de radicales movilizados por los partidos políticos.
Por lo tanto, parece justificable afirmar que el radicalismo conduce a una participación intensa. Las consecuencias de este hecho son claras; manteniendo constantes los otros factores, los partidos políticos radicales tienen una influencia sobre la vida estudiantil sin proporción con el apoyo numérico que recibe del estudiantado. No sólo tienen entre sus seguidores a los estudiantes más activos y que participan más, sino que son capaces de movilizar por medio de la afiliación formal a una porporción mayor de sus partidarios ideológicos.
Este problema tiene interesantes implicaciones cuyo valor aquí es simplemente colateral. Por ejemplo: hasta qué punto la opinión pública sobre los estudiantes universitarios está deformada como consecuencia del carácter selectivo de la información masiva que concentra la atención en los aspectos más visibles y, por lo tanto, más extremos de la vida política estudiantil? Hasta qué punto tanto la política nacional como la universitaria son más sensibles a las formas más visibles de participación antes que a los parámetros ideológicos de la población estudiantil total?
EL alcance de la política estudiantil de extrema izquierda en los países subdesarrollados puede haber sido exagerado. Sin embargo, si concebimos el problema en términos de poder, observamos que es precisamente la mayor participación de los estudiantes radicales lo que permite que las ideologías radicales ejerzan en la universidad y en la política estudiantil en medida que no guarda relación con su fuerza numérica. Cuando la participación estudiantil en la administración de la universidad es ampliamente aceptada y consentida, grupos relativamente pequeños de estudiantes radicales pueden lograr una influencia asombrosa sobre la vida nacional. Esta influencia se ve facilitada más aún por el hecho de que la condición de radicales aumenta la probabilidad de una integración entre la vida profesional y la vida nacional, y que desde este punto de vista es perfectamente natural utilizar la organización estudiantil en la universidad como un medio de lograr fines ideológicos dentro de la sociedad general.
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transformarla en un factor estático, de valor neutro, cuando no en una pieza de
museo.
La juventud universitaria no cumple plenamente con la misión histórica que tiene asignada, por su juventud(que la hace dueña del porvenir), y por su cultura(que le permite penetrar con mayor seguridad en los problemas políticos-sociales), si se estanca en su evolución y continúa teniendo como finalidad la crítica de concepciones políticas o sistemas universitarios de plena decadencia, superados por la cultura de la época.
La política crítica anterior, si bien encierra algún valor, porque impide los intentos de retorno de concepciones caducas y en pugna con la realidad, carece de la relevancia que tiene el estudio de la situación actual, la comprensión de sus posibilidades y, sobre todo, la acción teórico-práctica encaminada a ejercer influencia, influencia decisiva en la marcha de los acontecimientos históricos.
En otras palabras, la juventud debe sentirse actora de la historia y no pretender únicamente juzgarla.
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