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Sábado 17 de Agosto de 2024 |
 

Medios de comunicacion, secuestros extorsivos y agenda publica

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El trabajo es un analisis de la forma en que los medios de comunicacion tratan un hecho de secuestro extorsivo y cuel es su influencia en la agenda publica.

Agregado: 05 de SEPTIEMBRE de 2011 (Por Marcelo) | Palabras: 23890 | Votar |
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Material educativo de Alipso relacionado con Medios comunicacion secuestros extorsivos agenda publica
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    Autor: Marcelo (ruso197431@yahoo.com.ar)


     INDICE



     



    INTRODUCCIÓN……………………………………………………….. 05



     



                                                    CAPITULO I:



     



    “CONSTRUCCION DE LA SEGURIDAD SOCIAL”.



     



            INTRODUCCION.......................................................................................08



    1.1   RIESGO Y PERCEPCION..........................................................................09



    1.2   SUBJETIVIDADES..........................................….......................................14



    1.3   DEMANDAS AL ESTADO........................................................................17  



     



                                                    CAPITULO II:



     



    “SOCIEDAD Y COMUNICACION”.



     



    2.1    PENSAMIENTOS DESCRIPTIVOS SOBRE LA COMUNICACION.          



             GENERALIDADES...................................................................................20



     



                                                     CAPITULO III:



     



    “TRATAMIENTO DEL CASO BLUMBERG POR PARTE DE LA PRENSA ESCRITA”.



     



            INTRODUCCION…………........................................................................35



    3.1   NARRACION DEL HECHO Y CONSIDERACIONES SOCIALES.........38



    3.2   LA EVOLUCION DE LA NOTICIA EN LOS MEDIOS DE PRENSA.....41



    3.3   CONFORMACION DE LOS TIPOS. VICTIMA Y VICTIMARIO.……..57



    3.3-A VICTIMA...................................................................................................61



    3.3-B VICTIMARIO............................................................................................64



    3.4   CUESTIONES PENALES...........................................................................67



     



                                                             CAPITULO IV:



     



    “LEYES”.



     



    4.1   TRATAMIENTO Y REFORMAS......................... ………………………74



     



                                                     CAPITULO V:



     



    “CONCLUSIONES”.



     



    REFEXIONES Y CONCLUSIONES..................................................................78



     



     



     



     



    BIBLIOGRAFÍA……………………...……………………………………….. 83



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



                                           CAPITULO I



                                           



          CONSTRUCCION DE LA SEGURIDAD SOCIAL.     



     



          Habitamos una época signada por y la sensación de inseguridad permanente. Un clima que estrecha los vínculos entre la construcción de la seguridad como problema social, las demandas ciudadanas y la agenda de políticas públicas en materia criminal.



    Argentina no escapa a ello y gran parte de los contenidos que asumen las percepciones locales sobre el orden social han sido colonizados por el discurso de la seguridad y sus sensaciones. La construcción de la problemática en torno a la inseguridad ha sufrido dos grandes procesos: por un lado, al abarcar más dominios de la vida social, han pasado a ocupar un lugar cada vez más importante en la agenda pública; por otro, su sentido se ha centralizado en la inseguridad frente al delito.



     



          La temporalidad de la sensación de inseguridad tiene sus comienzos en la década del noventa y se expresó sistemáticamente a fines de ese período. La construcción de la seguridad como problema fue transformándose: en la Argentina de mediados de siglo XX, el término seguridad representaba la integración en los colectivos de protección;  desde hace poco más de diez años la seguridad se convierte en un sinónimo de seguridad urbana frente al delito; específicamente, frente a los callejeros o predatorios. A la vez, este tipo de “inseguridad” comienza a ocupar un lugar cada vez más preponderante en las representaciones sociales acerca del riesgo y, consecuentemente, en las agendas de gobierno (Niszt Acosta, 2006). Una exploración de la seguridad durante este siglo evidencia su difusión en diversos terrenos como el económico y el laboral. Sin embargo, específicamente durante 2002 y 2003 se desplazó hacia la protesta social, y los movimientos de trabajadores desocupados (“piqueteros”), se convirtieron en la personificación de la amenaza. En los últimos años, la preocupación por el delito retoma una trayectoria ascendente, en la cual la inseguridad se manifiesta como la mayor preocupación de la época, produciendo pedidos de soluciones extremas, profundizando el control social informal y naturalizando un estado de alerta sobre cualquier expresión de diversidad. En estos escenarios signados por la profundización de discursos de orden, seguridad y control social, nos preguntamos sobre los factores que intervienen en la conformación de las percepciones de riesgo, y las formas y contenidos que asumen las demandas de seguridad de las denominadas “mayorías silenciosas”. Estas indagaciones nos conducen a examinar los procesos de construcción identitaria basados en la noción de víctima y la relación que, desde este posicionamiento, los actores entablan con la agenda de política criminal.



     



     



    1.1.  RIESGO Y PERCEPCION.



     



          La consideración sobre las percepciones de riesgo requiere de una perspectiva que las enmarque en contextos específicos y logre captar su particularidad. Pensar el riesgo desde una perspectiva culturalista (en la cual su percepción pública y sus niveles de aceptabilidad son construcciones socio-históricas cambiantes), implica postular un fuerte vínculo entre la selección y jerarquización de peligros, por un lado, y la elección de determinada organización social y los valores que la sustentan, por otro (Douglas y Wildavsky, 1983). En este sentido, las sensaciones de amenaza frente a diversos tipos de eventualidades han recorrido la historia de la humanidad. La religión, la astrología, las profecías fueron utilizadas históricamente, en tanto estrategias anticontingencia, como maniobras para dar sentido a la opacidad de la realidad, para explicar el azar, el destino (Grecia Antigua), la divina providencia (Cristianismo), o la fortuna (Renacimiento, Barroco) (Francescutti, 2003). En estos marcos, la sensación de peligro se caracteriza por ser general y difusa; las posibilidades de sufrir un daño son imponderables e imprevisibles. De este modo, la contraparte de este sentimiento reside en la impotencia generalizada ante la existencia efectiva de potenciales daños y peligros, sin que se disponga de los medios adecuados para prevenirlos, medirlos, asumirlos.



          No fue hasta fines del medioevo que estas percepciones del peligro pudieron entrar en la lógica del riesgo, es decir, en la expectativa calculable de sufrir un daño: un acontecimiento previsible, estimable y, por lo tanto, asegurable. La posibilidad de controlar, dominar, prevenir o -al menos- limitar las consecuencias del daño implicaron también la inclusión de la responsabilidad como un nuevo elemento a considerar.



          La secularización de la fortuna, el conocimiento científico -con ellos, el desarrollo de la industria del seguro- y la filosofía del progreso coadyuvaron al avance del capitalismo. El XIX, fue el siglo de proliferación de riesgos y de oportunidades. De este modo, algunos riesgos se percibieron domesticados, mientras otros se minimizaron, negaron o fueron tomados como oportunidades positivas para el cambio y el progreso social e individual.



          La actitud liberal frente a los riesgos, propia del siglo XIX, dio paso a su gestión Estatal entre fines de ese siglo y la primera mitad del siguiente; el Estado de Bienestar se caracterizó por la progresiva incorporación de áreas administrables. Su agotamiento supuso no sólo la crisis fiscal del Estado y un vuelco en la forma de gestionar las contingencias sino que también implicó cuestionamientos más generales en el plano social, político y cultural que transformaron nuevamente las percepciones sobre el riesgo. La idea de progreso, el determinismo científico, la noción de causalidad lineal fueron las más cuestionadas. En las ciencias sociales las concepciones de reflexividad y de consecuencias no deseadas de la acción, ocupan el primer plano. En el terreno del control social, ello no sólo debilita la posibilidad de planificación sino que a la vez derrota la confianza y el optimismo que imperó hacia mediados del siglo pasado sobre el control y la planificación segmentada y focalizada, la cual demostró prontamente señales de fracaso.



     



          Así, el agotamiento del “estado de bienestar”, signa en varios aspectos la subjetividad contemporánea. Los discursos actuales de orden y las percepciones de riesgo forman parte de la crisis del sistema de ideas que estructuró al control social formal e informal hasta hace pocas décadas (Garland, 2005). Estos discursos y percepciones echan luz sobre los vínculos entre los cambios efectuados en las racionalidades políticas, las funciones y responsabilidades asumidas por el Estado y la configuración de nuevas subjetividades. En este contexto, una característica primordial de la subjetividad contemporánea es su atravesamiento por el miedo. Entre los factores culturales que intervienen en esta configuración, la caída de la idea de futuro como motor de la sociedad burguesa tiene un papel protagónico. En el ámbito de los riesgos, la promesa de futuro como progreso funcionó como ideología, facilitando la aceptación de un cambio social cada vez más arriesgado y tendiendo a negar o minimizar posibles contingencias adversas. El cambio de signo en esta relación produce su reverso, el temor y el cálculo infinito de cada riesgo, entendido éste en su cara negativa, ante un presente que se percibe como inseguro. Pero, de modo general, la caída de la idea de futuro y de los sistemas que la apoyaban, desmoronan las certezas (reales o imaginadas) que apuntalaba el Estado de Bienestar y colaboran con el surgimiento de nuevas incertidumbres respecto a instituciones nodales de la dinámica social, incluido el propio porvenir colectivo e individual (Beck, 1998; Castel, 2004). Esto apareja fuertes consecuencias en la experiencia sobre el orden social y en las percepciones, los discursos y las prácticas locales. Como se adelanto, en el ámbito de las responsabilidades asumidas por el Estado, la mutación en la forma de administrar los riesgos supuso cambios sobre las áreas que la gestión benefactora había sumado y, en varios aspectos, el debilitamiento y la caducidad de estos sistemas de protección clásicos.



          Estas transformaciones implican, por un lado, el regreso de riesgos sociales clásicos que, vinculados a la desigualdad, se percibían como controlados desde hacía décadas. Por otro, emergen nuevos peligros, que por su carácter, distan de poder ser anticipados y prevenidos (peligros devenidos del desarrollo científico y tecnológico). A su vez, ambos tipos de riesgos se presentan en un contexto de caducidad de las redes de protección clásicas de modo que la cuestión de fondo de estos temas es la percepción de desprotección y vulnerabilidad (Beck, 1989; Castel, 2004). Haciendo un juego de complementariedad con este rol del Estado Neoliberal, se configura una nueva racionalidad política que asume la gestión individual de los riesgos sociales y que,  por ello, necesita y construye (en tanto tecnología del yo) individuos “prudentes” en todos los planos, responsables de su seguridad laboral, educacional, de salud, y también de su seguridad civil –mediante la prevención situacional del delito y el consumo del mercado de seguridad privada (O´Malley, 2006; Hener, 2008). En esta trayectoria de la gestión y de las percepciones de los riesgos, parecería volverse a la lógica de peligro impredecible e incalculable propio de períodos históricos previos. Justamente, los teóricos de la modernidad tardía, reflexiva o líquida han delineado la subjetividad contemporánea centrándose en las categorías de riesgo (Beck, 2000), de “pérdida de seguridad ontológica” -a partir de la distancia entablada con la tradición- y de “cultura del riesgo” (Giddens, 1993). En estas conceptualizaciones, el riesgo cobra un importante lugar: la subjetividad atemorizada, vulnerable, en la cual el orden se vive como precario, es el espacio en el cual la distinción entre riesgos clásicos y nuevos riesgos, por un lado, y entre riesgos civiles y sociales, por otro; cualquiera puede ser víctima de cualquier cosa, sin posibilidad de control ni gestión. Es la subjetividad cada vez más susceptible a advertir la posibilidad de peligro, sea real o no, en cualquier situación. Castel (2004) procura un avance sobre la “cultura del riesgo” planteada por los teóricos de la sociedad del riesgo global. La subjetividad contemporánea está atravesada por el temor, pero ello no debe naturalizarse. Castel facilita una distinción ausente en las nuevas teorías del riesgo: Si es evidente la caducidad de los sistemas de protección, es necesario captar la naturaleza de sus obstáculos para realizar un programa de seguridad con estrategias diferenciadas. En este sentido, distingue entre protecciones civiles y sociales -y su reverso, las inseguridades- concretando y acotando la noción de riesgo. Éstas proceden de diferentes procesos (la constitución del Estado de derecho y la constitución del Estado social), necesitan diferentes condiciones y se encuentran cuestionadas por diferentes limitaciones. Sobre esta distinción, el diagnóstico de Castel se acerca a los casos latinoamericanos. Para el autor, la complejidad del problema de las protecciones reside, como se adelantó, en la conjunta aparición de lo que denomina una “nueva generación de riesgos” vinculados al desarrollo de las ciencias y las tecnologías y la erosión de los sistemas de protección clásicos.



          Lo importante de esta combinación es que produce un estado de incertidumbre frente al porvenir que también alimenta la inseguridad civil. En este sentido, Castel retoma el aumento del temor y la sensación de inseguridad analizados por Beck, procura señalar su conexión con el debilitamiento de las estrategias clásicas de gestión de riesgos sociales y denunciar la confusión que suponen.



          Por eso, es necesario distinguir las contingencias que pueden dominarse colectivamente, de las que no. En esta dirección que el sociólogo francés crítica la noción de riesgo de Beck, considerando que se basa en una confusión entre riesgo y peligro: el riesgo puede preverse, estimarse y asegurarse mientras que, el peligro se caracteriza por dicha imposibilidad. Esta extrapolación de la noción de riesgo, mediante su vaciamiento e inflación, deriva en el “mito de la seguridad total” que coloca a la incertidumbre y el miedo en el centro de la existencia social, incrementando la demanda de seguridad hasta el infinito y disolviendo la posibilidad efectiva de estar protegidos (Castel, 1986 y 2004). Castel, propone hacer del riesgo un reductor de incertidumbre. De este modo, combatir la inseguridad implica disminuir el pánico generalizado y erradicar ese mito. Si la lógica de control ha colapsado, se debe despejar y rescatar la dimensión social y política de los nuevos factores de incertidumbre e interrogarse sobre las condiciones en que pueden ser enfrentados y manejados colectivamente. Esta propuesta entraña más beneficios para sociedades como la Argentina, en las que simultáneamente han proliferado y se han naturalizado riesgos clásicamente vinculados a la desigualdad social, que pueden ser neutralizados mediante la  construcción de nuevas redes de protección.



     



     



    1.2  SUBJETIVIDADES.



     



          Mientras el riesgo opera como catalizador de las incertidumbres y la lógica del control sigue siendo el modo legítimo de conjurar el miedo, las subjetividades adoptan rasgos propios de estos escenarios. Las formas y contenidos que asumen las demandas en contextos de riesgo se definen a través de una subjetividad marcada: todos somos víctimas o, al menos, lo somos potencialmente. En el marco de los procesos de transformación socioeconómica, la dislocación entre la estructura objetiva y la constitución de las identidades sociales (Laclau, 1993) intenta acortarse a través de la apelación a dimensiones culturales y morales. De este modo, las referencias identitarias en los escenarios de inseguridad parecen guarecerse bajo un manto moral que delinea visiones y posiciones sobre el orden y el control social. Las percepciones de riesgos definen la constitución de colectivos a partir de la victimización. Con la desilusión generalizada respecto de la representación política mediante, la sociedad civil se organiza en grupos de ciudadanos que demandan al Estado por problemas concretos (Murillo, 2008). La articulación de estos reclamos -en gran medida, diversos- se centra en los anhelos de una comunidad ideal y la ausencia de parámetros de previsibilidad absoluta, es leída en clave de inseguridad. Estas narrativas se definen desde lo moral, nunca se presenta como política, ya que se trata de la comunidad de sujetos decentes enfrentados a los políticos corruptos y a los delincuentes (protegidos por los primeros). La sociedad civil victimizada adquiere un tono apolítico desde el cual se constituye como sujeto de reclamo; como un “todos” conjura imaginariamente las diferencias y desigualdades, y promete una comunidad armónica que eliminará todos los padecimientos.



          En estos escenarios, emerge el denominado paradigma victimizante (Pitch, 2003). El declive de las viejas identidades políticas convierte al campo penal en un espacio propicio para la reconstrucción de actores políticos. Esto no significa que estemos sólo ante un cambio en el objeto de interés, sino que revela una compleja mutación semántica que conduce desde el paradigma de la opresión hacia el de la victimización.



