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Domingo Faustino Sarmiento
(1811 - 1888)
Autor: Felipe Pigna
El 15 de febrero de 1811, nació en el Carrascal uno de los
barrios más pobres de la ciudad de San Juan, Domingo Faustino Sarmiento. Los
primeros "maestros" de Domingo fueron su padre José Clemente
Sarmiento y su tío José Eufrasio Quiroga Sarmiento, quienes le enseñaron a leer
a los cuatro años. En 1816, ingresó a una de las llamadas "Escuelas de la
Patria", fundadas por los gobiernos de la Revolución, donde tuvo como
educadores a los hermanos Ignacio y José Rodríguez, éstos sí maestros
profesionales.
Cuando terminó la primaria, su madre, Doña Paula Albarracín,
quiso que estudiara para sacerdote en Córdoba, pero Domingo se negó y tramitó
una beca para estudiar en Buenos Aires. No la consiguió y tuvo que quedarse en
San Juan donde fue testigo de las guerras civiles que asolaban la provincia.
Marchó al exilio en San Francisco del Monte, San Luis, junto a su tío, José de
Oro. Allí fundaron una escuela que será el primer contacto de Sarmiento con la
educación.
Poco después, regresó a San Juan y comenzó a trabajar en la tienda de su tía.
"La Historia de Grecia la estudié de memoria, y la de Roma enseguida...; y
esto mientras vendía yerba y azúcar, y ponía mala
cara a los que me venían a sacar de aquel mundo que yo había descubierto para
vivir en él. Por las mañanas, después de barrida la tienda, yo estaba leyendo,
y una señora pasaba para la Iglesia y volvía de ella, y sus ojos tropezaban
siempre, día a día, mes a mes, con este niño inmóvil insensible a toda
perturbación, sus ojos fijos sobre un libro, por lo que, meneando la cabeza,
decía en su casa: Este mocito no debe ser bueno! Si fueran buenos los libros
no los leería con tanto ahínco!'"
En 1827, se produjo un hecho que marcará su vida: la invasión a San Juan de los
montoneros de Facundo Quiroga.
Decidió oponerse a Quiroga incorporándose al ejército unitario del General Paz.
Con el grado de teniente, participó en varias batallas. Pero Facundo parecía
por entonces imparable: tomó San Juan y Sarmiento decidió, en 1831, exiliarse
en Chile. Se empleó como maestro en una escuela de la localidad de Los Andes.
Sus ideas innovadoras provocaron la preocupación del gobernador. Molesto, se
mudó a Pocura y fundó su propia escuela. Allí se
enamoró de una alumna con quien tendrá su primera hija, Ana Faustina.
En 1836, pudo regresar a San Juan y fundar su primer periódico, El Zonda.
Pero al gobierno sanjuanino no le cayeron nada bien las críticas de Sarmiento y
decidió, como una forma de censurarlo, aplicarle al diario un impuesto
exorbitante que nadie podía pagar y que provocó el cierre de la publicación en
1840. Volvió a Chile y comenzó a tener éxito como periodista y como consejero
educativo de los sucesivos gobiernos.
"¿Que es pues un periódico? Una mezquina hoja de papel, llena de retazos,
obra sin capítulos, sin prólogo, atestada de bagatelas del momento. Se vende
una casa. Se compra un criado. Se ha perdido un perro, y otras mil frioleras,
que al día siguiente a nadie interesan. ¿Qué es un periódico? Examinadlo mejor.
¿Qué más contiene? Noticias de países desconocidos, lejanos, cuyos sucesos no
pueden interesarnos. (...) Trozos de literatura, retazos de novelas. Decretos
de gobierno. (...) Un periódico es el hombre. El ciudadano, la civilización, el
cielo, la tierra, lo pasado, lo presente, los crímenes, las grandes acciones,
la buena o la mala administración, las necesidades del individuo, la misión del
gobierno, la historia contemporánea, la historia de todos los tiempos, el siglo
presente, la humanidad en general, la medida de la civilización de un
pueblo." D. F. Sarmiento, El
Zonda N 4.
En Chile, Sarmiento pudo iniciar una etapa más tranquila en su vida. Se casó
con Benita, viuda de Don Castro y Calvo, adoptó a su
hijo Dominguito y publicó su obra más importante: Facundo, Civilización y Barbarie.
Eligió el periodismo como trinchera para luchar contra Rosas. Fundó dos nuevos
periódicos: La
Tribuna y La
Crónica, desde los que atacó duramente a Don Juan Manuel.
