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Lunes 26 de Agosto de 2024 |
 

La revolución copernicana fue sofocada

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Análisis de la revolución copernicana.

Agregado: 03 de ABRIL de 2012 (Por José Miguel Ledesm) | Palabras: 3102 | Votar | Sin Votos | Sin comentarios | Agregar Comentario
Categoría: Apuntes y Monografías > Física >
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    Autor: José Miguel Ledesm (joselledesma@hotmail.com)


    La revolución copernicana fue sofocada



    Autor: José Miguel Ledesma, Posadas, Argentina



    La revolución copernicana, combatida desde sus inicios por los enemigos de la ciencia, fue finalmente sofocada por medio de la (anti)relatividad einsteiniana; porque la esencia de dicha revolución era el principio de relatividad: la Tierra no es el referente absoluto de movimiento, tampoco lo es el Sol, La Vía Láctea y ninguna clase de ente o sistema... «No hay un referente universal de movimiento», «no existe el movimiento absoluto», «ninguna clase de experimento puede discriminar en el propio sistema, sin referencia exterior, si el mismo se encuentra en reposo o en movimiento rectilíneo uniforme»... El principio de relatividad que nos revelara Galileo solo es válido si el espacio es nada.



    Pero hoy tenemos otra “relatividad”: la de Einstein, que permite especular con la existencia de “agujeros de gusano” en el espacio, ¿túneles a través de la nada? es obvio que no se trata del mismo espacio ni del mismo principio.    



    Si leemos la literatura einsteiniana nos dirá que sí, que el principio es el mismo, solo que Einstein logró extender su aplicación a los experimentos ópticos y electromagnéticos... hace más de cien años que se dice este disparate; los problemas de la física se deben, justamente, a que dicha generalización nunca se hizo, y la razón (si no por intereses contrarios a la ciencia), es una hipótesis subyacente que en las lucubraciones de los físicos circunscribe la aplicación de la relatividad a los experimentos mecánicos.



    La (anti)relatividad einsteiniana no es de ningún modo la generalización del principio de relatividad galileano, sino un punto de vista enemigo y absurdo, porque: mientras en la relatividad galileana no hay en el Universo un sistema de observación privilegiado, en la (anti)relatividad einsteiniana lo es todo sistema de referencia en el cual se encuentre el observador, ¡no es lo mismo! Einstein dejó de lado, o no conocía, las leyes supremas del pensamiento: Si A está en reposo en el éter de Lorentz (porque Einstein no prescindió del éter, sino que adaptó el de Lorentz constrictor de longitudes) y B también está en reposo en dicho éter, entonces A y B están en reposo uno respecto del otro, el movimiento no sería posible. 



    Es obvio que el punto de vista de Einstein —aunque no lo reconozca o no se haya dado cuenta— niega el movimiento, como así también lo hace, pero conscientemente, Zenón de Elea con su espacio-pista en la carrera entre Aquiles y la tortuga, ¿cuál es el origen de las aporías de Zenón y de las paradojas de Einstein? El origen de ambas absurdeces es la negación de la nada, el escamoteo del vacío total de Demócrito.



    ¿Cuál es el porqué de esta milenaria guerra contra la nada por parte de los filósofos-teólogos? ¿No será porque la nada es materialista, impiadosa y políticamente inconveniente, ya que volatiliza el trasmundo mágico que sustenta gran parte del poder político?



    El einsteinismo no es consciente del real significado de su teoría, y por ello no puede ver la contradicción entre, por un lado, que todos los cuerpos del Universo estén en reposo en el éter de Lorentz, y por el otro, la existencia del movimiento.



    ¿Cuál sería el supuesto mérito de Einstein? Pues, invaluable para los enemigos de la ciencia, ya que despachurró el método científico y arrastró al corral del subjetivismo nada menos que a la física; lo cual es consistente con la formación del autor ya que el mismo estudiaba física con la 'Crítica De La Razón Pura' de Kant y libros empiriocriticistas de Mach abiertos sobre su escritorio.



    Einstein está equivocado y con él no solo el paradigma vigente sino también la disidencia que lucha por la reivindicación del éter —Jean de Climont Associates Ltd. publica una lista de más de cinco mil disidentes entre los cuales me cuentan. El problema es que, salvo este mutante, todos están (conscientemente o no) a favor de la existencia de un referente universal de movimiento.



    La razón de este yerro compartido por adherentes y detractores es esa hipótesis subyacente que desde hace milenios empaña el criterio de filósofos y científicos. De retirarse semejante estorbo resulta que las supuestas ratificaciones experimentales de la teoría einsteiniana devienen en una nítida revalidación de la relatividad galileana, de las leyes de Newton, la lógica formal y el buen sentido.