    El posicionamiento en tanto víctimas comporta ventajas, pues tiene la capacidad de transformar miedos difusos en una serie de actitudes focalizadas al identificar culpables, definir problemas y establecer chivos expiatorios. La principal fortaleza de estos recursos de identidad radica en delimitar una comunidad moralmente superior que hace posible la performace del grupo, como un cuerpo con intereses y valores similares desde el cual articularse. Así, se refuerzan los límites frágiles de su identidad social y se otorgan sentidos concretos a la alteridad.



          Estas conformaciones requieren estrategias teóricas que ayuden a construir el concepto de víctima de la inseguridad y a desnaturalizarlo desde la pregunta por el modo de constitución del sujeto. Este novedoso tipo de establecimiento de los individuos en la arena pública permite indagar si estamos ante la existencia de una práctica social donde se puede localizar la emergencia de una nueva forma de subjetividad. La identidad de víctima, socialmente legitimada (ya que cualquiera puede ser el próximo), define el surgimiento de un individuo constituido políticamente que reclama al Estado cambios en las políticas públicas y en las normas penales. El “locus del dolor” (Pita, 2005) ayuda a estructurar los reclamos y a producir la identificación inmediata con la víctima, con su sufrimiento. La identidad se produce en la relación del hombre con su entorno y el saber es la consecuencia de las relaciones de fuerza en una estructura social determinada. El conocimiento de sí, las reglas del relato de la experiencia, el tipo de narrativas de la vivencia, la construcción de la idea de que cualquiera es una potencial víctima, define la importancia de reflexionar desde el establecimiento de identidades al interior de las relaciones políticas. Las condiciones históricas y sociales donde se forma el sujeto son la base sobre la cual existen subjetividades y dominios  de verdad. Por eso, la caída de la idea de futuro, las incertidumbres respecto de las instituciones políticas, la caducidad de las redes de protección social, generan una identidad basada en la percepción del riesgo, en las vivencias subjetivas del miedo. Así, tanto la vivencia individual traumática, como el miedo difuso de ser el próximo, se fundan como verdad común y definen una subjetividad en el riesgoso devenir cotidiano: víctimas.



          El conflicto se transmite, se narra, se unifica en el discurso y en las prácticas políticas. La experiencia del miedo se ordena a través de categorizaciones que permiten que la percepción individual se convierta en definición colectiva. El concepto se convierte en tal cuando desaparece la experiencia individual, cuando la unicidad del acto se ajusta a otros casos similares. La vivencia personal se iguala, desde la palabra, a una experiencia colectiva, hasta masiva, entendida por el temor. Se olvida la diferencia de cada caso y la subjetividad se constituye desde una conceptualización común.



     



          Ante la crisis, el temor al devenir, el trauma o la imposibilidad de hallar políticas públicas que aplaquen el dolor, es necesaria la seguridad del orden subjetivo: juntarse con pares del miedo o del sufrimiento, reclamar cambios para que otros “no pasen por lo mismo” o para que “nuestros hijos” no sigan habitando en un mundo hostil, imprevisible, violento; en fin, un mundo inseguro. Este es el re-nacimiento de la comunidad.



     



    1.3 DEMANDAS AL ESTADO.



     



          El devenir se reconstituye en el modo en que históricamente cada sociedad, cada grupo social, genera la repulsión del otro. El miedo estabiliza la identificación con la noción de víctima, la noción de víctima se desborda a partir de su carácter despreciable. El miedo al otro, al violento, al desconocido. El pánico frente al sucio, al pobre, al de más allá, adquiere una forma corporal materializada en la noción de víctimas. Lo anormal nos ataca, nos victimiza. Si, por un lado, el orden es concebido en tanto seguridad y éste último se define por su ausencia, y si, por otro, la constitución de lo despreciable, en términos amplios, genera una subjetividad política que gira alrededor de la sensación de desprotección, la demanda que se establece como prioritaria (y frecuentemente como única) es la del endurecimiento del control social punitivo, más restrictivo de los derechos individuales y excluyente de los elementos conflictivos del orden.



    En este terreno, los actores que motorizan demandas se configuran a partir de su práctica política como víctimas. Esta misma constitución transforma sus experiencias y delimita una idea de una comunidad de valores que posibilita la performance del grupo. Las comunidades de víctimas, muchas veces definidas mediáticamente como “mayorías silenciosas”, se constituyen como personas colectivizadas por el único elemento que parece común, el miedo. Son individuos representados como miembros de la mayoría de los ciudadanos que no poseen filiaciones políticas ni tienen hábitos de manifestarse. Son los sujetos que salen de sus espacios privados, de su silencio público, para reclamar protección al Estado. Desde una retórica apolítica, las víctimas legitiman un posicionamiento público “transparente” a favor del reforzamiento punitivo.



    En momentos de sutura de las diferencias internas de las comunidades de víctimas y en escenarios de reconstitución del otro, es posible que se generen campañas de Ley y orden. Desarrolladas en contextos sociales conflictivos, estas campañas buscan resoluciones morales, punitivas, caracterizándose por poseer discursos plurales e, incluso, antagónicos (Zaffaroni, 1993). En ellas, el orden se instaura desde el conflicto procurando establecer formaciones hegemónicas desde construcciones significantes en torno al castigo. Los cambios en la subjetividad contemporánea, los nuevos colectivos de víctimas y sus demandas se complementan, en varios aspectos, con las responsabilidades asumidas por el Estado. La gestión de riesgos se define desde un recurso que para el Estado se presenta casi como el elemento exclusivo de relegitimación política: el endurecimiento de políticas de Seguridad. Esto remarca la mutación del Estado social hacia un Estado de la seguridad, desde el que se enfatizan las propuestas de “Ley y el orden” y el ejercicio de la autoridad punitiva. Pero, a la vez, sus políticas se basan sobre promesas falsas que supone pensar a la seguridad social y la seguridad civil como esferas separadas. En este punto, no caben dudas que la seguridad civil debe estar garantizada por el Estado. Pero, el combate a la inseguridad civil no puede efectuarse por cualquier medio, ni ignorando la interrelación y retroalimentación entre seguridades civiles y sociales. Aún más, si la inseguridad civil debe combatirse debe hacerse, en gran medida, a través de la lucha contra la inseguridad social. Ello implica desarrollar y reconfigurar protecciones sociales, por un lado, y denunciar la inflación del sentimiento de inseguridad, propio de la época, por el otro.



          El sentimiento de comunidad victimológico no puede sino devenir excluyente; los propios riesgos nos excluyen de pensarnos con otros, a través de otros, desde otros. Reconfigurar identidades colectivas capaces de demandar políticas sociales inclusivas define parte de la constitución de ciudadanías que puedan volver a pensar un porvenir. Es un proceso en el que, en paralelo, las propuestas estatales deben tender (al menos) a establecer oportunidades más igualitarias que permitan reconfigurar un nosotros más amplio. Democracias peligrosas o democracias inclusivas. Una de las dicotomías centrales del tránsito democrático latinoamericano de los próximos años.



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



                                           CAPITULO II



     



          SOCIEDAD Y COMUNICACIÓN.



     



    2.1  PENSAMIENTOS DESCRIPTIVOS SOBRE LA COMUNICACION.          



           GENERALIDADES.



     



          A partir de los años noventa la inseguridad ha sido tan debatida en los espacios públicos de discusión, -y no tan públicos-, desde donde se construye la sociabilidad y, al mismo tiempo, tan hondamente sentida desde la intimidad familiar subjetiva, que ha llegado a formar parte de la cotidianidad de los Argentinos.



          Cierto es que se cometieron más delitos que en décadas anteriores; en consecuencia, la magnitud del fenómeno es mucho mayor. Además, han aparecido formas emergentes de violencia -secuestros, homicidios, extorsión, robos con lesiones, etc.- que le agregan dramatismo y espectacularidad. En la medida en que estas manifestaciones de la violencia son representadas desde la visión mediática, tienen repercusiones significativas en el ánimo de la población que se siente temerosa, indefensa, en riesgo de ser víctima de un hecho delictivo.



          Aunque existe una base estadística que muestra un aumento de los actos delictivos violentos, de acuerdo con investigaciones socio-criminológicas, la apreciación de la población sobre el aumento de la inseguridad está más asociado al imaginario colectivo que a la objetividad del fenómeno. Científicos sociales se han dedicado a estudiar y explicar este fenómeno de la inseguridad como un elemento subjetivo o emocional a partir de categorías como sentimiento, percepción, sensación de inseguridad y, más recientemente, construcción social del miedo.



           Buena parte de estas investigaciones están centradas en la forma como los medios de comunicación modelan el comportamiento que las personas tienen de la realidad, considerando a “... la comunicación de masas como un proceso de mediación social en la creación de significados” (Barata, 2000:260). Como señala Pegoraro (2000:17), “... el miedo al delito se nutre de las representaciones imaginarias que tenemos tanto del delito como de los delincuentes, que generalmente son producidos por los medios de comunicación en cuanto seleccionan y amplifican casos paradigmáticos”. Como ha ocurrido claramente con el secuestro y posterior homicidio de Axel Blumberg.



          La alarma social y los ribetes dramáticos presentes en las informaciones periodísticas sobre hechos violentos, hacen que se acrecienten los miedos e inseguridades presentes en el ánimo colectivo. En este sentido, se ha responsabilizado a los medios, del clima de terror o pánico urbano expresado en la sensación de vulnerabilidad de la población: “... los medios causan una visión errónea de la distribución y efectos del delito violento, una distorsión de la imagen social del delincuente, una difusión irracional del miedo al delito y, en consecuencia, dificultan la resolución del problema real de la delincuencia violenta” (Pérez Perdomo, 1997: 3).



          Investigaciones más recientes señalan que los medios no sólo construyen la imagen estigmatizada del victimario; además, contribuyen a la creación de un tipo social de víctima, “... favorecen la creación de una única víctima: ‘la clase social media o alta’. (....) Se construye la idea de que la violencia es sólo padecida por los sectores medios y, por otro lado, se crea un sentido de ‘desechabilidad’ de todo un sector de la población, es decir, un sector que no es indispensable para la sociedad” (Zubillaga y Cisneros, 2002:78).



          Pero no sólo inciden los medios sobre la construcción social del miedo -identificando al victimario, su modus operandi, las situaciones, los lugares peligrosos y a la víctima-. La dinámica que generan mediante los discursos construidos provocan efectos y consecuencias inmediatas sobre la estructura del control social.



           “Más que tener una función de drenaje de la energía agresiva, la violencia en los medios tendería a instigar el comportamiento violento produciendo un ‘efecto de imitación’ en la audiencia” (Aronson, citado por Arraigada y Godoy, 1999:10).



          Así mismo, los medios son acusados de manipulación con fines ideológicos. En este sentido, afirma Barata (1994:3) que la prensa “... elabora su propio discurso de la realidad, lo difunde y esa nueva visión se convierte en punto de referencia para la opinión pública y la clase política. Pero ocurre que no siempre la realidad construida por los medios es un reflejo de lo social”.



          En la construcción que los medios hacen de la realidad, se privilegian ciertas visiones del mundo, con su carga de intereses, sobre otras; se fabrica un discurso cargado de presencias -lo socialmente posible- y ausencias -lo que se encuentra fuera del ámbito de lo posible- “... donde lo ‘presente’ y lo ‘ausente’ tienen por objeto eliminar, borrar, de la conciencia colectiva y de la existencia social, las realidades no mencionadas; destruir las categorías, los conceptos, las imágenes que nos permiten pensarlas y actuar sobre ellas; generar el olvido social” (Rodríguez, 1997:410).  “Lo que fabrican y distribuyen no son ya bienes, sino opiniones, juicios y prejuicios, contenidos de conciencia de todo género”, sentenciaba H.M. Enzensberger



          La “presencia” en la construcción social del miedo viene expresada por la cobertura, relevancia y tratamiento que los medios le otorgan a la criminalidad violenta, por encima de otros asuntos públicos de mayor significación e importancia. Esto es lo que Baratta (1989) llama función de management de los medios masivos,cuyaintenciónal colocar el problema delictivo por encima de otros problemas es la de conservación y mantenimiento del orden social. De esta forma,



           “... en ausencia de información controlada de la realidad criminal por parte del Estado, que oriente las políticas públicas de seguridad, los aparatos de representación no sólo colonizan el discurso producido por el sentido común al respecto, sino también el ámbito del control formal, privatizando de facto las polís”. “penetrar profundamente en la complejidad de muchos fenómenos y procesos particulares de grupos más o menos determinados en extensión y que pueden ser abarcados intensivamente” (Romero Salazar, 1997: 29-30),



           “Un nuevo y temible Cuarto Poder de los Medios, no existe como tal simplemente porque el de los Medios, no es un poder independiente; el verdadero Cuarto Poder salido de la Post - Guerra Fría, es la Plutocracia como forma degenerada del capitalismo y la democracia”. (Pasquali)



          En la producción del discurso periodístico ocurren operaciones de selección, resumen, combinación y reformulación estilística, realizadas a partir de los mensajes iniciales provenientes de las fuentes de información. En esta transformación de los discursos de fuente intervienen, entre otros factores, los procesos cognitivos e ideológicos de los periodistas, los intereses corporativos, las rutinas institucionales y los formatos esquemáticos de los textos periodísticos.



          Además del consenso profesional sobre lo que se considera noticiable, existe también un componente ideológico que determina la relevancia de los textos periodísticos sobre instituciones Estatales y otros grupos de elite. Por lo general, la rutina periodística se centra en las instituciones y grupos que ostentan el poder. Esto significa, por ejemplo, que a las versiones policiales de un suceso como puede ser una manifestación, un crimen o una huelga, se les concede mayor importancia que a la versión dada por un manifestante, o que a la opinión del sospechoso, o a la del huelguista. Este sesgo también se manifiesta en las diversas estructuras textuales.



          Los miembros de los grupos poderosos son, a menudo, los protagonistas de las noticias, a ellos se les cita más a menudo, aparecen con mayor frecuencia en los titulares y sus declaraciones se presentan como más dignas de crédito. Por el contrario, los menos poderosos suelen tener escasa prominencia en los textos periodísticos; sus versiones de un hecho particular suelen marginarse o ignorarse y no aparecen como fuentes de información confiable o como protagonistas de los hechos, a menos que ejecuten acciones violentas o causen algún tipo de “problema”.



          Por otra parte, los medios de comunicación establecen cuáles temas son importantes, dignos de captar el interés del público, y cuáles temas han de ignorarse. De esta manera, por exceso o por defecto la realidad se desvirtúa, se deforma hasta perder su esencia y convertirse en otra realidad construida y mediatizada por los flujos informativos. Sólo parece real lo que se legitima mediáticamente; el resto de la realidad no lo es.



          Sunkel (1985) explica que el lenguaje y la estética son dos elementos centrales que caracterizan la prensa sensacionalista. De acuerdo con este autor, los diarios populares han tenido dos líneas de desarrollo vinculadas a corrientes de pensamiento diferentes: una racional-iluminista y otra simbólico-dramática. La segunda vertiente es la que ha marcado al sensacionalismo y lo ha imbuido de una concepción mítico-religiosa que representa al mundo en términos dicotómicos (el bien y el mal, el paraíso y el infierno...) y, al mismo tiempo, lo ha provisto de una estética cuyo fin es impresionar al espectador mediante la representación teatral de los sentimientos y las pasiones.



          Según Ferri de Barros (2001), el periodismo sensacionalista cumple la función social de establecer una perfecta delimitación entre el bien y el mal. Al atribuírsele la maldad extrema a los “otros”, a los criminales, los restantes miembros de la sociedad reafirman los valores contrarios.



           La sociedad de nuestros días es esencialmente mediática; de allí que sean los medios y no las instituciones públicas quienes la dotan de estructura interna. La representación mediática se convierte en un nuevo proyecto de vertebración social. (Castells, 2000; Bisbal, 2004).



          Se puede entender por medios de comunicación cualquier objeto que hace las veces de vía para conducir información de un sujeto a otro.



          La democracia, de acuerdo con la definición ya clásica de O'Donell y Schmitter, "se entiende como un proceso histórico con fases de transición, consolidación y persistencia analíticamente distintas, aún si empíricamente son superpuestas".



          Por lo tanto, la relación entre medios y la democracia, como ya varios autores han afirmado, consiste en que la información es la base de todo proceso democrático, o dicho en términos de Diego Valadés, "todo proceso democrático es un proceso comunicativo", de ahí que existan intereses diversos en la posesión y ejecución de los medios, entre ellos el Estado, los mismos empresarios de los medios y, en ocasiones, la sociedad organizada. Y es que la democracia es el resultado de procesos deliberativos y toda deliberación "supone la modificación endógena de las preferencias a través de la comunicación".



