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Título del trabajo:
"El primer acto de libertad es decir "no" frente a lo inaceptable;
las grandes transformaciones surgen del rechazo absoluto a lo existente,
mucho más que de la elaboración formal y acabada de un proyecto alternativo"
Albert Camus[1]
La violencia escolar es un problema mundial, no afecta solamente a la Argentina y puede afirmarse que no hay una sola causa, aunque algunas en determinados países sean más notorias que otras. Son una combinación de situaciones que llevan a ella: familiar, socioeconómicas y en ocasiones también influye el modelo pedagógico de los establecimientos educativos.
La violencia en la escuela
"La violencia no es un invento nuestro, quiero decir, de nuestra generación. Pero sí, sus formas. La violencia es de este mundo, no proviene del cielo. El mundo, en el que vivimos o sobrevivimos, es con violencias. Desafío a quién rasgue y encuentre en la historia una sociedad sin violencias. Las violencias son como el tiempo y la música. Están allí, desde siempre. [...] Porque las violencias como el tiempo y la música se repiten, se suceden."[2]
Ahora bien, ¿porqué en la violencia en la escuela?. María Teresa Silvent, psicopedagoga y directora de la Fundación Familia por Familia, en un reportaje que le realizó el 11 de mayo de 1997 la periodista Julia Monferrán del Diario La Nación (Argentina), dijo al respecto que son el colegio y la casa los dos lugares donde más se manifiesta la violencia, ya que en ellos encuentran poca resistencia.
Toda situación de violencia es una situación de poder, donde se encuentran dos actores: uno sometedor y uno sometido. Los especialistas sostienen que los violentos se pueden clasificar como violentos o agresivos. La diferencia esta en que el violento sufre un desequilibrio emocional y cuando la situación se presenta, se manifiesta como tal, en tanto que el agresor, tiene la intención de arremeter, por lo tanto, generalmente está armado o dispuesto a la agresión física. Se puede considerar como alumno víctima, a aquel que es agredido en forma reiterada a lo largo del tiempo, por uno o varios compañeros de escuela. Como consecuencia de esta situación, se produce una desigualdad de fuerzas, una relación asimétrica de poder: el alumno violentado generalmente tiene dificultades para defenderse y en cierto modo se encuentra inerme frente a los hostigadores.
Han sido y son múltiples los intentos por erradicar la violencia de todos los ámbitos, pero parecería que en lugar de disminuir, aumenta; que el desprecio por la vida propia y ajena está a la vanguardia, y para eso solo basta con que miremos la televisión, leamos los diarios y observemos las instituciones escolares en las que trabajamos o concurren nuestros hijos.
Además tenemos que ver otro punto: el marco en que se desarrolla la vida de la institución escolar y las relaciones internas entre docentes y alumnos, docentes entre sí, y alumnos entre sí, docentes, alumnos y directivos, además de la vida personal y familiar de todos estos actores juega un papel fundamental en la generación de situaciones violentas. La crisis de la familia y los conflictos sociales impactan en la escuela y sus efectos sobrepasan los límites del sistema educativo. "Estamos viviendo en plena Posmodernidad. Este fenómeno compromete al hemisferio norte y a los pobres del sur. El deslumbre del consumo, el relativismo ético, el sentimiento de desencanto, el sabernos escasamente solidarios, etcétera. [...] No es fácil definir a la Posmodernidad. Más que una ideología; más que una corriente filosófica, es un sentimiento, es una vaga sensación de frustración. Es un mero estilo de vida. Es como decir: me siento mal y no sé de qué."[3]¿Qué hacemos?, ¿Qué recursos y estrategias implementamos para no marginarlos para siempre?. Responder a estas preguntas es fundamental. El sistema educativo y los que lo integramos debemos capacitarnos para dar respuestas lo mas acertadas posibles a aquellos que por diferentes razones no se integran de modo pacífico a la sociedad.
"La escuela es nuestra tierra firme y nadamos movidos por el deseo de re-construirla. Cuando el deseo y la utopía se enlazan, los caminos empiezan a abrirse; abrir caminos es un modo de empoderarse de la realidad y en ese empoderamiento nos vamos haciendo con otros ... Entrelazando sueños, preocupaciones, reflexiones, actitudes y haceres, vamos configurando una identidad".[4]
Las fronteras de la institución escolar han sido rebasadas por la realidad circundante. Los adolescentes saben que si no terminan el colegio secundario o en los planes nuevos el Polimodal, no pueden obtener trabajo, pero también saben que la obtención del título no les garantiza conseguir un empleo digno. Los que no se ven obligados a desertar, siguen concurriendo con una actitud que raya en la desesperanza: ¿Para que me sirve terminar la escuela?. De por sí, esto crea una situación de violencia psicológica, que no se menciona, pero que circula y se disimula en el ámbito escolar.