    Por fin, con Copérnico, Kepler y Galileo, la física se encarrilaba en la vía franca de la ciencia. Y a pesar de los feroces ataques de los beneficiarios de las grandes paparruchas, la humanidad se ha visto grandemente favorecida por sus logros, al menos en su aplicación tecnológica. Pero como ciencia pura, tal que actividad consagrada a descifrar la realidad, la física fue infiltrada por sus enemigos.



    En la confusión alimentada por usinas en quién sabe dónde, hoy, como ya se dijo, la divergencia entre los einsteinianos y sus escasos opositores pasa, mayormente, por adherir o no al éter. Se trata de una discrepancia ficticia ya que la (anti)relatividad einsteiniana también está fundamentada en un referente universal de movimiento anti-relativista tal que el éter. Por supuesto que no es lo que decía su autor en un principio ni lo que dice ahora la literatura einsteiniana tanto académica como de divulgación. Y que muchos años después el mismo autor admitiera su adhesión a la hipótesis del éter no es algo que se escuche a cada rato.



    Einstein, según se deduce de sus escritos, de ningún modo ignoraba que la hipótesis del éter y el principio de relatividad eran excluyentes, pero al mezclarse en su después famoso cerebro el espacio ‘absoluto’ de Newton con el espacio ‘a priori’ de Kant, mal supuso haber encontrado un nuevo punto de vista desde el cual no lo eran: una versión del espacio donde la velocidad de la luz es única, independiente del estado de movimiento de fuentes y observadores. Las paradojas —contradicciones— que su variante conlleva se las atribuyó a supuestas e indeterminadas características del encéfalo.



    Al contrario de la casi totalidad de los que disienten del einsteinismo, en esta página se está a favor de la relatividad (en contra de la supuesta existencia del referente universal de movimiento, llámese éter o espacio como ente real). El objeto de este artículo es crear consciencia de que la teoría einsteiniana no es la verdadera teoría de la relatividad sino una inadmisible tergiversación del concepto en el que dice basarse, por eso no se usa aquí el término "relativista" para referirse a lo einsteinista.



    Si el principio de relatividad de Galileo hubiese sido asimilado, en Newton no hubiera surgido la idea del ‘espacio absoluto (sensorio divino)’, en Huygens el ‘éter luminífero’, en Einstein el ‘espaciotiempo’ y en Higgs el campo que lleva su nombre, hipótesis todas ellas obviamente contrarias a ese principio.



    No es cierto, entonces, que Einstein extirpara el éter de la física, lo que hizo fue asignarle propiedades insólitas para conciliarlo con la relatividad, y para colmo las dos versiones del éter para sendas teorías de la (anti)relatividad, (la restringida y la general), se niegan una a la otra como se verá a lo largo de este artículo.



    Adrede o no, lo cierto es que el principio de relatividad fue escamoteado a la vista de todo el mundo. El engendro einsteiniano es harto conveniente al psicopatismo manipulador —la verdad nos haría libres—, pues por su causa la distinción entre realidad y portento se ha difuminado y la ocasión es aprovechada para desacreditar la razón y sus inoportunas revelaciones, y promover las creencias absurdas que sostienen el ‘actual estado de las cosas’.



    La reacción contra la verdad no terminó con el juicio a Galileo. La revolución copernicana —y su relatividad— fue finalmente sofocada, y el responsable más notorio fue Newton: a pesar de los logros científicos que se le atribuyen, la mayor parte de su vida la dedicó empeñosamente a actividades enemigas de la ciencia (al igual que el teólogo y aristócrata Platón, según Carl Sagan, ridiculizando y destruyendo la ciencia y filosofía materialista de los jonios nacida del trabajo manual, de la mezcla de culturas y la lejanía de los centros de poder). La mayoría de los escritos de Newton tratan sobre esoterismo y religión, y no para impugnarlos.



    Consistente con su carácter, al ver el teólogo Newton que la razón era capaz de descifrar el funcionamiento de la realidad y que los frutos del materialismo le caían en la cabeza, fue a guarecerse al antiguo espacio griego referente de movimiento que adoptó la escolástica (que no es precisamente el espacio de los griegos jónicos, entre los átomos no hay nada, que mal podría haber servido como referente de movimiento a Zenón de Elea y al teólogo Aristóteles). En el espacio referente de movimiento —que no es la nada y en el cual los cuerpos ocupan lugares—, son posibles toda clase prodigios: Aquiles no puede alcanzar a las tortugas, ni tampoco a los caracoles: nadie puede, ni siquiera un misil si los caracoles se mueven en la misma dirección y sentido.



    Si, como decían los jonios de Sagan, en la realidad no hay más que átomos y vacío, entonces no hay lugar para el espacio absoluto, ni para el éter, ni para el espaciotiempo, ni para el campo de Higgs, ni para horripilantes inframundos y paradisíacos supramundos auxiliares del poder político. Por supuesto que el peor enemigo de los ultramundos es el materialismo: o no existen o están hechos de átomos, con lo cual el misticismo se reduce a la física.



