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El Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616)

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    El Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616)

    Considerado uno de los más grandes cronistas de América, el primer escritor que presintió la peruanidad antes de que el Perú existiese, y uno de los mejores prosistas del renacimiento hispánico. Su visión del imperio de los incas es fundamental en la historiografía colonial, porque da a las fuentes orales y mitológicas la total validez historiográfica que antes raramente habían alcanzado; y porque brinda una imagen armoniosa, artísticamente idealizada y emocionalmente intensa del mundo incaico y los primeros años de la conquista.

    Nació en el Cuzco y era hijo natural pero noble por ambas ramas: su padre fue un capitán español vinculado a ilustres familias y su madre una ñusta (princesa) incaica, vinculada a la corte cuzqueña. Escuchó tradiciones y relatos de los tiempos del esplendor incaico y asistió a las primeras acciones de la conquista del Perú y las guerras civiles entre los conquistadores; resumió esa visión del fin de una era y el comienzo de otra muy distinta, en una frase famosa: "Trocósenos el reinar en vasallaje".

    Sin derecho a usar el nombre de su padre Sebastián Garcilaso de la Vega (llevaba el de Gómez Suárez de Figueroa), de naturaleza tímida y reservada, la formación intelectual del Inca fue lenta, y tardía su producción madura. Esta obra se produce enteramente en España, adonde viaja en 1560, con el propósito de reclamar el derecho a su nombre —entre sus antepasados ilustres se encontraban el poeta Garcilaso de la Vega, Jorge Manrique y el marqués de Santillana—, lo que consigue y al que agrega orgullosamente el apelativo Inca, por el que se le conoce. Se establece en Montilla (1561), donde goza de la protección de sus parientes paternos, y luego en Córdoba (1589), donde se vinculó a los círculos de humanistas españoles y se dedicó al estudio y la investigación que le permitirían escribir sus crónicas. Se inició en la vida literaria con la notable traducción (1590) de los Diálogos de amor de León Hebreo, a partir del original italiano. Su primera crónica, La Florida del Inca (1605), epopeya en prosa, nada tiene que ver con el Perú sino con la conquista de la península de ese nombre (actualmente parte de los Estados Unidos) por Hernando de Soto, pero prueba las altas virtudes del Inca como prosista y narrador. Su obra máxima son los Comentarios reales, cuya primera parte (1609) trata de la historia, cultura e instituciones sociales del imperio incaico; y la segunda, titulada Historia general del Perú (publicada póstumamente en 1617), que se ocupa de la conquista de esas tierras y de las guerras civiles. La crónica ofrece una síntesis ejemplar de las dos principales culturas que configuran el Perú, integradas dentro de una concepción providencialista de los procesos históricos, que él presenta como una marcha, desde los oscuros tiempos de barbarie al advenimiento de la gran cultura europea moderna. Se le considera y aprecia como excepcional y tardío representante de la prosa renacentista, caracterizada por la mesura y el equilibrio entre la expresión y los contenidos, por su sobria belleza formal.

    Renacimiento

    La palabra renacimiento implica un concepto de resurrección, de algo que sale de nuevo a la vida. Ese algo es el mundo clásico o, para decirlo en términos más exactos, el mundo pagano: Grecia y Roma.

    Conviene, sin embargo, precisar bien este concepto. Precisarlo y, luego, deslindarlo de otro con el que suele ir casi siempre confundido. Nos referimos al concepto de humanismo, hermano gemelo del Renacimiento. No todos los hombres del Renacimiento fueron humanistas. El Inca Garcilaso de la Vega es poeta y hombre del Renacimiento, pero no humanista.

    Rasgos fundamentales

    En cada país, el Renacimiento adquiere al nacionalizarse, un perfil peculiar. Presenta, sin embargo, algunos rasgos generales que se dan con mayor o menor relieve en todos los pueblos a donde llegó su influjo. Estos rasgos son:

    a)      Veneración de lo antiguo. El hombre renacentista mira con asombro y cierta envidia a Grecia y a Roma. Al comparar los productos literarios en lengua vulgar con los de aquellas naciones, descubre en estos últimos una manifiesta superioridad.

    b)      Desprecio de lo vulgar. El Renacimiento impone la noción de arte sinónimo de aristocracia espiritual. Ni en los temas ni en el modo de tratarlos quiere nada con el vulgo o bajo pueblo.

    c)      Ruptura con la tradición. Es consecuencia de lo anterior. El hombre del Renacimiento empieza por volver la espalda a la Edad Media.

    d)      Estudio de la naturaleza. Se busca lo bello y se le busca en su fuente más directa y auténtica. Es el mundo de la naturaleza el que está más cerca del hombre y a él se va, imitando en ello como en todo a los grandes artistas grecolatinos.

    e)      Antropocentrismo. La mirada del hombre medieval, trascendiendo la vida terrena, se clavaba en lo alto. Y allí busca sus temas y el pasto para su espíritu. Dios era el centro de todo. Ahora el hombre se constituye en centro de sí mismo; a él se aplica su mayor actividad investigadora.

    f)      Independencia de la razón. La inteligencia humana se libera de trabas dogmáticas: a la teología sucede la filosofía y el estudio de las ciencias por demostración experimental; al método deductivo, el inductivo; al magister dixit, los testimonios de la razón y de los sentidos. La ciencia se seculariza; la cultura pasa de los eclesiásticos a los laicos.

    g)      Sentido crítico. Se buscan los textos más antiguos; se depuran, interpretan y aclaran, poniendo a contribución todos los instrumentos suministrados por la filología y la lingüística.