          En concreto, los medios de comunicación en una sociedad democrática se asume que cumplen con las siguientes funciones:



    a)producir información, cultura, educación y entretenimiento que contribuya a la formación de una cultura cívica; b) supervisar y vigilar la gestión y organización del poder público; c) servir al interés público de los ciudadanos; d) difundir dicha información y convertirla atractiva para la audiencia.



          En este aspecto, una vez que se hayan establecido las normas jurídicas que den figura a un sistema democrático, el papel del Estado, en palabras de J. R. Cossío, "se reduce a velar por el cumplimiento de las modalidades de los derechos, sea para impedir los abusos, o sea para anular los actos contrarios a las normas".



          Los medios en la democracia se basan en el modelo de "espacio público", donde se pondera el interés público, y este último ha tenido diferentes acepciones. Siguiendo la definición de Croteau y Hoynes, cuando hablamos de interés público, se identifica al sistema de medios como una de las áreas clave, en la que los ciudadanos se constituyen, se informan y tienen la posibilidad de deliberación. Desde este enfoque, la evaluación y análisis que de los medios se pueda hacer a la luz de la democracia, definitivamente debe pasar por la prensa, radio, televisión, cine, internet, libros, etcétera, es decir, por todos los productos mediáticos.



          En la realidad, el interés público tiene mucho menos atención en los medios, que las ganancias económicas generadas por el sensacionalismo, las historias triviales y el amarillismo. A principios del siglo XXI, el equilibrio entre el interés público y las ganancias económicas de las industrias, es lo que dibuja el dilema de los medios en una democracia; pero estos dos aspectos no lo son todo, ya que la cultura cívica de las sociedades conserva sus propias paradojas y contradicciones que fortalecen la industria comercial mediática.



          José Manuel de Pablos Coello, advierte que este tipo de intervenciones que atentan contra la prensa, se encuadran dentro de la llamada prensa amarilla, la cual reconocemos como la antítesis del Periodismo serio, riguroso, objetivo y transportador de la verdad. “Prensa capaz de provocar la noticia aún cuando no existe y de deformar la información con el fin de hacerla más atractiva y comercial, para el crédulo lector”.



          La apelación a la ética, tiene, pues, una explicación pragmática, de eficacia. Exige salvaguardar permanentemente estos principios de cualquier intento de restricción o coacción procedente de toda forma de poder, así como de su posible degradación, producida por su eventual inobservancia o adulteración por los propios medios o de quienes trabajan en ellos; es decir antes de emitir o de publicar un mensaje, debe ser consciente del poder del instrumento que usa y de los efectos que puede provocar.



          La responsabilidad ética, es la que han contraído con la opinión pública y la sociedad en su conjunto. La complementan una responsabilidad para con la comunidad internacional, que tiene que ver con el respeto a los valores universales. Subordinadas a estas dos se reconocen la responsabilidad contractual para con la empresa a la que presta su servicio profesional, y una cuarta responsabilidad derivada del respeto a la Ley civil y penal.



          Así bien, Gabriel Almond y Sidney Verba, dieron origen a la idea de cultura cívica, intentando analizar la relación entre actitudes políticas de un pueblo y la naturaleza de su sistema político. En cuanto a que las actitudes políticas de los individuos son influenciadas por los medios de comunicación, éstos deben promover cierto tipo de posturas que den razón de un sistema político democrático o no democrático. La cultura cívica se basa forzosamente en "una estructura social muy diferenciada y articulada, como clases sociales, sectores étnicos y ocupacionales, y grupos religiosos o regionales relativamente autónomos", y particularmente, se caracteriza porque tiene la capacidad de organización y coacción.



          Por esta razón, la cultura cívica en una sociedad democrática necesita de un sentimiento popular democrático, producido por la asimilación consciente de los principios democráticos básicos -tolerancia, pluralismo, respeto a los derechos humanos, publicidad de los actos del poder público, responsabilidad de los funcionarios, inexistencia de inmunidades del poder, etc.-.



          Sin alejarnos de la cuestión, es obligatorio volver la vista a lo que realmente los medios de comunicación ofrecen y ponderan en un esquema de conglomerados que concentran la información. Recordando que una de las características o estrategia de negocios de las empresas mediáticas es el sensacionalismo o dramatismo en las historias, se crea, pues, un sistema de valores falsos que son sostenidos por estudios de mercado y lanzados como "lo que interesa al público", que no es lo mismo que "el interés público".



          El hecho es que si los medios de comunicación no fomentan los valores democráticos y enriquecen la cultura cívica, resulta que el negocio que los medios representan no es compatible con los propósitos democráticos -o útil siquiera al Estado de derecho-. Es más: el sensacionalismo ha probado ser mitigante de los valores democráticos.



          "el poder económico se traduce en poder político, que a su vez puede utilizarse para reforzar el poder económico, y así sucesivamente".



          "el paso decisivo hacia la democracia es la transferencia del poder de un grupo de personas a un conjunto de normas".



          De acuerdo con David Eeaston, políticas es definido como "the authoritative allocation of values for a society”, (“La asignación autorizada de valores para una sociedad"), sin embargo, algunos argumentan que no es adecuado hablar de los valores sociales en general, más bien, consiste en individuos que interactúan, maniobran, crean estrategias, cooperan y, mucho más que eso, mientras buscan un objetivo -cualquiera que éste sea- en un grupo social.



          Las políticas públicas son implementadas por servidores públicos y su “valor” y credibilidad dependen de la representatividad y legitimidad del gobierno electo, así como de la técnica y preparación de la burocracia.



          El valor no existe en sí; es la “propiedad” que adquiere una cosa. O bien los parámetros morales que adquiere una realización humana;  la que debe ajustarse a dos grandes limitaciones, no debe perjudicar la libertad de nadie, (si quieren ser respetuosos con los derechos básicos de cada cual), y debe utilizarse para bien y no para mal. Conocer estos  valores y cultivarlos, es una forma de integrarse a la familia humana.



          En un sistema democrático liberal, para que el gobierno intervenga en un asunto público es necesario que el valor del producto exceda el valor de los recursos invertidos. Además, conciben al ciudadano como consumidor, por tanto, los esfuerzos del sector público deben ser evaluados en función del mercado político de los ciudadanos y de las decisiones colectivas de las instituciones democráticas representativas.



          A principios del siglo XX, Robert Dahl consideró dos instituciones básicas de un sistema democrático:



    Libertad de expresión. Los ciudadanos tienen el derecho a expresarse, sin correr peligro de sufrir castigos severos, en cuestiones políticas definidas con amplitud, incluida la crítica a los funcionarios públicos, el gobierno, el régimen, el sistema socioeconómico y la ideología prevaleciente.



    Variedad de fuentes de información. Los ciudadanos tienen derecho a procurarse diversas fuentes de información, que no sólo existen sino que están protegidas por la Ley.



          Los conglomerados multimediáticos, han abolido en pocas décadas las tradicionales nociones –en tanto obstáculos para los procesos de circulación de información- de espacio y tiempo, colocándonos en una ruta que nos aproxima a la instantaneidad.”  (Castells. M. La era de la información, Vol. 1: La sociedad red, ed. Alianza, Madrid, 1998).



          De hecho, los medios de comunicación, tanto escritos como electrónicos, a decir de Miguel Carbonell, han tratado de influir en el quehacer Estatal, no siempre en beneficio del bien común y de la libertad de expresión como a veces se ha querido entender, sino en su propio interés y conforme a procedimientos bien lejanos de la libertad de información de los usuarios: "muchos medios de comunicación -sostiene Gregorio Peces Barba-, sirven a los intereses de sus propietarios, promueven las campañas que política, económica y culturalmente interesan a quienes pagan".



          El mundo de los negocios, es el mundo que determina actualmente las formas de producción de los medios, por lo tanto, este ámbito mutable es el que debe considerarse en las normas jurídicas y políticas públicas.



          Podría afirmarse que se trata de un “conflicto entre libertades; la libertad del individuo a ser soberano en su ámbito privado” (derecho a la intimidad), “contra la libertad del medio a revelar lo que ocurre en ese ámbito cuando juzga que es de interés general“ (libertad de expresión).



          Así, se puede definir a la empresa informativa como “aquella que se dedica a la compra-venta de informaciones y, por consiguiente, abre un mercado de noticias, en el que la principal mercancía (el objeto de comercio) es la información”.



          Los medios de comunicación masiva contribuyen en gran parte a fijar las maneras de pensamiento de la sociedad; a establecer la agenda de los asuntos políticos, sociales y económicos que se discuten; a crear o a destruir la reputación de una organización, persona o grupo de personas; proporcionan información y elementos para que la persona o el público construyan, ponderen y formen sus opiniones. Son en muchas ocasiones los intermediarios entre la sociedad y el poder político. Son un poder porque poseen los instrumentos y los mecanismos que les dan la posibilidad de imponerse; que condicionan o pueden condicionar la conducta de otros poderes, organizaciones o individuos con independencia de su voluntad y de su resistencia. (CARPIZO, 1999: 78)



          Para una mayor comprensión de los fenómenos sociales entendemos que es básico preguntarse por la ideología que se esconde detrás de la conducta de los actores sociales que protagonizan los acontecimientos históricos, entendiendo a la ideología como el tipo de pensamiento que se forma de acuerdo a la pertenencia de los individuos a una determinada clase social. En realidad, es en el nivel de las clases sociales donde las situaciones generan lasactuaciones, y donde las ideas e ideologías dejan de ser simples devaneos para volverse fuerzas sociales históricamente activas.



          Para mantener y legitimar esta hegemonía, es que las clases sociales dominantes necesitan controlar los medios de producción ideológicos y en las actuales circunstancias históricas se destacan “los medios masivos de comunicación” como la principal herramienta de producción cultural, es decir, en el principal aparato de hegemonía. (PuenteOjea, 1993 : 7; (Costa Pinto, 1970: 9 y Esteinou, 1992: 20)



          Los Medios Masivos Comunicación, tienen una función narcotizante, en el sentido de suscitar la apatía del ciudadano en cuanto tal, por efecto de la prolongada exposición a la abundante información que recibe. (Gómez Morales)



          Al explicar más esta función narcotizante, a la que en realidad Lazaferd y Merton mencionan como una “disfunción narcotizadora”, ellos explican que usan el término disfunción porque existe un “supuesto de que no interesa a la compleja sociedad moderna mantener en estado de apatía e inercia política a las grandes masas de la población”, pero en realidad, es en beneficio de las clases dominantes el que grandes masas se mantengan en estado de apatía en relación a temas que estas clases puedan considerar peligrosas políticamente. (Miliband).



          Numerosas investigaciones han puesto en evidencia como, a la luz de lo que dicen y callan -“presencias y ausencias”-, el discurso de los medios crea e impone un estereotipo del delincuente. En sus relatos, los penados denuncian que en los reportajes está presente sólo un tipo de delito -convencional- cuyos hechos más violentos son expuestos de forma dramática.



          El delincuente aparece con características físicas específicas, perteneciente a los estratos sociales más bajos, asociándose la imagen con calificativos negativos: “malandra”, “sicario”, “sádico”, “drogadicto”, etc... Tal como señala Reguillo (1998), en la prensa se incluye a las clases vulnerables, pero a su vez se las excluye ya que son presentadas como la evidencia contundente e irrefutable del mal. “... Esto focaliza los relatos sobre ciertas categorías de fenómenos (.....) lo que es captado no es la subjetividad sino, a través de la subjetividad, ciertos aspectos de la realidad social" (Poirier y colaboradores, 1983:2).



           “Alcanza la dimensión social del fenómeno a través de la experiencia y del sentido que le dan las propias personas afectadas” (Romero, 1997: 142).



          Todo esto nos lleva a pensar, que los medios de comunicación no solamente controlan y manipulan a la opinión pública, sino que también generan estereotipos, crean realidades y a su vez forman a las clases políticas y económicas dominantes; quienes se tornan dependientes y a su vez se nutren de los contenidos de lo noticiable.



          Esta forma cíclica de uso y creación de información, que los conglomerados multimediaticos utilizan; también tiene en cuenta una de las formas más antiguas de difundir la información en una sociedad.  “…el habla, ya que esta revela las condiciones estructurales, los sistemas de valores, normas y símbolos, y simultáneamente transmite las representaciones de grupos específicos en condiciones históricas, socioeconómicas y culturales concretas”. (Minayo, 1993, citado por Romero Salazar, 1997:28).



          Situación esta, que quedo claramente reflejada en el hecho que nos ocupa; ya que la primer convocatoria a las marchas en repudio de lo ocurrido, (por parte de los familiares de Axel), se realizo mayormente, mediante el llamado “boca a boca”. Debido a que los  concurrentes transmitieron sus deseos de apoyar la movilización y convocaron a sus allegados, con esta forma clásica de comunicación. Siendo captado luego, por los medios gráficos y televisivos, quienes al advertir la importancia de lo ocurrido y las potenciales ganancias que traería aparejada su difusión, se encargaron de magnificarlo y propagarlo con posterioridad.



          Concluyendo se podría decir, que en la actualidad y como consecuencia del proceso de globalización cultural, los medios de comunicación han pasado de manos del Estado a ser propiedad de grandes grupos económicos. El interés de estos grupos en moldear la realidad social y la consiguiente opinión pública, está ligado a la obtención de sus propios beneficios. En este sentido, estos grupos terminan influenciando, indirectamente, no sólo la agenda de los políticos que están en campaña, sino también, la de las actividades del Estado.



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



                                               CAPITULO III



     



    TRATAMIENTO DEL CASO BLUMBERG POR PARTE DE LA PRENSA ESCRITA.



     



          La cruzada, iniciada por Juan Carlos Blumberg a partir de la muerte de su hijo, en marzo de 2004, es un paradigma para el análisis de discursos sobre la construcción mediática del delito y la delincuencia. Durante los primeros meses de ese año se refuerza ampliamente la circulación de construcciones discursivas en torno a la necesidad de reimponer el orden social mediante la “mano dura” o endurecimiento del sistema penal. La superposición de una serie de hechos –reclamos masivos de la clase media, surgimiento de un referente social, modificaciones legislativas, entre otros- (Guagnini, 2005) nos ubica en el análisis del caso, es decir, en un lugar privilegiado para explorar tendencias, posicionamientos y concepciones del delito y del castigo (Arfuch, 1997).



     



          Lo que emerge en este período, es un ejemplo del modo enunciativo propio de una década signada por la profundización del discurso relacionado a la inseguridad. Desde mediados de los ´90 los medios masivos de comunicación reforzaron la difusión de temáticas vinculadas al delito. A la par de las primeras apariciones de los resultados de la instauración de un modelo económico neoliberal (distribución regresiva del ingreso, desempleo, emergencia de nuevas formas de protesta), aumentó la tasa de delitos denunciados y en paralelo, se reforzaron construcciones discursivas que buscan resolver las consecuencias del modelo mediante el empleo de políticas punitivas y la profundización de mecanismos de control social –formal/informal- (Pegoraro 2000, Del Olmo, 2000). Esto se evidencia tanto en la modificación de Leyes, como en el aumento del poder punitivo y en la criminalización de la protesta social.



     



          Cabe aclarar, que esta afirmación no significa vincular a la pobreza con el delito, se trata de complejizar el aumento de la tasa de delitos con una década signada por el incremento de la desigualdad social.



     



          Robert Castel, lo define de la siguiente manera: La inseguridad moderna no seria la ausencia de protecciones o medios, sino todo lo contrario; una obsesiva manía vinculada a la búsqueda incesante de seguridad en un mundo social interrelacionado. Esa propia búsqueda frenética en si es la que genera el constante sentimiento de inseguridad. En este sentido, no toda sensación sobre la inseguridad es proporcional a un peligro real, sino mas bien el desfase entre una expectativa desmedida y los medios proporcionados para poner en funcionamiento la protección; en otros términos estar protegido, sugiere Castel, implica estar amenazado; a medida que la sociedad va alcanzando nuevas metas en la materia, otras nuevas surgen dando origen a riesgos que no habían sido tenidos en cuenta plasmado en una especie de aversión colectiva al riesgo. 



     



     



          En el análisis exploratorio realizado sobre el tratamiento mediático del caso Blumberg desde su muerte en marzo de 2004, hasta la última marcha realizada por su padre, a mediados de 2005. Si bien es importante relevar las diferencias en el modo de tratamiento de cada medio de comunicación, en este caso sólo se analizaran elementos regulares del discurso sobre el caso. El objetivo general, por lo tanto, es reflexionar acerca de algunos rasgos que subyacen a la construcción discursiva que atraviesa el caso Blumberg y pensar el papel que los medios de comunicación poseen en el entramado del sistema penal.