Entre 1845 y 1847, por encargo del gobierno chileno, visitó Uruguay, Brasil,
Francia, España, Argelia, Italia, Alemania, Suiza, Inglaterra, EEUU, Canadá y
Cuba. En cada uno de estos países, se interesó por el sistema educativo, el
nivel de la enseñanza y las comunicaciones. Todas estas impresiones las volcó
en su libro Viajes
por Europa, África y América. A fines de 1845 conoció en Montevideo
a Esteban Echeverría, uno de los fundadores de la generación del '37 y como él,
opositor a Rosas y exiliado. Estando en Francia, en 1846, tuvo un raro
privilegio: conocer personalmente al general San Martín en su casa de Grand Bourg y mantener una larga
entrevista con el libertador.
De regreso a Chile, incrementó su actividad periodística contra Rosas, lo que
motivó que el gobernador de Buenos Aires solicitara dos veces la extradición de
Sarmiento para juzgarlo por calumnias, cosa a la que el gobierno chileno se
negó.
Sarmiento pensaba que el gran problema de la Argentina era el atraso que él
sintetizaba con la frase "civilización y la barbarie". Como muchos
pensadores de su época, entendía que la civilización se identificaba con la
ciudad, con lo urbano, lo que estaba en contacto con lo europeo, o sea lo que
para ellos era el progreso. La barbarie, por el contrario, era el campo, lo
rural, el atraso, el indio y el gaucho. Este dilema, según él, solo podía
resolverse por el triunfo de la "civilización" sobre la
"barbarie". Decía: "Quisiéramos apartar de toda cuestión social
americana a los salvajes por quienes sentimos sin poderlo remediar, una
invencible repugnancia". En una carta le aconsejaba a Mitre: "no
trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer
útil al país. La sangre es lo único que tienen de seres humanos esos
salvajes". Lamentablemente el progreso no llegó para todos y muchos
"salvajes y bárbaros" pagaron con su vida o su libertad el
"delito" de haber nacido indios o de ser gauchos y no tener un empleo
fijo.
La obra literaria de Sarmiento estuvo marcada por su actuación política desde
que escribió en 1845: "Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte, para
que, sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre tus cenizas, te levantes a
explicarnos la vida secreta y las convulsiones internas que desgarran las
entrañas de un noble pueblo! (...) Facundo no ha muerto Vive aún! ; está vivo
en las tradiciones populares, en la política y las revoluciones argentinas; en
Rosas, su heredero, su complemento. (...) Facundo, provinciano, bárbaro,
valiente, audaz, fue reemplazado por Rosas, hijo de la culta Buenos Aires, sin
serlo él, (...) tirano sin rival hoy en la tierra". Estos párrafos del Facundo nos
muestran el estilo de Sarmiento. Facundo, a quien odia y admira a la vez, es la
excusa para hablar del gaucho, del caudillo, del desierto interminable, en fin,
de la Argentina de entonces, de todos los elementos que representan para él el
atraso y con los que hay que terminar por las buenas o las malas.
Sarmiento desde Chile alternó su actividad periodística con la literaria y
educativa. En su libro Viajes
(1849) se reflejan mucho más que las impresiones de un viajero atento y
observador; allí se ocupó de lo que lo maravilla de los países que visita y que
quisiera ver en su tierra. Pone el acento en el progreso industrial, el avance
de las comunicaciones y de la educación.
En su libro Argirópolis
(1850) dedicado a Urquiza, expresó un proyecto para
crear una confederación en la cuenca del Plata, compuesta por las actuales
Argentina, Uruguay y Paraguay, cuya capital estaría en la Isla Martín García.
El modelo de organización era la Constitución norteamericana y proponía
fomentar la inmigración, la agricultura y la inversión de capitales
extranjeros.
Mantuvo fuertes polémicas con políticos y escritores de su tiempo, como Juan
Bautista Alberdi, con quien no coincidía en apoyar a Urquiza.
Esta polémica se expresó a través de sus libros. Alberdi escribió Complicidad de la prensa en
las guerras civiles de la República Argentina y Cartas Quillotanas y
Sarmiento le respondió con Las
ciento y una y Época preconstitucional y Comentarios a la
Constitución de la Nación Argentina.
En 1862 el general Mitre asumió la presidencia y se propuso unificar al país.