    Humanismo

    En filosofía, actitud que hace hincapié en la dignidad y el valor de la persona. Uno de sus principios básicos es que las personas son seres racionales que poseen en sí mismas capacidad para hallar la verdad y practicar el bien. El término humanismo se usa con gran frecuencia para describir el movimiento literario y cultural que se extendió por Europa durante los siglos XIV y XV. Este renacimiento de los estudios griegos y romanos subrayaba el valor que tiene lo clásico por sí mismo, más que por su importancia en el marco del cristianismo.

    El movimiento humanista comenzó en Italia, donde los escritores de finales de la edad media Dante, Giovanni Boccaccio y Francesco de Petrarca contribuyeron en gran medida al descubrimiento y a la conservación de las obras clásicas. Los ideales humanistas fueron expresados con fuerza por otro estudioso italiano, Giovanni Pico della Mirandola, en su Oración, obra que trata sobre la dignidad del ser humano. El movimiento avanzó aún más por la influencia de los estudiosos bizantinos llegados a Roma después de la caída de Constantinopla a manos de los turcos en 1453, y por la creación de la Academia platónica en Florencia. La Academia, cuyo principal pensador fue Marsilio Ficino, fue fundada por el hombre de Estado y mecenas florentino Cosme I de Medici. Deseaba revivir el platonismo y tuvo gran influencia en la literatura, la pintura y la arquitectura de la época.

    La recopilación y traducción de manuscritos clásicos se generalizó, de modo muy significativo entre el alto clero y la nobleza. La invención de la imprenta de tipos móviles, a mediados del siglo XV, otorgó un nuevo impulso al humanismo mediante la difusión de ediciones de los clásicos. Aunque en Italia el humanismo se desarrolló sobre todo en campos como la literatura y el arte, en Europa central, donde fue introducido por los estudiosos alemanes Johannes Reuchlin y Philip Melanchthon, el movimiento penetró en ámbitos como la teología y la educación, con lo que se convirtió en una de las principales causas subyacentes de la Reforma.

    Uno de los estudiosos más importantes en la introducción del humanismo en Francia fue Erasmo de Rotterdam, que también desempeñó un papel principal en su difusión por Inglaterra. Allí, el humanismo fue divulgado en la Universidad de Oxford por los estudiosos William Grocyn y Thomas Linacre, y en la Universidad de Cambridge por Erasmo y san Juan Fisher. Desde las universidades se extendió por toda la sociedad inglesa y allanó el camino para la edad de oro de la literatura y la cultura que llegaría con el periodo isabelino.

    Materias que trata el Libro Séptimo

    El libro analizado trata sobre diversos temas. Entre ellos, los más importantes son: la política de los Incas (se refiere a los "mitimaes" y a otros métodos utilizados para la dominación en el imperio), los lenguajes del incario (la lengua común y la real), las fiestas celebradas y parte de la historia de los Incas.

    La otredad en el lenguaje

    A lo largo del texto, Garcilaso toma elementos de su lengua natal y los compara con el castellano. Esta comparación se da, principalmente, cuando traduce la lengua incaica al idioma de sus interlocutores. Un ejemplo de este recurso se hace presente en frases como la que se cita a continuación: "...quinua y chuñu, que son papas pisadas..."[1]. Este trabajo permite al lector de habla hispana entender e informarse sobre la lengua quechua y, de esta manera, comprender el universo incaico. Pero esta técnica no es la única que emplea con ese propósito.

    Realiza, por ejemplo, explicaciones sobre la etimología de ciertas palabras utilizadas por la civilización de la cual desciende, conjugando lengua con historia, dos de las materias más importantes tratadas en este libro. "El primer barrio, que era el más principal, se llamaba Collcampata: cóllcam debe ser de dicción de la lengua particular de los incas, no sé qué signifique; pata quiere decir andén; también significa grada de escalera, y porque los andenes se hacen en forma de escalera, les dieron este nombre..."[2]; "... otro barrio llamado Pumacurcu; quiere decir viga de leones. Puma quiere decir león; curcu, viga, porque en unas grandes vigas que había en el barrio, ataban a los leones que presentaban al Inca, hasta domesticarlos y ponerlos donde debían estar."[3].

    Es notoria la importancia que el Inca Garcilaso le otorga a la cuestión de la lengua. Por ello, al hacer una descripción de ésta, intenta utilizar las mismas argucias que un lingüista.