     



          El material gráfico desde el que se realiza el análisis está formado por artículos periodísticos vinculados a la muerte de Axel Damián y particularmente las cuatro marchas protagonizadas por Blumberg; utilizando para ello los diarios Clarín, La Nacióny Página 12;  en sus tiradas del mes de marzo del año 2004 al mes de junio del año 2005.



     



          Sobre un total general de 760 artículos; se analizaron en profundidad 232 notas, destacando que la mayoría correspondió al diario  La Nación(97 notas), seguido por el diario Clarín (71 notas) y por último el diario Página 12 (64 notas). Este relevamiento dio como resultado que la mayor cantidad de publicación en relación al caso Blumberg, correspondió al diario La Nación(41 por ciento), seguido por el diario Clarín (31 por ciento) y en menor medida el diario  Página 12 (28 por ciento).



     



          Las notas analizadas corresponde a las siguientes fechas: 24 y 25 de marzo de 2004 (surgimiento del caso); 1, 2 y 4 de abril de 2004 (primera marcha); 22, 23 y 25 de abril de 2004 (segunda marcha); 26, 27 y 29 de agosto de 2004 (tercera marcha) y, finalmente, el 2, 3 y 5 de junio de 2005 (cuarta marcha).



     



          A partir del conjunto de este material, los siguientes apartados analizan en primer lugar cómo se elabora periodísticamente el caso Blumberg, cuáles son sus particularidades discursivas; y en segundo lugar, cuáles son los estereotipos que se reconstruyen desde los medios; considerando a su vez en este punto qué tipos de resolución del diagnóstico de inseguridad emergen del material trabajado durante el análisis.



     



     



     



     



    3.1 NARRACION DEL HECHO Y CONSIDERACIONES SOCIALES.



     



          En las tapas de los diarios del día 24 de marzo del año 2004, se publica la noticia del asesinato de un joven de 23 años secuestrado una semana atrás. El secuestro de Axel Damián Blumberg, se conoció el día de su muerte, había permanecido en secreto durante el transcurso de las negociaciones. Los medios recién conocieron la noticia el día anterior cuando apareció el cuerpo de Axel en un descampado de Moreno, próximo al barrio denominado Las Catonas, (zona humilde y de bajos recursos, con un alto índice de hechos delictivos). No habían cubierto, como en otros casos, el transcurso de las negociaciones de los familiares y los secuestradores, los intentos de pago, los pormenores del secuestro y toda la tramitación legal previa.



     



          - Entrevista al Comisario General Walter C.: “… Se procura mantener a un hecho de estas características bajo la mas estricta reserva, a los efectos de prevenir cualquier tipo de fuga de información, tratando de hacer uso de la publicidad o los medios de prensa, con el objeto de sacar un provecho en la investigación y de esa manera intentar inducir a los captores a tomar decisiones que pongan en ventaja al personal Policial...”



     



          La noticia periodística del momento de su muerte marca el primero de muchos elementos que harían, de alguna manera, diferente el tratamiento de este caso, no sólo por el asesinato de la victima secuestrada y las posteriores movilizaciones masivas convocadas por el padre con el apoyo de las empresas mediáticas, sino también por ser un caso que comienza cuando todos los otros secuestros de los años anteriores habían finalizado: con el rescate vivo de los  secuestrados. El final trágico es el principio de la historia que marcará las particularidades del relato que realizan los medios.



     



          - Entrevista Comisario General Walter C.: “…En el 95 % de los casos aproximadamente, la labor policial culmina de manera exitosa, logrando que la victima no sufra ningún tipo de castigo corporal y sea liberada tal como se pacta con los captores…”



     



         El surgimiento del hecho en los medios, corre en paralelo a la profundización e institucionalización de los discursos de Derechos Humanos por parte del Estado. Clarín titula el 24 de marzo: “Tensión Kirchner-PJ por el acto en ESMA” y en un recuadro menor, acompañado de una foto de Axel Damián Blumberg, “Matan a sangre fría a un secuestrado”. Al día siguiente, el 25 de marzo, se replica esta distribución: “ESMA: Kirchner pidió perdón en nombre del Estado”/”Conmoción por el brutal asesinato de Axel”. El acto encabezado en la Escuela de Mecánica de la Armada por el presidente Kirchner, tiene lugar el mismo día en que surge la noticia de la muerte de Axel, cuando su padre Juan Carlos Blumberg realiza las primeras declaraciones mediáticas acusando a las autoridades por la muerte de su hijo: “Yo hice lo que decía la policía, fui a entregar la plata… y perdí a un hijo”. Todos tenían el tipo de caso noticiable por su dramatismo y por el tono político que adquirían esas palabras en la boca del familiar de una víctima fatal de la inseguridad.



     



          - Entrevista Lic. en Psicología Alejandro O.: “…El Señor Blumberg, en algunas circunstancias, no siguió los consejos de los profesionales y eso pudo provocar algunos inconvenientes en la investigación y en consecuencia en el desenlace del hecho…”



     



          Con la primera marcha de Juan Carlos Blumberg, se instala como referente en la sociedad; impacta a las autoridades con la masividad inesperada, convocada mediante y por los medios de comunicación, y funcional para sectores políticos sociales con proyectos de Ley aguardando el empujón de un hecho de resonancia social. En el caso Blumberg los medios más que instalar la noticia, la potencian a escalas que hasta ese momento no habían tenido precedentes



     



          La figura de Juan Carlos Blumberg se convierte en un referente político-social que sigue siendo fuerte en términos mediáticos, frente a los secuestros de Patricia Nine, Cristián Ramaro, Gabriel Gaita y Nicolás Garnil; e incluso acrecentar por momentos, su presencia noticiosa. Él es el personaje que acompaña a las nuevas víctimas, él pasa a ser la víctima que les da voz a aquellos que recién ingresan en los relatos. Pero cuando estos hechos disminuyen y los pedidos se diversifican y multiplican, las noticias periodísticas dejan de acompañar masivamente estos reclamos –recordemos que en la última marcha del mes de junio del año 2005, los reclamos dejan de vincularse con los secuestros extorsivos y pasan a centrarse en la excarcelación de Omar Chabán y María Julia Alzogaray.



     



          - Entrevista Lic. en Psicología Gabriela T.: “…la presencia de los profesionales psicólogos en este hecho, fue requerida en forma tardía, ya que nuestra intervención fue prácticamente en el día que se tomo conocimiento sobre el hallazgo del cuerpo de Axel…”; “….si hubiésemos intervenido de manera temprana, la familia hubiese estado mas contenida y con una orientación adecuada para este tipo de hechos…”



     



          Una pequeña aproximación cuantitativa de los artículos relevados permite demostrar la variación mediática que posee cada una de las marchas. De los 760 artículos utilizados para el análisis, 23 pertenecieron al momento del surgimiento del caso, días más tarde, con la primera marcha, el número de notas crece a 70 adquiriendo su mayor pico en el período trabajado. La segunda marcha da cuenta de una pequeña disminución (62 notas) en una línea que vuelve a crecer con la tercera marcha (67 notas) y disminuye fuertemente, hasta casi desaparecer, en la cuarta marcha del 2005. Esta variación de alguna manera corre en paralelo a las cifras de asistentes a las manifestaciones. Según estimaciones periodísticas (Guagnini, 2005), durante la primera marcha participaron 150 mil personas, en la segunda alrededor de 40 mil, la tercera sube a 70 mil y la cuarta marcha registra un descenso pronunciado de participantes, con sólo 5 mil personas.



     



    3.2 LA EVOLUCION DE LA NOTICIA EN LOS MEDIOS DE PRENSA.



     



          El modo de narrar la noticia de las marchas organizadas por Juan Carlos Blumberg, puede ser desarrollado a partir de las tapas de los tres diarios analizados. De los mismos surgen una serie de similitudes y diferencias, tanto al espacio utilizado para cada una de ellas, como para los elementos narrativos que construyen desde lo visual como desde lo gráfico.



     



          La primera marcha surge como una noticia excluyente, capaz de eliminar de la tapa gran parte de la información que el diario posee en su interior. Pese a las diferencias, los tres medios poseen tres elementos similares de construcción de la noticia. El primero de ellos es la contundencia, el dato cuantitativo de la cantidad de asistentes presentado especialmente a través de adjetivos. “gigantesco reclamo…”, “la multitud exigió…”, en Clarín; o “Un gran…”, “la mayoría silenciosa”, “impresionante…” en La Nación; “decenas de miles de personas”, en Página 12. El elemento cuantitativo se resalta particularmente con las fotografías de la multitud frente al Congreso de la Nación. Pero la contundencia de la multitud en ambos medios se ancla en la imagen de Juan Carlos Blumberg, pequeña en ambos casos pero presente, como la única cara visible de esa multitud. En cambio Página 12 instala la imagen de Blumberg pero en un primer plano, con la multitud atrás. Centrando su información en la ambigüedad del reclamo de Blumberg, por un lado persigue la “mano dura” y por otro considera que la responsabilidad policial es otro dato relevante. Sin embargo, Página 12, pone el eje de los reclamos de Blumberg en los reclamos por la policía bonaerense, el título principal en este sentido es “Hay que extirpar el cáncer de la Bonaerense”. La construcción de Clarín y La Nacióndifieren en los dos casos, el relato del reclamo por la demanda de Leyes más duras, cambios en la policía bonaerense y críticas a los funcionarios de los “tres poderes”.



     



          - Entrevista Lic. en Psicología Alejandro O. y Gabriela T.: “…es verdad, algunos efectivos policiales dejaron ver su descontento con cuestiones internas de la fuerza, esto fue recogido por Juan Carlos y lo utilizo para dejar ver fisuras institucionales y quizás resaltar las desprolijidades que se registraron en el comienzo de la investigación…”, “…hay que tener cuidado con algunos comentarios que se realizan de manera aislada ya que estos pueden ser recogidos y utilizados como armas en tu contra. Y en este caso le toco a la Policía…”



     



          Por último es dable hacer constar, que estas primeras tres portadas, tienen una característica especial, en todos los casos hay un relato particularmente narrado, no demasiado común para una tapa de un diario. “sin banderas, apenas con velas…” (Clarín), “…miles de personas manifestaron su dolor….” (Página 12), “en la más impresionante manifestación…” (La Nación”), son algunas de las pautas que permiten entrever una necesidad de acercarse al caso desde una perspectiva diferente.



     



          La segunda marcha posee un espacio más reducido que la primera, pero se vuelve a incrementar en la tercera, hasta desaparecer de las portadas en la cuarta movilización. En los tres diarios se mantiene la figura de la “multitud”, tanto a través de los relatos como de las fotografías (La Nacióny Clarín vuelven a repetir una imagen similar). “Otro reclamo contundente…”, titula Clarín; “Otra multitud acompañó…”, describe La NaciónPágina12, por su parte, va cambiando el enfoque y da cuenta ya desde la tapa de la menor cantidad de participantes en relación con la primera movilización, a la vez que comienza a describir quiénes son los participantes de esta segunda marcha, la “clase media”. Por otro lado, en los tres casos se retoman los ejes del reclamo, criticas al sistema judicial y al Poder Legislativo. Página 12, es el único en todas las tapas descriptas que en este caso pone en su portada una noticia vinculada con información sobre el propio caso del secuestro de Blumberg.



     



          La tercera marcha, define los perfiles del tipo de cobertura de cada uno de estos tres medios gráficos. Tanto Clarín como La Naciónsiguen resaltando la figura de la multitud: “Otra gran marcha…” (Clarín), “decenas de miles de personas…”, en cambio Página 12, si bien resalta que la convocatoria fue “nutrida”, plantea que ésta “es menor que la marcha anterior”, volviendo a hacer hincapié en la composición de clase media de los asistentes. La multitud de Clarín y la de La Nacióncomienzan a diferenciarse: en el primero sigue siendo constituida por esa figura amorfa propuesta a partir de la foto desde la que se observan los miles de personas frente al Congreso, en el segundo, la multitud, la “mayoría silenciosa” pasa a tener caras, son participantes que tienen un claro perfil social –clases medias y medias altas profesionales-, elemento que se resalta, por ejemplo desde sus vestimentas, trajes en muchos casos que permiten inferir esta característica. Los reclamos vuelven a presentarse de la misma forma, el dato es que cada uno de los tres medios se diferencia en el momento de relatar los nuevos cuestionamientos de Blumberg: a los organismos de Derechos Humanos y los movimientos piqueteros. Página 12, pasa definitivamente a analizar el perfil del personaje Blumberg, usando para ello la noticia de la marcha. Este diario se centra en el espíritu antipolítico del “ingeniero”, dejando de lado el perfil ambiguo que decoraba las líneas de la primera portada. Al contrario, Clarín y La Nación, ponen en el centro el perfil “político” del reclamo mediante fotos de Blumberg con el gobernador de la provincia de Buenos aires, Felipe Solá (La Nación) y a través de los mismos titulares: “un reclamo con un perfil más político” (Clarín).



     



          Los medios de comunicación relatan mediante una serie de herramientas discursivas, que para el análisis pueden ser agrupables en algunas figuras con las que elaboran el secuestro y la movilización del padre: el melodrama, la narración desde el lugar de la víctima, la cobertura, los relatos de guerra y el par deshistorización-recontextualización.



          El secuestro es un crimen con capacidades narrativas amplias, uno de los modos de encarar estos relatos es el melodrama. La emocionalidad del caso surge de elementos tales como la dicotomización entre el futuro prominente y el final trágico, en este sentido hay grandes similitudes de este tipo de presentación en el conjunto de medios analizados. La imagen opuesta entre el basural de la localidad de Moreno, donde aparece el cuerpo de Axel, y su juventud promisoria es un elemento sobre el que se realiza el relato en la mayor parte de los medios cuando se conoce el caso. Por ejemplo, La Naciónpublica el 24 de marzo: “Bolsas de basura rotas, un cesto de basura, desperdicios esparcidos por el césped y pastizales altos. Allí, en un descampado, en medio de la suciedad, fue hallado el cuerpo sin vida de Axel Blumberg, el joven de 23 años que fue ejecutado por sus secuestradores” (La Nación). El modo de presentar la noticia que realiza en este caso La Nación, es similar a la puesta fotográfica que publica Clarín cuando contrapone la imagen del basural y el primer plano sonriente, ya conocido por todos, del joven Blumberg, fotos que llevan acompañada la siguiente frase a sus pies: “Tragedia. El descampado de La Reja, partido de Moreno, donde la Policía halló el cuerpo de Axel (foto familiar) estudiaba ingeniería” (Clarín).



     



          - Entrevista Comisario General Walter C.: “… vos te acordas que la zona donde apareció el cuerpo de Axel era un basural, descampado, con algunas casas muy humildes, cuando allanamos ahí, la casa de la mujer de los chanchos, donde estaba Axel secuestrado, era todo una mugre, edificaciones precarias, zona de mucha delincuencia, es mas cuando llegamos a la mañana estábamos juntos cundo este hombre le pego el tiro a Marcelo y eso era todo un rancherio…”



     



          Sobre la apuesta por el melodrama, Carlos Monsiváis sostiene que los discursos, reportajes y análisis académicos se tiñen desde este género literario con “el poderío de la selección del fatalismo que adopta formas teatrales y habla expresiva” (Monsiváis, 2000, 233). El uso de relatos de tipo melodramáticos reforzados con herramientas sensacionalistas, no es algo que exclusivamente se presente en la prensa popular, sino que es una forma de cubrir los casos presentes también en los diarios “serios”. Este es un recurso de construcción común de las noticias de tipo policial (Fernández Pedemonte, 1999, 2001; Martín, 1999).



     



          Se apela a imágenes dramáticas, a metáforas de dolor que relatan los hechos desde la emoción y la conmoción, elementos que para Susan Sontag representan “parte de la normalidad de una cultura en que la conmoción se ha convertido en la principal fuente de valor” (Sontag, 2003, 33).