"Las instituciones educativas argentinas perdieron sus falsos mitos de neutralidad y atemporalidad e intentan sobrevivir a un país en el que cada vez son más los sin parte y los sin trabajo, en el que el poder perdió la vergüenza, en el que el Estado se desresponsabiliza de lo público, en el que el lazo social deteriorado, severamente dañado, impide pensar en el futuro."[5]
Otro elemento fundamental a tener en cuenta es el lenguaje que utilizan los adolescentes hoy día. El modo de comunicarse de los chicos y chicas poco tiene que ver con el lenguaje escolar. En la etapa de paso de la niñez a la adolescencia, el aspecto psicológico es fundamental. Es en este período donde se afianza el ideal del yo, y en esa consolidación influyen los padres, los docentes y la sociedad en su totalidad. "Adoleceré, decían los romanos, ir creciendo. Un verbo cuyo participio es adultum, es decir que el adolescente es alguien en tránsito hacia la adultez."[6]
Se percibe una fractura que se ha dado entre los adolescentes y las instituciones educativas, un descreimiento por la escuela como institución y por parte del plantel docente y directivo se vislumbra un sentimiento de impotencia, de no saber que hacer, mientras algunos dicen: los chicos no nos escuchan, están en otra, no quieren aprender nada y algunos hasta llegan a expresar que su vocación docente no es tal y que solo ve en esta actividad un medio de vida, - cuando todos sabemos que la docencia es otra cosa-, "total para lo que me pagan, que me voy a preocupar". Por suerte esto último no está en boca de muchos docentes, porque creo que es uno de los modos de violencia verbal más importante que podemos cometer hacia los alumnos.
Dice Jaime Barylko que "El adolescente que va a la escuela vive de por sí una etapa conflictiva de su crecimiento. Está en la búsqueda de su identidad, de poder definir quién es, y necesita polemizar con los adultos, buscar su lugar. Sin embargo es en esta etapa donde menos contención encuentra. Para crecer necesita sus espacios, respeto frente a lo que emprende, con modelos con los que pueda identificarse, sentirse seguro y a la vez buscar quién le ponga límites."[7]
La violencia que vive en su mundo cotidiano lo termina trasladando al espacio escolar. Con frecuencia - y este es otro secreto a voces-, el ámbito escolar es propicio para el intercambio de objetos varios, intimidar, coaccionar, reprimir, amenazar, etc.
Otro instrumento que considero violento, es la nota que coloca el maestro o profesor como instrumento de sanción, también es frecuente la aplicación de medidas disciplinarias que no siempre tienen el efecto que se desea, sino que provocan un mayor distanciamiento con los alumnos, a la vez que sienta el precedente que si no se recurre a alguna medida de fuerza, desde el lugar de poder, no es posible resolver conflictos.
¿Quiénes son los responsables del surgimiento de la violencia? ¿Quién tiene el poder para combatirla?. Buenas preguntas. Todos somos responsables, la sociedad completa, desde todos los ámbitos se puede hacer algo para si no combatirla, por lo menos mitigarla, reformularla, reverla y solucionar conflictos de una manera más racional. Gobiernos, escuelas, padres, entidades intermedias, cada uno en su rol tiene la obligación de hacer algo. Todos y de manera conjunta, pues como dice el refrán "La unión hace a la fuerza".
Posibles soluciones
La ley Federal de Educación Argentina manifiesta claramente qué hombre pretende lograr en las aulas "El sistema educativo posibilitará la formación integral y permanente de las personas guiadas por valores de vida, libertad, bien, verdad, paz, solidaridad, tolerancia, igualdad y justicia. Ciudadanos responsables, críticos, creadores, defensores del medio ambiente..."[8]
Las entidades gubernamentales deben primeramente involucrarse con la entidad escolar. Luego ver la realidad, implementar capacitación para los docentes con el fin de poder resolver algunos conflictos en primera instancia, brindar apoyo psicológico y psicopedagógico, para todos los miembros involucrados en cuestiones de violencia. Otro medio puede ser la publicidad, que tanta injerencia tiene en nuestra sociedad mediática. Podrían incluirse también, por parte de los municipios y de la provincia, proyectos culturales gratuitos que lleguen a todos los chicos y adolescentes, no solo a los del centro sino también a los de la periferia, donde se incorpore y trabaje esta problemática, realizando talleres, concursos literarios, artísticos, etc. También entidades como el COMFER deberían supervisar y regular la emisión de algunos programas televisivos y radiales, no tanto en ésta última, sino en la primera, ya se suele ofrecer al televidente, programación de muy mala calidad, donde los reality show y la violencia son el leit motive.
