01-14-2007, 06:05 AM
¿En qué consiste el arte de la sofistica y en qué se diferencia del saber científico? Creo que primero deberé ir preparando el terreno para clarificar las cosas, ya que existe mucha confusión, muchas cosas aceptadas sin ser cuestionadas. De todos los saberes el que más éxito ha tenido es el científico, ¿por qué ha sido así? Por sus resultados. El saber científico tiene por objeto de conocimiento la realidad, o porciones de ésta, y la intención de este conocimiento es el de tener un mayor control de la realidad. De esta manera el hombre ha desarrollado toda una tecnología cuyos resultados son innegables. Pero el sofista-filósofo se siente envidioso de este triunfo de la ciencia sobre la realidad, y comienza a bombardearla con sus dardos envenenados, veneno que tiene el propósito inicial de generar confusión. ¿Cómo comienza esta tarea el sofista para retomar el control sobre quienes se han volcado al culto de la ciencia? Metiendo duda en las cabezas de las personas, anulando el principio de realidad. La duda comienza de esta manera, poniendo en tela de juicio la realidad. Comienza preguntándose qué es la realidad, responde que la realidad es muy difícil de definir, que en realidad sólo es una idea, una palabra creada por los hombres. El proceso de meter duda consiste en atacar sistemáticamente las certezas con que se mueven las personas, se ataca la noción de realidad, de verdad, de experiencia, etc., llevando poco a poco a la persona a cambiar el sentido de realidad que parte de su experiencia y de lo que ha hecho, al campo de la argumentación, lo real pasa a ser la palabra con la que supuestamente tratamos el mundo, las cosas. Pero por sobre todo, la argumentación. Todo filósofo-sofista lo primero que hace al entrar en contacto con alguien es emplear su capacidad argumentativa para poner en duda las certezas de quien tiene frente a sí, para que el nuevo principio de realidad descanse en él, y en la argumentación. La prueba de realidad pasa a ser la argumentación. Pero estas dudas son completamente creadas por el sofista, coloca en la cabeza del otro la idea de que sólo existe aquello que puede ser definido y explicado a través de una buena argumentación. Y como él es quien tiene mayor poder argumentativo, entonces el principio de realidad no sólo descansa en él, sino que hasta puede crear reales a través de su fuerza dialéctica. No, la realidad es aquello con lo que nos encontramos todos los días, es el frío que nos hace abrigarnos para dejar de tiritar, es la comida que sacia nuestro apetito y nos salva de morir, es todo aquello que transformamos en el curso de nuestras vidas, es lo que nos puede hacer felices o infelices, etc. Sin embargo, luego que el sofista-filósofo logró poner esas ideas en la cabeza de su manipulado, el manipulado deja de cuestionarlas, y acepta que no sabe qué cosa es la realidad, ni la verdad, ni prácticamente nada de lo que creía saber. Ahora bien, la ciencia tiene un propósito: producir conocimiento acerca de la realidad con el fin de poder actuar sobre ella, por lo que la prueba de realidad de ese conocimiento se hace cuando en verdad es posible poner a prueba el conocimiento. Las teorías que permiten actuar sobre la realidad y prever lo que ocurrirá, son las que se van diferenciando, las teorías que para nada sirven, se van dejando de lado. En cambio, en la sofistica la prueba de realidad no pasa por poner a prueba el saber, sino en la lógica de la demostración de las verdades expresadas. Por eso el filósofo comienza por revisar cada idea, cada palabra, cada concepto, porque sus construcciones dependerán de los conceptos básicos que se tomen como pilares del desarrollo dialéctico. Basta con que tomen cualquier texto de introducción a la filosofía y verán que es así, se dice que el método de la filosofía es el de la duda sistemática, que se debe poner en entredicho todas las certezas, que todo debe pasar por el filtro de la razón, para que luego que se obtengan los conceptos básicos completamente definidos, sea posible comenzar a filosofar con ellos teniéndolos como los pilares sobre los que se asentará el edificio dialéctico que se irá construyendo. A la ciencia las palabras y conceptos no les importan tanto, sino lo que con ellos se pueda hacer en materia de transformación de la realidad, porque el saber verdadero es el que tenemos sobre la realidad y consiste en el cómo se desarrollan los distintos procesos para poder actuar sobre ellos. Este saber, también