     



          Los relatos que apelan a la emocionalidad y al contenido humano deben a su vez elaborar la narración desde el lugar de la víctima, en este caso representada por la figura del padre que toma la voz del joven muerto y de todos aquellos que se sienten víctimas de la situación de inseguridad. La antropóloga Susana Rotker considera que “cuando falla el saber objetivo, se apela de nuevo a lo más primitivo al saber original: qué me pasó y cómo sobreviví” (Rotker, 2000, 8). Se recurre a aspectos de la individualidad para explicar y descontextualizar sucesos más amplios acudiendo a la mirada de los personajes involucrados. Esto se ejemplifica a partir del modo en que Clarín relata el dolor del padre en el entierro de su hijo desde sus propias palabras: “¨Hijo, hice todo lo que pude, perdóname por no haberte podido proteger. Con la voz quebrada y los ojos enrojecidos, Juan Carlos Blumberg balbuceó una disculpa para despedir ayer en el cementerio a su hijo Axel, secuestrado y asesinado el lunes.” (Clarín, 25/3/04). Son narraciones que van siendo elaboradas a partir de lo emocional (Rey, 2005), basados en el énfasis puesto en el perfil de los protagonistas. Sin embargo, no siempre la mirada del relato está puesta de este modo en la víctima.



     



          La individualización y emocionalidad, se completan con un tercer elemento, la cobertura in situ y permanente de los movimientos de los protagonistas. Desde que se conoce la noticia, las actividades de Blumberg fueron seguidas en vivo por varios canales de televisión y luego en las páginas de los medios gráficos. Esto transformó la muerte de Axel, en un duelo público y los reclamos de su padre en una demanda generalizada, apropiada asimismo por los medios de comunicación. La fuertes coberturas mediáticas de las marchas, particularmente las dos primeras, las movilizaciones en el gran Buenos Aires, la participación en las comisiones del Congreso, en las sesiones de diputados y senadores para que voten Leyes de endurecimiento de penas, la imagen estática de la puerta del chalet de Blumberg en San Isidro, sus viajes al interior y exterior… Se produce una cobertura-convocatoria por parte de los medios de comunicación. Por ejemplo, La Nacióneditorializa la convocatoria a la primera marcha al Congreso desde la que sostiene: “La manifestación multitudinaria y pacífica de la ciudadanía prevista para hoy puede superar el tenebroso clima de indefensión en el que hemos estado sumergidos hasta hoy los argentinos” (Editorial, La Nación, 1/4/04).



          El cuarto elemento de narración se vincula con los relatos de guerra, contexto que enmarca las noticias alrededor del caso Blumberg. Guerras de ciudadanos contra delincuentes, de ciudadanos contra la inoperancia del Estado. Una guerra basada en una realidad enmarcada por la “criminalidad” en la que “los enemigos –según Grondona- son los delincuentes” (Hora Clave, 11/4/04). Las noticias asociadas a la noción de inseguridad tienen un vínculo fuerte con relatos de guerra, hablar de seguridad es también hablar de guerra. Y muchas veces estas imágenes se apoyen en las estadísticas las cuales, para Rotker, aparecen en estos casos a falta de otros modos de construcción simbólica del relato” (Rotker, 2000, 7). Son datos que muestran la cantidad de secuestros por zonas, de muertos por la delincuencia, otras veces, de “agentes caídos en cumplimiento del deber”, son cifras que acentúan el concepto de lo inseguro a través de imágenes bélicas.



     



          - Entrevista Comisario General Hugo M.: “…vos sabes que pese a lo mal que termino el secuestro de Axel, porque apareció sin vida, el resto de la investigación fue altamente positiva, el hecho se esclareció y se juzgaron a los responsables…”, “…lo que pasa es que vende mas periodísticamente la muerte, es decir lo malo, que lo ocurrido después, el esclarecimiento. Vos te fijaste que poca prensa le dieron después, nadie se acordó que la Policía trabajo bien…”



     



          En este punto podemos citar a Eduardo Ovalles, quien manifiesta que probablemente los secuestros sean una de las modalidades más representativas de la complejidad que muestra el mundo delictivo, a diferencia de épocas anteriores. No sólo por la cantidad de delitos que intervienen en el mismo, el hecho que cierta parte de la delincuencia común se ha volcado a ellos, sus nexos en ciertos casos con el narcotráfico, que evidencian la falta de cierto control territorial por parte del Estado, sino fundamentalmente porque la víctima en realidad es la indirecta: “la familia” y el entorno inmediato del cautivo, lo que multiplica en gran medida la percepción de inseguridad.



          Además, son un reflejo de la ausencia de respuesta del sistema Estatal, fundamentalmente la función policial, el servicio de justicia, el penitenciario, las fuerzas de seguridad y los organismos de inteligencia.



          Las estadísticas, según el Ministerio del Interior, el Registro Nacional de Reincidencia Criminal y la Procuración General de la Nación, de los secuestros, han evolucionado de 50 casos en promedios anuales en la década del 70, descendiendo a 7 y 9 en los 80 y los 90 respectivamente, llegando a 212 en el 2000, lo que muestra que durante la primera década del siglo el volumen se ha multiplicado significativamente respecto a los 80 y los 90.



          Durante los 70, de acuerdo a un informe del Ministerio del Interior, presentado el 28 de mayo de 1986 –en una interpelación en la Cámara de Diputados- el año 1974 fue el momento cuando mayor cantidad de secuestros extorsivos se produjeron en el país. En 1972 fueron 27, en 1973 llegaron a 65, y en 1974 escalaron a 155 siendo el pico máximo del período. En 1975 descendieron a 58, en 1976 cayeron aún más siendo 28, en 1977 crecen levemente a 31, en 1978 llegan a 25 y en 1979 fueron solo 11.



          En los 80 –siguiendo la misma fuente- ya al comenzar la década claramente, se observa una tendencia al descenso. Es así que se registraron solo 4 en el primer año, crecen a 8 en 1981, son 7 en 1982, bajan a 5 en 1983, se ubican en 4 en 1984 y ascienden a 10 en 1985, habiéndose registrado 3 en los primeros cinco meses de 1986.



          Teniendo en cuenta los hechos de secuestros extorsivos denunciados, en este caso según el Registro Nacional de Reincidencia Criminal, difundido el 22 de mayo de 1994, en 1985 se registraron 13 casos, en 1986 fueron sólo 6, al año siguiente se duplican llegando a 12 y en 1988 se ubican en 11. En 1989 se denuncian sólo 4, en 1990 ascienden a 8, en 1991 crecen a 12, al año siguiente bajan a 9, en 1993 descienden levemente a 7 y en los primeros cuatro meses y medio de 1994 fueron solo 4.



          En lo que va de la década actual, entre 2000 y 2003, de acuerdo a los casos en los cuales intervino la Justicia Federal, se registraron sólo 26 en el año 2000, 22 en 2001, crecen sensiblemente en 2002 ubicándose en 284, y llegan en 2003 a ser 517.



          Frente a los datos, hay varias cuestiones. La existencia de una elevada cifra negra ya que los familiares no denuncian los hechos por temor a poner en riesgo la vida de la víctima, y tampoco lo hacen posteriormente por eventuales represalias, a lo que se agrega la posibilidad de que la delincuencia “reincida” con la víctima. Algunos casos han tenido lugar al respecto.



          También, la falta de confianza frente a la eficacia por parte de los organismos intervinientes del Estado, es un elemento que incide en la denuncia de las víctimas.



          Finalmente, la inconsistencia que muestran las cifras oficiales, donde se advierte una falta de consolidación que no sólo existe en materia de secuestros sino en el resto de los delitos que tienen lugar en el país.



          Al mismo tiempo, el aumento en la cantidad de secuestros se dio en un marco de un incremento generalizado de los hechos delictivos en el país, tanto desde el punto cuantitativo como cualitativo, esto es mayores niveles de violencia, donde el fenómeno de los secuestros adquirió proporciones superiores al del resto de los delitos.



          Es que mientras el volumen de todos los delitos en el país –los denunciados- actualmente se ha multiplicado por 1,7 veces respecto a los 90 y por 3 en comparación a los 80, los secuestros lo hicieron por más de 27 veces respecto a 10 años atrás, y por más de 30 en comparación a 20 años atrás.



          Por otra parte, y ampliando la visión al marco regional, mientras que nuestro país no se encontraba durante la década pasada entre los que mayor cantidad de secuestros tenían, actualmente se ubica entre los tres de América Latina con más número de casos. De acuerdo a la consultora norteamericana Kroll Inc., en la región se cometen el 75% de los secuestros reportados en el mundo, donde Colombia encabezó el 2003 con 4.000, seguida por México con 3.000 y la Argentina con 2.000.



          Al margen de lo anterior, la Argentina no presenta la gravedad de otros países de la región. Pero hay que tener en cuenta que pese al bajo nivel de registro que tienen estos casos, sólo durante el último año la justicia federal intervino en más de 500 secuestros, lo que evidencia que no estamos en un nivel tan distante respecto a las naciones donde esta problemática tiene mayor magnitud.



          En cuanto a las variantes, en los ochenta y en los noventa prevalecían los secuestros prolongados –también conocidos como extorsivos, aunque todos lo son-, mientras que durante el último año aproximadamente más del 85% fueron rápidos o express.



          Pero estos últimos, si bien comenzaron a instalarse como una modalidad delictiva predominante en 2001 –cuando se desencadenaba la crisis político-económica más importante de la historia del país-, en la primer parte de la década pasada ya empezó a advertirse su surgimiento, o en todo caso comenzó a darse cierta reconversión en los secuestros prolongados que habían caracterizado épocas anteriores. Entre fines de 1993 y principios de 1994, hubo una sucesión de hechos que trascendieron públicamente con esta modalidad.



          El 16 de noviembre de 1993, fueron secuestrados Marcelo Grimoldi y Fernanda Rosas, siendo liberados 18 horas más tarde. El 8 de diciembre, fue el turno de Marisa Cayetano quien reapareció a las 24 horas. En ambos casos, hijos de empresarios, si bien los montos no fueron bajos –como predominan actualmente en los secuestros rápidos- fueron menores respecto a los negociados en esa época y llamó la atención el menor lapso de tiempo. El 13 de mayo de 1994, secuestraron a Pablo Gowland, propietario de una empresa de publicidad, siendo liberado al día siguiente tras el pago del rescate, y luego fue secuestrado Raúl Santamarina, dueño de una concesionaria de automóviles. En ambos casos –en la provincia de Buenos Aires- nuevamente los montos pactados fueron menores a los que se negociaban anteriormente y las víctimas eran empresarios medianos o pequeños.



          Al respecto, hacia mediados de ese año la policía sostenía que se trataría de una metodología delictiva, con estructuras pequeñas, de gran movilidad, bajo costo operativo, cierta inteligencia, que se especializan en el secuestro de pequeños o medianos empresarios, con capacidad de pagar en el menor tiempo posible bajas sumas pero de cobro seguro. Marcadas diferencias, con los casos anteriores como por ejemplo de Jorge Born, Eduardo Aulet, Emilio Naum y Ricardo Manoukián, entre otros.



          En cuanto al impacto sobre la población, mientras en los 70 se producía un secuestro cada más de 467 mil personas, en lo que va de la actual década la relación es de uno cada más de 171 mil habitantes, al tiempo que para el último año -el 2003- fue de un secuestro cada más de 70 mil personas en todo el país.



          Este sólo dato, por sí mismo, permite explicar el aumento de la percepción de inseguridad en la sociedad frente a esta modalidad delictiva.



          El significativo incremento que registra nuestro país en materia de secuestros, incluso muy por encima del resto de los delitos, más en un contexto de deterioro constante de la situación de seguridad pública, debe ser un alerta para las autoridades, en el sentido de que la Argentina no atraviese en el futuro un proceso similar al de México o en un caso extremo al de Colombia.



          - Entrevista Comisario Inspector Marcelo C.: “…Los secuestros extorsivos en los últimos años disminuyeron al punto que en la actualidad son casi nulos, vos sabes, hay algunos hechos esporádicos, pero en su mayoría son Express, son muy aislados los hechos en los que se extienden mas de dos días, casi no se registran secuestros largos y complicados…”.



          Continuando con los “relatos de guerra”, este modo de contextualizar la noticia, está asociado a los estados de excepción ante la preocupación, el temor, propicios para establecer modificaciones al orden democrático de mayor restricción a los derechos. En el siglo XX asistimos, según Giorgio Agamben, en el contexto de lo que se ha denominado una “guerra civil legal”. El totalitarismo moderno se caracteriza por la instauración de una guerra civil legal a través del estado de excepción, definido como el momento del derecho en el que se suspende el derecho precisamente para garantizar su continuidad e inclusive su existencia (Agamben, 2001). El concepto de cruzada utilizado por Blumberg para marcar el modo de intervención y socializado por los medios como una postura democrática pero firme ante la realidad de inseguridad, da cuenta también del modo de comprender y significar la acción frente al contexto de guerra, de excepcionalidad en la cual es preciso intervenir.



          Según las construcciones mediáticas,  las dicotomías de guerra se manifiestan también en las divisiones de izquierda y derecha, vinculadas a las políticas de seguridad, particularmente en referencia a la década del ´70.



          Esto se visualiza, por ejemplo, en las intervenciones de Mariano Grondona a partir de un desarrollo de la teoría de los dos demonios en la cual aparece un tercer demonio asociado a la violencia delictiva. Según sus palabras: la sociedad “ya no le teme a la violencia militar y a la violencia subversiva, le teme al tercer demonio que nos está acosando ahora, el de la violencia delictiva, favorecido, casi diría estimulado por un Estado y gobernantes que se han distraído en el pasado y que si siguen así no sólo a Axel Blumberg van a dejar sin pasado”. La referencia a los ´70 se corresponde con otras construcciones: “La seguridad no es de derecha ni de izquierda, y el Estado es como un padre firme y justo. Un padre autoritario y un padre permisivo, producen igualmente daño, construyen hijos monstruosos. Un padre firme, pero a la vez justo, disciplina con dolor y quiere con justicia, reparte premios y castigos, prepara para la vida” (La Nación, 4/4/04).



          Un elemento que aparece por medio de este relato es el doble proceso de deshistorización y recontextualización del hecho en particular y de la problemática de la inseguridad en general. En este doble movimiento, si bien por un lado hay una ausencia de análisis de contexto, se produce un nuevo tipo de contextualización unidimensional. La noticia policial pasa a ser entendida únicamente desde su propia particularidad e individualidad, se deshistoriza pero a la vez se recontextualiza mediante un diagnóstico común basado en la profundización de la inseguridad. Tanto Clarín como La Nación, contextualizan el caso Blumberg con otros secuestros anteriores, incluso con muertes sucedidas en estos hechos: “Se trata del tercer cautivo asesinado por sus secuestradores en los últimos dos años” (La Nación, 24/3/04), “En promedio, más de un secuestro por día” (Clarín, 24/3/04). Página 12, por su parte, recurre al conteo de casos pero de una manera distinta: “En los últimos tiempos, aunque el número de secuestros se incrementó hubo sólo tres casos que terminaron en homicidio” (Página 12, 24/3/04).



          Los medios legitiman su relato de los hechos a partir de posicionarse como quienes dan a conocer perspectivas autorizadas sobre los acontecimientos que se fundan en la autolegitimación de los periodistas a través de los elementos de la retórica que utilizan para transmitir las noticias (Zelizer, 1997, 248). Al entenderse de un modo unidimensional, la inseguridad pasa a ser causa de todos los problemas sociales y, ya no más, consecuencia de una situación estructural más amplia. Se relata un acontecimiento sin procesos en el que las noticias aparecen, en muchos casos, desprovistas de referencias a pesar de la magnitud cuantitativa de las publicaciones de artículos sobre el caso Blumberg.



          Ahora bien, ¿el caso Blumberg y sus reacciones son únicamente símbolos de estos tiempos de inseguridad? ¿O tienen más que ver con contextos históricos más amplios y procesos de instalación de estados de conmoción social que no necesariamente se vinculan con el aumento de los índices del delito?