La escuela tiene un papel fundamental. En los Contenidos Básicos Curriculares la institución escolar aparece con la responsabilidad de promover los valores reconocidos universalmente y basados en la dignidad de la persona, como ya lo reflejó la Ley Federal de Educación. Para lograr este objetivo de promover los valores, se deberá trabajar desde el ingreso del niño al instituto educativo. Deberá ser un eje transversal que atraviese todas las áreas y disciplinas, pues siempre hay un modo de enseñar estas cuestiones que parecen tan propias de la Educación Cívica, de la Formación Ética y Ciudadana. "Sea como sea, la responsabilidad ética no es sino la capacidad de responder de los valores que queremos preservar y mantener. [...] Que, sin embargo, el resultado no depende de nosotros, es algo que Kant vio con total lucidez. ¿Qué puedo esperar si hago lo que debo?, Se preguntó como colofón a su sistema ético. Y la pregunta fue, más o menos, ésta: nada más que la satisfacción de haber actuado como debía".[9]
Las actividades grupales, el teatro, los talleres, la lectura comunitaria rica en contenidos, el análisis de situaciones difíciles de resolver en primera instancia. El docente debe despojarse del "acartonamiento" en el que estuvo durante mucho tiempo, haciendo muestras de su poder, para flexibilizarse y comprender al chico y adolescente violento o agresivo, y de este modo poder acercarse a ellos. Como dijo Jesús "solo la verdad nos hace libres", y el docente suele ser a veces el único que verdaderamente llega al alumno, ya que no siempre las situaciones familiares son óptimas para el niño. El fin de la educación no es solo transmitir conocimientos, es enseñar a pensar, a ser crítico, a hacer y a ser responsable.
Dentro de las hipotéticas soluciones podría citar:
1. Trabajar sobre el problema de violencia que ya está instalado en el establecimiento.
2. Tratar el problema desde el momento en que se detecta y no remontarse hacia atrás.
3. Partiendo de la actualidad, incorporar la situación anterior, para tratar de desterrar en gran parte la violencia instalada en la institución. Para esta solución sería conveniente la creación de un Consejo de Convivencia, donde participen integrantes de toda la comunidad educativa, al igual que para la solución 1 y 2.
4. Tomando las tres probables soluciones anteriores, solicitar la participación y asesoramiento de profesionales especializados en violencia, entidades intermedias, padres y comunidad en general.
En las soluciones 1, 2 y 3 se pueden implementar charlas de docentes y directivos con los alumnos, mostrando los resultados o consecuencias de la violencia en sus más crudos aspectos y resultados, mediante la utilización de revistas, diarios, televisión, etc., la teatralización, tal como mostró la Dra. Romano creo que es un apropiado para ponerse en el lugar del otro y reflexionar.
Pero por si sola la escuela no podrá hacer desaparecer los signos de violencia que se manifiestan cada vez más en la sociedad. Pero esto no puede ser motivo de inmovilidad, aún y a pesar de todo, la escuela es un lugar preferencial para los jóvenes, para transmitirle valores diferentes a los que prevalecen en las calles. Le cabe un papel de reconstructora de la sociedad, tan dañada por el "sálvese quién pueda" y la falta de valores. Deberá construir normas claras de convivencia para encauzar positivamente las manifestaciones de violencia.
Las acciones destinadas a prevenir el surgimiento de la violencia en la institución escolar, serán más efectivas si se lleva a cabo según la solución 4. la colaboración de instituciones intermedias y de especialistas en la reeducación de los padres en cuanto al trato con los hijos, brindar asistencia psicológica a padres violentos, hijos golpeados y también brindando ayuda adecuada a los docentes para que puedan mejorar las situaciones de violencia escolar.
También sería importante la creación de una red de sostén para chicos con problemas de violencia y agresión, formada por personas importantes para él, como por ejemplo padres, vecinos, amigos, hermanos, docentes, y profesionales.
El desarrollo de programas de prevención dirigidos a niños y adolescentes de distintas edades para que reconozcan las diferentes formas de violencia y se conecten con modelos alternativos para resolver los problemas.
Los chicos y chicas por su parte pueden ser magníficos mediadores teniendo a su cargo la función primordial de intervenir en cuanto surja un conflicto, facilitando la comunicación de las partes en conflicto, teniendo como ley básica que no haya ganadores ni perdedores.
La búsqueda de soluciones puede llegar hasta un número infinito, pero esto llevará años de toma de conciencia. Es un compromiso que debe asumir toda la sociedad, no solo la escuela, desde todos los estratos, de modo que se vayan incorporando como algo definitivo y natural a nuestra cultura métodos pacíficos de resolución y prevención de la violencia.