permite construir cosas donde el valor útil de estas cosas será otra de las pruebas de la realidad. Ahora bien, un científico demuestra una teoría científica con una prueba sobre la realidad, pero el sofista no, demuestra con un argumento y la fuerza de su lógica lo que quiere expresar, la verdad que quiere demostrar. Pero vean esto, si un científico no puede probar en lo real sus teorías, si la realidad no apoya la teoría del científico, esa teoría se desmorona, por lo que el científico debe trabajar mucho, hacer infinidad de experimentos, obtener logros sobre la realidad, para probar lo que dice y hacer carrera. Pero el sofista no. Mientras el sofista pueda defender dialécticamente sus proposiciones, es verdad lo que dice. La verdad del sofista descansa en la fuerza de sus argumentos, no en la realidad. El mejor argumentador sería el poseedor de la verdad. Quien mejores trucos dialécticos pueda hacer, será quien más cerca de la verdad se encuentra. Esto libera al sofista de tediosas investigaciones de campo, le basta con sólo disponer de su habilidad dialéctica para embrollar con palabras al otro y conducirlo hacia donde quiere. Uno de estos sofistas, que además de su capacidad dialéctica haya leído mucho, puede defender las teorías que quiera. Pero ¿cuál es el verdadero interés del sofista? Es claro que su interés no es el de alcanzar la verdad, porque ni siquiera la verdad es algo real para él, es sólo una palabra-convención social, una idea útil para algunas cosas, pero sin poseer un estatus ontológico demasiado privilegiado, salvo que quiera que así sea. Entonces, ¿qué es lo que quiere el sofista? Muy sencillo: colocar ciertas ideas en la cabeza de las personas. Mientras que el científico pretende controlar la realidad, transformarla, el sofista busca controlar las mentes de las personas colocando las ideas que quiere que se desarrollen en sus mentes. El sofista quiere posicionar ciertas ideas en la mente de las personas, por lo que su tarea es de simple marketing de ideas. El proceso es muy sencillo: primero se introduce la duda en la mente de las personas, luego se destruyen todas sus certezas con frases de este tipo “¿estas seguro de eso?”. Y traten ustedes sin no poseen capacidad dialéctica de dar cuenta de las certezas más evidentes, verán que no pueden hacerlo. Una vez que se le convence a las personas de que sus certezas no tenían un correcto asiento en la dialéctica, de que no pueden confiar en sus experiencias, y de que el principio de realidad ya no descansa en lo que hacen, quedan completamente preparados para aceptar la siguiente idea: es verdad aquello que ha pasado por el principio de razón, que ha sido analizado completamente hasta que se ha comprendido, y, por sobre todo, aquello que puede demostrarse dialécticamente. Mientras que el científico debe demostrar en la práctica sus teorías, el sofista no, sólo debe poseer una lógica perfecta, una argumentación a prueba de todo. La idea, entonces, es que la verdad descansa en la fuerza de la lógica argumental. Si esta idea es aceptada, se produce un desplazamiento, la persona sin fuerza dialéctica no posee acceso a la verdad, especialmente porque ya no puede confiar en sus experiencias. El principio de realidad se desplaza desde la realidad a la dialéctica, a la capacidad para demostrar argumentalmente lo que se sostiene. Por lo tanto, el sumo sacerdote del saber pasa a ser el sofista-filósofo, ya que él es quien puede demostrar argumentalmente lo que dice. Pero repito, la intención básica consiste en colocar ciertas ideas en la mente de las personas. Entonces, dada la idea que quiere colocar, comienza el sofista a darle vueltas a la idea de forma de ir poco a poco arrancando al oyente o lector de su sensación de lo real, poco a poco va confundiendo, cita cosas dichas por otros pensadores que tienen cierto parecido con lo que sostiene, y poco a poco va construyendo un texto que sólo se sostiene en ideas que se sostienen en otras ideas de las que ya se ha perdido el rastro. En síntesis: se va creando un clima a favor de las ideas que se quieren implantar, clima que provoca una especie de trance hipnótico, ya que el oyente ya no puede distinguir qué es real de lo que no lo es, y si las ideas expresadas son coherentes, si el discurso es armónico y bello, se termina persuadiendo al escucha de las ideas que se quieren imponer. El sofista sólo debe persuadir, convencer. Lacan, el psicoanalista francés fue uno de los más grandes sofistas del siglo pasado.