          El caso del secuestro de Abel Ayerza nos permite hacer un paralelismo para repensar el caso Blumberg y los modos de construcción noticiosa. En 1932, el joven Abel Ayerza es secuestrado por una banda rosarina y luego de pedir rescate es asesinado. El hecho, enmarcado en una serie de secuestros extorsivos a miembros de la clase alta, generó un amplio seguimiento mediático, gran repercusión pública seguida de movilizaciones en reclamo de cambios legislativos y la posterior modificación en el Congreso de varias leyes que endurecían las penas. El caso Ayerza es considerado el descubrimiento periodístico de la historia del secuestro. En este sentido, resulta curioso la similitud con que el periodismo trata la noticia: “la terrible lección (del asesinato de Ayerza) es que hay que terminar de una vez por todas con el sentimentalismo absurdo de criminalistas excesivamente científicos, y erradicar a los dulcificadas leyes producidas por el reformismo penal” (citado por Caimari, 2004, 123). Este caso permitió que se recuperara la popularidad de la vieja Ley de Residencia como instrumento de defensa social e incluso se llegó a pedir la restauración de la pena de muerte que en 1933, mediante una reforma el Código Penal, fue reinstaurada. La relación con el caso Ayerza permite ejemplificar la historización que los medios invisibilizan en muchos casos de secuestros extorsivos. A su vez posibilita observar el modo en que noticias policiales de amplia resonancia social son amplificadas también en otras épocas con un resultado similar: la intensificación de los estados de alarma social y el endurecimiento del sistema penal a través de modificaciones legislativas. Las reacciones propias que se producen con este tipo de delitos emergen como una problemática no necesariamente vinculada con el contexto actual, sino con procesos que apelando a la emotividad de un hecho particular, permiten amplificar estados de conmoción social que llevan a “tomar partido”. Jock Young señala en este sentido que “las malas noticias están a la orden del día, porque la comedía moral de la Ley y orden por una parte y la desviación por la otra, calman la ansiedad de las “masas” (Young, 1987). Los llamados a la acción tienen como resultado el refuerzo del sistema penal en momentos en que la gobernabilidad debe ser reforzada por medio del aparato coercitivo.



          Sin embargo, este tipo de estados de conmoción social no necesariamente coinciden con mayores índices delictivos. Aunque no se puede dejar de lado que específicamente los casos de secuestros extorsivos tuvieron un aumento durante los años de 2003-2004, un trabajo realizado por la Universidad de Belgrano (UB) que relaciona delito y apariciones en los medios, muestra las diferencias entre los meses con picos de mayor índice delictivo y aquellos que registraron mayor presencia de noticias policiales en el año 2004. Por su parte, los datos de la Dirección Nacional de Política Criminal dan cuenta de la cantidad de denuncias realizadas en todo el país durante el primer semestre de 2004. De la misma se desprende que el mes de mayor concentración de delitos cada 100 mil habitantes en todo el país es marzo (301,5). Sin embargo, mientras que el índice realizado por la UB muestra que marzo resultó un mes promedio en términos de la cobertura recibida por los delitos en la prensa (234,2), el puntaje del delito en los medios asciende significativamente en abril, un mes en que las estadísticas oficiales no fueron diferencialmente altas, lo que se explica por la aparición del caso Blumberg.



          La dificultad para asociar el incremento de noticias sobre delitos y las estadísticas oficiales se visibiliza a la vez en un trabajo de la Fundación Elbert producido por Germán Rey que describe la particularidad de los diarios Argentinos en relación con la aparición de noticias de seguridad ciudadana. El estudio cuantitativo del autor colombiano toma La Nacióny Clarín y, al relacionarlos con otros 12 medios gráficos latinoamericanos, muestra cómo a pesar de los índices más bajos de delitos, los periódicos argentinos –sobre todo Clarín- publican mayor cantidad de noticias vinculadas a seguridad, incluso más que Colombia, país con uno de los mayores índices delictivos de América Latina. Sobre el tratamiento de los periódicos colombianos cabe señalar que la mayor cantidad de noticias sobre seguridad están asociadas a la guerra y no a temáticas vinculadas a la seguridad urbana (“delitos comunes”). En cifras, del relevamiento realizado por Rey, el 10 por ciento de las noticias monitoreadas en todo el período analizado en Clarín son de tipo policial, con un promedio diario de 7.1 por ciento. La Nación, por su parte, posee índices de publicación de noticias policiales más bajos, en total contabilizando un 6.16 por ciento, y un porcentaje promedio diario de 4.9. Estas cifras son elevadas si consideramos que el promedio más alto lo posee el Diario de Hoy de El Salvador con un 17 por ciento total y un 10 por ciento diario, mientras que el más bajo (2 por ciento diario) es el diario El Tiempo de Colombia.



          Para ejemplificar, según datos comparativos de la Organización Mundial de la Salud del año 2000, mientras que en Colombia la tasa de homicidios cada 100 mil habitantes llega a 65, en Argentina se ubicaba en el 7.2. En el año 2004, cuando el estado de conmoción por la ola de delitos llega a su pico máximo por el caso Blumberg y se realizan importantes manifestaciones que tienen como raíz un homicidio, las propias estadísticas muestran que el índice de homicidios dolosos en todo el país fue el más bajo de los últimos 13 años



     



          - Entrevista Comisario Inspector Marcelo C.: “…es claro que existen meses del año donde se registra una mayor cantidad de hechos delictivos, pero también es sabido que hay momentos en que la prensa esta escasa de noticias y pone en el tapete algún hecho criminal, pese a que el índice en ese momento sea menor…”, “…esto genera de forma inmediata una sensación de desprotección y por lo tanto el común de las personas piensa que el delito aumento…” 



     



     



    3.3 CONFORMACION DE LOS TIPOS. VICTIMA Y VICTIMARIO.



     



          De la construcción significante del cuerpo mediático, emergen a la vez una serie de estereotipos que dan cuenta de un esquema colectivo que permite entrever la imagen que los miembros de un grupo construyen de sí, a partir de la que hacen de los otros (Amossy, Pierrot, 2001). En términos generales, los relatos analizados delinean un mapa identitario formado por las víctimas, los victimarios, la autoridad y los medios de comunicación.



     



          La víctima, en primer lugar, se configura desde lo individual lugar desde el que pasa a lo colectivo, en tanto nosotros. En relación a lo individual, la víctima, Axel Blumberg, se construye a partir de algunas especificidades presentes en los casos de secuestros pero no en otros hechos policiales. Las fotos que se publican de Axel, son ejemplos para describir los regímenes de visibilidad e invisibilidad. En la mayoría de los casos se publican imágenes que resaltan esta idea de futuro prominente a la que hacíamos referencia antes: fotos de Axel sonriente, Axel abanderado, fotos de un “ganador” Axel en un podio, Axel recibiendo el título junto a sus padres. La cara sonriente de Axel, es la imagen que acompaña toda la cruzada y la que más se publica en los medios.



     



          Por otro lado, las imágenes que se invisibilizan, son aquellas vinculadas con el final trágico. A diferencia de otros hechos policiales en las que el cuerpo de la víctima –o del victimario- es la foto más publicable, en este caso se sustituye por la imagen de la víctima en el pasado. Cómo aparece Axel, tiene que ver con el lugar social que ocupa, es un muerto del “nosotros” y como tal no debe ser exhibido, no es la imagen que debe prevalecer, no es una imagen que deba ser de todos. Es parte de la lógica de guerra de los relatos sobre la inseguridad, particularmente de los secuestros, que la imagen de “los nuestros” sea invisibilizada. A los muertos los exhibe el enemigo, en cambio como plantea Susan Sontag en Ante el dolor de los demás, “con nuestros muertos siempre ha habido una vigorosa interdicción que prohíbe la presentación del rostro descubierto” (Sontag, 2003, 83). Nosotros no debemos ser vistos, nosotros debemos ver, y no ver aquello que nos muestra en menores condiciones y, por sobre todo, no mostrarnos así frente a ellos.



          La muerte del “Hígado” Muñoz, (delincuente), permite visibilizar el modo en que los medios reflejan el propio discurso policial. Sospechado de haber liderado la banda que secuestró a Nicolás Garnil y Cristián Ramaro, Muñoz estaba prófugo desde que la policía Cordobesa lo había liberado por “falta de controles”. Un día antes de su confusa muerte, el “Hígado” Muñoz, había mandado una carta a su abogado para que la hiciera pública, en la que decía: "Quiero hacerle saber a la ciudadanía, por las dudas si me mataran, que no tengo nada que ver con lo que se me acusa" (Clarín 28-9-04). Un detalle del hecho es que la muerte sucedió el 28 de agosto de 2004, apenas un día después de la tercera marcha organizada por Blumberg, en el medio del aumento considerable de los secuestros extorsivos y con muchas víctimas de este tipo de delitos acompañando a Blumberg en el escenario de la plaza Congreso.



     



          Estos datos se refuerzan si tomamos en cuenta que generalmente los medios gráficos potencian la figura de las víctimas a través de las imágenes fotográficas que acompañan las notas periodísticas. Según el informe anteriormente citado, Rey, el 31.6 por ciento de las imágenes publicadas en los medios gráficos latinoamericanos pertenecen a víctimas de hechos delictivos, seguido de lejos por miembros de las fuerzas policiales (23 por ciento) y por los presuntos delincuentes (22 por ciento).



          Siguiendo en el ámbito de la víctima en términos individuales, la especificidad del caso hace que la construcción de víctima posea otra particularidad. A diferencia de los hechos que habitualmente circulan por los medios donde el lugar de víctima pasa del espacio público al privado, se vinculan con el rol de madre –femenino-, aquí se presenta; un miembro que se hace público a partir de su rol de padre, Juan Carlos Blumberg, quien se posiciona en tanto jefe de familia. El secuestro como delito tiene una característica particular, ya que en ellos “la familia”, poseen un lugar primordial –en la negociación con los secuestradores, en la imagen mediática de los casos-, simbólicamente se puede decir que los secuestros funcionan como una amenaza a la institución familiar. A la vez, en este caso estamos ante una diferencia particular al considerar un sujeto público masculino en contraposición con el papel un poco más habitual de familiar femenina de víctima.



          Es relevante también que el lugar de madre en el caso Blumberg, está invisibilizado, no sólo por su propia elección, sino por la extrema visibilización mediática de la figura del padre. Por ejemplo, en el primer programa de Hora Clave en el que participa Blumberg, su mujer lo acompaña pero se ubica en un segundo plano de la cámara y nunca toma la palabra. Lo mismo ocurre en la primera marcha cuando ocupa –por única vez- el escenario de la plaza Congreso junto a su marido, vistiendo la remera con la imagen de su hijo muerto, mientras que a su lado Blumberg toma la palabra frente a la multitud con un formal traje y una prolija corbata. El espacio de la figura de Blumberg como representante de “todos los hijos de una Argentina insegura”, se construye como identidad a partir del reconocimiento público de su lugar de padre (reforzado por supuesto, por la aparición permanente en los medios), no se construye de la misma manera el lugar de la madre, marcadamente presente por su ausencia primero de su palabra y luego ya de su propia persona.



     



          Una posible hipótesis de la identidad que adquiere la visibilización de un padre y no de una madre, puede tener que ver con que, al pasar de lo privado a lo público, en el caso de padres de víctimas masculinos –como Blumberg-, la construcción pública-mediática de los reclamos se presentan desde lo racional-político-técnico (pedido de modificación de Leyes, intervención en instituciones, etc.), en cambio en los casos de madres con víctimas el rol parece estar construido desde pedidos afectivos desde los cuales se llegan a los reclamos de justicia. Esto no quiere decir que los medios no hayan resaltado el lugar de lo afectivo en Blumberg, sino que se acentúa su rol técnico, su “capacidad” de intervenir legislativamente.



     



          De todas formas, la diferenciación de género respecto al rol de víctima no es particularmente relevante si se considera que en cualquier caso la figura que se privilegia en el pedido de justicia por parte de familiares femeninos o masculinos (y en algunos pocos casos de ambos) se relaciona con el lugar propio de la familia, dando cuenta de la resignificación política del espacio privado (Pita, 2005). En todos los casos el ámbito privado es desde donde se parte para ejercer el reclamo, es desde donde se legitima el discurso público del pedido y es el modo incluso que hace posible configurar una desgracia personal en general, social.



     



          Otra particularidad de los rasgos enunciativos tiene que ver con que, para los medios, las víctimas son representados por líderes sociales, como el ingeniero Blumberg, nunca “políticos”, sus referentes son involuntarios, “no asistidos por posiciones de poder, ideologías de moda o estructuras partidarias, sino únicamente, por una irresistible fuerza moral” (La Nación, 25/4/04), como la que posee J.C. Blumberg. Sin embargo, el lugar de Blumberg se comprende por su hijo Axel; José Pablo Feinmann sostiene en este sentido que “se le destina toda la piedad, todo el dolor y hasta la admiración y el liderazgo al padre del hijo muerto; no al hijo, no al muerto. Tanto ha hecho Blumberg que la víctima del asesinato de Axel no es Axel, es él. Es Blumberg (Feinmann, 2005).



     



     



    3.3 A – VICTIMA.



     



          En el momento en que el hecho privado se transfiere a lo público, el reclamo es potencialmente constituible como colectivo. Desde este plano colectivo asistimos a una configuración particular del nosotros. El tratamiento mediático del caso Blumberg presenta un nosotros en tanto “mayoría silenciosa”, es decir, en palabras de La Nación, “personas sin filiación política, sin hábito de concurrir a reuniones masivas” que “han decidido poner fin a su anonimato para manifestar su total desagrado y su completo desacuerdo con la manera en que las autoridades llevan adelante sus políticas de seguridad” (La Nación, 1/4/04). El reclamo “silencioso” se percibe claramente en los grupos de imágenes de participantes con velas –casi escenas que exhalan “plegarias”-, que por los días de las marchas acompañan los informes periodísticos de las movilizaciones. El “desagrado” de estos miles de participantes, los reclamos silenciosos –las plegarias- permite a la vez reflexionar acerca del modo en que las que podríamos denominar “democracias inseguras”, configuran en estos casos el lugar del ciudadano en tanto ciudadano-reactivo. Este es el tipo de ciudadano que “reacciona” ante las situaciones que le “desagradan”, a través de las cuales decide abandonar por un instante el espacio privado para avanzar hacia el público.



          “Como una procesión religiosa, sólo coincidieron en ella ojos brillantes por el llanto, velas encendidas por el recuerdo y un silencio que venía del fondo de las almas, un silencio que Buenos Aires nunca había escuchado”, describe Grondona en una de sus columnas dominicales (La Nación, 25/4/04). Esta categoría de nosotros restringe de alguna manera el modo de entender el lugar de ciudadano; el ser ciudadano se circunscribe a la categoría de víctima (preferentemente de la delincuencia), el reclamo hacia las autoridades se realiza hoy en tanto víctima.



          El ciudadano no es categorizable en estas construcciones como aquel ciudadano de la democracia clásica que participa de los asuntos del Estado subordinando lo privado a lo público, sino más bien es aquel que acciona-reacciona en el momento en que considera que su espacio privado ha sido vulnerado, cuando se ha constituido indeseablemente en víctima. El ciudadano que reacciona como víctima y como tal peticiona, toma su experiencia eminentemente personal como eje del reclamo ante un Estado que evidencia ausente. Este ciudadano reactivo se acerca al lugar de “público” o, siguiendo los planteos de Negri y Hardt, de multitud, más que como ciudadano entendido en el sentido clásico. Este público que reacciona, esta multitud, pasa a constituirse desde un doble rol: pasivo en relación a las instituciones y reactivo en relación a su intervención en el espacio público producto del modo de actuar frente a los hechos que toman resonancia pública-mediática. El caso Blumberg muestra como los reclamos que pasan de lo privado a lo público mediados por un fuerte alo mediático, no logran constituirse como proposiciones políticas ni articularse en un movimiento que pueda salir del particular reclamo de seguridad.



           Hardt y Negri plantean que la multitud “es una multiplicidad, un plano de singularidades, un conjunto abierto de relaciones que no es homogéneo ni idéntico a sí mismo y que mantiene una relación indistinta e inclusiva con lo que es exterior a él” (Negri, Hardt, 2002, 105). Sin embargo, lo que queda por repensar es si la multitud no homogénea ni idéntica en este caso a partir de sus propias vivencias como víctima de otro (el Estado o la delincuencia) puede ser pensado a la vez como “una confusa relación constitutiva” (Negri, Hardt, 2002, 105).



     



          A la vez, el nosotros se entrelaza con la imagen de la solidaridad con las víctimas, de la identificación de lo que le pasó a Blumberg como que le podría haber “ocurrido a cualquiera”. Los obituarios y cartas de lectores que desde el entierro de Axel comienzan a publicarse en los diarios analizados (puntualmente en La Nacióny Clarín), permiten analizar este grado de identificación con la víctima. “Queridos padres, sin conocerlos, hoy estamos unidos por el código del dolor”, sostiene uno de los tantos obituarios publicados en La Nacióna partir de la aparición sin vida de Axel. O en una carta de lectores de Clarín: “a los padres de Axel, quería transmitirles mi solidaridad y sentimiento de dolor”. Se produce un código de identificación que hace que se sienta afinidad por este representante del nosotros, comprendemos la causa de su sufrimiento y la sentimos a la vez cercana a nosotros. Se observa como el “locus del dolor” (Pita, 2005) es el que permite generar legitimidad y estructuración no sólo a los reclamos de los familiares sino la identificación inmediata con ellos, con su sufrimiento.