En estas circunstancias asumió Sarmiento la gobernación de San Juan. A poco de
asumir dictó una Ley Orgánica de Educación Pública que imponía la enseñanza
primaria obligatoria y creaba escuelas para los diferentes niveles de
educación, entre ellas una con capacidad para mil alumnos, el Colegio
Preparatorio, más tarde llamado Colegio Nacional de San Juan, y la Escuela de
Señoritas, destinada a la formación de maestras
En sólo dos años Sarmiento cambió la fisonomía de su provincia. Abrió caminos,
ensanchó calles, construyó nuevos edificios públicos, hospitales, fomentó la
agricultura y apoyó la fundación de empresas mineras. Y como para no aburrirse,
volvió a editar el diario El
Zonda.
En 1863 se produjo en la zona el levantamiento del Chacho
Peñaloza y Sarmiento decretó el estado de sitio y
como coronel que era, asumió personalmente la guerra contra el caudillo riojano
hasta derrotarlo. El ministro del interior de Mitre, Guillermo Rawson, criticó la actitud de Sarmiento de decretar el
estado de sitio por considerar que era una decisión exclusiva del poder ejecutivo
nacional. Sarmiento, según su estilo, renunció. Corría el año 1864.
A pedido del presidente Mitre, en 1864 viajó a los EE.UU. como ministro
plenipotenciario de la Argentina. De paso por Perú, donde se hallaba reunido el
Congreso Americano, condenó el ataque español contra Perú, a pesar de las
advertencias de Mitre para que no lo hiciera.
Sarmiento llegó a Nueva York en mayo de 1865. Acababa
de asumir la presidencia Andrew Johnson
en reemplazo de Abraham Lincoln, asesinado por un
fanático racista. Sarmiento quedó muy impresionado y escribió Vida de Lincoln.
Frecuentó los círculos académicos norteamericanos y fue distinguido con los
doctorados "Honoris Causa" de las
Universidades de Michigan y Brown.
Mientras Sarmiento seguía en los Estados Unidos, se aproximaban las elecciones
y un grupo de políticos los postuló para la candidatura presidencial. Los
comicios se realizaron en abril de 1868 y el 16 de agosto, mientras estaba de
viaje hacia Buenos Aires, el Congreso lo consagró presidente de los argentinos.
Asumió el 12 de octubre de ese año.
Cuando Sarmiento asumió la presidencia todavía se combatía en el Paraguay. La
guerra iba a llevarse la vida de su querido hijo Dominguito. Sarmiento ya no
volvería a ser el mismo. Un profundo dolor lo acompañaría hasta su muerte.
Durante su presidencia siguió impulsando la educación fundando en todo el país
unas 800 escuelas y los institutos militares: Liceo Naval y Colegio Militar.
Sarmiento había aprendido en los EE.UU. la importancia de las comunicaciones en
un país extenso como el nuestro. Durante su gobierno se tendieron 5.000
kilómetros de cables telegráficos y en 1874, poco antes de dejar la presidencia
pudo inaugurar la primera línea telegráfica con Europa. Modernizó el correo y
se preocupó particularmente por la extensión de las líneas férreas. Pensaba
que, como en los EE.UU., el tren debía ser el principal impulsor del mercado
interno, uniendo a las distintas regiones entre sí y fomentando el comercio
nacional. Pero éstos no eran los planes de las compañías británicas inglesas,
cuyo único interés era traer los productos del interior al puerto de Buenos
Aires para poder exportarlos a Londres. En lugar de un modelo ferroviario en
forma de telaraña, o sea interconectado, se construyó uno en forma de abanico,
sin conexiones entre las regiones y dirigido al puerto. Este es un claro
ejemplo de las limitaciones que tenían los gobernantes argentinos frente a las
imposiciones del capital inglés. La red ferroviaria paso de 573 kilómetros a
1331 al final de su presidencia.
En 1869 se concretó el primer censo nacional. Los argentinos eran por entonces
1.836.490, de los cuales el 31% habitaba en la provincia de Buenos Aires y el
71% era analfabeto. Según el censo, el 5% eran indígenas y el 8% europeos. El
75% de las familias vivía en la pobreza, en ranchos de barro y paja. Los
profesionales sólo representaban el 1% de la población. La población era
escasa, estaba mal educada y, como la riqueza, estaba mal distribuida.
Sarmiento fomentó la llegada al país de inmigrantes ingleses y de la Europa del
Norte y desalentó la de los de la Europa del Sur. Pensaba que la llegada de
sajones fomentaría en el país el desarrollo industrial y la cultura. En
realidad los sajones preferían emigrar hacia los EE.UU. donde había puestos de
trabajo en las industrias. La argentina de entonces
era un país rural que sólo podía convocar, lógicamente a campesinos sin
tierras. Y, para tristeza de Sarmiento, la mayoría de los inmigrantes, muchos
de nuestros abuelos, serán campesinos italianos, españoles, rusos y franceses.