    Newton llamó a esa entidad, que no es la nada, ‘espacio absoluto (sensorio divino)’, la cual no dedujo —ni él ni nadie— de la dinámica que lleva su nombre pero conviene a los asuntos que tanto lo absorbían: cábala, astrología, alquimia... absurdeces que la nada aniquila igual que a los trasmundos con sus dioses y demonios.



    Otro gran responsable, adrede o no, fue Huygens porque defendía también la existencia de un medio universal al que creía imprescindible para la propagación de las ondas de luz.



    La revolución copernicana fue finalmente sofocada cuando, a principios del siglo diecinueve, Young y Fresnel lograron imponer en el ámbito científico al ente anti-relativista aludido.



    « ¿Y Einstein? ¿Qué fue lo que hizo, eh?»



    Einstein le echó encima la lápida más pesada del mundo: su famosa teoría, por la cual la comunidad de la ciencia se desmanteló a sí misma al claudicar en que la crítica no es aplicable al nuevo enfoque y desde entonces todo argumento discrepante nace desaprobado.



    Si mentes perversas no planificaron esta calamidad y es solo el resultado de grandes pero inocentes equivocaciones, entonces urge advertir que el criterio humano aplicado a la física se empaña desde siempre en la densa bruma de una hipótesis subyacente: el espacio como referente de movimiento. Entonces, si el aborto de la revolución copernicana no fue premeditado, dicha hipótesis viene confundiendo a todos desde los tiempos de Zenón de Elea. Este filósofo, partiendo de dicha premisa falsa, concluyó en que Aquiles no debería alcanzar a la tortuga... y Einstein en que el tiempo se dilata, que la masa aumenta con la velocidad y el resto de la perorata.



    La física tal que ciencia, no tal que tecnología, cuyo valor intrínseco es la verdad, lleva milenios de atraso: las aporías de Zenón y las paradojas de Einstein se deben a la misma falsa creencia.



    Las paradojas, más otros fenómenos surrealistas anticipados por la teoría de Einstein, llevan décadas siendo ampliamente aceptadas como hechos reales. Para colmo los científicos (en la defectuosa interpretación de sus experimentos y por el mismo prejuicio), dan fe cotidiana del éxito de las predicciones de Einstein. La extrañeza con que los neófitos reciben tal interpretación de los fenómenos es atribuido a fallos de sus vísceras nerviosas cuando intentan comprehender hechos más allá de su ámbito evolutivo.



    Los que rinden su juicio al dogma einsteinista creen haber alcanzado un nivel superior de conocimiento, al igual que los embaucados por los charlatanes de la mística a los cuales ahora se suman, como era de esperar, alguno que otro doctor en física: filosofía cuántica.



    Debe ser cierto nomás que nos precipitamos hacia la nueva edad media tecnotrónica. Con la ciencia aturdida por la lisergia einsteinista el misticismo retorna a los ámbitos de los que ella lo había expulsado.



    Este trabajo demuestra que las paradojas de la (anti)relatividad einsteiniana son solo naderías, consecuencias inevitables de la presencia de dos premisas contrarias en la misma teoría: la negación del referente universal de movimiento y la introducción del mismo en dos modos que a su vez se contradicen: la ilógica Constancia de la velocidad de la luz en la Teoría de la Relatividad Restringida —todos los sistemas inerciales del Universo están quietos en el único éter de Lorentz— y el (no relativista) ente elástico y universal denominado 'espaciotiempo' en la Teoría de la Relatividad Generalizada.



    La relatividad galileana —la que dice que no hay experimento, dentro de un mismo sistema, que pueda diferenciar entre el estado de reposo y el movimiento rectilíneo uniforme—, es la que realmente rige sobre los fenómenos, pero la dicha hipótesis subyacente, el espacio como ente concreto, impide su asimilación.



    El núcleo de la teoría de la (anti)relatividad de Einstein, la razón de sus paradojas, es el abandono de la lógica. Se preguntará por qué sigue vigente después de un siglo: dejando de lado especulaciones al parecer paranoides —aunque «la mentira es la primera fuerza que mueve el mundo»—, lo cierto es que los experimentos correctos para evidenciar su falsedad aún no se han realizado.



    La dicha hipótesis subyacente conduce a la desestimación de los principios lógicos supremos, ya que, aunque se cuide de enunciarlo, la teoría de la “relatividad” restringida exige que: a pesar de la velocidad relativa entre los distintos sistemas de referencia, todos ellos deban estar inmóviles en el éter.  Por supuesto que es un absurdo, pero no es una ocurrencia de quien escribe, ese es el real significado de la (anti)relatividad einsteiniana.