          La constitución del nosotros a partir de la primera marcha de Blumberg es alta, lo cual se demuestra con los datos de las encuestas de aquel momento. Según datos de Telesurvey, el 94 por ciento de los entrevistados en abril de 2004 se manifestaron a favor de la marcha organizada por Blumberg. Ya a fines del 2004 un relevamiento realizado por el CEOP da cuenta que el 56.7 por ciento de los encuestados considera que la posición de Blumberg no supone el mismo grado de validez que meses anteriores porque “se ha politizado”. El tipo de construcción de la figura de Blumberg es realmente paradójica tanto en el modo en que lo presentan los medios como lo que surge de los sondeos de opinión. El análisis del CEOP de octubre de 2004 releva esta  reacción; se puede visualizar a través de la variación en la cantidad de participantes a las marchas convocadas por Blumberg. Las propias cifras brindadas por los organizadores muestran una baja en la segunda marcha, una suba de la tercera respecto a la primera -en consonancia con el aumento de los casos de secuestros extorsivos-; y una determinante disminución en la cuarta marcha de 2005, reflejando el descenso del grado de identificación y la constitución pública de un nosotros inseguro. Sin embargo cabe destacar que aquello que disminuye en la construcción de un nosotros es la identificación con una figura particular –de Blumberg- y con un tema específico –el de los secuestros extorsivos-, pero no con el problema en general –la inseguridad-. De esto da cuenta un relevamiento del CEOP de fines de 2004, que pone en relieve que para el 80.8 por ciento de los entrevistados, considera que no hubo mejoras en la situación de inseguridad, dado que el gobierno no se maneja con eficiencia en este sentido.



     



     



    3.3 B – VICTIMARIO.



     



          El lugar de víctima se construye a su vez en contraposición al victimario. “El delincuente es, en realidad, un individualista salvaje” (La Nación4/4/04). La identidad del delincuente lleva el lugar casi anónimo de aquel que acecha, no individualizable, como sí puede suceder con Axel. En el tratamiento mediático del caso, el lugar del delincuente queda completamente restringido en relación a la figura del padre de Axel, más bien el delincuente pasa a entenderse en la clave de lo invisible que merodea al nosotros. Pero en los casos de secuestros, no es que estemos ante un merodeador desde el punto de vista del trasgresor. El secuestrador implica una figura del criminal como un sujeto racional, organizado, con la sangre fría necesaria para planificar un delito complejo y para matar si las cosas no salen como lo planeado. Lo significativo es que “el nosotros” imagina el castigo, la pena, para una figura como la del secuestrador, o sea, transfiere la contradicción al intentar dar cuenta de qué entiende por politización el entrevistado: Por un lado, el 5.9 por ciento sostuvo que su posición es de extrema derecha, el 14 por ciento de derecha; el 8.5 sostuvo que es de centro derecha, el 7.3 de centro, el 2.8 de centro izquierda, el 5.4 de izquierda t e 0.6 de extrema izquierda y el 55.4 por ciento no respondió a la pregunta. Si bien la mayor parte demuestra desconocimiento de su perfil ideológico y un porcentaje algo mayor sostiene que se acerca más a posiciones de derecha, la gran variación en el espectro de respuestas permite evaluar la ambigüedad de la construcción de su figura pública y el modo de recepción contradictoria que la misma despertó a partir de sus apariciones mediáticas.



     



          Castigo para un secuestrador y a otras figuras delincuenciales. Los reclamos masivos, en este sentido, juegan un papel importante. Además, el delincuente es aquel que tiene los “derechos” que nos han robado (al nosotros). “Los derechos humanos son para los delincuentes”, sostiene Blumberg, y apunta contra los organismos de derechos humanos: “a mi nadie me llamó de los derechos humanos”. El lugar del victimario, se completa, como aquel que tiene lo que nos han robado, la libertad, pero que a la vez es quien no tiene derechos (ni garantías). El otro es a la vez, aquel que no acuerda con los reclamos del nosotros –los organismos de derechos humanos, en este caso- la posibilidad de discusión en este sentido es prácticamente insignificante ya que quienes no concuerdan con los planteos por mayor seguridad son los que amplifican la potencial inseguridad al posicionarse del lado del otro por no acordar con el nosotros.



    Por otro lado, para el nosotros, la autoridad por momentos también se elabora desde la identidad de un victimario, sobre todo construida a partir de la inacción ante la situación de inseguridad. “Lo menos que se puede pedir es que las autoridades den explicaciones. A la familia de Axel. A todos. ¿Qué es esto de no rendir cuentas? Policías y fiscales, ¿dónde están?. La abrumadora noticia trajo consigo un aire opresivo. Lo que se exige es la brisa fresca del gesto de la honorabilidad de quienes tienen una función social” (Clarín, 25/3/04), editorializa Clarín al día siguiente de conocida la noticia de la muerte de Axel. La dicotomía sobre la que se construye la noticia es: los funcionarios callan/las víctimas hablan. “los responsables de las operaciones se llamaron a silencio (…) la razón y la verdad sólo las puso el padre de la víctima” (La Nación, 25/3/04). Y las pocas explicaciones que brindan los funcionarios son tomadas con desconfianza: “el padre desconfía de lo que dicen los investigadores y justamente señala que en la autopsia se oculta la verdad (…) en las fuerzas de seguridad no hay profesionalismo” (Página 12, 25/3/04).



          En el conjunto de los medios se recupera y, en algunos casos se ratifica, la inoperancia que poseen los dirigentes frente a este tema. “Blumberg cargó duro contra la dirigencia política, le pidió públicamente que “dejen de mirar televisión y se ocupen de estos hechos para que nos den tranquilidad y nuestros hijos puedan salir a la calle” (Página 12, 25/3/04), porque los “funcionarios no están en sus cargos para calentar sillas” (La Nación, 2/6/05). La desconfianza con la que se refieren a los funcionarios es sólo una parte de la que poseen respecto a todas las instituciones en general, policía y justicia incluidas.



          Por último, los medios también autogeneran su identidad respecto al caso. Los medios se identifican como el espacio de transmisión de información, nunca como constructores de la misma. El objetivo primordial, en este sentido, es lograr niveles de objetividad, de verosimilitud (Alsina, 1993). De hecho, varios periodistas entrevistados consideraron el tratamiento mediático del caso Blumberg, en relación con esta necesidad de representar el acontecimiento. La tendencia, entonces, es a pensarse como un “reflejo de lo que pasa”, el “mostrar la realidad”. En este caso, los medios se posicionan como quienes “escuchan a la sociedad”, a los ciudadanos, como quienes les dan voz: “En esta casa usted siempre va a tener voz”, le dice Nelson Castro a Blumberg (1/4/04). La concepción representacionista se visibiliza en los casos de cobertura de hechos de inseguridad al naturalizar qué se entiende por seguridad y considerar que aquello publicado por los medios refleja hechos dejando a un lado la capacidad constructora de los relatos y las imágenes.



     



     



    3.4 CUESTIONES PENALES.



     



          El análisis del material compilado, da cuenta no sólo del modo de relatar el secuestro de Axel, las identidades que surgen del tratamiento periodístico trabajado, sino también de cómo se entiende la intervención política en este tipo de casos, qué propuestas surgen para transformar la realidad cotidiana en la que contextualizan los eventos. El principal elemento desde el que se infiere cómo intervenir en el ámbito de lo político es el conjunto de petitorios presentado por Blumberg a distintos ámbitos del Estado y que es recogido como propuesta a su vez por los medios de comunicación.



          La totalidad de los medios analizados publican de manera pormenorizada el contenido de los “petitorios” de Blumberg, en la mayoría de los casos con recuadros en el que se publica textualmente el documento sin que se adjunte algún tipo de análisis (crítico o no) del tipo de propuestas. A rasgos generales desarrollamos los pedidos de los tres primeros petitorios desde los cuales se reclama mayor seguridad, pedido que los medios toman como propio. Esto se visualiza por ejemplo en el modo de adjetivación con que construyen las coberturas mediante criterios tales como eficiencia y transparencia que, para La Nación, son “dos palabras que podrían resumir todas las propuestas del padre de Axel y que canalizan la exigencia de contar con mejores instituciones” ya que “no hace falta discursos sino acción” (La Nación, 23/4/04). Acción como la que realizan los propios protagonistas en el caso Blumberg, como la llevada adelante por los ciudadanos en las movilizaciones ya que “sólo una masiva participación de la comunidad en el diseño e implementación de políticas de Estado de seguridad podrá permitir la recuperación del espacio público como un bien de usufructo común” (La Nación, 25/3/04).



          El principal reclamo que surge de los “petitorios” publicados en los medios gráficos, es la modificación de Leyes penales por medio de penas más altas, así lo explica Blumberg en el programa de Nelson Castro: “hay una necesidad de endurecer las penas. No puede ser que sean tan leves (…) en EE.UU. un secuestro es de por vida y si es seguido de muerte le dan una inyección letal, aunque yo no estoy de acuerdo con eso, el único que puede sacar la vida es Dios” (1/4/04). Entre los castigos más duros está el establecimiento de penas no excarcelables para sujetos que porten armas; sentencias más altas para casos de homicidios, secuestros y violación; la posibilidad de sumar sin límite máximo y asegurar el cumplimiento de las condenas perpetuas. A este mismo grupo se pueden sumar la modificación de las Leyes vinculadas con menores de edad. Todo este conjunto tiene que ver con establecer “seguridad no para los delincuentes sino para la sociedad” (Nelson Castro, 1/4/04). Sólo en pocos casos hay reacciones críticas ante estas propuestas, por ejemplo en Página 12 sostiene “votar Leyes que nada cambian es más barato. Por eso, en los último cinco años el Congreso ha votado numerosas reformas penales y procesales, que agravan penas, aumentan facultades policiales y reducen derechos y garantías, que no han tenido un resultado apreciable” (Página 12, 4/4/04). Este es el punto que provoca que el discurso de Blumberg se separe más fuertemente de la línea editorial de Página 12, a diferencia de lo que sucede con La Nacióny Clarín lo cuales, cada uno desde su tratamiento particular, siguen cubriendo la tercera movilización desde parámetros similares a las anteriores.



          En segundo lugar se ubican otras modificaciones vinculadas con la posibilidad de cometer hechos delictivos como cambios en la elaboración de documentos nacionales de identidad o el establecimiento de planes trabajo en las cárceles como “en EE.UU. donde hay filas de presos atados cortando el pasto, eso sería importante porque actualmente los presos se encuentran estudiando el delito” (Nelson Castro, 1/4/04).        



          Esta figura, que asocia trabajo a reforma del sujeto, es una significación que recorre la historia e incluso recuerda los deseos Hitlerianos a la entrada de Auschwitz: “El trabajo te hará libre”. La utopía de la prisión modeladora de ciudadanos industriosos se encuentra asociada a la vez a un reformismo discutido no sólo por el estado actual de las cárceles sino por que se trataría de reinstaurar toda una serie de herramientas que en muchos casos se encuentran vinculadas con discusiones al interior de lo que significa actualmente la obligatoriedad del trabajo al interior de las cárceles.           



          Recordemos en este sentido que las cárceles Argentinas, se encuentran compuestas mayoritariamente por presos que están procesados sin una condena firme, por lo cual no tienen ninguna obligatoriedad de trabajar. Estos elementos forman parte de las significaciones del sentido común criminológico que emerge en este tipo de casos mediante los discursos de los medios de comunicación y, a través de ellos (o gracias a ellos) de los protagonistas de los hechos.



          En tercer lugar aparecen la necesidad de instaurar cambios en el sistema judicial que agilicen y efectivicen la administración de justicia, una mayor independencia y un aumento presupuestario para el área. Uno de los pedidos más relevantes de este grupo es la creación de juicios por jurados. Por último están los pedidos por transformaciones más relacionadas con el Poder Ejecutivo Nacional, como generar una reforma política, especialmente desde la desaparición de las listas sábanas y la sanción de una Ley de financiamiento de partidos políticos.



          En términos generales, por lo tanto, las temáticas se desarrollan desde una serie de reclamos configurados a partir de proposiciones “técnicas” vinculadas a las modificaciones legislativas, políticas y judiciales y se presentan periodísticamente como elementos objetivos para sobreponerse a la situación de inseguridad.



          Este desarrollo demuestra que en los discursos mediáticos analizados surgen con fuerza construcciones vinculadas a la inseguridad como figura del desorden social (en tanto diagnóstico) y a la necesidad de implementar Leyes “acordes a los tiempos que corren”, a poner en práctica herramientas racionales que eliminen el caos (en tanto modo de resolución del conflicto). La propuesta que distribuye el discurso mediático privilegia la acción del Estado a partir de su brazo legislativo y judicial como modo de restablecer el orden. De esta forma, los enunciados que emergen durante los meses de aparición de la denominada “Cruzada Axel, por la vida de nuestros hijos”, parten de la idea de racionalidad legal y jurídica como modo de intervenir ante la barbarie delictual.



     



          ¿Qué concepción del derecho se pone en juego en los modos de construcción mediática observable a través del caso Blumberg?



    Para Bonaventura de Sousa Santos, el derecho en tanto “leyes, normas, costumbres, instituciones jurídicas, es un conjunto de representaciones sociales” (Santos, 2003, 224). Si bien este trabajo no parte de forma precisa de la construcción discursiva de la noción del derecho, sí se vincula al concepto de seguridad urbana como un modo de reflexionar sobre la resignificación de las ideas de Ley y orden. Ese conjunto de representaciones sociales, en el cual la Ley ocupa un lugar preponderante, funciona como la herramienta jurídica de imposición de un orden fundamental de las sociedades modernas.



          El derecho, junto con la ciencia, son para Santos, los lugares de racionalización preponderantes de la sociedad moderna. Derecho y orden, por lo tanto, se implican mutuamente en las sociedades modernas, lo que ocurre por haber dejado a un lado su cara emancipatoria. Esta práctica explica porqué el sentido común moderno considera que toda crisis debe ser superada a partir de la implementación de los elementos jurídicos racionalizadores. En las sociedades modernas el caos, el conflicto, es la contracara del orden y, como tal, debe ser subsumida bajo la lógica instrumental de herramientas que permitan reacomodar el desconcierto. El derecho, en tanto formalismo técnico racional, actúa desde la centralidad del aparato del Estado –jurídico y, en última instancia, aunque sin ser elementos contrapuestos, represivo- desde una lógica racionalizadora y universalmente aplicable.



         La racionalidad del derecho se convierte en sentido común y en este mecanismo las tecnologías mediáticas poseen un rol importante. Si bien hoy son tecnologías que se aplican al conjunto del aparato perceptivo, la propia modernidad emerge en paralelo de una serie de desarrollos técnicos que socializan los aspectos racionalizadores de la Ley.



           De Sousa Santos, incorpora esta variable de análisis y plantea que los medios de comunicación, particularmente la televisión, “promueven una visión inconsciente y fragmentada del derecho, con mensajes sobrepuestos y contradictorios, hechas de reglas y contra-reglas que incitan tanto a la obediencia, como a la desobediencia, tanto a la acción legal, como a la acción ilegal” (Santos, 2003, 252).



     



          El sistema penal es el administrador diferencial de los ilegalismos (Foucault, 1999), reprime unos tipos de ilegalismos y tolera otros. El modo en que se desarrollan las herramientas del derecho penal, incluso los tipos de programas presentados por los poderes ejecutivos en relación a la seguridad, permiten entrever los modos en que se presenta la selectividad del sistema penal.



          Los pedidos de resolución del caos a partir de la instauración de herramientas de derecho penal no sólo se constituyeron en discursos sino que se transformaron en prácticas concretas. Muchos de los puntos considerados en los petitorios de Blumberg se convirtieron rápidamente en Leyes sancionadas por el Congreso de la Nación.



          Algunos de los proyectos de Ley aprobados entre abril y julio de 2004 que endurecieron el sistema penal y procesal penal, en la línea de lo reclamado por Blumberg, a través de sus petitorios fueron, por ejemplo, el aumento de penas en delitos cometidos con arma de fuego, portación ilegal de armas, se limitó la excarcelación y se estableció la sumatoria de penas hasta 50 años. A la vez, entre los proyectos que fueron presentados pero no se aprobaron se encuentra el establecimiento de juicios por jurados.