Entre las múltiples obras de Sarmiento hay que mencionar la organización de la
contaduría nacional y el Boletín Oficial que permitieron a la población en
general, conocer las cuentas oficiales y los actos de gobierno. Creó el primer servicio
de tranvías a caballo, diseñó los Jardines Zoológico y Botánico. Al terminar su
presidencia 100.000 niños cursaban la escuela primaria.
Al finalizar su mandato apoyo la candidatura del tucumano Nicolás Avellaneda.
El 22 de agosto de 1873 Sarmiento sufrió un atentado mientras se dirigía hacía
la casa de Vélez Sarsfield. Cuando transitaba por la
actual esquina de Corrientes y Maipú, una explosión sacudió al coche en el que
viajaba. El sanjuanino no lo escuchó porque ya padecía una profunda sordera.
Los autores fueron dos anarquistas italianos, los hermanos Francisco y Pedro Guerri que confesaron haber sido contratados por hombres de
López Jordán. El atentado falló porque a Francisco Guerri
se le reventó el trabuco en la mano. Sarmiento salió ileso del atentado y se
enteró porque se lo contaron después.
Al finalizar su mandato en 1874, Sarmiento se retiró de la presidencia pero no
de la política. En 1875 asumió el cargo de Director General de Escuelas de la
Provincia de Buenos Aires y continuó ejerciendo el periodismo desde La Tribuna.
Poco después fue electo senador por San Juan.
En esa época vivía con su hermana, su hija y sus nietos en la calle Cuyo,
actual Sarmiento 1251.
En 1879 asumió como ministro del Interior de Avellaneda, pero por diferencias
políticas con el gobernador de Buenos Aires, Carlos Tejedor, renunció al mes de
haber asumido.
Durante la presidencia de Roca ejerció el cargo de Superintendente General de
Escuelas del Consejo Nacional de Educación. En la época en que Sarmiento fomentaba
la educación popular, el índice de analfabetos era altísimo. En el campo había
muy pocas escuelas porque la mayoría de los estancieros no tenían ningún
interés en que los peones y sus hijos dejaran de ser ignorantes. Cuanto menos
educación tuvieran más fácil sería explotarlos.
Pero Sarmiento trataba de hacerles entender que una educación dirigida según
las ideas y los valores de los sectores dominantes, lejos de poner en peligro
sus intereses, los reproducía y confirmaba. "Para tener paz en la República
Argentina, para que los montoneros no se levanten, para que no haya vagos, es
necesario educar al pueblo en la verdadera democracia, enseñarles a todos lo
mismo, para que todos sean iguales... para eso necesitamos hacer de toda la
república una escuela."
De todas formas le costó muchísimo convencer a los poderosos de que les
convenía la educación popular y recién en 1882, logró la sanción de su viejo
proyecto de ley de educación gratuita, laica y obligatoria, que llevará el
número 1420.
Una de sus últimas actuaciones públicas data de 1885. El presidente Roca
prohibió a los militares emitir opiniones políticas. Sarmiento, que no podía
estar sin expresar su pensamiento, decidió pedir la baja del ejército, y opinar
libremente a través de las páginas de su diario El Censor.
En el invierno de 1888 se trasladó al clima cálido del Paraguay junto a Aurelia
Vélez, la hija de Dalmacio Vélez Sarsfiled,
autor del Código Civil. Aurelia fue la compañera de Sarmiento durante los
últimos años de su vida. Murió el 11 de septiembre de ese año, en Paraguay,
como su hijo Dominguito.
Pocos años antes había dejado escrito una especie de testamento político: "Nacido en la pobreza, criado en la lucha por la existencia, más que mía de mi patria, endurecido a todas las fatigas, acometiendo todo lo que creí bueno, y coronada la perseverancia con el éxito, he recorrido todo lo que hay de civilizado en la tierra y toda la escala de los honores humanos, en la modesta proporción de mi país y de mi tiempo; he sido favorecido con la estimación de muchos de los grandes hombres de la Tierra; he escrito algo bueno entre mucho indiferente; y sin fortuna que nunca codicié, porque ere bagaje pesado para la incesante pugna, espero una buena muerte corporal, pues la que me vendrá en política es la que yo esperé y no deseé mejor que dejar por herencia millones en mejores condiciones intelectuales, tranquilizado nuestro país, aseguradas las instituciones y surcado de vías férreas el territorio, como cubierto de vapores los ríos, para que todos participen del festín de la vida, de que yo gocé sólo a hurtadillas".
Fuente: www.elhistoriador.com.ar
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