     



    Hemos estudiado que los físicos del siglo 19 quedaron atónitos cuando todos sus experimentos para determinar la velocidad absoluta de la Tierra dieron resultado nulo. Tal fue su desconcierto que hasta se hablaba de un complot de la naturaleza para frustrarlos. Finalmente, hace un siglo, sin haber llegado a la explicación racional de estos artículos, el sentido común, la lógica y las leyes de Newton fueron declarados obsoletos.



    Está visto que el sentido común estuvo ausente en aquellos días al igual que en estos, ya que el resultado de esos experimentos no fueron otros que los previstos por las leyes de Newton. Embotados por el éter los físicos no advierten que sus experimentos las corroboran nítidamente.



    Esos resultados (nunca entendidos), probaron que la relatividad de Galileo no estaba limitada a la dinámica sino que era válida también para la óptica y el electromagnetismo. Esta es la verdad, ya que tampoco con los experimentos de óptica y electromagnetismo fue posible detectar una diferencia entre el movimiento rectilíneo uniforme y el estado de reposo.



    Pero el objeto de los físicos no era demostrar la validez universal del principio de relatividad sino todo lo contrario: lo que querían era ratificar la existencia del éter. Si no cierra su mente entenderá que esta es la interpretación correcta ya que, al contrario de lo que se enseña actualmente, si los físicos del siglo 19 hubieran logrado medir la velocidad absoluta de la Tierra el principio de relatividad no sería válido para la óptica.



    Observe que aunque Newton, a pesar de él mismo, formula la relatividad para su dinámica, no se deduce su restricción a ella. Los físicos deberían haberse percatado, dado los resultados, de que la aplicación de la relatividad galileana era más amplia. Las leyes de Newton no fallaron, todo lo contrario, fueron confirmadas, ya que fue demostrado que su contraparte, el éter universal, no existe. Lo sorprendente es que nadie parece advertir que el éter universal no pertenece a la mecánica newtoniana, ni tampoco al electromagnetismo maxwelliano, a pesar de Maxwell.



    Se lee en los textos académicos, y los profesores lo retransmiten irreflexivamente, que los cálculos hechos para el experimento de Michelson-Morley eran correctos dentro del esquema de la física clásica... Eran incorrectos porque las leyes de Newton implican la inexistencia de un referente absoluto de movimiento. El resultado de este experimento fue el que tenía que ser, no era para desconcertarse, ni asombrarse, ni abjurar de Newton, ni del sentido común si se hubieran asimilado sus leyes.



    La mecánica de Newton —relatividad de Galileo mediante— es la que describe correctamente el resultado del mencionado experimento. Otro tipo de explicación no es necesaria ni preferible. Einstein, como quedará aclarado, no explica el resultado de este experimento ni ningún otro fenómeno derivado de esa explicación.



    Sucede que el espacio como “sustancia” es una idea difícil de erradicar, como si formara parte de nuestra estructura psíquica. Las leyes de Newton implican la relatividad, la no-existencia de un espacio como ente real, sin embargo su autor defendió su existencia hasta el fin ¿dónde residiría su universo mágico si no? Newton era un esotérico, pretendía adivinar el futuro en base a textos antiguos. Pero a pesar de esas sus actividades reñidas con las científicas, su formulación de la dinámica no fue contaminada, aunque si postergado su desarrollo.



    Lo opuesto sucedió con Einstein: este advirtió que el principio de relatividad era ratificado por los experimentos de óptica y electromagnetismo, pero no pudo con su prejuicio del espacio material. El resultado de los experimentos destinados a detectar el espacio absoluto/éter mostró que este no existe... Paradójicamente, y esta es la madre de las paradojas de su teoría, Einstein manifiesta que no es necesario considerar su existencia, pero de igual modo lo introduce en la física ¿Hay acaso una imagen más evidente e indiscutible de este hecho, que su visión de planetas y estrellas deformando, en la medida de sus masas, un continuo espacio común? ¿No es que un ente así niega la relatividad? Si entendimos el concepto de relatividad sabemos bien que el campo gravitatorio no puede ser una hondonada en el espacio común porque no hay un ente tal. El campo gravitatorio no tiene existencia en un sistema distinto del de la masa a la cual pertenece; el campo gravitatorio y su masa intrínseca son el mismo sistema.



    Einstein introdujo una contradicción y ahora tenemos una física paradójica que describe hechos desaforados y, en ausencia de la lógica, ilegítimamente homologados. La gente la acepta debido al peso de los medios, al principio de autoridad, o por falta de un sano escepticismo. Con la lógica exiliada de la física no es posible desenmascarar sus errores. Si queremos reanudar la revolución copernicana hay que repatriarla. 



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