    Podemos observar que, al referirse al lenguaje, no se pone ni del lado de los españoles ni del de los americanos. Esto puede notarse cuando habla de los términos. El Inca escribe "... que [los incas] llaman papa y quinuá.", en lugar de decir "llamamos". Y asimismo dice "... el uchu, que los españoles llaman pimiento,...". Es decir, el Inca se aleja de uno y otro indistintamente, aunque demuestra un conocimiento extenso de ambas culturas. Sin embargo, cuando está hablando de las sílabas existentes o no en el quechua dice: "...aquella mi lengua general del Perú..."[4]. Esto sucede cuando el Inca está defendiendo una posición contra los traductores españoles a los que hace una dura crítica. Por lo tanto, está utilizándolo para apoyar su discurso, lo cual demuestra una buena retórica.

    En los capítulos III y IV del Libro Séptimo, el autor habla de la lengua cortesana del incario y explica cómo ésta se utilizaba para dominar a los pueblos subyugados. Esta lengua sólo era utilizada por la gente que pertenecía a la nobleza y, por lo tanto era símbolo de alcurnia. No son de gran importancia los pormenores de la utilización de esta lengua, pero sí la importancia que el Inca le daba a todo lo que tiene que ver con el lenguaje. Se podría decir que le interesaba mucho difundir esta cultura para perpetuarla y persiste en evitar que los europeos terminaran de destruirla.

    Continuando esta idea, encontramos que el Inca acusa a los españoles de cometer errores en las traducciones pero, principalmente, en la pronunciación. "... donde los indios dicen pampa, que es plaza, los españoles dicen bamba y por Inca dicen Inga, y por rocro dicen locro, y otros semejantes..."[5].

    También explica algunas particularidades de la lengua: la inexistencia de letras tales como la b, la d, la f, la g, la j y otras; y la falta de sílabas como bra, cra, cro, pla, pri, etcétera.

    Fuentes orales y escritas

    A lo largo del texto el Inca cita diversas fuentes, pero la mayoría son españolas (cronistas y misioneros). Cuando realiza citas textuales lo hace por medio de encabezamientos y finalizaciones estructuradas que se repiten en cada caso. Los encabezamientos se caracterizan por presentar el nombre del autor citado y un verbo como hablar o decir. Por ejemplo "El Padre José de Acosta (...) dice: ..."[6]. Y las finalizaciones suelen seguir la fórmula 'hasta aquí', seguida del nombre de la autoridad. Por ejemplo "Hasta aquí es del Padre Maestro Acosta."[7].

    Otra forma que tiene de realizar citas es cuando utiliza a las personalidades para apoyar su discurso: "Lo mismo dice Pedro Cieza...".

    Las autoridades sirven al autor para darle más solidez al texto, al mostrar su afinidad de opiniones o para demostrar sus diferencias para con ellas.

    Las fuentes utilizadas por el autor para poner en evidencia la veracidad de su relato, son orales. Se puede observar el uso de estas fuentes en, por ejemplo, la descripción de Cuzco. Garcilaso aclara en este capítulo que "... la sabiduría incaica se transmitió por vía oral.".

    Además, en su relato, el Inca expone relatos testimoniales de dos tipos: aquellos que él vivió y aquellos que le contaron. "Esto vi en la carne del ganado..."; "...(según me han dicho)..."; "Yo la conocí..."; "Yo me acuerdo de haber visto en mis niñeces..."

    Descripciones, Narraciones, y Relatos testimoniales

    El Inca realiza diversas descripciones de templos, fiestas, ciudades, etcétera. Por ejemplo, describe la ciudad de Cuzco. Al hacer esto, intercala ciertas narraciones para embellecer la descripción y explicar ciertos aspectos de la cultura incaica. Seguidamente realiza paralelismos como recurso descriptivo. Hace las comparaciones de a tres elementos, como los clásicos.

    Otro recurso que utiliza reiteradamente durante las descripciones consiste en explicar una cualidad expresando los dos adjetivos antónimos y aclarando cual se asemeja más al objeto modificado: "... más de frío y seco que de calor y húmedo,..."; "...poco estimada, antes aborrecida...".

    Al describir la ciudad, se detiene en cada edificio y lugar para narrar su historia. Esto reafirma lo que se dijo acerca de intercalar narraciones con la descripción.

    En las narraciones, el Inca explica tres puntos de un mismo suceso: el cómo, el cuándo y el porqué. A lo largo de los relatos, intercala explicaciones para que los lectores españoles puedan comprenderlos mejor. Explica muchos de los hechos referentes a la cotideaneidad, para demostrar que los incas son humanos y que su cultura es tan válida como la europea. El Inca quiere dar a conocer los pormenores de la cultura incaica.

    Recurre a la primera persona en dos circunstancia. Cuando utiliza la primera persona del singular, se refiere a los hechos en los que él estuvo involucrado. Y, cuando utiliza la primera del plural, lo hace para organizar el discurso: "como ya dijimos", "como diremos más adelante".



    [1] Comentarios Reales, pg. 279

    [2] Comentarios Reales, pg. 291

    [3] Comentarios Reales, pg. 292

    [4] Comentarios Reales, pg. 285

    [5] Comentarios Reales, pg. 285

    [6] Comentarios Reales, pg. 281

    [7] Comentarios Reales, pg. 281

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