Alicia G. Floreano
Conclusión
¿Será que la violencia entró y no nos dimos cuenta por que puerta lo hizo, y cuando se instaló, el problema nos superó, y pensamos que con negarlo dejaría de existir y de allí proviene la indiferencia que se nota en la mayoría de los gobernantes, docentes, padres y comunidad toda?.
Tal vez la culpa la tuvo la post-modernidad, que nos enseñó a valorar demasiado los bienes materiales, los triunfos personales, la competitividad, el todo vale para llegar a la meta, el olvido y el respeto por la vida ajena.
En el pasado era el anciano el representante de la sabiduría y la tradición. Hoy el soberano es el adolescente, incluso los adultos parecer querer quedarse en esa edad eternamente. Se le dio al adolescente un bien muy preciado en forma ilimitada: La Libertad, pero nadie le mostró las consecuencias de su mal uso: el libertinaje que se convierte, generalmente, en violencia.
Solo el compromiso hará posible encontrar algunas soluciones para este grave problema, que al decir de muchos historiadores, ha sido la característica principal del corto siglo XX, un siglo plagado de guerras y matanzas, productos de la irracionalidad humana. Creí apropiado cerrar este trabajo con la siguiente reflexión:
" Debemos vencer nuestro miedo al futuro. Pero no podemos vencerlo del todo si no es juntos... No debemos tener miedo del hombre... tenemos en nosotros la capacidad de sabiduría y de virtud. Con estos dones, y con la ayuda de la gracia de Dios, podemos construir una civilización digna de la persona humana, una verdadera cultura de libertad. ¡ Podemos y debemos hacerlo !. Y haciéndolo, podremos darnos cuenta de que las lágrimas de este siglo han ido preparando el terreno para una nueva primavera del espíritu humano ".[10]
Bibliografía
§ BARYLKO, J. Los hijos y los límites. Editorial EMECE, Bs. As. 1995.
§ CAMPS, V. Los valores de la educación. Alauda Anaya. Madrid, 1994.
§ FRIGERIO, G. - POGGI, M. - KORINFELD, D. Construyendo un saber sobre el interior de la escuela. Ediciones Novedades Educativas. Argentina, 1999.
§ LABAKÉ, J.C. Es posible educar. Santillana. Bs. As. 1995.
§ Ley Federal de Educación. 1993.
§ MAGDALENO, E. Hijos de la posmodernidad. Gram editora. Bs. As. 1996.
§ Revista "El arca del sur" Año 9 N°76, junio de 2001.
§ OBIOLS, G. - DI SEGNI DE OBIOLS, S. Adolescencia, posmodernidad y escuela secundaria. Kapeluz, Bs. As. 1994.
§ OLWEUS, D. Conductas de acoso y amenaza entre escolares. Morata. Madrid, 1998.
§ PORRO, B. La Resolución de Conflicto en el Aula. Paidos Educador, Buenos Aires, Argentina, 1999.
§ VALLEJOS y otros. Proyecto de investigación: Escuela y marginación: doble violencia. Acción Educativa. Santa Fe, 1998.
[1] Revista "El arca del sur" Año 9 N°76, junio de 2001, Argentina, Pág.3.
[2] FRIGERIO, G. - POGGI, M. - KORIENFELD, D. "Construyendo un saber sobre el interior de la escuela". Ediciones Novedades Educativas. Bs. As. 1999. pág. 106.
[3] MAGDALENO, E. "Hijos de la posmodernidad". GRAM Editora. Bs. As. 1996. Pág. 10 y 11.
[4] VALLEJOS y otros. "Proyecto de investigación: Escuela y Marginación: doble violencia". Acción Educativa. Santa Fe. 1998, Pág. 9.
[5] ABRAMOSVICH, N. "La violencia en la escuela media". En FRIGERIO, G. - POGGI, M. - KORIENFELD, D. "Construyendo un saber sobre el interior de la escuela". Ediciones Novedades Educativas. Bs. As. 1999. pág.119.
[6] OBIOLS, G. - DI SEGNI DE OBIOLS, S. "Adolescencia, posmodernidad y escuela secundaria". Kapeluz, Bs. As. 1994, Págs. 69 y 70.
[7] BARYLKO, Jaime. "Los hijos y los límites. Editorial EMECE. Bs. As. Argentina, 1995.
[8] Ley Federal de Educación. Art. 6°, 1993, Pág. 9.
[9] CAMPS, V. "Los valores de la Educación". Alauda Anaya. Madrid, 1994. Pág. 86.
[10] Juan Pablo II, final del discurso conmemorativo del Quadragésimo aniversario de la fundación de la ONU, 14 de octubre de 1995.
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