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Titulo: Transformación del agro habanero en economía de plantación azucarera y su consolidación[1].
Autor: Dúnyer Pérez Roque
El predominio de la economía de plantación en el occidente cubano, específicamente en su porción habanera, a partir de 1790 con la ruina de Saint Domingue, fue facilitado e inicialmente desarrollado gracias a la acumulación de capitales (tanto en tierras como en dinero) de la aristocracia colonial de inicios del período colonizador, y que posteriormente se convirtió en oligarquía. Esto les permitió a sus integrantes asumir, en un primer momento, sin la ayuda directa de capitales ingleses o franceses, la inversión en este sector. Luego, al entronizarse con el mercado internacional con la apropiación y expansión de los espacios comerciales dejados por Saint Domingue, esto cambió, pues poco a poco; solo los grandes hacendados y comerciantes (los que simultanearon estas actividades) pudieron hacerle frente a las cuantiosas inversiones que necesitaban en los ingenios.
El singular y decisivo hecho que los caminos de la economía de plantación azucarera fueran encausados por el grupo dominante insular, encabezados inicialmente por Francisco de Arango y Parreño, a fin de proteger sus intereses, lastró cualquier intento metropolitano de agenciarse el esplendor alcanzado por Cuba, aunque formaran parte del imperio español. El Nuevo Pacto Colonial era un hecho; España ya no era hegemónica, y debió incluir a los elementos insulares dentro su proyecto económico y político de dominación. El conglomerado de dificultades particulares identificadas (capitales, mano de obra, instituciones, infraestructura y tecnología) que debió enfrentar el occidente cubano, específicamente en su porción habanera, fueron algunos de los principales obstáculos iniciales a los cuales se debieron enfrentar sus promotores.
Esta temática
resulta novedosa por la visión fresca con la cual se pretende traerlo a
colación, dándole un nuevo sentido y problematizando desde la contemporaneidad
un asunto trascendental dentro de
Por lo anteriormente visto, se puede inferir la magnitud de la problemática que entrañaba para la isla caribeña la promoción y el desarrollo de un modelo económico autóctono, de carácter liberal, estimulado por la conceptualización y guía programática del "Discurso sobre la agricultura..." de Francisco de Arango y Parreño. En igual sentido, la existencia y rol jugado por la oligarquía local habanera, un grupo fuerte que pugnaba por demostrar su valía y fortaleza, desempeñó un papel fundamental en este aspecto. Sin estos dos elementos, resultaría prácticamente estéril cualquier intento de avance, sobre todo, en medio de la realidad colonial en la cual se encontraba insertada Cuba.
El mérito
histórico de la primera generación plantadora, encabezada por Arango y Parreño,
radicó no solo en detectar los problemas acuciantes que afectaban al modelo
económico que deseaban implantar, sino en encontrarle una respuesta efectiva a
cada uno de ellos. El perfeccionamiento del aparato económico, político e
institucional en Cuba permitió, en gran medida, la canalización del proceso: la
creación del Real Consulado de Agricultura, Industria y Comercio de
La ineficacia o
inexistencia de caminos, o la creación de un sistema efectivo de transportación
es la causa de las constantes Memorias (al interior de instituciones como el Real Consulado o la SEAP),
proyectos y demás intentos por mejorar las comunicaciones interiores de
Los contemporáneos a este proceso, en el primer momento, buscaron alternativas y respuestas a este problema. Sus principales apuestas fueron los caminos o calzadas, y canales de navegación. Los primeros fueron bien construidos, relativamente, solo en las demarcaciones habaneras; fuera de la ciudad, la anarquía constructiva reinaba. El canal de navegación que se trató de implementar estuvo condenado al fracaso desde el inicio. Otros, en la segunda etapa, ante el alcance limitado de estos, buscaron diferentes variantes, más basados en la utopía que en la realidad, en intentar formar una flota de cabotaje insular compuesta por cerca de 4 000 buques para satisfacer las demandas de comunicaciones y transporte de mercancías[2].
En la década de 1820, resultante del vínculo entre insulares y peninsulares,
surgió un nuevo estamento social, más fuerte aunque heredero de sus
predecesores, en los cuales se reúnen la pujanza y espíritu de aventura
prácticamente perdido por los promotores de la plantación. De aquí,
precisamente, surgió Claudio Martínez de Pinillos, Intendente de Hacienda, si
bien representante de
La entrada de este nuevo modelo productivo paralelo al azúcar de caña les asestó un duro golpe a los productores cubanos, quienes, a fin mantenerse en el mercado mundial, debieron racionalizar sus costos y gastos. De ahí que la racionalización en los costos y gastos que va tomando la plantación habanera devino en aspecto fundamental a la hora de su mantenimiento y sostenibilidad. Las mejoras científico-técnicas introducidas en el sector fabril para aumentar la producción, respondió a un esquema de copia mecánica del exterior que luego debió ser adaptado a las condiciones de nuestro país. Entre ellos, destacan los sistemas de calderas al vacío, tipo Derosne, o los "docks ingleses". Muchos de ellos -sobre todo después de la década de 1820- se realizaron en la pujante industria remolachera, fuerte competidora del azúcar cubano.
Con la llegada de
Martínez de Pinillos al frente de
[1] Este trabajo forma parte de la investigación presentada por el autor en su Tesis de Licenciatura por la Universidad de La Habana en junio de 2012, tutorada por el Dr. Arturo Sorhegui D Mares.
[2] Idelfonso Vivanco. ¿Preferibles ferrocarriles a buques de
cabotaje? Memorias de
[3] Estos fueron inmigrantes llegados a Cuba en el último cuarto del siglo XVIII y principios del siglo XIX, así como sus descendientes, los que, atraídos por la plantación naciente, se abrieron paso, generalmente, desde el comercio -tanto de mercancías como de personas o alguna otra actividad terciaria- e invirtieron cada vez más sus fortunas en ingenios azucareros, aunque sin abandonar su actividad mercantil original. Ejemplos de ellos lo constituyen las familias Aldama, Alfonso, Arrieta, Diago, Martínez de Pinillos, Poey y Villaurrutia. (Definición de Oscar Zanetti Lecuona y Alejandro García Álvarez, en Caminos para el azúcar, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1987, p. 114).
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