     



          Este modo de resolución se replica en momentos en los que la sensibilidad pública por el tema de la seguridad aumenta producto de las campañas mediáticas producidas por determinados sectores sociales y políticos. Un ejemplo claro de este tipo de tratamiento se vislumbra en el caso de la muerte del oficial Falduto, producida cuando se enfrentaba con dos jóvenes que entraron a robar en la misma confitería donde él se encontraba. Falduto, que en esa época era el guardaespaldas del entonces canciller Carlos Ruckauf, murió instantáneamente y se desató una campaña pública en los medios de comunicación, respaldada por Ruckauf y el diputado Casanovas (anterior ministro de Justicia del propio Ruckauf) para bajar la edad de imputabilidad y aumentar las penas de quienes maten policías. Si bien la primera medida no pudo ser puesta en práctica, en apenas dos semanas el Congreso de la Nación sancionó una Ley que sumaba penas a aquellos delincuentes matasen a un oficial policial.



     



          Legítima y necesaria reacción de la sociedad para la tutela y la afirmación de los valores sobre los que se funda el consenso de la mayoría” (Pavarini, 1996, 49). El conjunto de estas propuestas generadas por las “víctimas/ciudadanos reactivos” y de las políticas llevadas adelante por Estado, no hacen más que reforzar un tipo de solución incapaz de salir de la dicotomía entre el bien y el mal, y avanzar hacia un tipo de resolución de los conflictos delimitado por el castigo mediante la instauración de herramientas legales “más duras”.



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



                                           CAPITULO IV  



     



          LEYES.



     



    4.1 TRATAMIENTO Y REFORMAS.



     



          La tematización del delito como inseguridad, se instalo en los medios de manera permanente desde hace unos años. Las victimas visibles y la victimizacion, se transformaron en los elementos con los que la sociedad se fue identificando.



     



          Puntualmente Axel Damián y Juan Carlos Blumberg, se trasformaron en uno de los mayores exponentes de la visivilizacion de las victimas durante el ultimo tiempo; las imágenes de una familia destruida, con la que todos podíamos identificarnos.



          Estas imágenes se repitieron de manera intensiva y la mediatización constante llevo a la movilización popular; en lo que se denomino “Cruzada Axel, por la vida de nuestros hijos”; este suceso fue captado por varios criminalistas que advirtieron como la influencia de los medios de comunicación causaba efecto en las políticas penales.



     



          Ahora bien, esta mediatización de la cuestión seguridad, ha llevado a preguntarme si el Poder Ejecutivo, el Legislativo y los Jueces, fijaron acciones en base a la presión popular de mano dura, ocurrida durante el año 2004; generando ello un cambio en las agendas del Estado, particularmente en los debates parlamentarios que se realizaron en torno a la seguridad.



     



          Durante ese año, se lograron avances importantes en temáticas penales. Las marchas realizadas frente al Congreso y la aplicación del discurso punitivo mediatizado, pareció definir las agendas. Las cifras así lo reflejan; en 22 de las 74 sesiones realizadas en el año 2004, se trataron modificaciones en materia Penal o se hizo referencia a alguna cuestión de seguridad. Es decir que en más del 35 por ciento de las reuniones realizadas en el Congreso, se trataron temas relacionados a la problemática.



     



          Si analizamos cada una de las movilizaciones convocadas por Juan Carlos Blumberg, podemos advertir que de las 11 sesiones de la Cámara de Diputados donde se debatieron cuestiones Penales; 7 de ellas se realizaron en torno a las marchas, (una en la primer movilización; tres en la segunda y tres en la tercera), En lo que respecta a la Cámara de Senadores, de las 11 sesiones que abordaron cuestiones Penales, 8 se realizaron en torno a las marchas, (tres en torno a la primera, tres en la segunda y dos en la tercera). En pocas  palabras, las cuestiones Penales tratadas en el año 2004, se realizaron en torno a las marchas de reclamos sociales que se mediatizaron.



     



          Como resultado de estos tratamientos, se sancionaron 10 normas que guardan relación con la política Criminal. Las Leyes modificadas fueron la: 25.882; (modifica el articulo 166 del Código Penal, agravando la pena para el Robo con arma de fuego y crea la figura del Robo con arma que no es apta para el disparo, con una pena que va de los 3 a los 10 años). La Ley 25.886; (aumenta la pena por tenencia y portación de armas). La Ley 25.890 (realiza modificaciones en el Código Penal, en relación al delito de abigeato). La Ley 25.891 (trata sobre la clonación de teléfonos celulares y la adulteración de las tarjetas SIM). La Ley 25.892, (trata sobre las modificaciones realizadas al artículo 13 del Código Penal, el que refiere a delitos Sexuales). La Ley 25.893, (refiere sobre el aumento de penas a Homicidas y Violadores). La Ley 25.928, (trata sobre modificaciones que se realizaron al articulo 55 del Código Penal, el que refiere a como será la aplicación de la pena cunado concurren varios hechos delictivos de manera independiente). La Ley 25.938, (refiere a la creación del Registro Nacional de Armas decomisadas y secuestradas). La Ley 25.948, (Ley de ejecución penal sobre el periodo de prueba, detención domiciliaria para el condenado mayor de 80 años o que padezca una enfermedad terminal incurable, revocación de la detención domiciliaria) y finalizando la Ley 25.990, (la que modifica el articulo 67 del Código Penal que trata sobre la interrupción de la acción penal). A excepción de esta última norma, las restantes implicaron un endurecimiento de las Leyes penales; en lo que respecta a concurso de delitos, tipificaciones específicas y la duplicación de la pena máxima de 25 años, además de agravarse las condiciones para obtener la Libertad condicional.



     



          Este grupo de modificaciones tiene una estrecha relación con los reclamos realizados en 2004. Del total de Leyes, vemos que la mayoría se realizo en torno a las marchas por reclamo de Seguridad. Las dos primeras se realizaron en torno a la primera marcha de reclamo que se realizo el 1 de Abril de 2004; (Ley 25.882 el 07-04-04 y Ley 25.886 el 14-04-04). Las cuatro siguientes se realizaron en torno a la segunda marcha que se realizo el 22 de Abril de 2004; (Ley 25.890 el 21-04-04, Ley 25.891 el 28-04-04, Ley 25.892 y 25.893 el 05-05-04). Las dos siguientes se sancionaron en torno a la tercera marcha que se llevo a cabo el día 26 de Agosto de 2004. (Ley 25.928 el 18-08-04 y Ley 25.938 el 22-09-04). Las dos siguientes fueron sancionadas más adelante; la Ley 25.948 en 20-10-04 y la Ley 25.990 el 16-12-04 respectivamente. 



     



          Sin embargo, si bien es posible afirmar que las Leyes se sancionan en el medio de la puesta en agenda mediática y política de la seguridad y la necesidad de introducir reformas legislativas para frenar con la ola de delincuencia. El reclamo ciudadano y mediático, no impulso la generación de los proyectos legislados en este periodo. Por el contrario funcionaron como aceleradores para la pronta sanción de los mismos.



     



          Es digno de mencionar, que la mayoría de los proyectos de Ley definitivamente sancionados, fueron presentados con anterioridad al inicio de las marchas. En este sentido, de los 31 proyectos tratados en la Cámara de Diputados a lo largo del año 2004, solo nueve fueron presentados con posterioridad a la marcha del 1º de Abril y a la puesta en agenda del caso. En ese sentido solo dos Leyes tuvieron la totalidad de sus proyectos presentados con posterioridad a este fenómeno (Ley 25.893 y 25.990), Y es mas llamativo aun, que de las diez Leyes dictadas en 2004, cuatro ya habían tenido su tratamiento parlamentario (media sanción), en 2003.



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



     



                                           CAPITULO V



     



          REFEXIONES Y CONCLUSIONES.



     



          Las herramientas de construcción de las noticias sobre el caso Blumberg nos permiten reflexionar sobre los medios como amplificadores de hechos individuales; son elementos narrativos que conducen a la conmoción, al aspecto emocional del crimen; el secuestro, tiene un componente que realza la presencia de una situación de emergencia.



          El secuestro extorsivo crea unidad entre los diferentes niveles sociales, ya que todos temen ser victimas de este tipo de delitos. En este sentido, los estereotipos cristalizados potencian una división entre un nosotros que debe ser protegido y otro que debe ser apartado y en muchos casos, eliminado.



          Una de las consecuencias criminológicas que se desprende del discurso que circula mediante el caso Blumberg, es la puesta en juego de una situación de desorden social, la que se canaliza a través de llamados al orden, de demandas de mayor control que en ciertas oportunidades, (como esta), se transforman en masivas.



          El sentimiento que adelanta estos pedidos de orden, es el temor. Según Norbert Elías, el miedo, en tanto fantasía colectiva, constituye una porción de la realidad, debido a la convicción colectiva de que estas concepciones están fundadas en hechos, lo que les confiere una solidez tal que impide que esas percepciones sean quebrantadas mediante una simple referencia a hechos contradictorios (Elías, 1990).



          En este sentido, Elías afirma respecto al ser humano: “su capacidad para superar pensando y actuando de manera conforme a la realidad, los problemas que se le plantean, es tanto menor cuanto mayor es la amenaza que peligros, tensiones y conflictos incontrolables surgidos del ámbito de estos problemas que representan para su vida y, de acuerdo con esto, mayores son los temores, esperanzas y deseos que lo dominan; y su capacidad para contener los peligros, conflictos y amenazas a los que se ve expuesto es tanto menor cuanto mayores son la falta de ajustamiento a la realidad de su pensamiento y su acción y el grado de fantasías y emociones que los dirigen” (Elías, 1990, 100).



     



          Esta construcción posibilita observar la forma en que se manifiesta el miedo. Toda dominación efectiva implica tener en cuenta el temor que es lo que establece y asegura el orden social.



     



          En este marco, ¿cuál es el vínculo entre medios de comunicación y sistema punitivo?. Si bien no podemos generalizar con tanta facilidad cuando hablamos de medios, ya que no se puede dejar a un lado las diferencias entre medios de comunicación, incluso las tensiones al interior de las concepciones periodísticas diferenciales ante la información, el caso Blumberg nos sirve para pensar un tipo de relación entre medios y sistema punitivo.



          Los medios no son los que sacan la gente a la calle, los medios no son los que legislan, pero si, como dijo Hobbes, la pasión que hay que tener en cuenta es el temor, los medios sí pueden amplificar estados de conmoción social. Y los contextos de alarma son ámbitos propicios para establecer reformas que garanticen la gobernabilidad a través del endurecimiento de penas.



           Los discursos mediáticos que poseen las características como el del analizado caso Blumberg, son modos de materializar discursos de exclusión social que materializan prácticas represivas. Son discursos que legitiman, que habilitan prácticas punitivas simplistas funcionales para la gobernabilidad del nuevo orden social-económico.



     



          El análisis cuantitativo de lo expuesto, nos permite establecer que las erróneamente denominadas “Leyes Blumberg” son el resultado de una puesta en agenda previa, realizada por sectores mediáticos y políticos, antes de la muerte de Axel Blumberg. Así Juan Carlos, pasa a ser un actor primordial en tanto su figura de padre-victima, quien ayuda a impulsar la sanción de proyectos que ya estaban en el Congreso antes del caso. (Cabe aclarar que las posturas de los legisladores, en su mayoría, no procuraban incrementar el poder punitivo o las penas, por el contrario, proponían una participación mas activa del Estado en cuestiones de seguridad Social, Salud, Trabajo, Educación, etc.).



     



          A esta altura es importante aclarar, que el rol del poder Legislativo no fue simplemente pasivo, ni el poder Ejecutivo permaneció ajeno a las cuestiones tratadas; ya que ambos interactuaron y conformaron un vínculo con la victima, para definir un tipo de normativa consensuada con el campo político. (Ej. Proyectos del poder Ejecutivo: Ley 25.882 sancionada 07-04-04, cuyo proyecto fue presentado el 04-12-03 bajo el numero 428-PE-03; Ley 25.886 sancionada el 14-04-04, proyecto presentado el 04-12-03 bajo el numero 429-PE-03: Ley 25.890 sancionada 21-04-04, proyecto presentado el 04-12-03 bajo el numero 431-PE-03). 



     



          Por esta razón, ello nos lleva a pensar que las reformas en materia Penal no fueron solamente el resultado de la agresividad e influencia de una victima fuertemente mediatizada. Por el contrario, entraron en juego un entramado de intereses políticos concretos, especialmente dados por la articulación entre el Poder Legislativo y el Ejecutivo. Juan Carlos Blumberg fue un actor importante e indispensable, cuya imagen fue aprovechada para reactivar proyectos anteriormente elaborados y reinstalar la urgencia de su sanción definitiva. (No presento ningún proyecto de Ley, solamente entrego un petitorio firmado por mas de un millón de ciudadanos).



     



          Por esta razón se podría decir, -utilizando el “sentido común”-, que las modificaciones legislativas del año 2004 fueron “bautizadas” como “Leyes Blumberg”, ya que la sociedad se hizo eco de los reclamos de una victima, (más de un millón de firmas y más de 150.000 personas frente a las escalinatas del Congreso Nacional), presionando a los Legisladores a realizar cambios en parte del Código Penal.



     



          Si bien este ha sido un hecho lamentable, sirvió para movilizar, de la mano de Juan Carlos Blumberg, a miles de personas, quienes expresando su disconformidad con las políticas de Gobierno, respecto a cuestiones de seguridad y protecciones sociales, (Según Castel, las protecciones son colectivas o no son), presionaron para que la “noticia” del hecho delictivo, se mantuviera en el tiempo, es decir, que se publique al respecto.



          Esta situación fue tomada por los medios de comunicación, (especialmente la prensa escrita), los que la utilizaron en forma desmedida, (con fines comerciales), haciendo “propio” el hecho dramático que se había producido en una localidad del conurbano bonaerense.



     



          La exposición incesante de esta “noticia”, hizo que la población se sintiera representada con este suceso y en apoyo a las solicitadas de quienes “estaban” desamparados socialmente, comenzaron a agruparse y movilizarse para hacer extensivo su reclamo a los organismos Estatales.



         



          La presión ejercida por “el común” de la gente, que se aglomero frente a las escalinatas del Congreso de la Nación, como así también las expresiones de repudio, que se plasmaban en cuanto medio de comunicación estuviera a su alcance; fue captada inmediatamente por los órganos del Estado, quienes con el objeto de llevar calma a la sociedad y satisfacer los reclamos generalizados; colocaron en la Agenda Política, el tema en cuestión. Todo ello destinado a “calmar” a “la mayoría silenciosa” que se alzaba contra el Estado, por las desprotecciones que este había permitido que ocurrieran.



     



          Al existir presión Política y Social, los legisladores se vieron obligados a tratar de manera presurosa todo proyecto de Ley que tuviese relación con cuestiones delictuales y de endurecimiento de penas; y haciéndose eco de lo requerido por esta mayoría, comenzó a ventilar en sesiones maratónicas, los proyectos que permanecían encajonados en las diferentes cámaras. Ya que, (como se demostrara a lo largo de la presente investigación), Blumberg no elaboro ningún proyecto de Ley, simplemente realizo un petitorio, y por intermedio de este, presionó para que se de pronto tratamiento a los proyectos presentados con anterioridad. 



     



     



          Ha quedado claro, que si bien las masivas movilizaciones populares, sirvieron para que se instale en los medios de prensa, la noticia de la muerte de Axel Damián Blumberg; ello provoco que el Estado Nacional, lo coloque como tema principal de su Agenda de Gobierno; situación esta que sin lugar a dudas, dio celeridad al tratamiento de Leyes y de esta forma llevar un poco de calma a la Sociedad en su conjunto.



     



     



          “…Espero que este trabajo aclare dudas, respecto a como se trato la información del caso Blumberg, y de que manera influyo para el posterior tratamiento de Leyes...”.-



     



     



     



     



     



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                                                 MEDIOS PERIODISTICOS



     



          DIARIOS:



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    La Nación, (2004-2005).



    Pagina 12, (2004-2005).



                                                  ENTREVISTAS



     



    Entrevista, Castel Robert, en la Cámara de la Construcción de la ciudad de La Plata, el 27 de Agosto de 2008, calle 7 Nº 1076, 18:00 hs.



     



    Entrevista,  ZELIZER, Viviana, “El significado Social del Dinero”, Princeton University Press, Año 1997.



     



     Entrevistas, Personal de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Superintendencia de Investigaciones de Delitos Complejos y Crimen Organizado; calle 52 y 117, ciudad de La Plata. Año 2009.


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